“El poder político nunca aceptó que las entidades empresarias pudieran aportar o incidir en las decisiones públicas”

08/03/2025

Especial “40 de Viva Voz”. Inauguramos esta sección destinada a rescatar fragmentos del libro póstumo del fundador de Dos Florines, Gustavo Sánchez Romero, llamado “40 Años de viva voz: 40 entrevistas, 40 minutos, 40 líderes, 40 años de democracia en Entre Ríos”, a cargo de la Editorial La Hendija. Se trata de material periodístico e histórico con testimonios de protagonistas de la historia entrerriana reciente, que pudo completarse gracias al esfuerzo de periodistas allegados y fue publicado el 10 de diciembre de 2023, a 40 años de la recuperación democrática. Esta sección ofrecerá entrevistas en torno a fechas destacadas en lo económico y en lo productivo de nuestra región. Esta primera entrega es en torno al 8M: voces de entrerrianas*. Entrevista a Silvia D’Agostino, por Gustavo Sánchez Romero.

Contra todo espíritu de época, y por mucho que las condiciones del contexto se presentaran hostiles y adversas, Silvia D´Agostino trazó su propio surco desde muy joven e impuso una impronta que la coloca hoy, atravesando en forma dinámica su séptima década, como una de las referentes ineludibles de los últimos 60 años de vida institucional de Entre Ríos.

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Militante política y estudiante comprometida en los convulsionados años 60 y 70, hizo de su vida profesional una plataforma para ganarse el respeto en un mundo machista y hacerse un destacado lugar en el simbólico y material espacio de la toma de decisiones en el alto nivel. Trabajó con Dagnino Pastore, compartió el té tres veces con Perón en Puerta de Hierro, fue funcionaria encumbrada en la Entre Ríos de Tomás Cresto, estuvo perseguida y debió asumir el liderazgo empresarial a la muerte de su padre. Convirtió su compromiso militante en impulso organizacional de la sociedad civil con la fundación del Consejo Empresario Entre Ríos, que abrió la puerta a una nueva autorrepresentación pública de empresarios y profesionales. Respetada y consultada, Silvia D’Agostino, conlleva, empero, un dejo de frustración y cansancio por no haber logrado una empatía productiva con los gobiernos. Una mujer que, con su esmirriada figura, a finales del siglo XX se paseó por la calle con las vacas sagradas que el feminismo ostenta medio siglo después, y que sigue, sin estridencias y con el mismo tono de entonces, dando la talla sin esperar nada a cambio. De algún modo, ella inventó el concepto.

—¿Contrapoder?

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Mira de frente con ese sesgo diáfano y sincero, propio de su condición y piensa un par de segundos. Si bien es rápida y espontánea, y suele responder con firmeza, ante esta pregunta prefiere ser prudente y elegir bien las palabras para no poner un pie en los desagradables pantanos de la pedantería y la exageración.

Tantos años de recibir embotada las brisas extasiadas en el pináculo del poder, entiende de este juego mejor que nadie, y se presta a la mano orejeando las cartas con la suficiencia de un viejo parroquiano. Esto hace todo más fácil y divertido.

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“Ponelo como quieras. Si querés, ponelo de ese modo”, responderá ante la pregunta.

Ella sabe que, en el fondo, el interrogante lleva la capciosidad de entender que la construcción de un reticulado de entidades empresarias que nacieron en Entre Ríos al calor de la Convertibilidad y de la crisis del gobierno de De la Rúa no fue otra cosa que una rebelión institucional a una clase política que por 20 años había manejado la provincia con la cincha corta del caudillismo de Sergio Montiel y Jorge Busti.

Es que vieja entendedora de los vericuetos del poder y del partido (léase justicialismo) Silvia D’Agostino y Edmundo Pilo Muguruza (ex presidente del Banco Institucional y primer presidente del privatizado Banco Entre Ríos, con formación y militancia en el Partido Comunista) paradójicamente, habían advertido antes y mejor que nadie que el contrapoder al peronismo no era el radicalismo (o viceversa), sino que se imponía construir un contrapoder civil, nacido de las organizaciones de la sociedad, con entidades fuertes y representativas que cincharan contra una cultura que llevaba a Entre Ríos por el camino del asistencialismo, el retroceso económico productivo y la pachorra cultural, tridente que chocaba frontalmente con las expectativas centenarias históricas de Entre Ríos.

En definitiva, “Ponelo como quieras” no es otra cosa que asumir la necesidad de construir una alternativa política y social sostenida en la emergencia, participación y decisión de hombres y mujeres que funcionaban en los subsuelos de una sociedad donde el Estado lo dominaba todo.

Esta necesidad de asumir nuevos paradigmas como capital social, responsabilidad social empresaria, redes institucionales, etcétera, la llevó a tomar esa decisión y el empresariado y muchos ciudadanos asumieron un nuevo rol clave en la vida democrática entrerriana.

Puso, Silvia D´Agostino, blanco sobre negro los roles y funciones que deben asumir los ciudadanos de bien en un camino democrático. La emergencia que estaba en estado de latencia en un Entre Ríos chato y anodino; logró una participación inédita para estos arrabales; y, aunque ella prefiere siempre hablar de equipos y salir del nombre propio, asume en primera persona que no logró encontrar la llave de la decisión.

El poder político se los negó. Podría resumirse que la “corporación política” tabicó los accesos a la “corporación empresaria”.

Sin embargo, no deja de ser el principal contrapoder que los entrerrianos encontraron para plantar bandera ante los claroscuros de un futuro incierto.

Inicios

Volvamos a esto del contrapoder. Ella recordará que prácticamente no había diálogo intersectorial, como el que se da ahora, por ejemplo, cita, el caso del reciente debate acerca de la reforma en el Consejo de la Magistratura.

Recuerda que cuando estaba a punto de dejar su segunda gestión, Sergio Montiel envía a la Legislatura el pliego de 25 nombramientos en la Justicia. “Junto con el Colegio de Abogados y entidades de la sociedad civil hicimos una marcha alrededor de Casa de Gobierno. Me acuerdo que El Diario se preguntaba qué hacían los empresarios en una marcha en la calle. Y entonces esa resistencia logró que Montiel retire los pliegos. Jorge Busti, que era muy astuto e inteligente, apenas asume crea el Consejo de la Magistratura”, rememora, como confirmando en este punto la inflexión de un proceso que llegará, con altibajos y sinsabores, hasta nuestros días. El “ponelo de ese modo”, va tomando forma humana y material.

—¿Qué veía usted ya con la democracia sin amenazas ante la posibilidad de institucionalización del sector empresario?

—En ese momento sólo existía la Federación Económica de Entre Ríos y el Centro Comercial e Industrial de Paraná. Nada más. No había una participación activa del empresariado. Yo me mantuve cercana al peronismo hasta el año 1998, que es cuando hago mi incursión política electoral por primera vez al sumarme a participar en una elección en una lista junto a Juan Carlos Cresto (exintendente de Concordia y legislador provincial). Nos fue mal. Ganó Montiel por segunda vez, porque el elegido para competir por la gobernación fue Héctor Maya. Después, vuelve Busti. Y a los dos años el Banco de Entre Ríos estaba intervenido por el Banco Central por algunas cosas raras que hicieron que la Justicia investigue a los funcionarios de Montiel. Logramos regularizar el banco a los dos años y los funcionarios del BCRA se fueron y entonces yo renuncié y me volví a trabajar al Sanatorio La Entrerriana, ya no como asesora sino al frente de la empresa, ya que mi padre había muerto en 1981. Después de esa incursión fallida en política me dije a mi misma: “Yo tengo un compromiso con la sociedad y con mi provincia y tengo que buscar un lugar para participar desde la sociedad civil y trabajar desde allí”.

—¿Qué pasaba con la participación hasta ese momento?

—No había un lugar u organización que convoque y la participación institucional era casi nula. Se formó primero la Bolsa de Comercio en el año 1992, pero era muy técnica y abocada a cuestiones financieras y la creación de instrumentos interesantes como los warrants y esas cosas para proteger los intereses de los productores y que no perdieran o malvendieran su producción, pero tenía características muy técnicas. No era ese el tipo de participación que yo quería. Con el Pilo Edmundo Muguruza llegando al Banco de Entre Ríos con su privatización empezamos a ver estos temas desde otra óptica. Él llega cuando se semiprivatiza el banco. Entonces empezamos a reunirnos todos los meses en uno de los salones del banco y debatíamos acerca del país, cómo estaba la situación económica y social, y especialmente qué podíamos hacer por nuestra provincia.

—¿Quiénes participaban de esas reuniones?

—Todos los que después fuimos creadores del Consejo Empresario de Entre Ríos. Eran empresarios importantes de toda la provincia. Y ahí nace la semilla del CEER, y se le ofrece a don Maximiano Asensio la dirección o presidencia de la institución. Él había sido ministro de Economía, con experiencia en empresas. Es un tipo brillante con sentido social y sensibilidad, y posee un sentido de lo humano muy especial. Había sido presidente de Cáritas. Cuando se lo propusimos nos dijo que no porque no tenía empresas. Y entonces le dijimos que si no era presidente debía tener un rol clave en la nueva institución. Por entonces debatimos mucho el nombre. En aquella época éramos muy vergonzosos de la palabra empresario. Sentíamos que siempre estaba la mirada contradictoria, especuladora. Nunca se imponía la mirada de un empresario como alguien que daba trabajo, arriesgaba su capital, que se ocupaba de la sociedad y que se comprometía con su tiempo.

—¿Cuáles fueron los nombres posibles?

—El mismo Muguruza propuso varios y me acuerdo que fuimos debatiendo. En ese momento recuerdo que él me dice que si yo me animaba a ser presidente. Y viste que yo me animo a todo… (risas). Y la verdad que fueron diez años fantásticos al estar al frente del Consejo Empresario de Entre Ríos. Nos animamos a hablar de empresas, de empresarios y de un Consejo que los congregaba. Fue un gran paso, y asumimos que había que hacer valer quiénes éramos y quiénes queríamos ser.

—¿Con cuántos y dónde comienza el CEER?

—Primero, fue en el banco. Éramos más de 30, siempre con el influjo del Pilo que era un tipo brillante. Seguro, éramos más de 20 los que firmamos el acta de fundación del CEER. Estaba Atilio Benedetti, Baggio, Götte, gente de Gualeguaychú, Raúl Marsó, Motta, y muchos más que se me escapan injustamente de la memoria.

—Concretamente, ¿cuál era el norte?

—No queríamos una provincia pobre, no queríamos una provincia de empleados públicos, no queríamos que se siga expulsando entrerrianos, no queríamos una provincia desnivelada entre sus dos costas. Queríamos una provincia integrada, integrada con la gente participando y proponiendo cosas. Eran expectativas nacidas del sentido común. La primera reunión del CEER fue en Maciá, en la empresa de los Roth, y el padre nos recibió en la empresa. Me acuerdo que ahí discutimos cómo empezar. Y varios propusieron contratar una consultora para que nos diga qué proyecto desarrollar en Entre Ríos. Y, gracias a Dios, en la compulsa ganó la posición que planteamos muchos que prescribía que, como empresarios, debíamos saber qué proponer a la provincia y no que venga alguien de fuera a proponerlo. El proyecto tiene que nacer de nosotros. Y ahí empezamos las reuniones en toda la provincia. Universidades, pueblos, entidades. Queríamos ver si era un sueño compartido. Eso está en el primer libro del CEER. Ahí está reflejado el espíritu del Consejo Empresario.

Perón, esa discontinuidad

Cuando Silvia D´Agostino habla de sus encuentros con Perón, deja trasuntar que no fueron puntos aleatorios entre los mojones que delimitan su recorrido, y que, más bien, por el contrario, se trata de una verdadera discontinuidad en su juvenil mundo.

Es que la militancia política será un segmento visceral en la formación social y económica de la dirigente y empresaria, y la formación de valores y objetivos serán pendulares en sus intensos años de estar expuestas en lo más abierto de la visibilidad pública.

Definió su sentido político y social, su vida como profesional y su sendero señero como mujer y dirigente.

“Una vez que me recibo en la universidad me voy a España a conocer Perón. Mi padre me pagó el pasaje, y para mí, que tenía sangre peronista, era un paso clave. Cuando llego a Puerta de Hierro dejé un mensaje en la portería y un amigo me acompañó hasta ese lugar. Recordemos que era época de Francisco Franco, y en la puerta había un Jeep verde, con dos militares muy bien armados custodiando. Dejé la carta y me volví al hotel. A las pocas horas recibo un llamado. Era Perón. Me esperaba. Cuando llegué estaba solo, porque Isabel y López Rega estaban en la Argentina.

“En ese primer encuentro estuvimos tres horas hablando. Caminamos por los jardines. Fue magnífico para mí. En un momento me dice: los jóvenes como usted me quieren porque los que vinieron después fueron peores que yo. Porque ustedes no saben nada de lo que fue vivir en las décadas anteriores tan difíciles”, describirá con un brillo especial en sus ojos, y rememorando como si los hechos hubiesen ocurrido esta misma mañana.

Inmediatamente narrará cómo fue el segundo encuentro, porque al despedirse él le aseguro que volverían a verse.

Dirá que se encontraron para ver una película en el microcine de Puerta de Hierro. Vieron Una mujer, un pueblo, documental argentino dirigido Carlos Luis Serrano.

“En ese encuentro estaba Cámpora (Héctor J., asesor personal de Perón y presidente de la Argentina entre el 25 de mayo y el 13 de julio de 1973) y vimos la película. Me parece que nunca le caí bien a Cámpora, yo creo que por el sólo hecho de ser mujer. Nunca advertí en él ningún gesto de aprobación. Miraba la película y lo veía a él. Miraba la película y a él de soslayo para ver sus gestos. Llano, liso, café sin cafeína, cigarrillo sin nicotina. Estábamos sentados en la misma fila. Era un tipo raro. Yo estuve tres veces con Perón en Puerta de Hierro. Al mes y medio de vivir en Madrid me quedé sin fondos. Hay que recordar que eran tiempos en que los peronistas estábamos proscriptos. Lo llamé a mi padre y le pedí que me envíe más dinero. Él se negó y no me quiso mandar más plata. Y me tuve que volver a la Argentina”, hilvana recuerdos y sucesos en su vida en un relato atrapante.

Ella sigue describiendo los antecedentes de su vida en aquellos años turbulentos que terminaron en la dictadura y que la tuvieron más de una vez caminando por la cornisa que divide la vida y la muerte. Pero es un relato tan exquisito, que se escucha como saboreando un caramelo de miel.

Creáme si le digo que conviene no tocarle una coma y dejar que caiga de su boca como un rosario de infortunios y avatares, pero necesarios al fin.

“Vuelvo a la Argentina y el señor economista (José María Dagnino Pastore) con el que trabajaba me deja sin trabajo, todo porque había ido a verlo a Perón. Entonces recurrí a otros profesores, y en ese momento me contratan en el Consejo Federal de Inversiones para hacer un trabajo en Santa Fe, y es entonces que regreso a vivir a Paraná. Me fui a vivir a la casa de mi padre porque tenía que viajar todos los días a Santa Fe. Y por el consejo de Perón me sumé en Planeamiento. Estábamos, súper entusiasmados. Íbamos a cambiar el país, Latinoamérica, el mundo. Era fantástico. Ya en el ´73 empecé a organizar acciones para el Municipio con Juan Carlos Esparza y con Enrique Tomás Cresto para la Provincia; y es así que me nombran secretaria de Planeamiento”.

Silvia sigue engarzando las piezas del puzle y le va a dando forma a un tramo clave de su vida, y que dejará de legado esa impronta por el liderazgo, la organización y la evolución de proyectos colectivos.

“Para nosotros fue una época hermosa. Hicimos un plan trienal. Por ejemplo, estaba el Cierre Energético Norte, que ahora si Dios quiere se terminará de cerrar. Era un sueño. Pensá que estábamos hablando del 73 y 74. Una provincia que comenzaba a abrirse con los puentes. Si lees eso hoy te morís, porque no terminamos de hacer lo que pretendíamos. La sistematización de la cuenca del río Gualeguay. Con caudalímetros, con aparatos especiales. Se iba a poder generar energía con pequeños artefactos, que servirían a la gente para evitar que los campos se inunden cuando el río crecía. Ese proyecto desapareció con el Proceso. Todo el trabajo de tres años a la basura. Estaba financiado por el CFI. Yo tenía un cargo técnico. Nace mi hijo en medio de todo eso. En septiembre, estaba el golpe militar encima y el único lugar donde podía trabajar era con mi padre. Una tarde yo estaba con el canastito del bebé y viene una chica corriendo y me dice que la noche anterior hicieron una redada y todos los exfuncionarios estaban presos y estaban yendo para mi casa. Yo le dije esto a mi padre, y con lo puesto él me llevó a Santa Fe junto con el bebé. Apenas alcancé a avisarle a mi marido. Me subí a un avión y me fui a Buenos Aires. Y me quedé ahí. Yo podía entrar y salir del país porque el viejo Robledo me había dado trabajo para asesorar a la primera empresa binacional con Uruguay. Y yo con el bebé. Recién pude volver un año después. Iba a Uruguay, pero tenía captura recomendada en la provincia de Entre Ríos”, describe la empresaria, mostrando una faceta poco conocida en su vida pública; la de una madre que debe afrontar la violencia del poder con su pequeño hijo a cuestas.

Los avatares y los dolores que le produce la dictadura entrerriana concluyen cuando al fin puede regresar y comienza a trabajar con el CFI, que la subcontrata para hacer trabajos en Entre Ríos.

“Cuando llega el gobierno de Jorge Busti, el gobernador me llama para ocupar el cargo de presidenta del Banco de Entre Ríos. Al tiempo, me pide que vaya como vicepresidenta, ya que Salomón asumiría al frente del Banco”, recuerda, sin el más mínimo sesgo de rencor por eso.

Organización y tiempo

Cuando Muguruza y D’Agostino deciden abordar la ciclópea tarea de aglutinar en intereses, metodologías y objetivos comunes de los principales empresarios de Entre Ríos, no había, al menos explícitamente, una mirada común y muy pocos se imaginaban disponiendo tiempos y recursos en algo diferente a su propia compañía.

Sin embargo, dice Silvia, que detrás de los intereses corporativos se podía advertir “que había un interés por mostrar a la sociedad que había objetivos superiores a los de la propia empresa, pero hasta ese momento era inimaginable”.

—¿Ese espíritu estaba en usted y en Muguruza y lo fueron inculcando, o ya había una base en el empresariado?

—Había mucha gente interesada en esta provincia que se comprometió porque pensaba igual, con más o menos fuerza y desarrollo, pero pensábamos igual. Fue entonces que contratamos desde el CEER al sociólogo Jorge Kerz para que hiciera un estudio a nivel provincial para saber si estábamos solos en ese pensamiento o si realmente había otras personas o grupos que podían tener afinidad con esto. Hizo talleres de los cuales nosotros participamos en universidades, en muchas ciudades y pueblos de la provincia, donde se invitaba a todos los que eran representantes de esa comunidad. Curas, cooperativistas, directivos y docentes de escuelas, Cruz Roja, concejales, comerciantes, y se pudo advertir un espíritu de querer que esta provincia progresara, que incluyera a la gente, que no fuera siempre la provincia pobre de la Mesopotamia.

—¿Fueron advirtiendo a medida que crecían que se estaban convirtiendo en una referencia política y social inédita para la provincia, muy distinta a la oferta de los partidos políticos tradicionales?

—No lo sé. En los últimos diálogos de todos los que tuvimos en forma fluida con la Iglesia, en plena crisis de 2001 (el CEER nació en 1998) monseñor Esteban Karlic nos acompañaba todo el tiempo hablando de amistad social, siempre estuvo a nuestro lado. Tuvimos colaboradores como Maximiano Asensio y Kerz, y muchos otros profesionales y actores valiosos que fueron perfilando esos primeros tiempos.

—¿Cómo articularon el discurso que los sostuvo en el tiempo?

—A vos te gusta vernos como un contrapoder, y no está mal. Pero creo que lo nuestro fue más sencillo. Queríamos proponer, y para crear decíamos que no era posible que siempre critiquemos y no hagamos nada. Con Sergio Montiel estuvimos varias veces reunidos. Una vez en el Salón de los Gobernadores, donde había gente del Consejo de Educación, nos decían que existía por aquel entonces el problema de los triples cargos y cuádruples cargos docentes en Educación en toda la provincia (nunca se superó demasiado). Le dijimos clarito: “Con una computadora y el número de DNI podemos saber dónde está trabajando cada uno hoy día”. Montiel siempre me escuchó, a pesar de que como responsable del Banco de Entre Ríos había mandado a la Justicia a los exdirectores que había puesto él.

—¿Con Montiel se llevaron bien? ¿Escuchó algunas de sus propuestas?

—No, pero nos trató muy bien.

—Parece un consuelo de zonzos…

—Es verdad, pero ningún gobernador nos dio bola. Después, yo no me acuerdo si fue Busti o Urribarri, pero uno de los dos nos ofreció que administráramos los fondos de Salto Grande, la Cafesg. Nosotros nos negamos porque era una forma de someternos al abrazo del oso. Entonces dijimos que no. Fueron años muy duros, pero lindos. Yo casi no participo ahora. Lo hago muy poco, es que casi no tengo tiempo.

—El CEER nace en el 1998, justo cuando comienza el declive de la Convertibilidad y el inicio de la crisis; ¿Hay una relación entre un hecho y otro?

—Es verdad. Nosotros veíamos que esto se desbarrancaba, y creo que tuvimos mucha aceptación en la provincia, en los pueblos donde hacíamos capacitación, en los pueblos donde pedíamos que hicieran proyectos precisamente porque nacimos con la crisis. Pero no fue en todos lados. En La Paz nos sacaron carpiendo. Nos dijeron que lo habían intentado todo. Que nada funciona en Entre Ríos. Fue la única ciudad donde nos recibieron mal. Después, en todos lados nos vieron como una esperanza para hacer algo nuevo.

—¿Dónde nace la estrategia de asociarse desde el empresariado con la sociedad civil?

—La veíamos como una estrategia de crecimiento. Que lo teníamos que hacer en forma inevitable, que solos no íbamos a poder hacer nada. Que teníamos que hacer alianzas. No importaba cuán grandes eran las empresas, o el tamaño del Producto Bruto logrado por la provincia. Era importante y sigue siendo importante. Pero lo vital era otra cosa: ¿Qué podíamos hacer como empresarios para cambiar la situación de la provincia? Y solos no lo hubiésemos logrado. Y entonces nos vieron como pares, que nos interesábamos por las mismas cosas que los demás.

—¿Simultáneamente se dan cuenta que las empresas tenían muchos problemas de competitividad, de organización, de logística?

—Y sí, naturalmente. Nosotros nos proponíamos una fortaleza como equipo, pero cada uno tenía sus problemas, porque nos habíamos pasado de crisis en crisis, y por ahí era hasta difícil reunirnos porque la gente estaba ocupada en lo suyo. Pero, además, encontramos en otras provincias grupos de personas que pensaban como nosotros, y eso fue muy bueno. Ahí nos encontramos con conceptos como la Responsabilidad Social Empresaria (RSE), y desarrollos de agrupamiento no sólo en Córdoba, sino en Rosario, en Mendoza.

—¿Habían intuido que estaban en una ola que ya venía desplegándose en otros lugares?

—Sí, así fue. Empezamos a ver que algo estaba pasando en Santa Fe, Rosario, Córdoba, pero también en otros países. E hicimos muchas cosas en sintonía, fuimos empáticos con ellos. Realmente espero que no se apague esta tendencia como se advierte que está pasando en los últimos años en Entre Ríos.

—¿Alguna vez sintió que había cumplido el objetivo de integrarse a la comunidad desde la horizontalidad?

—No sé si así, en general, como lo planteas. En algunos ámbitos, sí. En principio nos habían mirado con el ceño fruncido y con el tiempo nos fueron aceptando. Mucha gente quería hacer cosas con nosotros. Si una institución o entidad u ONG quería hacer algo con el CEER es porque habíamos derribado las barreras, y le podríamos aportar algo. Fueron temas importantes. Medio ambiente, capitación, microempresas, desarrollo urbano en las localidades de menos de 15 mil habitantes.

—¿Cuándo empiezan con tópicos como capital social o RSE?

—Es que no sabíamos que eso era responsabilidad social. Lo hacíamos, lo practicábamos y después descubrimos el concepto.

Producción

Desde el Consejo Empresario de Entre Ríos hubo una genuina disposición a dar el debate, a la organización de foros y a la producción de documentos técnicos liderados por intachables profesionales. Sin embargo, eso pareció siempre nimio en función de los objetivos que se proponían. En rigor, la agenda pública estuvo siempre lejos de las agarraderas de los empresarios.

“No tuvimos incidencia no porque no lo hubiésemos querido. Recordemos todos los foros que hemos hecho; los de infraestructura, por ejemplo. Los del agua, con un proyecto de Ley del Agua en una provincia que sí o sí tienen que legislar y unificar. Nunca lo logramos. Con ningún gobierno ni pudimos convencer a los legisladores lo que era racional y de sentido común. Participaban de nuestros foros, pero después nada”, se lamenta Silvia D´Agostino.

—¿Por qué cree que la política nunca los sumó a la acción pública?

—No lo sé. Yo digo lo que pienso. Creo que debieron existir asesores o gente que les abra los ojos de cosas que podés hacer y quizá no te diste cuenta. Nosotros y sin decir “esto es nuestro”, íbamos lisa y llanamente, le proponíamos proyectos, le hablamos de obras, y demás. Por ejemplo: hubo un tiempo que en la provincia había mucha obra de cordón cuneta, muchos accesos, pero no había planificación, un proyecto de infraestructura básica que ayudara desde lo económico y social. Como un plan maestro. Nosotros insistíamos con esa planificación que no importaba si se hacía por etapas, pero debía ceñirse a un plan maestro. Nunca los convencimos.

—¿Este espíritu es el que termina fortaleciendo a la UIER o la Federación Económica, o lo ve como procesos que se dan por otros andariveles?

—No, nosotros colaboramos para la creación y el fortalecimiento de la UIER y otras entidades. Muchos socios fueron parte y nosotros lo promovimos. Y después, con esta idea de reforzar todo, hicimos el Foro de Entidades Empresarias, que es donde están todas las cámaras de toda la provincia, y esto tenemos que mantenerlo. Hay que recuperarlo y darle fortaleza. Porque no es lo mismo que las entidades emitan un documento a que se lo haga desde el Foro de Entidades Empresarias. Es algo que tiene el respaldo de todo aquel que invierte, se arriesga y da trabajo en la provincia. Es distinto el peso. Desde un principio buscamos la creación, la fortaleza y la participación de las entidades y que no fueran sellos. En el Foro, las discusiones eran más que importantes. Era muy lindo.

—Tuvieron mucho que ver con la institucionalización de la Región Centro…

—Claro, porque acordate que se había frizado con Montiel en un momento y que se propuso ser parte del Crecenea, y nosotros empezamos a participar. Fuimos una vez hasta Aguas Negras, en San Juan, el proyecto con Chile, para reafirmar las grandes obras de infraestructura que necesitaba nuestro país. ¡Nos movimos tanto! ¡Hicimos tantas cosas! Y eso sostenido con la cuota empresaria para las instituciones. Y los foros nos permitían recaudar y con eso financiábamos las acciones estratégicas.

—Durante el gobierno de Urribarri se generaron conflictos y hasta se los calificó de “gorilas” y hasta “golpistas”…

—Sí, era una tontera. ¿Por qué no aprovechar lo que te están dando sin pedirte nada a cambio? Si no estás de acuerdo, decilo, mejoralo. Hacé lo que puedas, pero no te cierres a escuchar. Me parece que al poder de turno no le gusta que le objetes cosas, y nosotros tenemos la obligación de hacerlo. Nacimos para pensar el futuro de la provincia. A veces, la política piensa en el hoy más que en el mañana. A veces, hay muchas obras chiquitas que se ven ahora, pero a veces necesitas una gran obra que significará un entronque de algo mucho mayor que le cambia la vida a la gente y a la provincia en el mediano plazo. Esa decisión, para la política, es muy difícil de tomar.

—La relación con Urribarri no fue buena…

—No, yo ya no estaba en la dirección. Pero no fue una buena relación.

—Con Montiel fue distante, con Busti fue cordial, con Urribarri, mala…

—Es que casi siempre fue cordial. Con Urribarri no se llegó a nada (risas). La verdad es que con ninguno se llegó a nada en los proyectos trabajados.

—Con Bordet parece que relación transita por carriles más empáticos, al menos desde afuera.

—Yo creo que son sólo relaciones institucionales, nada más.

Lo viejo y lo nuevo

A la hora del balance, Silvia tiene una mirada contemplativa. Mira al Consejo Empresario como un hijo, aunque hoy dispone de su tiempo para otros menesteres, especialmente su sanatorio.

“Creo que lo que hicimos y se sigue haciendo es muy bueno, aunque no hayamos alcanzado los resultados que hubiésemos querido”, dice con cierto tono nostálgico.

Es en este punto donde recuerda la figura de Armando Reiss, un empresario de Paraná, tan activo como implacable a la hora de la autocrítica que siempre pugnó por encontrar la porosidad en el poder político que le permitiera filtrar ideas e iniciativas del sector privado. “Alguien que falleció hace muy poco, un empresario muy respetado, nos decía en las reuniones: ‘No alcanzamos los objetivos’. No alcanzamos a que acepten nuestras propuestas. Pero ya no tenemos herramientas a mano, hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance. Teníamos reuniones, hacíamos investigaciones, escribimos libros, hicimos foros, y aun así, pidiendo audiencias, con proyectos de ley y nada…”, dirá la dirigente, haciendo carne la mirada del empresario del rubro automotor y profundiza la propia, impiadosa hacia sus frustraciones.

—Todo lo que hacían era no vinculante…

—Claro, era valioso y reconocido, pero no vinculante. Y me acuerdo que Armando nos recalcaba eso. “pensemos qué podemos hacer para incidir en serio”, y se nos fue la vida en eso.

—¿Se siente frustrada?

—Me hubiera gustado que algunas cosas se hubiesen logrado. Un plan maestro de infraestructura, por ejemplo. Pero fue participativo. ¡Cuántos foros hicimos para discutir con funcionarios nacionales y provinciales! ¡Cuántos! Una provincia, que tiene miles de arroyos y cursos de agua, tiene el agua de consumo, por un lado, el agua subterránea de termas, por otro, al agua para riego lo administra un ente específico. No sé, hay que preguntarles a las provincias que no tienen agua lo importante y vital que es para sus vidas y futuro.

—¿Cómo pondera, en promedio, la capacidad, compromiso y participación de los empresarios entrerrianos?

—Yo creo que a pesar de que durante muchos años no había condiciones aptas, todo el mundo que invirtió acá siguió invirtiendo en Entre Ríos, siguió apostando a la provincia. Siguió adelante. Lo veo como un emprendedor comprometido con la provincia. Conozco gente que ha ido a comprar campos a Uruguay, pero no ha dejado lo suyo acá, y lo ha hecho para tener una pata en otro lado porque este país es imprevisible, pero no porque quisiera evadir o fugar capitales, al contrario. Hay mucha identidad con la provincia. Han hecho crecer política, económica y socialmente a Entre Ríos.

—¿El empresario es políticamente ingenuo?

—No lo sé. No lo evaluó. Yo veo que hay muchos empresarios que se han metido en política y no mostraron ser buenos en la política. El éxito en su empresa no lo hace políticos exitosos.

—El impulso que dio el CEER fue muy importante para la organización empresaria y social, repercutiendo en cámaras y entidades. No parece haber sido tan claro en el Consejo Empresario mismo…

—A diferencia de las otras entidades, nosotros nunca tuvimos un objetivo gremial. Y sé que me vas a preguntar si fue un error, y yo te digo antes que no, que quisimos que fuera así, que lo desarrollamos así. Cada uno de nosotros tiene una cámara empresaria que lo nuclea para defender sus intereses individuales o sectoriales. Pero en el CEER no se discute el problema de tu empresa. Eso lo discutís en tu empresa o en tu cámara.

—No quiero se insidioso y malicioso, pero parece ser que a otras entidades pudieron cumplir mejor el objetivo de la incidencia…

—Creamos una entidad que nos nuclea a todos. En los foros quisimos hablar de los problemas comunes, de todos, más allá de los sectores o de los empresarios mismos.

—La pandemia pegó un duro golpe al nucleamiento empresario en relación a la política y a otras provincias. ¿Lo analiza así?

—Y sí… El Zoom, la distancia y demás muestran que se debilitaron todas las entidades. Entre meterse adentro todo el mundo, el pánico reinante, la empresa que no tenía trabajo, el impacto en los empresarios, las empresas y las entidades sufrieron, y es notorio. Hay que salir de ese estado.

—Hablamos de incidencia en la cosa pública, del capital social. ¿Qué otra variable considera importante en el recorrido de la institucionalización empresaria entrerriana en los últimos 40 años?

—Yo creo que la incidencia política, poca. Relacionamiento y trabajo horizontal en toda la provincia ha sido muy bueno. La relación con las otras entidades, muy buenas. Además, les lleva las temáticas a los empresarios que están más allá de los problemas para importar y producir, los impuestos y otros temas que los sobrepasan y trata de compartirlos. Hay generosidad en eso. Temáticas que superan la problemática propia y del sector. En eso ha sido muy importante la acción del CEER en Entre Ríos.

—¿Por qué las empresas del CEER han crecido y no se ha podido trasladar ese modelo a la entidad?

—No lo sé. Hubo distintas conducciones. Se ha creado el Instituto de Investigaciones Sociales y Económicas, que hace muy buenos trabajos. Cada conducción le puso una impronta propia. Ahora se trabaja en plataformas de exportación. Cada gestión le puso su impronta, pero no olvidó los objetivos generales.

—¿Es crítica con alguna gestión del CEER en este tiempo?

—Todas fueron distintas. Cada uno puso lo que pensó que era lo más conveniente. Podría haberme gustado más una que otra, pero todas fueron muy importantes.

—¿Qué pasa con las nuevas generaciones de empresarios?

—Estoy viendo que muchas empresas han mandado sus hijos y me encanta. El último Foro fue armado por una camada de gente joven y anduvo muy bien. Veo mucho potencial, pero hay que darle espacio y hay que transmitir el espíritu del Consejo Empresario.

—Pero parece que también en las empresas se aplica eso de lo viejo que no termina de morir y lo nuevo que no termina de nacer…

—Yo veo una camada de gente joven interesante. Yo le veo supervivencia al CEER y me gustaría que más gente se juegue a esta apuesta de podemos hacer algo por nuestra provincia. No sólo criticar, sino proponer.

—¿Por qué los empresarios no invierten en lobby, en el sentido liberal americano del concepto y no preparan cuadros, no generan ejecutivos o dirigentes que entiendan la necesidad de la incidencia?

—Nunca lo planteamos internamente. Lo importante para la política son los cargos electivos, no los cargos técnicos. Nosotros no buscamos eso. Puede ser un error, pero no lo sé.

Ficha Técnica

Silvia D´Agostino es licenciada en Economía, cursó sus estudios en la Universidad Católica Argentina, en Buenos Aires. Docente universitaria, compartió proyectos como junior con el economista y empresario José María Dagnino Pastore y fue alumna de prestigiosos docentes como Juan Carlos de Pablo. Fue consultora para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Dejó inconcluso un postgrado en Ciencias Políticas. Fue secretaria de Planeamiento del Gobierno provincial entre 1973 y 1976. Empresaria, titular desde hace más de 40 años del Sanatorio La Entrerriana, en Paraná. Estuvo en la creación y comisión directiva de la Bolsa de Comercio de Entre Ríos. Fue socia fundadora y primera presidente del Consejo Empresario de Entre Ríos (CEER). También fue presidente de la Asociación de Clínicas de Entre Ríos (Acler), entre otras instituciones.


*En el marco de conmemorarse el 8 de marzo el Día Internacional de las Mujeres, reconocido por las Naciones Unidas 1 Dos Florines les propone a sus lectores y lectoras compartir entrevistas publicadas en el libro póstumo del fundador de este medio de comunicación, Gustavo Sánchez Romero, llamado 40 Años de viva voz 2

Cada 8 de marzo las mujeres de todos los continentes, a menudo separadas por fronteras nacionales y diferencias étnicas, lingüísticas, culturales, económicas y políticas, se unen para reflexionar y manifestarse por el ejercicio efectivo de sus derechos.

1 EFEMÉRIDE: El 8 de marzo de 1908, un suceso trascendental marcó la historia del trabajo y la lucha sindical en el mundo entero: 129 mujeres murieron en un incendio en la fábrica Cotton, de Nueva York, Estados Unidos, luego de que se declararan en huelga con permanencia en su lugar de trabajo. El motivo se debía a la búsqueda de una reducción de jornada laboral a 10 horas, un salario igual al que percibían los hombres que hacían las mismas actividades y las malas condiciones de trabajo que padecían. El dueño de la fábrica ordenó cerrar las puertas del edificio para que las mujeres abandonaran el lugar. El resultado fue la muerte de las obreras. En 1910 se desarrolló la segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, en la capital danesa, Copenhague. El tema central fue el sufragio universal para todas las mujeres, y por moción Clara Zetkin, líder del “levantamiento de las 20.000”, se proclamó oficialmente el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en homenaje a las mujeres caídas en la huelga de 1908. Más cerca en el tiempo, en 1977, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) designó oficialmente el 8 de marzo el Día Internacional de las Mujeres. En 2011 se celebró el centenario de la celebración con la premisa de Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU mujeres).

2 ENLACES DEL LIBRO:

Libro “40 de viva voz” de Gustavo Sánchez Romero (@40de_vivavoz) • Instagram photos and videos

https://dosflorines.com.ar/el-libro-de-gustavo-sanchez-romero-sale-en-preventa-a-40-anos-de-democracia/