Marsó ratifica su inversión de U$S 26 millones, a pesar de no saber “qué va a pasar en 2021”

23/12/2020

El titular de Las Camelias destacó que la avicultura siguió trabajando en pandemia y cree que “el año va a terminar siendo positivo”. Analizó además qué necesita el sector para invertir y cuestionó que “las empresas nos hemos transformado en una caja recaudatoria del Estado”. Nahuel Amore

El presidente de Las Camelias SA, Raúl Marsó, que integra el círculo de empresarios avícolas más importantes de la provincia y el país, trazó el panorama que dejó la pandemia en el sector y anticipó que, cuando finalice diciembre, el resultado será positivo, a pesar de los cambios en los mercados. Para ello, remarcó que las inversiones permanentes son la base para poder enfrentar las adversidades con otra espalda, sostener sus 1.200 empleados y poder proyectarse de cara al futuro, aun cuando los envuelve una constante incertidumbre.

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Desde esta concepción, en entrevista con DOS FLORINES, el titular de la empresa nacida en San José ratificó que sigue en pie su plan de expansión de 26 millones de dólares, con el norte puesto en ganar competitividad, cuyo término repite hasta el cansancio a la hora de descifrar el secreto del negocio. Se trata de la ampliación de la planta de producción que permitirá, a través de una renovación tecnológica, aumentar la faena de 12.500 aves por hora a 15.000.

“Siempre uno está expuesto a factores exógenos, a lo que uno piensa que va a hacer y lo que termina haciendo. Tampoco hoy sabemos qué va a pasar en 2021. Cuando hay normalidad, el horizonte es más fácil para pronosticar y hacerlo. Veníamos de un año con cambio de gobierno, que iba mostrando sus cartas hasta que apareció el Covid. Todos tuvimos un gran desafío. En algunas cosas algunos pudimos transformar ese desafío en oportunidad. Hay cosas que realmente nos han creado problemas pero hay otras que han sido positivas”, resumió, con notable optimismo.

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—¿Qué desafío convirtió Las Camelias en oportunidad durante estos meses?

—En Las Camelias hemos sido favorecidos por ser un sector que pudo seguir trabajando. Es muy importante porque uno ve lo que pasa con los que no han sido esenciales, que recién se están recomponiendo y han sufrido varios meses de parate total.

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Además, teníamos un plan trazado de crecimiento que se lo habíamos presentado al gobernador (Gustavo Bordet), con un proyecto de desarrollo que seguíamos haciendo. El Estado iba a dar una mano con el tendido de una red eléctrica, pero no se ha podido avanzar en este momento. De todos modos, creemos que cuando todo se normalice, van a poder cumplir con el pedido que hicimos.

—¿Cuál es la naturaleza de esta inversión?

—Estamos haciendo una ampliación de la planta de faena, que implica cambio de maquinarias, cambio de tecnología y un aumento de la capacidad de frío, pensando en las exportaciones. Como en algún momento va a ser posible, lo seguimos haciendo.

¿De cuánto es la inversión que sostienen? ¿Se modificó por la pandemia?

—Cuando presentamos el plan en julio del año pasado, era un proyecto de 26 millones de dólares que implicaba cambios importantes en la planta de faena, con crecimiento de granjas y capacidad de alojamiento, de reproducción, de alimento balanceado. Cada vez que ponés un pollo más, tenés que ver cómo lo hacés, lo cual es inversión. A veces es inversión hecha por la empresa o de modo integrado. Habíamos puesto un volumen de inversión a dos años y ahora creo que lo haremos en tres.

La orientación de la inversión de 26 millones de dólares se sostiene, pero sí se modificaron los plazos.

—Exactamente. A la línea directriz la tenemos; de eso no nos hemos bajado ni hemos incursionado en otros negocios. Nos interesa que este negocio cierre y que seamos competitivos, porque es la clave para mantener los 1.200 empleados.

¿Cómo invertir?

Marsó se explayó respecto de las políticas que necesita el sector para poder potenciar su inercia de crecimiento y puso énfasis sobre la ley avícola que solicitan para obtener financiamiento razonable, orientado fundamentalmente a los pequeños y medianos productores. Según explicó, la normativa que buscan aprobar apunta a “construir galpones y granjas nuevas a la vuelta de los túneles de crianza” para lo cual es clave el apalancamiento.

“Estamos gestionando este tipo de políticas porque todo esto se hizo sin financiamiento. Hemos mostrado que pasamos una etapa difícil, no hemos creado problemas como sector y empresa y tenemos mucho por hacer. No sólo se necesita que nos hagan los caminos, que tengamos luz eléctrica, que se trabaje la infraestructura del puerto de Ibicuy, sino que también es importante el financiamiento. Nosotros hacemos nuestra parte para seguir invirtiendo”, resaltó.

—¿Cómo hace hoy el empresario entrerriano para sostener inversiones cuando se cuestiona fuerte la falta de previsibilidad, los cambios en las reglas de juego y la incertidumbre macroeconómica?

—Es una pregunta interesante y tendría que reflexionar sobre lo que hacemos. Todos los productores de la agroindustria, cuando el negocio le funciona, lo que hacen es reinvertir. Yo creo que sigue siendo un problema cultural. Te va más o menos bien, ves un poco de luz, e invertís. Además, tendremos que poner para el impuesto a la riqueza, que se suma a Bienes Personales… Mi viejo decía que si pagamos impuestos es porque estamos ganando plata. Pero eso que decía hace 40 o 50 años atrás, no creo que lo podamos decir hoy porque las empresas nos hemos transformado en una caja recaudatoria del Estado, por la cantidad de trámites que tenemos que hacer y la cantidad de cobranzas de impuestos, que lo tendría que controlar el Estado. Eso echa para atrás, a pesar de seguir trabajando. Ser agente de retención y percepción y que no te podés equivocar -porque si pasa algo vas preso-, es una cosa que hemos incorporado a nuestra cultura.

—Con todos estos cuestionamientos, ¿cómo se hace hoy para dar pasos sin saber lo que pasará?

—Siempre hay riesgos que corremos los que hacemos y los empresarios no estamos exentos, ni los avícolas ni ninguno. Creo que la demanda de alimentos en pandemia va a parar y vamos a volver a un mundo más regular. Nosotros éramos fuertes exportadores a Europa, que recibían a turistas de todo el mundo, y eso se paró. Sin embargo, seguimos trabajando. En algún momento saldrá la vacuna y se recuperará. China es un gran farol para meter productos que por ahora, si cuidamos ese mercado, tenemos mercado para rato.

Nada es para siempre ni nada es eterno. Uno tiene que estar permanentemente mirando. A mí me toca estar informado de lo que pasa en el mundo para ver dónde nos ubicamos. En ese sentido, no vemos algo floreciente para tirarse a la pileta, porque puede que el agua esté playa. Hay que tener mucho cuidado.

Mercados

El titular de Las Camelias analiza el presente de la cadena con la certeza de que el pollo tiene la ventaja de poder adaptarse a cualquier imponderable como ocurrió durante los meses de embestida del Covid-19.

De todas maneras, sabe que sólo a partir de la capacidad de competencia es que pudo reacomodarse a los vaivenes de los mercados y sostenerse cuando los números no cerraron del todo.

En ese sentido, cuando mira por el espejo retrovisor, reconoce que el año no fue tan malo y que la producción terminará registrando una suba de entre el 3 y 5%, a costa de cambios en la oferta orientada al mercado interno que llevaron a todo el sector a ser la carne más consumida por los argentinos.

—¿Cómo impactó la pandemia en las ventas de la empresa?

—Se han caído muchos mercados de afuera y no tenemos aliciente con el tipo de cambio para poder pelear más. Pero quedó abierta la puerta del mercado interno y la estamos ocupando.

—¿Cierran los costos ahora, teniendo en cuenta varios meses de precios congelados?

—Sí. Desde marzo hasta julio y agosto, estábamos navegando sin problemas arriba del costo. Luego tuvimos una fuerte suba de los cereales, del maíz y la soja fundamentalmente, que no lo pudimos trasladar a los precios inmediatamente, por lo cual trabajamos por debajo de la línea de flotación. Y ahora, llegado diciembre, estamos logrando dar vuelta la ecuación. De este modo, el año va a terminar siendo positivo para la avicultura. En el caso de Las Camelias, vamos a pagar Ganancias, que es un problema serio.

—¿En qué porcentaje piensan crecer cuando finalice 2020?

—El crecimiento es poco que hemos tenido, en el orden del 3 y 5%. Mucho se da porque uno pasa de hacer un pollo chico para el exterior a realizar un pollo grande para el mercado interno. Es más un crecimiento en volumen que en cabezas. Si uno mira los datos del Senasa, la faena durante el año ha sido flat, alrededor de 60 y 63 millones de pollos. No hubo un crecimiento importante.

—Podemos decir que el sector no cayó y que continúa con su inercia de crecimiento, a un menor ritmo.

—Estábamos acostumbrados a que sean tasas del 5, 6 o 10%. Hace años que eso dejó de ser. Desde el año 2013 en adelante casi que no hemos crecido. Y este año el crecimiento que se da es porque empujamos con productos. Lo que no pudimos vender afuera lo vendimos adentro. Eso también motiva a que el sector entre en algún momento en crisis: si subís los costos y tenés más productos, no hay vuelta de hoja.

—¿Qué significa para la avicultura entrerriana que el consumo de pollo haya superado a la del vacuno, incluso contra el pronóstico de que el techo ya se había alcanzado?

—Es cierto. Creo que se habla mucho, me incluyo. Veíamos con cierta dificultad seguir creciendo. La industria avícola, como dijo un economista, es capital intensivo. Acá tenés que invertir siempre, sobre todo en tecnología. Eso te genera costos más bajos y sos más competitivo, lo cual permite competir afuera y adentro. En ese aspecto, entre los que analizábamos que iba a ser difícil seguir creciendo, no hemos tenido en cuenta que toda esa ventaja que obtenemos por las inversiones, se la hemos pasado al mercado con precios más bajos. Eso es un ciclo que se retroalimenta, con más ventas, más competitividad, con una genética particular. Estamos en un negocio del que no te podés dormir. Además, se encontró una veta en la exportación de carne roja y esa demanda externa tiró y se vendió bien a China. Por ello, creo que quedó un agujero que supimos aprovechar, pero no porque se haya pensado estratégicamente. La avicultura tiene una flexibilidad muy grande para adaptarse a cada una de las demandas que existen. En ese sentido, es una fortaleza del sector.

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