ENFOQUE PORTADA

Zafó el maíz, ¿y la carne?

Por Danilo Lima, editor de Dos Florines

La intervención oficial en los mercados es, tal vez, la medida más odiada por los productores agropecuarios argentinos, acaso más que las retenciones a la exportaciones.

Lo sucedido en las últimas semanas con el maíz es una clara prueba del malestar que genera en el sector agropecuario la política intervencionista del Gobierno, más allá de que el cierre de exportaciones original se convirtió, primero, en un cupo de 30.000 toneladas diarias, y, después, en un monitoreo del saldo exportable, que no fue otra cosa que la decisión de dar marcha atrás con la medida.

La intervención oficial en el mercado de maíz, al parecer, fue descartada, pero el temor de los productores a medidas similares no desapareció.

El presidente Alberto Fernández, el primer día del cese de comercialización de granos, el lunes pasado, hizo públicamente una reflexión: “El mundo demanda carne, producen en pesos, pero ¿por qué los argentinos pagan el kilo de asado como lo paga un chino, un francés o un alemán?”.

Todos –o casi todos– los productores interpretaron que los dichos del Presidente eran el preanuncio de una nueva intervención, esta vez en el mercado de carnes, el alimento emblemático de la mesa de los argentinos. Y, ante ese temor, hicieron fila para refutarlo, con números.

Es cierto que las cotizaciones de la hacienda en pie vienen mejorando mes a mes –en los remates entrerrianos, por ejemplo, en diciembre el aumento promedio se ubicó por encima del 18%, con categorías que subieron casi el 28%– y que esos incrementos se trasladan a las góndolas y los mostradores para padecimiento de los argentinos, especialmente para aquellos que viven de un salario absolutamente pauperizado.

De todos modos comparar los precios de la carne vacuna en el mercado interno con los que pagan chinos, alemanes y franceses, como lo hizo el Presidente, es una exageración.

Llama la atención que a Fernández sólo le preocupen las subas de los precios de la carne vacuna, como si el resto de los productos de consumo popular –la yerba, el pan, los fideos, los lácteos, el arroz, las papas y la tan popular polenta, entre tantos– no aumentaran. Pero el precio de la carne vacuna en la Argentina, se sabe, siempre fue un precio político y cualquier oscilación enciende la polémica.

“El Presidente ha sido muy firme al decir que no puede faltar carne vacuna en la mesa de los argentinos”, dijo Luis Basterra, el ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, al interpretar las declaraciones de Fernández.

Y aquí cabe preguntarse: ¿Los precios de la carne vacuna están muy caros o los salarios están muy baratos? La inflación –y esto es lo que el jefe de Estado jamás reconoce– deprecia semana a semana los sueldos de trabajadores y jubilados y les impide el acceso al consumo de carne (y de yerba, pan, fideos, lácteos, arroz, papas y polenta). El problema es la inflación, no la carne ni el maíz.

Sea como fuere, el Gobierno, desde hace unos días, negocia para que los frigoríficos exportadores vendan a menor precio 13 cortes de la media res durante todo el primer semestre. Éstos, en cambio, sólo están dispuestos a comercializar a un valor menor sólo ocho cortes, y con una condición: que se rebajen las retenciones a los cortes que se exportan.

Mientras, el fantasma de la intervención sigue latente.

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