ENFOQUE PORTADA

En camisa de once varas

Por Nahuel Amore / Periodista editor de Dos Florines

Según relatos de la Edad Media, la ceremonia de adopción de un niño consistía en que el padre debía pasar al pequeño por la manga de una camisa grande hecha para la ocasión y luego darle un beso en la frente como prueba de aceptación de la paternidad. Fue así que nació la famosa frase de “meterse en camisa de once varas”, no tanto por el compromiso que implica esta enorme tarea sino sobre todo por los problemas o asuntos desconocidos que se deberán afrontar.

El significado de este ritual medieval bien podría aplicarse hoy a Entre Ríos y otras provincias que comienzan a sentir el fuerte ajuste nacional, al igual que los municipios. A poco más de dos meses del cambio de gestión y con un giro copernicano en las finanzas estatales, suena por lo bajo la pregunta de “dónde nos metimos”. La caída de la masa de coparticipación –del 12% en enero–, el recorte casi total de diferentes transferencias corrientes y una inflación que aumenta costos y afecta la recaudación real, ponen en jaque severamente las cuentas públicas que carecen hace años del ejercicio de la austeridad.

A diferencia de sus pares de Córdoba o Santa Fe que tienen otro margen para marcar distancia, Rogelio Frigerio se corrió de las quejas sobre el ajuste del gobierno central y le hizo un guiño a Javier Milei durante su discurso de Apertura de Sesiones Legislativas. El gobernador entrerriano –que renegó de la herencia recibida de Gustavo Bordet al tildarla de “caos”, “desorden” y “provincia endeudada y desfinanciada”–, en el plano nacional acusó al kirchnerismo de haber instaurado las prácticas de distribución discrecional. “No hay plata”, parafraseó y enfatizó en la necesidad de hacer un fuerte recorte del gasto en todas las jurisdicciones como única salida posible para no tener que tomar más deuda como lo hizo el primer mes.

Así las cosas, prefirió no mostrarse sorprendido, aceptó las nuevas reglas de juego y convalidó la motosierra en los fondos de incentivo que terminan en los bolsillos de los docentes o en los subsidios al transporte público que alivian la tarifa para miles de usuarios. “No es lógico”, dijo, y planteó que hay que volver a poner blanco sobre negro respecto de las atribuciones de cada uno. En todo caso, dejó en claro que la verdadera pelea pasará por la coparticipación, con el foco en el agujero que dejaron los cambios en Ganancias e IVA al final del mandato cuasipresidencial de Sergio Massa.

Incertidumbre

La incertidumbre define esta coyuntura, que levanta temperatura de cara al inicio de clases. Transporte y educación son los temas sensibles que, a la luz de los hechos, desatarán conflictos. En cuanto a las tarifas de colectivos, se prevé que los intendentes –entre ellos Rosario Romero de Paraná, que también se metió en camisa de once varas por aspiración política– vayan a la justicia o a golpear la puerta del ministro Guillermo Francos para morigerar aumentos que serán insostenibles para asalariados que ven carcomidos sus ingresos a una velocidad mayor. No hay dudas de que este servicio se incrementará, pero la pregunta que sigue inquietando es cuánto y cuándo, para poder tener certezas de que al menos habrá unidades circulando.

No obstante, con la eliminación del Fonid y otras políticas de ajuste en fondos específicos como conectividad, mayores son los interrogantes en materia educativa. ¿Se hará cargo la Provincia de un aporte que puede representar entre el 10 y 13% del dinero que cobra mes a mes un docente? ¿Cómo sostener paritarias que ya no tendrán una línea de referencia más que una canasta básica que se dispara y deja el tendal de salarios por debajo de la línea de pobreza? El diálogo será en estas instancias una herramienta clave de gestión, pero habrá que ver cuán suficiente resulta si la plata no aparece.

Como si fuera poco, a esta atmósfera se suman cruces políticos que agregan tensión en el aire y toman otra relevancia tras la interrupción de dos décadas justicialistas y en momentos en los que no hay la misma afinidad con Nación para salvar los trapos. Ya con otro tono, Bordet le respondió de inmediato a su sucesor en el Sillón de Urquiza; le dijo que “se puso la provincia de sombrero” y que él le dejó “orden fiscal y financiero, sueldos al día que le ganaban a la inflación y obra pública en marcha”. Además, le retrucó que usó “datos falsos” sobre la herencia y que hizo silencio sobre el verdadero impacto negativo de las medidas de Milei. Lo que parecía ser un acuerdo tácito en la previa, aparentemente, se empieza a trastocar.

En la antesala del balotaje, hasta había algunos empresarios entrerrianos que consideraban que quizá una cercanía de “Roger” con Javier iba a ser más beneficiosa que el “más de lo mismo” que proponía Massa. Ahora, con el diario del lunes y a dos meses de gestión, con una recesión profunda y una inflación en más del 250% interanual, con dificultades salariales, obras públicas todavía paralizadas, una deuda en dólares insostenible en este contexto y sin incentivos a la economía real, aparecen algunas voces que ya se preguntan si al final el peronismo no era lo conveniente para un status quo provincial que, ciertamente, dormía tranquilo la siesta.

Pasadas las vacaciones, los ánimos se van alterando. A Frigerio se le están por cumplir en un pestañar de ojos los 100 primeros días de gestión y ya aparecen los reclamos por el plan de desarrollo que prometió para sacarle a Entre Ríos el mote de “la hermana pobre de la Región Centro”. “Salir adelante no va a ser fácil ni inmediato”, se atajó el viernes el mandatario, que se muestra con energías para cambiarle la cara al Estado, mientras va aprendiendo que pagar sueldos en tiempo y forma es mucho más que una norma implícita en estas tierras para mantener la paz social.

Está claro que el Modo Bordet fue una forma de gobernabilidad anodina que no generó transformaciones sustanciales para una provincia que lleva varias décadas amesetada, sin el protagonismo que alguna vez supo tener. Ahora bien, el Modo Frigerio es todavía una incógnita pero va tomando cuerpo en una coyuntura que lo apega sin muchas alternativas al libertario. De todas maneras, si algo también aprendimos de las frases hechas de nuestros abuelos es que meterse en camisa de once varas no te exime de las debidas responsabilidades. Con una caja cada vez más chica, quizá será momento no sólo de usar la cintura sino también el pensamiento lateral.