EMPRESAS

Renació en el Acceso Norte y sueña con un hotel donde hoy Paraná se disfraza

El empresario Jorge Basa cuenta cómo se reconvirtió desde que plantó bandera con YPF y revela el ambicioso proyecto que lo inspira. Nahuel Amore

Con siete décadas de vida y una larga trayectoria empresarial de aciertos y desaciertos, Jorge Basa todavía sigue apostando por poner en marcha nuevas ideas, a pesar de haber tocado fondo y escuchar voces disonantes que todavía revolotean en su memoria. El empresario paranaense, que supo estar junto a su familia en el podio nacional compitiendo de igual a igual con su flota de ómnibus, hoteles y servicios de turismo, hoy se reconvierte en las valiosas tierras del Acceso Norte y encara diversas inversiones millonarias que buscan dar otra cara a la puerta de entrada a la ciudad.

Tras haber cumplido cinco años de pleno funcionamiento con Parador del Paraná –la estación de servicios YPF que cambió el perfil del Acceso Norte con nuevos servicios que convocan a propios y extraños de la capital provincial–, Basa accedió a una entrevista exclusiva con DOS FLORINES. Sin dar números ni precisiones como quien delega en su gerente el pulso de los guarismos, confirmó que es el dueño de los terrenos donde hace tres años se realiza el megaevento de la Fiesta de Disfraces y reveló cuál es el anhelo que hoy lo inspira a seguir creciendo: un hotel de campo de 13 hectáreas, único en la región.

El ambicioso proyecto con el que sueña, forma parte de la reconversión personal que debió adoptar en 2007, luego de que la firma familiar Basa Costera Criolla sería vendida a la famosa empresa entrerriana que nació en Colón, hermanos que por aquellos tiempos –y de manera llamativa– se hacían cargo de los insostenibles pasivos de varias empresas de transporte y comenzaban a monopolizar el mercado nacional. Es entonces que Jorge, uno de los tres hermanos, se encontró ante la disyuntiva de qué hacer con el fajo de dólares que por primera vez, según confesó, tuvo en sus manos.

“Hubo gente conocida y muy bien intencionada que dijo ‘Jorgito, vamos al Uruguay’. Y les dije: ‘Te agradezco tu propuesta, tu asesoramiento, pero lo poco o mucho que hayamos hecho, lo hice en esta ciudad, en esta provincia y en este país’”, reflexiona hoy, ya con lágrimas y la pesadumbre de haber sido una víctima más, según acusa, de las complejidades estructurales de un país envuelto en su propia trampa. A pesar de ello, no da el brazo a torcer: “Vamos a seguir acá hasta el último centavo y hasta el último día que podamos transitar”.

Acceso Norte

La venta de la empresa de transporte –que llegó a tener 300 empleados y se posicionó en el nicho estudiantil con destinos clave del país–, implicó la disolución de la sociedad con sus hermanos Ricardo y Oscar. Posteriormente, la familia sólo mantuvo en común la agencia Basa World Travel y otros emprendimientos menores, aunque Jorge decidió por su parte dar rienda suelta a sus ideas de crecimiento, que para algunos eran por demás “locas”, más aún luego de haber vivido una traumática experiencia.

Fue entonces que entre 2008 y 2009 presentó un ambicioso proyecto a los Directivos de la petrolera de bandera argentina, con la mente puesta en “ser la mejor estación de servicios del país”. Y tras varios años de inversiones, obras y trámites, el 19 de noviembre de 2014 corrieron los conos y dieron paso a los primeros clientes, ante la presencia de las autoridades municipales y provinciales que daban el visto bueno al emprendimiento, que ya alcanzó el ranking 63 de unas 2.000 estaciones YPF.

—¿Por qué decide invertir en una estación de servicios? ¿Qué proyecto de largo plazo lo impulsó?
—Aquí estaba una estación de servicios de la bandera Esso, que cerró. Luego se adquirió este predio con la estación cerrada y se hicieron gestiones ante YPF que, por suerte, prosperaron. Gente del gobierno lo que hizo nada más fue conseguir una audiencia con los altos Directivos, porque nosotros llevábamos un proyecto que podía llegar a prosperar. Cuando lo llevamos, les llamó la atención la propuesta por el nombre “Parador del Paraná”. Siempre digo que es “del Paraná”, con la pretensión de que en toda la costa haya un lugar como el que pretendemos sea, donde puedas detenerte y encontrar todos los servicios. Y hoy ya se avanzó en las unidades gastronómicas, que en verano por lo menos son cuatro y de distintos estilos, además de gomerías, lavaderos, regionales, atención mecánica y demás.

—¿De cuánto fue la inversión inicial con YPF?
—Yo te aseguro, con franqueza, que si me preguntás cuánto, no lo sé. Siempre he sido un loco hacedor.

—De igual modo, fue importante. Entre las inversiones contempló un complejo de cabañas…
—Cuando dijimos de hacer el parador e hicimos una inauguración al año siguiente, vinieron los Directivos de YPF que estaban gratamente sorprendidos por haber ido más lejos de lo propuesto. Por eso, empezamos con tres cabañas hace cinco años, continuamos con más y hoy ya son 27, de distintas capacidades. Hay algunas que tienen dos pisos, entrepisos, dos baños y hasta tres baños, que albergan 10 o 12 personas. Después, hicimos piscinas y fuimos agregando. Como estábamos en tres, las duplicamos y llegamos a seis. Y para el año que viene está previsto hacer algo más, porque estamos haciendo un salón, que será de reuniones, de fiesta, que estará en el mismo sector de las cabañas.

De la Fiesta de Disfraces a un hotel de campo

DOS FLORINES tenía el dato de que Jorge Basa era el propietario de las 33 hectáreas del Acceso Norte donde se despliega en su magnitud, desde su edición 2017, la Fiesta de Disfraces que alberga a más de 50.000 almas. En diálogo con este cronista, el propio empresario confirmó la información y reveló que, por un lado, proyecta lotear las 20 hectáreas donde alguna vez bailaron Batman, Gokú, Caperucita Roja o la Chilindrina; mientras que donde se ubica el estacionamiento VIP prevé un megaproyecto que lo motiva a seguir reinvirtiendo sus ganancias y su tiempo, con la premisa de “la pasión por brindar el mejor de los servicios”.

“El proyecto está, porque soy un loco de hacer. Si me tengo que ir a mi casa a mirar, sería mi final. Quiero hacer un hotel de campo en ese predio de 13 hectáreas, que para que se ubiquen está en la esquina del Acceso Norte y la entrada a Mariápolis. Justo es un lugar excepcionalmente alto. Las partes altas son la Shell y acá la YPF. Y en el desnivel de ambas hay un arroyo con agua de vertiente que también quiero hacer de ello un complejo que sirva a mostrar la naturaleza entrerriana y nuestra riqueza de animales”, detalló.

—Es un proyecto grande, ahora bien, ¿cuán tangible es?
—Tengo un hermano que me dice: “Acordate que ya son 70 los que tenés”. De todas maneras, siempre digo en broma que si mi vieja (María Catalina Salvador) tiene 93, cómo no voy a llegar a 103. Yo lo que quiero es que esto aquí brille por lo que hemos logrado, para poder moverme tranquilo, dejar este escritorio y trabajar allá. Contamos con gente excelente, aun desde los más jóvenes. Y a la pregunta concreta, quiero empezar cuanto antes. Y lo cuento porque a veces la gente local es parte de estos proyectos. Siempre me gustaron los emprendimientos compartidos.

—No tiene problemas de sumar a su sueño a otros inversores…
—No. En realidad, siempre he dicho que lo que se pretende de mi parte es gente que haya brillado por su honestidad, por sus ganas de hacer cosas, pero bien. No quiero que mis espaldas estén cuidadas por el hecho de ser abogado, sino que estén unidas por el hecho de la buena fe de la gente.

—¿Qué características tendría el hotel?
—En ese proyecto tengo la idea de que sea de un estilo colonial, de un piso o dos como máximo. No es cuestión de construir un hotel de cinco o seis pisos, porque ¿quién viene a Paraná? Los que vienen aquí siguen siendo siempre los mismos de cuando impulsamos el turismo en Paraná en los años 80: de Rosario, Buenos Aires y Córdoba. Por eso, creo que esta es una ocasión importantísima para mostrar esta belleza de Entre Ríos, además de la familiaridad y la calidez que nos caracteriza. Por otra parte, el proyecto es muy ambicioso. Habrá lugar para gente que quiera estar en un lugar tranquilo, donde tenga todos los servicios, de spa, de restaurantes, de cabalgatas, de bicicendas. En todo caso, que tenga un circo bien armado, que haya espectáculos, animales, donde puedas ver cómo eran los viejos inmigrantes que ordeñaban las vacas, por ejemplo.

—En lo que a su empresa respecta, ¿con qué financiamiento piensa encarar este proyecto?
—Yo lo que siempre digo es que peso que ingresa acá, se invierte acá. De manera que habrá que empezar con algunos escalones; a lo mejor poner en funcionamiento algunas de estas tantas locuras, para que esas mismas vayan generando. Además, el sector de las 20 hectáreas está para lotear. Es decir, son dos cosas distintas. Una cosa sería el loteo de un barrio cerrado, y con esa venta vamos a tener financiamiento para estas obras que, como decía, pueden ser progresivas. Tal vez el hotel sea lo último que se construya. Mientras tanto, puede haber un buen tajamar, alguna especie de casa chica para gente de tercera edad, lo cual no es un geriátrico, sino un lugar donde vive gente de determinada edad, porque allí tendría una cantidad de momentos de esparcimiento, como una piscina, partidos de voley, truco, lo que sea. Siempre con la cuota de la familiaridad, de la sensibilidad.

Vuelta de página

El final de la empresa de transporte que nació en Ayacucho y Churruarín bajo la insignia de “Bartolo Basa e Hijos” dejó para la familia, como toda experiencia, un aprendizaje, pero más determinante aún para los presentes y futuros desarrollos empresariales, que el propio Jorge reconoce. “Aprendí una sola cosa de aquella vuelta de página: no endeudarnos más. Ese era un problema bastante serio que no lo hacíamos porque quisiéramos endeudarnos, sino que cada vez que lo hubo fue para ir superando la calidad de los servicios”, reflexionó.

—¿Cuáles fueron las deudas que los dejaron con un patrimonio neto negativo? ¿Llegaron a la quiebra?
—Para hablar con propiedad, quiebra no hubo porque no hubo concurso de acreedores, como sí hubo otros que quebraron, incluso empresas locales que desaparecieron. Del país, si pudo haber quedado el 10% de las empresas que hacíamos turismo estudiantil, es mucho. Nosotros siempre decimos que aunque sea con cicatrices, pero quedamos. Cicatrices es esto de que el patrimonio se esfumó. Pero tengo la gran tranquilidad de subrayar que en toda la geografía del país no creo que nadie pueda decir que Basa no cumplió con lo que había comprometido. Inclusive, la sensibilidad con que nosotros manejamos los temas y le planteamos a los clientes, fue mejor interpretada por la gente de clase media, por el obrero, que con los profesionales. Algunos profesionales venían y hacían alarde de que eran abogados, médicos y jugaban con el riesgo empresario. Cuando se chapeaba de esa manera, yo decía que iba a desempolvar mi título de abogado para decir que al riesgo empresarial nosotros podemos plantear otra cuestión de que cuando hay acontecimientos extraordinarios e imprevisibles uno puede estar exento de dar servicio, más allá de tener que devolver el dinero. Entonces, de toda esta historia, recuerdo a mucha gente que hizo un esfuerzo y comprendió la buena fe con que se estaba manejando esta situación y que dijo “cómo no los vamos a entender”. Sólo algunos soberbios, que tengo registrados en mi memoria…

—Cuando mira todo su recorrido, ¿qué reflexión hace de esta posibilidad de reinventarse y volver a generar proyectos? ¿Cómo se compara con algunos que, de la noche a la mañana, hacen una fortuna?
—Me he definido como una persona exageradamente emotiva. Esta pregunta me hace recordar de dónde venimos. En tiempos que uno piensa de dónde saldrá esa plata, aquí se puede venir y mirar desde el primero hasta el último peso. Cuando estaba la gente de YPF y mucha gente importante y conocida, dije que tal vez cuando vendimos fue la primera ocasión que tuve un fajo de dólares delante de mí y ahí me pregunté qué hacer con ello. Hubo gente conocida y muy bien intencionada que dijo “Jorgito, vamos al Uruguay”. Y les dije: “Te agradezco tu propuesta, su asesoramiento, pero lo poco o mucho que hayamos hecho, lo hice en esta ciudad, en esta provincia y en este país”. De manera que vamos a seguir acá hasta el último centavo y hasta el último día que podamos transitar. Lo primero que miro es si yo soy responsable de lo que pasó en nuestra empresa y, visto desde todos los puntos de vista, no fue una mala administración la nuestra. Fueron estos avatares de la economía. Entonces, tengo la pasión de seguir haciendo. Hay muchos que inclusive te dicen: “No seas tonto, no sigas invirtiendo acá. ¿Cómo te animás a seguir invirtiendo?” Me animo porque siempre me ha animado, valga la redundancia, un perfil de emprendedor. Vengo desde bien abajo, nada me fue gratis. Nuestro comienzo fue en barrio Tiro Federal. Allí mis padres y yo teníamos un almacén con despacho de bebidas. Después fue creciendo, nos tocó ser camioneros, colectiveros y cruzar a Santa Fe a estudiar para recibirme de abogado a los 24 años. Siempre digo que esto no se debe interpretar como un exhibicionismo, sino como la posibilidad de hacer cuando uno se lo propone. Y sí, creo que hay gente que no sé de dónde saca a veces determinados recursos, sin generalizar. Hay algunos que de pronto ves cómo crecieron. A mí, quizá por ignorante o incapaz, no me resultó tan fácil crecer. Sí tengo la satisfacción de tener una familia encantadora y de hijos que saben de todo este camino sinuoso que hemos tenido que transitar y por eso hoy confío plenamente en ellos, en el ejercicio de sus profesiones, que saben bien cuál es el camino que los padres eligieron.

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