ENFOQUE PORTADA

Inflación; la regla de oro

Por Sergio Dellepiane – docente /

De las tres variables macroeconómicas principales: crecimiento, empleo e inflación, sólo la última es la que “patea en contra”.

Mientras las dos primeras empujan a la nación toda hacia el progreso y desarrollo, la tercera, por encima de ciertos niveles, busca retrasarlos.

Reducir esta resistencia para la vida económica de cualquier país es un compromiso ineludible para todo gobernante que busque bienintencionadamente mejorar las condiciones de vida de sus compatriotas.

Podría decirse que contener la inflación es la Cenicienta de las cuestiones esenciales a abordar, en todo tiempo y lugar, independiente de la ideología que se profese.

La Ciencia Económica enseña tres cursos básicos de acción a seguir para lograrlo: La vía monetaria, la fiscal y la cambiaria.

La primera y contundente conclusión es que, administrar (regular) los precios de los bienes y servicios desde el gobierno, descartando de plano el método autoritario de “garrote vil”, resulta decididamente ineficiente para el propósito enunciado. Además, provoca desabastecimiento, reducción en la calidad de los productos, caída abrupta en la tasa de inversión e incrementa la pérdida de puestos de trabajo registrados. No es camino adecuado.

Dentro de la vía monetaria es posible englobar todas las líneas de acción cuyo fundamento reside en hacer crecer la base monetaria (emisión de dinero) a un ritmo muy lento. En Argentina su máximo exponente fue el Plan de Convertibilidad. La no emisión de moneda nacional favoreció el derrumbe de la tasa de inflación anual a mínimos históricos, creció el PBI nacional pero aumentó fuertemente el desempleo.

La persistencia infantil de hacer durar para siempre un modelo pensado originariamente como temporario, sumado a desajustes técnicos y tironeos políticos, terminaron ocasionando una durísima recesión, de la que fue imposible salir con una moneda sobrevaluada. Esta experiencia, muy presente en la memoria colectiva, ha cerrado por un buen tiempo las vías de acción monetarias para contener la inflación.

Ingresos y egresos.

La vía fiscal cambia la regla de oro de “emisión cero” por la de “déficit fiscal cero”. Exige no gastar un solo peso más de los que se recaudan, intentando reducir la volatilidad del mercado libre de cambios. La inevitable consecuencia, cada vez que se aplicó, fue el retraso en la paridad peso/dólar y su demostrada ineficacia para reducir la inflación a valores “normales”. Quitó también el impulso al incipiente crecimiento de la economía nacional, que nuevamente se estancó.

La vía cambiaria intentada en la actualidad, eludiendo las variantes monetarias y fiscales, no parece estar brindando una modificación en las expectativas, ni de los mercados ni de los individuos.

La regla de oro muta desde “déficit fiscal cero” a “tipo de cambio controlado” y encorsetado dentro de una olla a presión.

Los antecedentes más recientes, de uso y abuso de esta malograda herramienta, pueden encontrarse en el período de la dictadura militar con el ministro Martínez de Hoz y durante la última parte del gobierno de Raúl Alfonsín.

El resultado fue siempre el mismo. Un inicial y módico éxito que, con el paso del tiempo se convirtió en un nuevo y rotundo fracaso.

Lógica económica pura. Cuando se emplea el tipo de cambio controlado como principal y hasta única herramienta antiinflacionaria, mientras el déficit fiscal y la emisión monetaria continúan incrementándose sin control, provocan una letal influencia en el tipo de cambio real, atrasándolo hasta convertirlo en una fuerza incontenible, cuya presión se vuelve en algún momento, inmanejable.

Todo modelo de una sola vía, aislado de las demás, ha demostrado ser inconsistente, finalizando su periplo siempre de manera dramática.

Surge como alternativa la combinación prudente de elementos fiscales, monetarios y cambiarios. Casi como una receta de cocina. Ninguna buena comida requiere de un único elemento.

Historia nacional.

Intentar reducir la inflación nuestra de cada día, empleando una sola vía, es perder el tiempo. Así llevamos más de 50 años de intentos fallidos.

Lo más grave es que al final se termina gestando una combinación de recesión e inflación aún más dañina que lo que se intentó combatir.

Reducción sostenida de velocidad y volumen de emisión monetaria para revaluar al peso; reforma tributaria y fiscal para eliminar superposiciones y distorsiones; reforma laboral, para adecuarla a la nueva normalidad; libre fijación de precios y salarios por oferta y demanda, se convierten en las ineludibles obligaciones a encarar definitivamente para reducir el ímpetu contrario y prepotente de la Inflación que padecemos y que posterga los anhelos de progreso y desarrollo de toda una nación.

“Sólo la conciencia de lo difícil que es detener la inflación una vez puesta en marcha, debe volver sumamente cautelosos y prudentes a los gobernantes” – F. Hayek – Los Fundamentos de la Libertad” – 1960.-

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