ENFOQUE PORTADA

El “progreso” en cuestión y los desafíos de la democracia local

Por Maximiliano Gómez – Lic. en Ciencia Política (UNER) – finalizando la Maestría en Ciudades (UBA).

El conflicto suscitado en torno al proyecto de “ensanche” de bulevar Racedo ha generado un clima de tensión social que volvió de difícil resolución el diferendo planteado ante la resistencia pacífica de vecinos y organizaciones.

El fracaso de la instancia conciliatoria en el trámite del amparo presentado, el fallo del Superior Tribunal de Justicia con fundamentos que ignoran la mirada de la complejidad socioambiental que estos tiempos demandan y la negativa de la Municipalidad a suspender la obra, aunque sea provisoriamente, son cabal muestra de la severa incapacidad de las instituciones de estar a la altura de las circunstancias.

Es cierto que los pobres fundamentos de los jueces del STJ y la repudiable represión de la Policía de Entre Ríos el lunes pasado no hicieron más que exacerbar ánimos ya caldeados y provocar un grave daño a la paz social de la comunidad paranaense.

Quienes entendemos que las ciudades deben entender y atender los desafíos relacionados con la crisis climática, el recrudecimiento de la desigualdad y la pobreza por la falta de empleo de calidad y el fortalecimiento de la democracia, sostenemos que se requiere de un nuevo diseño institucional, bajo el liderazgo de funcionarios públicos probos y capaces, abiertos al diálogo, respetuosos de las diferencias y sin temores de las herramientas de la democracia ambiental. Procesos de consulta a través de herramientas digitales, foros ciudadanos y audiencias públicas vinculantes deberían ser la norma y no la excepción cuando de diseñar y planificar la ciudad se trata. Es erróneo pensar que la ciudadanía puede ser cabalmente representada por formatos obsoletos y anquilosados -como las comisiones vecinales- o por las reglas de juego diseñadas por el constitucionalismo del siglo pasado, como la representación indirecta del Concejo Deliberante. El desafío para encarar la transición hacia la sostenibilidad social y ambiental requiere de nuevos formatos y espacios -que no se agoten en un comicio cada cuatro años-, pero sobre todo de una ciudadanía comprometida, con vocación cívica y una participación activa, informada y consciente en los procesos de decisión que hacen al futuro de los espacios urbanos. Esto requiere, también, de un profundo cambio en la concepción del ejercicio ciudadano y de la percepción de las competencias que la ciudadanía en general debe alcanzar para equilibrios dinámicos adecuados fundamentalmente en materia ecológica y social.

Equilibrio.

Asimismo, desde esta perspectiva, el “progreso” de una ciudad no llega a partir de grandes obras de infraestructura ni de aumentar a mansalva la producción y el consumo de bienes suntuosos a cambio de la destrucción del equilibrio ecológico ni de la eliminación del patrimonio natural, como se pretende hacer en Racedo, donde la extracción de casi un centenar de árboles permitiría ampliar el espacio para que los automóviles privados sostenidos por combustibles fósiles puedan circular con mayor rapidez y comodidad. Es esa misma idea de progreso que nos ha traído al lugar en el cual nos encontramos: un mundo con ecosistemas devastados, con fenómenos entrópicos agravados por el aumento de la temperatura mundial, con refugiados climáticos en los cinco continentes y la proliferación de una pandemia destructiva cuyo origen los investigadores vinculan, claramente, con la destrucción de los ecosistemas y la intervención humana en los procesos naturales.

Por el contrario: el ideal de progreso en una ciudad inclusiva y sostenible debe ubicar a las personas en el centro, valorar en su real dimensión el aporte que la naturaleza hace para sostener la vida en el planeta, priorizar y aumentar los espacios verdes y la cobertura de árboles autóctonos, recomponer los ecosistemas dañados por la contaminación (como los cursos de agua), promover el reemplazo del automóvil por la bicicleta o la movilidad compartida y baja en carbono y fomentar el desarrollo del emprendedorismo y el comercio justo a partir de la innovación en materia de energías limpias, agricultura urbana y economía del cuidado con enfoque de género.

Resultados.

¿Cómo lo hacemos posible? Las ciudades del mundo que vienen trabajando de forma sostenida en esta línea pueden mostrar resultados concretos y marcar un camino a seguir. Y si bien quienes han planteado esta agenda de la transformación y transición sostenible han recibido en algunos casos el apoyo popular (como es el caso de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo), en otros lugares fue la movilización y la organización de grupos ciudadanos comprometidos y conscientes lo que generó las condiciones para poner en marcha esta agenda. La apropiación por parte de los gobiernos locales llegó después.

Revisar críticamente la noción tradicional de progreso, asociada a una lógica economicista y expoliadora de los recursos naturales, es el primer paso para la instauración del cambio. La transición a la sostenibilidad requiere de un urgente rediseño y fortalecimiento de la democracia ambiental, para dejar atrás años de desaciertos en este sentido, con organización comunitaria concomitante que potencie estos procesos.

El conflicto en Bv. Racedo y la respuesta ciudadana surgida del mismo, activa y movilizante, crítica y consciente, puede ser el primer paso en esta dirección en Paraná.

Contacto: maxi.gomez07@gmail.com

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