ENFOQUE

¿Protocolonización?

Por Alejandro Di Palma, productor porcino.

Cuando América en general le reclamó a España que pidiera perdón por el brutal sometimiento de los pueblos indígenas durante la conquista en el siglo XVI, España respondió que no era posible juzgar el pasado desde una perspectiva contemporánea. En efecto, es posible alegar el oscurantismo reinante en esa época como una circunstancia atenuante, pero es un argumento que conviene usar con cautela, porque se puede usar para justificar todo tipo de crímenes cometidos bajo la influencia de “una ideología fanática”.

La producción porcina – la actualidad.

En este sentido, sólo podemos advertir que los productores locales, un conjunto que incluye a los pequeños productores, sostenemos la producción durante varios meses del año a estricta pérdida, tenemos en general una matriz de costos semidolarizada y vendemos en un mercado interno tan pesificado como el salario del trabajador.

¿Cómo se resuelve la paradoja anterior? Con una reacción primitiva, un reflejo primario, que ya forma parte del ADN de los productores argentinos y nos ha permitido evitar la extinción, ningún secreto en esta fórmula: 10% de inspiración y 90% de transpiración.

Han pasado muchos gobiernos que se desinteresaron por nuestras problemáticas, esto explica la extinción casi total del segmento productivo caracterizado como pequeños productores, nos han bombardeado con importaciones a precios viles de carne porcina, de orígenes tan cuestionables que hoy esas procedencias productivas, no tienen posibilidad de ofrecer lo necesario para este desarrollo chino. Carnes que, por supuesto, llegan congeladas, y luego siendo descongeladas se vendían en las góndolas como frescas y argentinas. Ninguno de estos problemas fue resuelto a través de la necesaria legislación, para evitar que en un futuro todo intento de materializar el mismo desmán resulte ser ilegal, como si esto no fuera necesario.

Mientras tanto, hoy celebramos un futuro venturoso de la mano de un proyecto productivo, que para los argentinos no cierra; sí, en cambio, para los chinos. Los costos que sostienen nuestras granjas hacen titánico el esfuerzo de mantenerse apenas en operación, mientras tanto los chinos proponen invertir para: 1- obtener una renta y 2- asistir las necesidades alimenticias de un pueblo numeroso.

Nadie nos puede explicar a nosotros, los productores Argentinos, cuál es “el secreto chino”, cuál sería la matriz de costos que justifique esta aventura china, porque para nosotros, los productores argentinos, esto simplemente no cierra.

Ensayando explicaciones – energía y mano de obra.

Quizás el secreto radique en los costos energéticos propuestos a las unidades chinas de enfriamiento. Los productores locales, incluyendo a los pequeños, pagamos un costo energético que explica cargos sociales, con esos costos se sostienen los servicios eléctricos a quienes no tienen posibilidades de hacer frente a este derecho, sostenemos las estructuras burocráticas de los Estados subnacionales y luego mantenemos costos dolarizados que permiten rentas dolarizadas de las empresas energéticas, que niegan la condición pesificada, hasta de la más mínima fracción de su matriz de costos: los salarios que pagan.

Otro tema que quizás resulte ser subsidiado es el valor de la mano de obra que recae sobre las espaldas de los productores argentinos, una importante carga extra de varios conceptos que alejan estos costos de los que seguramente pueden acostumbrar en China, donde entiendo que las condiciones laborales rozan lo que la mayoría del mundo occidental, considera como paradigma de la esclavitud.

Todo lo anterior es probable que resulte ser adecuado a las necesidades chinas, las que seguramente acordarán los subsidios necesarios que les permitan la operación de este emprendimiento con costos que, ellos consideren razonables, ciertamente muy distintos de los nuestros. De esa manera se explica la sustitución del productor argentino y se justifica la aparición de un “proletariado chino con una incipiente raigambre criolla.

El silencio de otros socios.

Asimismo, resulta casi cómico el hecho de que los únicos que levantamos la voz en contra del formato propuesto, seamos los productores primarios. Parecería ser que nosotros en forma excluyente, somos los únicos que podemos ver claramente cómo nos dejan afuera de la participación en este proyecto de producción.

Vemos que los otros eslabones de esta cadena e inclusive la red de proveedores de nuestro propio sector, se encuentra en un estado crepuscular que le impide ver como ellos son tan innecesarios como nosotros. ¿O, quizás, creerán que venderán software a los chinos en dólares, sin factura y al precio de U$S 2,5 anuales por licencia? ¿Los núcleos de alimentación, que se llevan la gran torta de nuestros ingresos, quizás consideren que podrán imponer sus pretensiones de precios dolarizados a los gigantes asiáticos? ¿Los vendedores de genética, acaso, interpreten como posible vender un intangible, de dudosa justificación, a este pueblo milenario?

Todo lo anterior sólo desnuda, en esencia, la idiotez de un sector incapaz de advertir los problemas con antelación y que, como sabemos, suele terminar estampado contra una pared, año tras año.

Un acuerdo sin acuerdos.

Conectando todo lo anterior y bajo el supuesto que ocurra, es decir, que quedemos sin la participación productiva de los productores argentinos, tanto nosotros, los productores primarios, como los siguientes eslabones de esta cadena e inclusive nuestros proveedores, vemos entonces que esto luce cada vez más parecido a una colonización, una protocolonización, sólo que esta vez el daño y el sometimiento deberá ser explicado de formas más creativas.

¿Qué “ideología fanática” se utilizará esta vez para justificar la flagrante exclusión de los productores argentinos de un proyecto de producción nacional? Parecería tratarse de la modernidad y la eficiencia, un justificativo infame, odioso y ciertamente falaz.

Este acuerdo, inicialmente ha sido firmado por dirigentes de nuestro sector que, desentendidos de toda responsabilidad relativa a la representación de los intereses del sector, con su torpe adhesión, han confirmado con claridad meridiana que la osadía del ignorante no tiene límites. Si es, además, un narcisista, su necedad sumará exageraciones sin límite cuando no mentiras flagrantes a fin de exaltar su inflamación egoísta.

Sin perjuicio de la autodefinición de héroes que, en editoriales especializadas, se autopropinan los mismos dirigentes que adhirieron a un acuerdo que, reitero, no incluye a los productores argentinos, es interesante señalar como paradoja que “el verdadero heroísmo es marcadamente sobrio”, por ende resulta altamente probable que no sean héroes.

Perspectivas.

Nuestra falta de perspectiva explica la soberbia con la que nos pronunciamos sobre el mundo, la ilusoria pretensión de que el aterrizaje del gigante asiático en el sector productivo porcino sea conforme nuestras coordenadas, es la demostración más elocuente.

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