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“Sin renunciar a la igualdad, debemos mejorar los estándares de producción e inserción en el mercado”

El politólogo Pablo Mandrile, de UCA Sede Paraná, planteó la mirada de los profesionales de su disciplina en esta coyuntura. “Converger hacia el centro ideológico es central para no dejar que se agudice la grieta”, planteó. Nahuel Amore

Pablo Mandrile es politólogo, recibido de la Universidad Católica de Santa Fe y maestrando en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional del Litoral (UNL). Actualmente se desempeña como profesor en la cátedra Historia de las Ideas Políticas Modernas de la Sede Paraná de la Universidad Católica Argentina (UCA) y brinda su mirada sobre el impacto de la pandemia en las decisiones gubernamentales.

En diálogo con DOS FLORINES, el profesional planteó cómo desde la carrera de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales analizan este fenómeno y puso el acento en la importancia de tener una mirada amplia y transversal. “No hemos quedado ajenos a este contexto, que irrumpió con fuerza a nivel mundial e impactó en todos los gobiernos y Estados”, señaló, e hizo hincapié en los efectos sobre las poblaciones más vulnerables.

A la hora de trazar una primera perspectiva, dio cuenta del estudio que a nivel nacional publica el Observatorio de la Deuda Social, con un enfoque multidimensional, que “viene advirtiendo sobre el impacto negativo que lógicamente la crisis sanitaria y económica trae para nuestro caso específico de Argentina en el incremento de niveles de pobreza e indigencia”.

En ese sentido, durante su lectura, Mandrile se explayó sobre cómo los Estados deben hacer para atender a las demandas sociales, sin perder de vista la crisis que atraviesa el país. “Tenemos que hacer foco en no renunciar a la igualdad, pero también en mejorar nuestros estándares de producción e inserción en el mercado internacional”, afirmó.

Decisiones

¿Cómo se comportaron los gobiernos en la gestión de la pandemia? ¿Cuánto de improvisación hubo en este contexto inédito?

—Desde mi punto de vista personal, prefiero echar un manto de piedad en el análisis, no por omitir o hacer la vista gorda a errores en la adopción o comunicación de decisiones del gobierno argentino. Pero creo que es un cisne negro, la irrupción de un hecho que nos desconcierta y no esperábamos; y esto le pasó a todo el mundo y a todos los gobiernos. En los países más desarrollados también se los vio caminando a tientas, tomando decisiones y vueltas atrás. Hace 100 años que no se vivía una pandemia.

No quiero decir que no se hayan cometido errores o que haya cosas que se pudieron hacer mejor, pero sí soy de los que prefiere comprender que los decisores públicos, desde el Presidente hasta el último de los burócratas, son gente con capacidades e información limitadas, en momentos en los que la ciencia mundial iba cada día arrojando nuevos datos y precisiones. Tiene que ser un marco de serenidad el del análisis y de no caer en el juicio político partidario inmediato que distorsiona el análisis.

En ese contexto, me parece que el gobierno argentino quizá se apresuró en declarar la pandemia. De todos modos, estaba rodeado de los mejores sanitaristas del país y es un tema de debate amplio.

¿Qué aportes realizan los politólogos en este proceso para mejorar las calidades de gestión?

—Hace unos días reparaba en que los últimos jefes de Gabinete a nivel nacional fueron o son politólogos y de gestiones diferentes. Recuerdo a Abal Medina, Marcos Peña y ahora Santiago Cafiero. Me parecía interesante de rescatar cuál puede ser el aporte del politólogo y, particularmente, de quienes queremos formar desde UCA, en el sentido de un profesional que tenga una mirada amplia, abarcativa, fuertemente transversal en fabricación, diseño, evaluación e implementación de las políticas públicas. Por eso es sintomático que los jefes de Gabinete o muchos de ellos provengan de la Ciencias Políticas y con recorrido en el ámbito académico.

El profesional con esta formación tiene esa mirada y esas capacidades de know how de trabajo interdisciplinario, transversal y capaz de coordinar políticas en los diferentes aspectos, sean de seguridad, económicos o de otra índole.

En otros momentos de la historia hubo estallidos sociales importantes. ¿Considera que esa mirada amplia influyó para que, de algún modo, se evitaran grandes conflictos sociales y políticos durante la pandemia, a pesar de la gravedad de la crisis?

—Yo creo que los profesionales en Ciencias Políticas hacen una contribución importante a esto de crear ámbitos, espacios más o menos institucionales y formales de trabajo y reflexión para acercar posiciones. No me caben dudas porque conozco y mucho más de lo que trasciende en los grandes medios de comunicación donde generalmente lo que nos llega a los ciudadanos es el mero conflicto.

La política sin lugar a dudas que es conflicto, que es una parte constitutiva el disenso, pero tiene mucho de arquitectónico como ya reflexionaba Aristóteles. Tiene mucho de acuerdo, de negociación en el buen sentido de los términos. Y en estos ámbitos institucionales del Estado nacional, provincial o municipal, muchas veces hay profesionales involucrados tratando de aceitar mecanismos de diálogo y encuentro. Por mencionar uno, sin ser ilusoriamente optimista, la semana pasada se creó el Consejo Económico y Social, un ámbito con participación del sector empresario, gremial, científico y de distintos espacios de la sociedad.

Políticas públicas

Justamente, ¿cómo analizan la conformación de este Consejo Económico y Social y la influencia que pueda tener en las políticas públicas?

—Hubo intentos a lo largo de la historia de nuestro país y convocatorias desde los diferentes gobiernos para crear este espacio de concertación que por las dinámicas políticas o electorales quedan truncos. Ojala que este nuevo intento prospere. Por supuesto que entre los politólogos que charlamos lo vemos con buenos ojos en el sentido de desear que esta vez prospere en la confección y acuerdos de políticas de Estado que trasciendan a los gobiernos. No hay nada que lo garantice, pero es un anhelo.

El Consejo refloja el precepto de que debemos deponer intereses personales o sectoriales en pos del famoso bien común del país…

—Totalmente. Y la realidad es que estamos en un país que a mediados del siglo XX discutía con niveles de desarrollo contra países desarrollados, que estaba en una elite de veinte países desarrollados y luego, cinco décadas después, ya no lo estamos. Tuvimos gobiernos civiles, militares, de diferentes partidos, pero la realidad es que como estructura social, en niveles de igualdad y pobreza, involucionamos decididamente. Hasta que no demos esa discusión, y los gobiernos, partidos políticos y demás estamentos de nuestra sociedad -sea privado, empresarial, sindicatos, la ciencia-, no compartamos mínimamente un diagnóstico de nuestra involución, va a ser difícil que lo podamos revertir. Si pensamos que somos un país desarrollado y que tenemos mejores niveles de pobreza que Alemania, va a ser difícil que hallemos salidas, porque estamos viendo una realidad distorsionada.

Polarización

Con la salida progresiva de la pandemia, vuelven a escena los reclamos salariales y otras demandas sociales. ¿De qué forma los Estados deberían atender esta situación para evitar conflictos?

—Obviamente hay múltiples aristas desde donde abordar este panorama. Quizá uno de los elementos a destacar es que la dinámica política de este 2021 es electoral. Siempre en los años electorales el Estado nacional y los subnacionales incurren en déficits y en un manejo bastante laxo de las cajas y finanzas por motivos políticos. Siempre ha sido así. El año impar en el que hay elecciones se gasta más de la cuenta. No creo que esa tendencia se revierta. La limitante es que estamos frente a una crisis y coyuntura económica que ya de por sí Argentina viene atravesando, con una renegociación de una nueva crisis de deuda, en medio de una negociación con el FMI, pero también con el impacto de la pandemia en las finanzas públicas.

Por otro lado, también es cierto y justo decir que cuando tenés más de la mitad de los niños del país en situación de pobreza o indigencia, el Estado tiene que gastar. No coincido con miradas radicalmente ortodoxas que lo único que señalan es achicar el gasto público porque eso es condenar, aún más de lo que están, a amplios sectores de la Argentina. La cuestión en la que siempre caemos es cómo hallar una salida productiva y sustentable. Ese es el meollo.

Tomo palabras del politólogo argentino Natalio Botana, quien remarca que si la clase política argentina no va convergiendo hacia el centro –esto quiere decir si deja de realizar experimentos o tentarse con polarizar cada vez más e irse hacia los espectros ideológicos de izquierda o de derecha–, va a ser difícil encontrar una salida. Algunas pruebas son el Consejo Económico y Social o las llamadas al diálogo que pareció hacer el Presidente al principio de gobierno. Sin ese camino, va a ser difícil hallar una salida.

No se está gobernando un país rico. Puede ser rico potencialmente, por su gente, por su innovación, pero aún tenemos que agrandar la torta de la riqueza para redistribuir porciones mejores. Tenemos una cultura política fuertemente igualitaria que otros países no la tienen. Eso es un activo que debemos defender. Lo que pasa es que la otra cara de la moneda en la vocación de igualdad social -sobre todo arraigada en el peronismo y el radicalismo-, es la de generar esa riqueza. Por ello, tenemos que hacer foco en no renunciar a la igualdad, pero también mejorar nuestros estándares de producción e inserción en el mercado internacional.

En esa polarización, ¿cómo analiza el concepto de grieta en este contexto?

Levantar la cabeza y ver lo que pasa en el mundo nos ayuda a tener mejor perspectiva de lo que nos pasa a nosotros. El tema de la grieta y la polarización es un fenómeno que se da en muchas democracias del mundo, incluso en consolidadas como Estados Unidos o europeas. Es decir, no somos los únicos. Además, cuando los niveles de desigualdad social y de pobreza crecen es más difícil sostener la cultura democrática porque cuando en el día a día, en la materialidad de la vida de las personas, no haya un sustento económico para su familia, los derechos políticos, el valor de deliberación pública y de las instituciones republicanas, caen en un sinsentido. Cuando discutimos la grieta, discutamos esta parte, que es central. Democracia y desigualdad no son cosas diferentes, van de la mano. En la reflexión democrática de la antigua Grecia estaba claro. Por ello, me parece que poner en el centro la discusión sobre la pobreza en Argentina, poner al centro la necesidad de encontrar acuerdos, converger hacia el centro ideológico en algunos puntos, es central para no dejar que se agudice la discusión, la grieta, que no es nueva y hace muchas décadas que está.

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