El economista, que disertó este jueves ante los industriales en Paraná, planteó los dilemas que enfrenta la gestión de Milei. “No hay que naufragar, claudicar, con tentaciones miopes o de corto plazo que te desvíen del camino largo”, afirmó. Por Nahuel Amore
Hernán Lacunza disertó el jueves en Paraná durante la 20° Jornada de la Industria que organizó la Unión Industrial de Entre Ríos (UIER). En ese marco, el economista marcó coincidencias y diferencias con la gestión macroeconómica de Javier Milei y se atrevió a advertir por los “dilemas” que debe resolver el Gobierno para no entrar en problemas en el mediano plazo.
En un mano a mano con DOS FLORINES, el exministro de Hacienda de Mauricio Macri opinó que en esta coyuntura el Ejecutivo nacional está “atrapado en un laberinto”, que se dirime entre el cepo cambiario, el nivel de reservas del Banco Central, la actividad económica y su capital político más fuerte, bajar la inflación.
“La política cambiaria no se hace para la encuesta de octubre, sino para octubre, diciembre, el año que viene y dentro de tres años. No hay que naufragar, claudicar, con tentaciones miopes o de corto plazo que te desvíen del camino largo. Por ahí tenés que tolerar una inflación más alta un par de meses con tal de no acumular un salto a futuro”, consideró.
Sobre este dilema, admitió que un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para conseguir dólares y salir del cepo puede ser contraproducente en este contexto porque “sería usar préstamos del FMI para vender dólares baratos o comprar pesos caros”. “No creo que sea convalidado y sería una experiencia repetida”, reconoció.
—¿Cómo califica el actual escenario macroeconómico del Gobierno nacional, tras 10 meses de gestión?
—Los primeros seis meses fueron del clásico ajuste de un desborde previo. La herencia recibida había sido muy delicada y hoy no estamos hablando de hiperinflación, default, corralito, porque el Gobierno tomó el toro por las astas de entrada, con mucha energía y convicción en el equilibrio de las cuentas públicas que le permitió cortar la maquinita de emisión que generaba la inflación. Los resultados inmediatos fueron que el riesgo país pasó de 2.700 a 1.300 puntos, la brecha cambiaria de 150 a 30%, la inflación de 25% mensual a 4%.
—Ello tuvo un costo importante.
—La contracara de eso, cuando hay medidas de sinceramiento de esta naturaleza, es una caída de la actividad que fue muy pronunciada el primer trimestre, que se amesetó el segundo, con suba del desempleo y baja del salario. Eso era inevitable. Lo que se vivía antes era una ficción. Era un nivel de actividad artificial que estaba sostenido por “plan platita”, subsidios, además de tarifas y dólar atrasados. Uno puede decir que hoy estamos mejor que hace diez meses en términos de perspectivas, con corrección de distorsiones como el precio de las tarifas que si bien no se completó, se avanzó mucho. Ahora, la caída de la actividad empezó a repuntar con algún rezago a partir de julio con indicadores completos del espectro productivo.
—En términos mensuales, no interanuales.
—Sí. Exactamente. Incluso todavía es prematuro. Agosto no da tan bien, entonces hay que dejar que evolucione. También es cierto que en los últimos meses se empezaron a incubar tensiones por el plano financiero. Así como digo que estamos mejor que hace diez meses, también estamos peor financieramente que hace tres meses, en materia de brecha cambiaria, riesgo país y la inflación, que se amesetó en 4%.
—A su criterio, ¿tiene margen la inflación para romper el 4% o cree que faltan otras medidas?
—Esa inercia es natural y la política antiinflacionaria del Gobierno de anclar el dólar dio todo lo que podía dar. Ahora está atrapado en un laberinto de levantar el cepo versus perder reservas, la reactivación y la inflación. Está anclado en su activo político. Obviamente que muchas medidas fueron antipáticas y, de hecho, el empleo bajó y la pobreza subió. Pero el único activo que puede ofrecer a la sociedad, sobre todo los de menores ingresos, es decirles que el changuito del supermercado es más previsible. Por eso no se anima a salir del cepo.
—¿Cómo evalúa en el futuro inmediato el problema de la restricción externa, ante un dólar que pareciera atrasarse, el cepo y la necesidad de fortalecer las reservas?
—Creo que ahí hay un dilema y, como todo dilema, no admite una respuesta categórica. Hay costos y beneficios de levantar el cepo. Los costos de levantarlo es que probablemente tengas alguna suba cambiaria del oficial, con algún efecto inflacionario acotado porque para eso se avanzó en el equilibrio fiscal; por eso la brecha es del 30% y no del 150%. Es decir, no sería un desborde inmanejable, pero sería mayor la inflación un par de meses. Y no levantarlo, tiene un costo de que no acumulás reservas, hay incertidumbre sobre el pago de la deuda y mayor riesgo país. Hay que elegir el mal menor. Y de cara al año que viene, el Gobierno puede decir que mantiene el cepo pidiendo reservas prestadas al FMI, a los bancos, que no es una buena idea.
—¿Cuán urgente es, entonces, la reapertura de la negociación con el FMI, que viene pidiendo por la salida del cepo?
—Siempre es bueno tener el respaldo del Fondo, pero creo que va a ser muy difícil tener un acuerdo con el FMI con fondos frescos manteniendo el cepo, porque si no sería usar préstamos del FMI para vender dólares baratos o comprar pesos caros. No creo que sea convalidado y sería una experiencia repetida. En el baile de las sillas cambiarias, donde hay más bailarines que sillas, es decir más demandantes de reservas que reservas, pedir sillas prestadas al FMI, los bancos o el blanqueo puede ser transitorio y efímero. No es una solución de mediano plazo.
—Milei cuestionó el sistema de “prebendas” y afirmó que la mejor política industrial es tener una buena política fiscal y monetaria. ¿Cuál es su mirada sobre la necesidad de un plan productivo e industrial para reactivar la economía?
—Creo que tiene razón el Presidente cuando dice que la macro manda. Podés hacer toda una política productiva proactiva y compensatoria, pero si el dólar es un barrilete, no alcanza. La macro manda significa el equilibrio fiscal, no darle a la maquinita y la estabilidad cambiaria. Sin eso, no hay inversión porque no hay previsión, nadie puede pensar en el año que viene; es el reino de la incertidumbre. Y la micro acompaña significa desregular, la Reforma Laboral, bajar impuestos; pero no sectorial y con prebendas de que voy a tener un préstamo a tasa subsidiada. El subsidio no lo pagan los funcionarios, sino los contribuyentes y especialmente los pobres con la inflación. La política productiva, en todo caso, puede orientar los recursos del sector privado, por ejemplo a sectores que van a andar bien como energía, minería, agro; o aquellos intensivos en mano de obra, como construcción, servicios basados en el conocimiento, el turismo, que de hecho Entre Ríos tiene. Esa es la mejor política productiva que se puede hacer.
—Mencionó a los pobres. ¿Cuándo cree que le llegará a las familias una mejora en su nivel de ingresos y consumo?
—Lo primero que sintió es que bajó la inflación. La gente ve dos cosas, primero sus ingresos y el changuito del supermercado, que está más previsible. Sigue habiendo inflación del 4% mensual, que es un disparate. Pero es la cuarta parte del disparate del año pasado. Esa es una mejora relativa. Y los salarios que cayeron mucho en el primer trimestre recuperaron algo en los últimos tres meses. El salario hoy está más alto que en abril en términos de poder adquisitivo. Ahora, siempre es parsimonioso, nunca se recupera al mismo ritmo que se cae. Creo que podemos pensar en tener los mismos niveles de consumo a fines de 2025 de lo que teníamos a fines de 2023, con una salvedad: si se hacen las cosas bien va a ser más sano y sostenible, porque lo de 2023 era ficticio y transitorio. Ahora, si la pregunta es cuándo vamos a sentir una mejora, a fines de 2025.
—Finalmente, ¿coincide con el camino elegido por el Presidente, más allá de las diferencias?
—Sí, más allá de diferencias. Creo que ante el dilema de corto plazo de cepo versus inflación corta versus crecimiento largo, hay que tomar las medidas correctas. Creo que el norte del equilibrio fiscal, normalizar el mercado de cambios, invertir y crecer, es el camino correcto. Ahora, estamos empantanados en el tercer peldaño y no hay que tentarse con los atractivos de corto plazo como la inflación de octubre, porque puede ser contraproducente. La política cambiaria no se hace para la encuesta de octubre, sino para octubre, diciembre, el año que viene y dentro de tres años. No hay que naufragar, claudicar, con tentaciones miopes o de corto plazo que te desvíen del camino largo. Por ahí tenés que tolerar una inflación más alta un par de meses con tal de no acumular un salto a futuro.