ENFOQUE PORTADA

De esto no se habla (II)

Por Sergio Dellepiane – docente ///

La amnesia interesada no resuelve los problemas, ni siquiera los enfrenta. ¿Otra vez hay que volver a presentar los argumentos en favor del libre comercio?
Como todas las formas de competencia en mercados desregulados, el libre comercio puede resultar perturbador para algún sector económico nacional. Sin embargo, los beneficios visibles e invisibles que esta dinámica comercial ha brindado a innumerables agentes económicos y comunidades, diversas y distantes, a esta altura del desarrollo humano, resultan innegables e irreemplazables.
Releer cualquier escrito acerca de los intercambios comerciales entre oriente y occidente, acaecidos a lo largo de la historia de la humanidad, siempre será esclarecedor para comprender sus ventajas.
Por otra parte, la única alternativa al libre comercio, es decir, el proteccionismo (sectores privilegiados, sustitución de importaciones, “vivir de y con lo nuestro”) impone altísimos costos a cambio de mínimos beneficios.

Inconsistentes y esporádicos.
Desde la sistematización de la ciencia, realizada por A. Smith en adelante, el libre comercio es de una obviedad económica incontrastable. Además de ser una herramienta críticamente estratégica para la política exterior de cualquier país, pues sin proponérselo explícitamente, promueve la paz y la cooperación. “ …los humanos somos seres vivientes que regatean” (A.
Smith – La Riqueza de las Naciones).
Únicos como especie en nuestra capacidad de prosperar a través del comercio.
Resulta evidente, al recorrerla historia de la humanidad, que las restricciones impuestas por los gobernantes sobre las transacciones naturales y voluntarias, ya sea a través o dentro de las fronteras territoriales, sólo enriquecen a unos pocos privilegiados a expensas de todos los demás. Especialmente de aquellos quienes se encuentren más limitados para ejercer dicha alternativa.
Un vasto depósito de literatura económica muestra uniformemente que las políticas proteccionistas (aranceles, cuotas, mandatos dirigidos de compra, etc.) imponen costos elevados tanto a consumidores, trabajadores y empresas en particular, y a toda la economía nacional en general.
El proteccionismo necesariamente conduce a precios más altos de los bienes y servicios ofrecidos por lo que, sin un incremento, al menos proporcional, en los salarios nominales, los trabajadores experimentan una disminución de su poder adquisitivo.
Además, como el proteccionismo unilateral conduce a represalias extranjeras, los trabajadores de las industrias exportadoras, afectadas por los aranceles protectores, corren el riesgo de perder sus fuentes
de trabajo.
Como si esto fuera poco, las industrias protegidas carecen de incentivos de
mercado para invertir en todo aquello que las haga mejorar su productividad, competitividad e incluso que les permita desarrollar innovaciones disruptivas.
Los aranceles y demás restricciones comerciales también han demostrado ser ineficaces para obligar a países extranjeros a reducir sus barreras comerciales. Por lo general, traban el dinamismo comercial que se pretende potenciar.
Quizás, la señal más evidente de los objetivos económicos fallidos del proteccionismo, sea el hecho por el cual las empresas beneficiarias en vez de mejorar su productividad, empleen parte de las rentas extraordinarias obtenidas, en aceitar sus relaciones con los inquilinos del poder de turno, a fin de continuar manteniendo el estado de situación sin perturbaciones.
Es el libre comercio el que enriquece y empodera a las personas más pobres y vulnerables del mundo, singularmente a quienes han padecido situaciones extremasde extrema necesidad.
Vemos permanentemente personas ofreciendo productos para obtener algún ingreso económico sin ningún tipo de regulación ni control.

Mercado desregulado interno de oferta y demanda.
El beneficio, más directo y palpable, se manifiesta y acumula para los consumidores ya que pueden acceder a una mayor diversidad y volumen de bienes y servicios a precios más bajos.
Es verdad que el libre comercio no resulta indoloro, pero las perturbaciones implícitas que la adopción de este proceso de modo permanente conlleva, son ampliamente superadas por los tremendos beneficios económicos que genera.
El libre comercio marca el camino del progreso pues enseña que cuando los ciudadanos de un país, incluso de aquellas sociedades más industrializadas y productivas, se especializan en los bienes y servicios que pueden producir de modo más eficiente y las intercambian por las cosas
que no producen o que las hacen de manera más ineficiente, mejoran sustancialmente su calidad de vida.
Ninguna política, incluida la de libre comercio, produce resultados perfectos para todos. Lo que está debidamente comprobado es que el proteccionismo impone costos más elevados, genera menos beneficios y fomenta mayores disfunciones políticas en toda la comunidad, que
queda sometida al arbitrio de decisiones gubernamentales interesadas.
Por lo que hemos podido comprobar recientemente, rechazar un comercio más libre y abrazar tozudamente un proteccionismo a ultranza no ha beneficiado al ciudadano común ni ha facilitado la solución a ninguno de los problemas que consuetudinariamente padecemos.
Como muestra un botón. Desde dic 2019 a sept 2022, la inflación acumulada ha llegado al 240,9 %, mientras que el incremento en el sector protegido de indumentaria y calzado ha alcanzado el 371,7%. (Indec)
Contundente y absolutamente esclarecedor.

“La razón por la que los mercados libres funcionan es porque dejan que la gente tenga suerte, gracias al agresivo método del ensayo y error, y no dan a las personas recompensas ni incentivos por su destreza” – Nassim Taleb – El cisne negro (2007).