“El cooperativismo demostró que, en democracia, sirve para nivelar, para equilibrar, los derechos de las personas”

08/03/2025

Especial “40 de Viva Voz”. Inauguramos esta sección destinada a rescatar fragmentos del libro póstumo del fundador de Dos Florines, Gustavo Sánchez Romero, llamado “40 Años de viva voz: 40 entrevistas, 40 minutos, 40 líderes, 40 años de democracia en Entre Ríos”, a cargo de la Editorial La Hendija. Se trata de material periodístico e histórico con testimonios de protagonistas de la historia entrerriana reciente, que pudo completarse gracias al esfuerzo de periodistas allegados y fue publicado el 10 de diciembre de 2023, a 40 años de la recuperación democrática. Esta sección ofrecerá entrevistas en torno a fechas destacadas en lo económico y en lo productivo de nuestra región. Esta primera entrega es en torno al 8M: voces de entrerrianas*. Entrevista a Noelia Zapata, por Marta Marozzini.

Empezó de abajo y logró alcanzar lugares de conducción y representación de jerarquía, casi exclusivos de varones. Para eso, dice que debió abrirse camino en base a estudio, capacitación, decisión y coraje. Entró a trabajar desde muy joven a la cooperativa La Agrícola de Crespo. Estuvo 47 años y los últimos como gerente general, la máxima función administrativa. Fue la primera mujer en ejercer ese puesto en la historia centenaria de ese importante emprendimiento y una de las pocas en el país. Destaca los valores del cooperativismo y cultiva un interés por la economía y los temas de la provincia. Es reconocida su vocación de liderazgo y su perfil de emprendedora.

Imagen 1

Cuando tenía 9 años, sus padres vendieron lo que tenían: una casa y 30 hectáreas de tierra, y dejaron el campo ubicado en la zona de Isletas, Departamento Diamante, para radicarse en la ciudad, en Crespo, en busca de mejores oportunidades educativas para ella y sus hermanos. En 1974, con 17 años y la escuela secundaria recién terminada, empezó a trabajar en La Agrícola Regional Cooperativa Limitada Agropecuaria, de Consumo y Servicios Públicos de Crespo. Apenas ingresó, cumplió los 18 e inició una trayectoria laboral que incluyó su paso por distintas funciones llegando en 2012 al máximo puesto de conducción administrativa: la gerencia general. Fue la primera mujer en ejercer ese puesto y otros de jerarquía en el emprendimiento, creado en 1910 por productores agropecuarios, después de -según asegura- abrirse camino en un mundo de varones. También, fue la responsable de decisiones clave en momentos difíciles de la historia reciente y menciona como ejemplo la época de los bonos Federales. De lo sucedido en esa etapa, destaca el rol solidario del sistema: “El cooperativismo demostró que en democracia sirve para nivelar, para equilibrar, los derechos de las personas”, afirma respecto de la actuación de La Agrícola ante las necesidades de la comunidad.

En su dedicación al trabajo y a la capacitación -estudió tres carreras, una interrumpida por la dictadura militar, mientras trabajaba y formaba una familia con tres hijos-, en su vocación por la economía y en su tesón por ejercer funciones, muchas vedadas para la mujer, explica su recorrido laboral y permanencia durante 47 años en la cooperativa. “Me quedé a trabajar hasta los 65 años a propósito, me podría haber ido a los 60. Pero dije: quiero demostrar que en realidad uno está en condiciones de seguir hasta los 65 años, que el hecho de retirarse sólo depende de cómo uno esté (de salud o emocionalmente), no del sexo”, sostiene en relación a su retiro jubilatorio en 2021.

Imagen 2

Se alejó de la “La Agrícola” –como la menciona en cada tramo de la entrevista- en una etapa de pleno crecimiento, siendo “la más grande de la provincia –con más de 5 mil socios y 600 empleados- y la de mayor diversificación en el país”.

También se fue con la satisfacción de haber podido demostrar que las mujeres tienen “iguales condiciones que los hombres” para ejercer cargos de conducción y funciones de liderazgo.

Imagen 3

Después de su desvinculación, y lejos de iniciar una vida con menos actividades, trabaja en un emprendimiento familiar de producción de vinos, preside la Asociación de Vitivinicultores de Entre Ríos (AVER) y en 2023 fue electa titular del Consejo Empresario de Entre Ríos (CEER).

Desde este último espacio, advierte la preocupación por la calidad institucional de la provincia: “Nos interesa que haya independencia de poderes, absoluta, algo que es clave para el ejercicio de la democracia”.

Locuaz, apasionada, con firmeza en sus palabras, dice que su “cabeza siempre ha estado en la economía porque es la que permite el desarrollo, el crecimiento”. Habla de los sueños, de poder cumplirlos, del coraje, de cómo empezó de abajo y de un fuerte sentido de pertenencia en relación a la cooperativa que ha involucrado a toda su familia.

Comienzo

“Terminé la primaria y la secundaria en Crespo. Entré a trabajar como administrativa a La Agrícola con 17 años y en el mismo mes que ingresé, cumplí los 18. Me hubiese gustado seguir estudiando, pero no había posibilidades, tenía que trabajar. En Crespo se daba a la noche una carrera de Licenciatura en Cooperativismo, organizada por tres cooperativas que habían formado una asociación para dictarla. Empecé a hacerla, pero con la dictadura se discontinuó porque los militares asociaban el cooperativismo con el socialismo, con los zurdos. Empezamos 103 personas y después, en 1978, terminamos 7 en la UNER con el título de técnico en Cooperativismo.

“Me acuerdo que, todas las noches cuando estudiaba, había militares y me pedían que les mostrara los libros y los documentos. Era la libertad que de pronto no teníamos, no podía haber grupos de más de tres y todo eso. De día, se producía y se trabajaba. En ese momento, no me daba cuenta (de lo que pasaba con la represión), estaba con la cabeza en la economía, en el estudio.

“Del 98 al 2008 hice dos carreras universitarias: Licenciatura en Administración de Empresa y Contadora Pública Nacional. Sabía de economía, me gustaba, leía mucho y eso me ayudó porque no hubiese podido terminarlas con familia -tenía a mis tres hijos- y el trabajo. Hice mucho esfuerzo y Fernando (Jacob), mi marido (con quien se conoció en 1979 en el trabajo en la cooperativa), me ayudó. Hice de todo (estudiar de noche, de madrugada y hasta en las vacaciones) para lograr esos títulos a los efectos de tener, si algún día me consideraban, una buena formación, la adecuada. Siempre pensando en La Agrícola. No le sacaba el cuerpo a nada, adonde había que ir a trabajar, iba; si había que trabajar más horas, lo hacía. Me gustaba mucho administrar”, dice, vehemente, sobre parte de su historia.

—¿El trabajo en la cooperativa era un espacio casi exclusivo de varones?

—Por supuesto. Cuando se creó La Agrícola, en 1910, había 163 fundadores -161 varones y dos mujeres- y ellas nunca estuvieron en el Consejo de Administración de la cooperativa. Fui la primera mujer que tuvo un cargo: primero de encargada, después de gerente de área, de subgerente y de gerente general, el rango máximo dentro de la escala de funcionarios. Cuando estaba de gerente general, hace siete u ocho años, recién se sentó la primera mujer como miembro del Consejo. (Ese ámbito está integrado por socios del sector agropecuario, de empleados y consumidores y es elegido en asamblea). La primera vez que entré al Consejo como funcionaria, responsable de un área, de la Gerencia Administrativa, fue en el 94, 95. Fue la primera vez que una mujer con el rango de gerente se sentó a la par de los consejeros.

Marqué ese rumbo, en base a capacitación y preparación, de llegar a lugares que de pronto estaban vedados para la mujer, como el techo de cristal. Si me tengo que sentir contenta en La Agrícola es por haber demostrado que las mujeres tenemos iguales condiciones que los hombres. No importa en el rubro que sea. Y siempre traté de luchar mucho por esos espacios en una cooperativa tan grande y agropecuaria, de productores.

Luego, Zapata detalla que la participación de la mujer en cargos jerárquicos es escasa en las cooperativas agrícolas en general y que ella fue una de las pocas, sino la única en el país, que ha desempeñado esas funciones.

—Mencionaba cómo vivió los tiempos de la dictadura durante el cursado de una carrera en Crespo. ¿Cómo fue la actividad de la cooperativa en esa época?

—En la dictadura se truncaron algunos bancos cooperativos, como el BID. Pero en la cooperativa agropecuaria nunca hubo la más mínima intervención.

—Y respecto a la implementación de políticas que hayan perjudicado la actividad…

—Las políticas pueden ser. Pero en realidad no se metían tanto con la política agropecuaria, al contrario, querían que hubiese producción. Tal vez afectaban a las personas. Desde la cooperativa quizás había que rendir más cuentas, pero no se metía en lo político. Es que el movimiento cooperativista tiene que ser apolítico, arreligioso y no debe ser racista. Esas tres cosas que generan rispideces en las personas no deben estar en el diálogo y decisiones del verdadero sistema cooperativo. No debe haber discriminación.

—¿Qué pasó después, ya en democracia?

—En 1991, me hice cargo del área de Finanzas y La Agrícola estaba muy complicada financieramente. En el 92 y 93 me dediqué a hablar con los bancos: si había que hipotecar algo o vender, lo hacía. La cosa era salir adelante. En el 96, 97 los valores de los commodities crecieron en el mundo y todo lo relacionado con lo agropecuario tuvo un auge e hicimos muchas inversiones. La Agrícola pasó de estar acá a estar acá (marca con la mano de abajo hacia arriba) por muchas condiciones que se dieron. Aparte, yo tenía coraje y el gerente anterior también e hicimos un buen equipo. El 2000 y la salida de la Convertibilidad en 2001 la agarró bien parada a La Agrícola. Tenía productores agropecuarios, consumidores y usuarios, las tres partes principales. Desde 1991 al 2000, los productores estaban bastantes complicados también y los consumidores aportaban siempre para darle crédito. En el 2001, los complicados eran los consumidores porque estaban los (bonos) Federales.

—¿Cómo se manejaron a partir de esa situación generada por los Federales?

—Tuve una incidencia muy grande porque estaban todos los productores sentados en el Consejo y no querían que se recibieran Federales. Y dije no, si está la Caja de Conversiones. Terminamos recibiendo muchos bonos y todos al valor nominal. Quiero rescatar especialmente este hecho porque uno dice ¿para qué sirve una cooperativa en democracia? Sirve para eso, para nivelar, para equilibrar los derechos de las personas. Si es una cooperativa de productores y consumidores y entre todos se sostenían, cuando a uno le va muy mal, debe estar el equilibrio y solidaridad (de la otra parte). Logramos recibir los Federales de todos los socios y no socios. Iban desde Paraná a comprar a La Agrícola e hicimos una especie de tarjeta de débitos en Federales. La persona que tenía bonos iba con su recibo de sueldo, depositaba y era como una tarjeta de débito en Federales. Los recibíamos uno a uno y todos los días era pelear con la Caja de Conversión para canjearlos, eran millones. Y había productores agropecuarios que decían: “¿Por qué tenemos que recibir los Federales?”. Y yo les preguntaba: “¿Quién los bancó a ustedes en su momento?” Fui creando respaldo para hacer eso, aunque unos me cuestionaban y otros me apoyaban. Lo cierto es que el supermercado de La Agrícola tuvo un crecimiento enorme porque iba gente de todos lados a comprar. Y no nos perjudicamos. No perdimos porque todos los Federales que entraron, los logré canjear. Eran entre 22 y 23 millones, con el uno a uno eran millones de dólares. Era muchísima plata en 2001. En lo que pusimos límites fue cuando empresas querían pagar en Federales. Esa era mi lucha permanente. Me peleé con varios popes, no voy a dar nombres, que compraban bonos (a menos precio) y también les pagaban a sus empleados. Discutí fuerte porque iban a comprar materiales y querían pagar con bonos y yo decía no y era no. Estoy contenta de haberlo hecho así.

—¿Cómo se sostuvo esa decisión de recibir Federales a valor nominal en un momento de tantas dificultades económicas?

—Estaba convencida de que era lo justo y necesario (se emociona) para los socios consumidores que habían estado tantos años bancando a los socios productores para que estuvieran de pie. En aquel momento no había (líneas de) créditos, los que había los daba la cooperativa. Y se podía hacer eso porque las secciones de consumo estaban muy bien. La gente consumía mucho en el uno a uno y los commodities en aquel momento costaron que valieran. Para los productores no era fácil, uno veía el sueldo de un empleado y una liquidación de cereales y eran iguales. Hoy la liquidación de cereales está acá y la liquidación del sueldo acá (marca con la mano la diferencia de arriba hacia abajo). Lo que veía era la necesidad de la gente. En cambio, los productores que tenían deudas en dólares, les fueron pesificadas y su producción estaba dolarizada. Entonces la solidaridad se demuestra ahí.

—¿Y cómo se las arreglaban con la conversión?

—Había un delay hasta que la Caja de Conversiones los convertía: primero eran dos meses, después tres, hasta un año. Al tiempo hubo una ley por la que se cerró la Caja de Conversiones y todo ese dinero se convirtió en pesos; o sea que La Agrícola nunca perdió. En realidad, los Federales fueron muy perjudiciales para muchos, pero había empresas respetuosas como La Agrícola que los recibió a su valor nominal. Lo pudo hacer porque tenía esa pata que tenía ingresos en dólares (los productores). Si hubiesen sido sólo Federales nos habría aniquilado. Como en ese momento estaba en (el área de) Finanzas, yo iba viendo y equilibrando todo. El rol de los cajeros, había como 20, fue muy importante: todos los días me decían cómo iban entrando Federales, que eran muchos. Desde Sistema (Informático) también iban viendo el movimiento. En realidad, los 300 empleados de ese momento de La Agrícola trabajábamos para ver cómo no perjudicábamos a los consumidores, que necesitaban abastecerse. Todos nos sentíamos en igualdad de condiciones. De Paraná iban docentes, jueces, empleados, a comprar. Hasta el día de hoy hay gente que va a comprar porque dice que no se olvida más de aquella época. El 2001 permitió demostrar que era una empresa con solidaridad y que tenía buenos productos y servicios.

Cooperativismo en Entre Ríos

—Las cooperativas han tenido una presencia y un rol destacado en la provincia…

—El sistema cooperativo marcó muchísimo el desarrollo de la agricultura. La primera cooperativa agrícola del país fue la Sociedad Agrícola Lucienville de Basavilbaso, (fundada en agosto de 1900). También la primera Federación de Cooperativas (Fedeco) es entrerriana. La Lucienville y La Agrícola se mantienen con más de 100 años -las demás tienen 60, 70 años- y fueron pioneras en el desarrollo de la Fedeco, en la implantación del trigo, de seguros, de todo. Así, el sistema cooperativo marcó el crecimiento de muchas localidades pequeñas y medianas porque permitían a los productores acceder a todos los insumos que necesitaban para sembrar la tierra. El Estado ayudaba a las cooperativas con créditos, no les daba directamente a los productores. La única manera de que un productor pequeño o mediano pueda producir -porque la inversión es muy grande- es mediante créditos adecuados. Por eso cuando las cooperativas están fuertes pueden brindar créditos a sus productores. A la vez, el productor se provee de combustible, otros insumos, la comida, todo en la cooperativa.

—Y en estos 40 años, ¿han habido medidas concretas del Estado para ayudar a fortalecer las cooperativas?

—Durante la gestión del Dr. (Sergio) Montiel (1983-1987 y 1999-2003) se aplicó una medida referida a Ingresos Brutos. El Dr. Montiel consideró que las cooperativas necesitaban reinversión. Hubo una ley por la que las cooperativas no pagaban Ingresos Brutos, pero a cambio tenían que destinar esos recursos a un fondo de reinversión. Las obligó a tener ese fondo y tenían que demostrar qué hacían con esos recursos. Eso fue muy bueno porque permitió que muchas cooperativas se pusieran de pie porque se dijo: “No pagás Ingresos Brutos, pero para que estés en iguales condiciones que el resto del comercio, tenés que hacer inversiones”. Entonces, hubo mucho tiempo en el que, por ejemplo, se hicieron silos y otras obras. Después, esa ley se descontinuó.

—¿Por qué en la provincia hay cooperativas a las que les ha ido muy bien, como a La Agrícola, y otras a las que no?

—Todo depende de la administración. La cooperativa está formada por los socios, que hacen un aporte de capital por única vez. Después, depende de cómo se administre. El riesgo que se corre en las cooperativas agropecuarias es que si el productor debe y debe y se le quiera condonar la deuda, no cobrarle intereses y todo lo demás. Eso genera un problema. Hay que tener lo que hay que tener para tomar algunas decisiones que permitan mantener en pie a la cooperativa. La Agrícola absorbió a dos cooperativas que se fundieron: una fue la Mariano Moreno, de Hernández, en 1981 y la de Diamante (en 2016), las dos son sucursales ahora. Tal vez se trató de una mala administración o de no contar con los funcionarios adecuados para cada puesto.

Son unas doce las cooperativas agropecuarias, de distinto tamaño en la provincia. La más grande en la provincia es La Agrícola Regional. En el país, es la cooperativa de mayor diversificación.

—¿Cómo observa la situación de las cooperativas en general en la provincia en este último período de democracia? ¿Qué ha faltado?

—Falta mayor profesionalismo en la conducción, en el sentido gerencial. Antes en La Agrícola no había muchos profesionales. En la administración en sí no había gerentes contadores administrando, tenían la secundaria y punto. Entonces se dependía del auditor de turno, de lo que opinaban más o menos. Pero cuando se profesionaliza y uno se rodea de profesionales es otra cosa. Ahora (por la última etapa) hay seis gerentes, todos contadores. Después hay unos 20 ingenieros agrónomos, 40 contadores y abogados. Todos están profesionalizados. La cooperativa tiene más de 5 mil socios y más de 600 empleados, un hipermercado con 7 mil metros cuadrados en casa central y sucursales en Nogoyá, María Grande y Valle María, donde también son mayoristas. Además, tiene servicios de electrificación urbana y rural, internet, fábrica de alimentos y de hormigón elaborado, corralón, industrialización de la nuez pecan, planes hortícolas con productores, de aromáticas. Hay una diversidad de cosas que fueron pensadas para los pequeños y medianos productores. El gerente anterior, don Juan Schmidt, tenía esa mirada de los pequeños y medianos productores. Siempre se hicieron convenios con la UNER, con el INTA, a los efectos de hacer investigaciones sobre qué se puede producir y qué no. Creo que eso es lo que falta. Estoy muy tranquila por La Agrícola por la gente que tiene adentro y la gente que está en el Consejo. Cuando todos tiramos para el mismo lado, se dice: “Si sos consejero, no podés tener deudas vencidas –podés sólo deber en el año-; porque con qué criterio exigís a otro deudor”. Y eso ya está impuesto, es una norma. Las formas de decidir, esas místicas que tienen las empresas, son las que las sostienen en el tiempo. Hay que tener un equilibrio y cuidar al personal, considerándolo por su trabajo.

El para qué

En la modalidad de administración y en el origen de una cooperativa marca puntos de atención, que son gravitantes para el futuro del emprendimiento. Sobre el segundo aspecto, se refiere al surgimiento de cooperativas en la última etapa (sería durante el kirchnerismo), creadas y digitadas por el Estado, y remarca los verdaderos valores del cooperativismo (apolítico, areligioso y aracista), los que deben guiar en todo momento el rumbo del movimiento. Menciona que una cooperativa surge del encuentro de personas con intereses y esfuerzos comunes que se proponen trabajar en forma solidaria, lo que contrastaría con otras, que define como pseudocooperativas, armadas para fines diferentes.

“Las cooperativas son instituciones sanas, necesarias y correctas si son administradas como una empresa, no como una entidad de beneficencia”, dice. Y aclara que la actuación de La Agrícola en los tiempos de los Federales fue una cuestión puntual y especial, que puso a prueba la solidaridad del sistema, y que se “se pudo hacer porque la cooperativa tenía espalda suficiente, (económica y financieramente)”.

Por las vides

Una década después del retorno de la democracia cambió la legislación que prohibía desde 1934 el cultivo de vides en Entre Ríos, provincia que se destacó en el ámbito nacional en los años ´20 por la producción de vino. Fue en 1993, cuando se aprobó la ley 24.037 que estableció la liberación territorial para la plantación de vides y comercialización de vinos en el país.

Noelia Zapata es impulsora, junto a sus tres hijos y su marido, de la Bodega, Viñedo y Reserva Natural Los Aromitos. Es una pyme familiar, fundada en 2010, cuyas plantaciones de vides están en una lomada en medio de un paisaje inmejorable, en la zona rural de Colonia Ensayo, a 20 kilómetros de Paraná. Pensó el proyecto como una opción tras la jubilación. Desde esta posición y como titular de la AVER, asociación que nuclea a 31 productores, tiene una mirada sobre el resurgimiento de esta actividad en la provincia.

—¿Qué análisis hacen en la asociación respecto a la actividad desde que se retomó?

—La asociación considera necesario que haya ingenieros agrónomos que estudien especialmente vitivinicultura y que haya enólogos. No hay ningún ingeniero agrónomo entrerriano especializado en vitivinicultura. Los ingenieros agrónomos, de excelente preparación, se especializan en otras producciones, en las tradicionales. La vid es algo nuevo y no hay especialización. Ven la vitivinicultura dentro de una bolilla de estudio como es la fruticultura. En cambio, en Cuyo, los ingenieros agrónomos se especializan en vitivinicultura y después de recibirse pueden hacer tres años y son enólogos. La única Universidad que da el título de enólogo es la de Cuyo. Fue todo armado para que sea esa zona la productora. Ahora se está tomando conciencia de que la vitivinicultura es una alternativa productiva y el enoturismo una gran oportunidad no sólo para los que tienen viñedo o bodega sino también para el entorno: hoteles, artesanías, venta de combustible.

—¿Y hay otras carencias?

—Nos faltan laboratorios porque los análisis (el vino necesita varios) hay que mandarlos a Rosario o (a la R. O. del) Uruguay. Todos los insumos, como botellas, corchos, se traen de Mendoza. Falta desarrollo de eso. Por ejemplo, respecto de las botellas, la arena que se ocupa para fabricarlas se saca de acá y se lleva para allá. Cuando se descontinuó la producción durante sesenta años se perdió el saber hacer de la gente: de la producción en sí, pero también de los complementos, de los proveedores de insumos. Hoy para arreglar las distintas máquinas de la bodega hay que traer, por ejemplo, un repuesto o un técnico de Uruguay, de Paysandú. La mayoría de las bodegas son pequeñas a medianas, semi industriales, porque no es un proceso continuo. Hay mucho proceso manual y máquinas pequeñas. Esas máquinas de pronto se consiguen más en Uruguay que en Mendoza, donde están las grandes bodegas con grandes máquinas. Otro desafío permanente es recuperar en la gente la idea de que el vino entrerriano es bueno.

—¿Ha habido una política de Estado en apoyo de esta producción?

—Sí, pero qué es lo que le falta a la provincia en ese sentido. Por ejemplo, el banco de Mendoza da líneas puntuales de crédito para capital de trabajo y otras cosas. Se hacen convenios con Banco Nación para eso. Nosotros lo único que hemos recibido, como apoyo, es a través de un convenio de la provincia con el CFI (Consejo Federal de Inversiones). Hay que reconocerle a nuestro gobernador que ha hecho convenios para créditos puntuales para vitivinicultura, pero son de montos chicos. La tasa sí es muy conveniente, un 30 o 34 por ciento. Estamos pidiendo desde la AVER que tengamos el mismo tratamiento que se tiene en el Banco Nación a productores vitivinícolas de Mendoza.

—Este año fue electa presidenta del Consejo Empresario de Entre Ríos. ¿Qué es lo que observa el sector respecto de la provincia en estos 40 años?

—Fui socia fundadora del Consejo en representación de La Agrícola durante 23 años, después por Los Aromitos. El Consejo Empresario empezó hace 24 años y tiene un rol enorme para incidir en las políticas de la provincia. Pero, creo, que no ha logrado incidir lo suficiente en los gobiernos, en los últimos años, en cuanto a políticas, en infraestructura. El objetivo central del Consejo Empresario es incidir en las políticas públicas para el desarrollo de la provincia para que sea competitiva, inclusiva, de capital humano, tecnología e innovación. Que sea pujante, a la altura de las cosas buenas de Córdoba, Santa Fe. Que crezcamos.

—Y ¿qué pasó con esa gestión?

—Al principio nos fue bien y después la demanda, los tiempos difíciles en la economía, hicieron que la energía no esté puesta tanto en lo general sino que cada uno esté metido en la empresa. Eso y la pandemia han hecho que no se ponga tanta energía en ese aspecto. Con la pandemia todos cambiamos de alguna manera en este sentido: todo es más corto, más frágil. Algo nos hizo en la cabeza la pandemia.

—Sobre la infraestructura en la provincia, ¿qué es lo que se señala desde el Consejo?

—Nos preocupa la infraestructura, su desarrollo en vista del desarrollo de la provincia. Por ejemplo, hay caminos que deberían mejorarse, otros que no existen, el ferrocarril en Entre Ríos que era importantísimo fue dejado de lado por completo, la única ruta autopista es la 14 y es nacional. Hay muchas cosas. Se debería escuchar a las distintas instituciones y cámaras sobre qué sería lo básico para que se desarrollen. Creo en estar cerca del gobierno de turno, no importa el color político, pero tratando de incidir en políticas que tiendan al desarrollo integral de la provincia: la educación, lo institucional, el medio ambiente, el tema de la infraestructura en todo sentido. Por ejemplo, no hay vuelos adecuados en la provincia, hay que ir a tomar un avión a Santa Fe. Todo eso tiene que ver con el desarrollo.

—Desde su experiencia en la administración, ¿cómo considera que ha sido la situación de la provincia en este período?

—En realidad, tendríamos que haber crecido más y la responsabilidad no es solo del Estado, sino de todos. Nos hemos quedado (atrás) en comparación con otras provincias.

Materia pendiente

—¿Cómo considera la calidad institucional de la provincia en el período mencionado?

—Debemos trabajar para mejorarla. El Estado provincial y la Justicia, cada uno, debe tener su rol. No debe haber interferencia de unos y otros. Ahí tenemos algunas materias pendientes. Desde el Consejo Empresario hemos estado trabajando en el Consejo de la Magistratura que después se reformó y dejó de lado. Es un tema que nos preocupa porque eso hace a la salud institucional de la provincia. Nos interesa que haya independencia de poderes, absoluta, algo que es clave para el ejercicio de la democracia.

La mujer

“No me gusta el de”, dice, al ser consultada si prefiere usar el nombre de soltera o el de casada. “Uno no es de, sino que es uno mismo”, afirma y explica que su firma lleva el apellido de su esposo porque la empezó a usar en el trabajo en otra época y en Crespo, donde la cultura “era muy alemana, muy de lo formal”. Entiende que los hijos y la familia deberían llevar los dos apellidos y se pregunta por qué “los maridos no se ponen de”. Aclara que no es feminista, pero cree en la igualdad: “Hay trabajos que las mujeres no podemos hacer, como los hombres no pueden hacer otros. Pero en el trabajo de dirigir una empresa siempre pensé que no tenía por qué no haber igualdad”.

—¿Cómo considera que ha sido el rol de la mujer en los lugares de liderazgo y conducción en esto 40 años?

—Las mujeres tienen el derecho y la necesidad de participar y de incidir, pero tienen que querer hacerlo también. Siempre digo que es muy lindo quedarse en la protección de la familia, en la casa, pero cuando uno sale afuera tiene que saber que hay otros intereses y cuestiones por las que trabajar y tiene que tener el compromiso. En esto no importa si es mujer o varón: tengo que ponerme la camiseta de tal empresa o institución, tengo que capacitarme, dedicarle tiempo. Entonces lo más difícil para las mujeres es el tiempo entre la familia y el trabajo. Hay que poder equilibrar y para eso las dos partes tienen que aceptarlo. Las mujeres pueden incidir de igual manera que el hombre, pero su mirada siempre es diferente. Entonces tiene que haber un equilibrio de miradas. No son más ni menos unos que otros, pero deben estar las dos miradas para que haya equilibrio. De pronto una mujer tiene una mirada más de sustentabilidad, de conciliación y la sociedad necesita eso hoy. Se necesitan más conciliaciones y acuerdos, aunque pensemos distinto. Pero creo que el hombre tiene enormes ventajas: hace foco en algo y le mete y lo logra. Nosotras hacemos foco acá y acá (marca con su mano distintas partes) y siempre estamos en distintas cuestiones. Pero creo que hay que encontrar el equilibrio.

El Consejo Empresario es una de las asociaciones en la que la mayoría son mujeres. Hemos tenido dos presidentas como Silvia D’Agostino y Patricia Popelka, las dos son ejemplo de dedicación y compromiso.

Sobre la autora

Marta Marozzini es licenciada en Ciencias de la Información (UNER), trabajó en el diario Hora Cero, Diario Región, El Diario de Paraná y el sitio de noticias Entre Ríos Ahora.

Ficha Técnica

Noelia Margarita Zapata nació en la zona rural de Isletas, Departamento Diamante, el 28 de marzo de 1956. Es técnica en Cooperativismo, licenciada en Administración de Empresa y contadora pública nacional. Trabajó en La Agrícola Regional Cooperativa Limitada Agropecuaria, de Consumo y Servicios Públicos de Crespo, donde ejerció diferentes funciones hasta llegar a la de máxima jerarquía administrativa. Es creadora de una pyme familiar dedicada a la producción de vides y elaboración de vinos. Es presidenta de la Asociación de Vitivinicultores de Entre Ríos (AVER) desde 2018. Integró el Consejo Empresario de Entre Ríos (CEER) desde su fundación, participando en el comité ejecutivo durante más de veinte años, y en 2023 fue electa presidenta.


*En el marco de conmemorarse el 8 de marzo el Día Internacional de las Mujeres, reconocido por las Naciones Unidas 1 Dos Florines les propone a sus lectores y lectoras compartir entrevistas publicadas en el libro póstumo del fundador de este medio de comunicación, Gustavo Sánchez Romero, llamado 40 Años de viva voz 2

Cada 8 de marzo las mujeres de todos los continentes, a menudo separadas por fronteras nacionales y diferencias étnicas, lingüísticas, culturales, económicas y políticas, se unen para reflexionar y manifestarse por el ejercicio efectivo de sus derechos.

1 EFEMÉRIDE: El 8 de marzo de 1908, un suceso trascendental marcó la historia del trabajo y la lucha sindical en el mundo entero: 129 mujeres murieron en un incendio en la fábrica Cotton, de Nueva York, Estados Unidos, luego de que se declararan en huelga con permanencia en su lugar de trabajo. El motivo se debía a la búsqueda de una reducción de jornada laboral a 10 horas, un salario igual al que percibían los hombres que hacían las mismas actividades y las malas condiciones de trabajo que padecían. El dueño de la fábrica ordenó cerrar las puertas del edificio para que las mujeres abandonaran el lugar. El resultado fue la muerte de las obreras. En 1910 se desarrolló la segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, en la capital danesa, Copenhague. El tema central fue el sufragio universal para todas las mujeres, y por moción Clara Zetkin, líder del “levantamiento de las 20.000”, se proclamó oficialmente el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en homenaje a las mujeres caídas en la huelga de 1908. Más cerca en el tiempo, en 1977, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) designó oficialmente el 8 de marzo el Día Internacional de las Mujeres. En 2011 se celebró el centenario de la celebración con la premisa de Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU mujeres).

2 ENLACES DEL LIBRO:

Libro “40 de viva voz” de Gustavo Sánchez Romero (@40de_vivavoz) • Instagram photos and videos

https://dosflorines.com.ar/el-libro-de-gustavo-sanchez-romero-sale-en-preventa-a-40-anos-de-democracia/