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Rodolfo Marconi recibe un tercio de las motos que demanda el mercado

Las restricciones a las importaciones frenan las ventas en Honda Paraná. “Vivimos en una incertidumbre total”, aseguró su dueño, quien advirtió que la brecha cambiaria afecta a las fábricas a la hora de definir el precio. Con una mirada más pesimista, anticipa mayores problemas. Nahuel Amore

Las restricciones a las importaciones que dispuso el Gobierno de Alberto Fernández van aumentando la temperatura entre los actores de las distintas actividades que sufren la falta de insumos, equipamiento y productos finales para abastecer el mercado. El sector automotriz no escapa a esta realidad y se siente en un menor flujo de unidades.

Rodolfo Marconi, titular de Honda Paraná, describe el escenario que vive por estos meses, en los que las motocicletas comienzan a escasear. En una entrevista con DOS FLORINES, el empresario advierte que actualmente recibe un tercio de la mercadería que demandan sus clientes, además de que los envuelve una “incertidumbre” permanente.

A pesar de que el proceso inflacionario no se detiene y la demanda se sostiene, Marconi asegura que no son tiempos para andar especulando. “Tenemos que seguir vendiendo porque hay costos que pagar”, expresó. Además, se refirió a cómo impacta la brecha cambiaria en los precios de las motos y cuál es el resultado final de su rentabilidad.

—¿Cómo es actualmente el flujo de motos que reciben en Honda Paraná a partir de las políticas restrictivas de importación de Nación?

—Nosotros somos distribuidores de Honda, pero también tenemos Yamaha y Guerrero que llegó a ser en su momento número uno como marca nacional. Honda en estos momentos nos está entregando un tercio de nuestras necesidades. Nos asignan cupos semana a semana, cuando antes era mes a mes, según lo que les va liberando el Gobierno. Si le firman las liberaciones, nos entregan; pero si no les firman, no les entregan. Así nos tienen. Vivimos en una incertidumbre total. Vamos vendiendo al día lo que nos van entregando.

—Ese tercio de la demanda que cubre, ¿cuánto representa en términos nominales?

—Honda nos entregaba 300 unidades mensuales y hoy no alcanza a 100.

—¿Y pueden cubrir lo que demanda el mercado con el resto de las marcas?

—No. De hecho, Honda es una de las mejores posicionadas con entrega de unidades, con mejor patentamiento. Con respecto a Yamaha, nos asignan entre seis y ocho motos por mes. Nuestro camión carga 44 unidades, con lo cual la compra anterior tuvimos que esperar entre cuatro y cinco meses para completar el transporte. Tenemos la suerte de que, al tener un galpón, nos guardan las motos y cinco meses esperamos para completar las 44.

—Para justificar el costo del viaje…

—Tal cual, es realmente penoso. Guerrero, que venía medianamente bien y nos entregaba entre 150 y 180 por mes, nos permitía cubrir la demanda junto con Honda. Pero ya este mes nos entregaron 88 unidades, nada más. Y nos avisaron que tienen unos 20 contenedores parados en Shangai desde agosto, no les liberan fondos. A nivel mundial ya es complicado porque los fletes aumentaron diez veces y no hay contenedores. Si está complicado el mundo, nosotros estamos diez veces más complicados.

—Las motos que se comercializan, ¿son todas importadas o se producen en el país con insumos importados?

—Las tres marcas ensamblan en Argentina y tienen integración nacional. Pero el 70% de la moto viene de afuera, al igual que cuando fabricaban la HRV en Campana. La integración nunca superó el 33% argentino. Prácticamente con todos los vehículos es así; un gran porcentaje de los componentes es importado.

Precios

A las restricciones de importaciones, se suma el cepo cambiario y la brecha entre el dólar oficial y el resto de las cotizaciones. Para los empresarios, este tipo de políticas de desdoblamiento no resulta sano en el quehacer cotidiano de la economía y menos aún para poder realizar previsiones.

Del mismo modo, el titular de Honda Paraná plantea que este escenario obliga a buscar estrategias de negocio para poder tener stock, lo cual influye también en los precios. “Las fábricas hicieron un colchón. Una parte compran con lo que les libera el Gobierno y otra parte con los dólares alternativos”, sostuvo.

De esta manera, señaló que el precio de las motocicletas “es un mix”. “Una moto no está a valor de 105 pesos del dólar oficial ni tampoco está a 195 pesos del blue. Está en el orden de 150 pesos por dólar una moto”, aclaró.

Incluso, Marconi afirmó que, de acuerdo a lo conversado con colegas, “si fuera un escenario normal con el dólar y con flujo de importaciones, las motos bajarían un 30%”.

—Algo que prácticamente es imposible de que suceda…

—No, claro, al contrario.

—¿Qué precio a valores históricos cuesta hoy una moto? ¿Está más cara o más barata que años anteriores?

—Cuando comenzamos a trabajar, en 1991, la moto más barata costaba 2.290 dólares. Hoy la moto más barata cuesta 800 dólares. En dólares, es nada. Incluso, si la miramos con los sueldos, también está barata. En ese momento necesitabas mínimo cinco sueldos para comprar una moto y hoy con dos sueldos la comprás.

Demanda

Marconi comprende que muchas familias de Paraná y el país se empobrecieron durante los últimos años y perdieron capacidad de ahorro como para comprar un bien durable. De todos modos, la demanda se mantiene y buscan alternativas para poder financiar un medio de movilidad.

“La gran demanda de motos acá tiene una sola razón: el pésimo transporte público que tenemos. En los países con buen transporte público, no existe la moto. Me pasó ir a Japón y no encontrar una moto en la calle, excepto a la tarde por el delivery”, expresó a DOS FLORINES.

Se podría interpretar que esa mala política de transporte le ha permitido a usted sostener la demanda, las ventas y el negocio.

—Es que no sólo se sostiene, sino que sigue aumentando. Cada vez que hay paro de colectivos, la gente busca cualquier cosa, quiere comprarla con lo que tenga; se desesperan por tener algo. Hay que ponerse en el lugar de esas familias que viven en San Benito, Colonia Avellaneda u Oro verde, ¿cómo hacés para venir a trabajar sin transporte público? Encuentran en la moto un medio de movilidad. Mucha gente no la compra convencido o por gusto.

Ante mayor demanda respecto de la oferta, ¿cómo manejan el negocio día a día? ¿Hay plazos de entrega a los clientes?

—Lo que recibimos, lo dejamos en el salón y lo vendemos. No especulamos. Trabajamos con precios oficiales. No estamos para especular, sino para vender y satisfacer la demanda. Lamentablemente, en estos momentos los que están pagando los platos rotos son de la red de agentes del interior. Nosotros tenemos un centro de distribución para centro y norte de Entre Ríos y sur de Corrientes. Este mes no entregamos ninguna unidad afuera, las dejamos todas para el público de la ciudad.

—Se cortaron las ventas vía distribución y no tienen perspectivas de mejorar el flujo…

—No, por supuesto. Lamentablemente la gente del interior se quedó sin motos y se va a quedar sin motos.

El 70% de los componentes de las motos son importados.

Perspectivas

¿Qué análisis realiza del impacto en su sector de esta coyuntura, donde el Covid pareciera quedar de lado y afloran otra vez los problemas políticos, económicos y sociales?

—La pandemia no se terminó. Acá lo que hizo terminar la pandemia fue el resultado de las PASO. Mientras tanto, a nivel mundial están muy preocupados. En la coyuntura económica, están aplicando recetas que fracasaron. Tuve la suerte de trabajar de chico y viví en el ‘74 y ‘75 el control de precios, que no funcionó y se creó el mercado en negro. ¿Qué va a pasar? Nos va a faltar mercadería. Vamos a ir al supermercado y no vamos a encontrar los productos de Precios Cuidados. La gente está con temor. Los colegas que venden en comercios están asustados porque pagan la mercadería más cara que lo que la pueden vender; pierden plata. Además, no pueden especular porque necesitan vender para pagar los costos fijos. Realmente es una situación muy complicada. Nosotros también tenemos que seguir vendiendo porque hay costos que pagar. Hay 23 empleados en la concesionaria que hay que pagarles el sueldo, además de los impuestos, la luz, etcétera. No podemos guardar las motos y especular.

—¿Qué rentabilidad tiene hoy el sector?

—Va entre un 14 y 17% de margen bruto. De ahí tenés que descontar Ingresos Brutos, tasa municipal, diferencia de IVA compra e IVA venta, impuesto al débito y crédito, etcétera. Cuando lo hacemos bien finito y sacás todo, no superás entre el 1,5 y 3% que te quedan libres.

Prácticamente nula rentabilidad.

—Sí, es más. Esa rentabilidad ocurre cuando hacés volumen de ventas. Si no hacés volumen, perdés plata, porque es imposible pagar sueldos y sostener los gastos.

No deja de ser parte de la realidad de otras actividades que advierten por la pérdida de rentabilidad que hace inviable poder continuar.

—Totalmente. Nosotros lo sufrimos en carne propia porque después de 30 años tuvimos que cerrar la concesionaria de autos. Fue un dolor tremendo.

Futuro

Rodolfo Marconi negó que esté dentro de los planes reabrir la venta de automóviles en el hipotético caso de que cambien las políticas macroeconómicas y el país se encamine hacia un horizonte de crecimiento y desarrollo. Sin embargo, en su respuesta da cuenta de que esa decisión no radica solamente en el entramado económico, financiero y productivo que pueda o no desplegar Argentina, sino en tendencias mundiales que escapan a esta realidad.

Honda Paraná cerró a mediados de año la venta de autos y mantuvo el servicio de atención a clientes.

“Ninguna marca quiere abrir nuevos concesionarios. El concesionario de autos con el tiempo va a desaparecer. La venta se va a hacer directa como ya se hace en Estados Unidos. Se vende directamente de fábrica, por plataformas digitales. Entrás, elegís tu auto, modelo, versión y forma de pago. El concesionario va a quedar para servicios o alquiler de autos. De hecho, ya hay empresas que alquilan autos porque necesitan una alternativa para facturar para sobrevivir y mantener el local abierto”, se explayó.

En ese caso, se podría entender que el cierre de Honda Paraná de autos se precipitó por la situación económica y política del país, pero no deja de ser parte de una tendencia mundial que escapa a este contexto.

—Lo describiste perfectamente. Es así, se precipitó hacia lo que el mundo va. En 2017 tuve la suerte de viajar a Japón y en una reunión dijeron que la peor enfermedad que va a sufrir el ser humano es la falta de trabajo. No porque no habrá sustento, sino porque todo será más sencillo, computalizado. Cuando recorrí en ese momento la fábrica, advertí que trabaja una cuarta parte del personal y los empleados estaban mirando los robots y las computadoras.

—¿Se puede pensar que el mismo destino le depara a la concesionaria de motos?

—Puede llegar a demorar más gracias a que estamos en un país en el que no existe el transporte público y que, en vez de crecer, vamos retrocediendo. Vamos al revés de lo que va parte del mundo. Vamos a subsistir un tiempo más porque es más complicado el nuevo sistema, pero sí es cierto que va camino a eso.

A partir de esa mirada crítica del presente y el futuro del país, ¿qué lectura hace del sector privado para defenderse a sí mismo?

—Un país sin empresarios, no existe. Si no tuviéramos los empresarios que arriesgamos e invertimos, es imposible llevar adelante el país. Hay empresarios de todo tipo, como todo en la sociedad; hay quienes realmente tienen mucho empuje, apoyan, luchan; y hay otros más tibios. La verdad es que cada vez es más complicado para los empresarios trabajar cuando estamos frente a un gobierno que no escucha, que no hace caso, que se da vuelta y hace lo que quiere. Lamentablemente tiene muy poca fuerza el empresariado en estos momentos.

—¿Cree en la institucionalidad del empresariado que se agrupa y busca una salida?

—Es que por más que nos agrupemos y hagamos, contra el gobierno no se puede ir. Ellos hacen lo que se les antoja. Se agruparon todos los fabricantes de motos, fueron a dialogar con el Gobierno y no los escucharon. Simplemente les dijeron que no hay dólares. En estos momentos ya no hay cubiertas, no se consiguen. Es increíble lo que está pasando. Es mucho más grave la situación de lo que la mayoría de la gente cree o piensa. El resultado se vio en las urnas.