ENFOQUE PORTADA

Monotributo en tiempos de pandemia

Por Nahuel Amore, editor de Dos Florines

La pandemia alteró por completo el mercado laboral y los monotributistas forman parte de la nómina de los grandes perdedores. La lógica de flexibilidad y precarización que subyace a este régimen tributario es, quizá, uno de los factores que dejó vulnerables a miles de personas que vieron afectados sus ingresos por las restricciones sanitarias, por el golpe en diversas actividades económicas y por la intempestiva mutación de los mercados que se vive desde hace seis meses, sin un horizonte claro de hacia dónde vamos.

Según datos del Indec publicados en un informe de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER), el 83% de la pérdida de empleo es explicada por los asalariados informales (-4.8 p.p) y por los cuentapropistas (-2.7 p.p). Esta situación se contrapone con los trabajadores asalariados formales que, si bien vivenciaron una merma interanual en los indicadores (-1.1 p.p), son amparados por una serie de regulaciones que morigeraron su caída en términos relativos.

A las claras se observa que así como resulta relativamente “fácil” generar nuevos empleos a través del monotributo -ya sea con contratos temporarios en una empresa, institución o el mismo Estado, o que este contribuyente encuentre una alternativa viable para sumar sus propios ingresos en momentos “normales” de la economía-; del mismo modo resulta “fácil” desprenderse de estos trabajadores o quedar expuestos a los vaivenes de una economía que perdió cualquier tipo de norte en medio de un evento extraordinario.

Contexto

En la Argentina existen alrededor de 1,5 millones de monotributistas, a los que se suman unos 360.000 llamados “monotributistas sociales”. Ante la permanente mirada esquiva de todo el sector político que prefiere no tomar el toro por las astas sobre la generación de trabajo genuino acorde al siglo XXI, lo que surgió como un régimen simplificado para “formalizar” un amplio abanico de trabajos autónomos y temporales, se terminó consolidando en los últimos años como una de las pocas opciones para crear un “empleo” en blanco, a la vez que se ensancha la brecha con la informalidad.

En el fondo, no son más que una vasta cantidad de autodidactas que se ganan el pan o trabajadores flexibilizados, a disposición de ser contratados en cualquier momento, pero también de perder rápidamente la relación laboral, sin resarcimiento. Y en tiempos de pandemia, estos hombres y mujeres, jóvenes y adultos, se encontraron a la deriva, con escasas posibilidades de sostener los niveles de facturación que posibilitan, en sobrados ejemplos, completar el costo de la canasta básica que no se cubre con los menguados sueldos básicos de la formalidad -incluido el Estado, que también paga salarios de pobreza-.

De hecho, el monotributo se convirtió en un nicho posible de explotar para muchos empleados en relación de dependencia que necesitan sumar más recursos a la economía de sus familias. La pérdida del poder adquisitivo de los salarios medios hizo -y lo sigue haciendo- que ni uno ni dos trabajos siquiera por hogar alcancen para cubrir las necesidades básicas. Y así pues, el ajuste de la crisis también impacta en las reorganizaciones familiares.

El régimen

El achatamiento es de tal magnitud que detrás de muchos cuentapropistas, bajo la figura del monotributo o el autónomo, también aparecen profesionales de distintas ramas que dependen de sí mismos para generar ingresos. Si bien el Gobierno nacional contempló paliativos para que puedan enfrentar el contexto con medidas tales como créditos a tasa cero, la presión impositiva siguió recayendo -independientemente de si podían o no facturar-. Además, ¿quién se endeudaría si no cuenta con certezas respecto de cuáles serán sus niveles de ingreso en el corto y mediano plazo?

El escenario se tornó más complejo aún para aquellos monotributistas que además del impuesto integrado pagan su obra social y sus aportes jubilatorios. Se trata de dos conceptos básicos -y vitales para cualquier familia- que se saldan a través de esta alternativa tributaria flexible para estar dentro del sistema de seguridad social.

Por otra parte, es necesario señalar que este régimen es uno de los sectores que también afronta una pesada carga tributaria en términos proporcionales con lo que genera, ya que las actualizaciones de los montos de facturación están permanentemente desfasados y cambian cada seis meses, incluso sin la misma proporcionalidad con los aumentos de los componentes impositivos. Dicho de otro modo, ¿cómo pudo pagar un monotributista de categoría D o E sus obligaciones si de repente bajó la facturación como si fuera de una categoría inferior? La política de exenciones en momentos sensibles del país fue una herramienta que no se utilizó, salvo algunas medidas de escaso alcance para las categorías A y B y por poco tiempo.

Del mismo modo, en medio de la pandemia, los organismos recaudadores de Nación y Provincia lanzaron el Monotributo Unificado, que a través del entrecruzamiento de datos ampliaron la base tributaria, en detrimento de los buenos contribuyentes. El hecho de obligar a pagar el impuesto nacional y provincial a la vez quitó la posibilidad de desdoblarlo acorde a las distintas instancias de facturación. También pone contra la pared a muchos profesionales que trabajan vinculados a obras sociales -con demoras superiores a tres o cuatro meses de pago-, lo que ensancha aún más sus deudas mes a mes; sin contar que quienes tenían exenciones especiales a nivel provincial deben sumar un nuevo trámite a la lista para recuperar el beneficio.

Todo ello, sin contemplar que en algún momento -cuando exista la decisión política- se sumarán las tasas municipales al sistema unificado de datos y querrán cobrar en el mismo instante tres tributos, independientemente de que en la mayoría de los casos no hay ningún tipo de contraprestación que justifique tal cobro de tasas, dado que la mayoría de los monotributistas no alquilan siquiera.

Multitareas

Quizá algún lector no lo sepa o haya despistados que no prestaron atención, pero la mayoría de los monotributistas son a la vez sus propios contadores, salvo excepciones en las que requieren del servicio de estos profesionales para dar un orden y encarar aspectos técnicos y estratégicos de facturación. El sistema de AFIP está hecho de tal modo que resulta cada vez más intuitivo poder emitir sus propias facturas digitales para enviar a quienes requirieron de sus productos o servicios.

En definitiva, esto es otra tarea más, de tipo administrativa, que forma parte de un trabajador que debe abarcar todas las áreas. No sólo deberá preocuparse por hacer un buen trabajo sino que también deberá conocer de herramientas digitales para culminar con el proceso para cobrar, todo ello con un sistema web que así como es de fácil uso, también es engorroso y vive plagado de errores que ponen en duda si uno hace bien tal o cual paso.

El monotributista es por definición un multitareas que constantemente debe actualizarse en sus estrategias para poder destacarse en un mercado cada vez más atomizado. Quien se hace de relaciones, ofrece más y mejores herramientas y desarrolla habilidades por fuera de su propia expertice, tendrá mayores posibilidades de ser competitivo y sobrevivir a un sistema endeble a los cambios.

Desafíos

En este sentido, el desafío de toda persona que blanquea ingresos a través de este régimen impositivo es poder dar ese paso hacia la conformación de una sociedad o de ser contratado como un empleado en relación de dependencia amparado por las leyes laborales. En el mientras tanto, es un trabajador que permanece en el limbo entre la formalidad y la informalidad, en estado de inestabilidad constante y propenso a la volatilidad del contexto.

Desde esta perspectiva, si la pospandemia se impone realmente en el horizonte como un nuevo tiempo que pone patas arriba la normalidad, será necesario incluir dentro del paquete de medidas y reformas qué hacer con el monotributo. Los empleos del siglo XXI exigen de poder adaptarse a las circunstancias y las infinitas realidades, más aún en un país tan diverso como el nuestro. Pero también se debe encontrar un punto de equilibrio y previsibilidad que haga de este régimen un paso más en el camino laboral y no el punto final de la actividad de 1,5 millones de personas.

Para lograr este cambio estructural, en el mismo análisis deberá ponerse sobre la balanza el peso determinante que ejercen las variables macroeconómicas, que sirven de terreno para desplegar este conjunto de fuerzas vivas. No se podrá generar un empleo genuino nuevo si no hay condiciones de posibilidad que lo permitan. Y ello implica solucionar los grandes problemas del país como la inflación, la devaluación, el déficit, la deuda y tantos más, para revertir, en definitiva, el 50% de la población que hoy vive por debajo de la línea de pobreza.

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