ENFOQUE PORTADA

La unión de clases y sectores, única estrategia para salvar la condición nacional

Ubaldo Roberto Domingo – CPN – Asesor económico, financiero y Pymes locales – Especialista en Sindicatura Concursal ///

Durante muchas décadas, Argentina fue gobernada, salvo breves momentos, por dos esquemas aparentemente antagónicos – pero idénticos – en su esencia y en sus efectos deletéreos, en los términos de nuestra condición nacional.

En efecto, en la sucesión cíclica entre políticas populistas y liberales, está una de las claves para abordar y comprender, el problema de una crisis grave y recurrente. En el lapso de más seis décadas – unas y otras – se aplicaron por simple sustitución, multiplicando la descomposición económica y social.

Estas orientaciones han operado en connivencia con el “deliberado” propósito de mantener intacta la estructura productiva agroexportadora y su articulación al esquema trasnacional gestionado por el sistema monopólico.

Esas experiencias sucesivas – sin excepción alguna – promovieron un cambio social inédito.

Esto es, la aparición de la pobreza estructural, y con ella, un lumpen proletariado – contenido solo por la asistencia social – de comunidades marginales – raigambre de los sicarios del narcotráfico y de bandas de malhechores.

En la segunda mitad del período mencionado se añadieron, dosis graduales de violencia y criminalidad que desde el centro del poder se practicaban con absoluta impunidad por su especie dirigente, que utilizó –sin ningún tipo de escrúpulos– el lugar de supremacía y sus privilegios para su rendimiento personal.

Estamos en presencia de un fenómeno – un movimiento social – decididamente hacia abajo.

Esta vez, no se trata de una promoción social de las clases trabajadoras, para mejorar sus condiciones de alimentación, vivienda y salario, sino de un mecanismo de signo y orientación contraria. Los resultados devastadores de los dos términos, coagularon en esta descomposición social y en su consecuencia directa, la aparición del problema de una irrefrenable inseguridad.

En el transcurso de estos años, la aplicación del sistema populista-liberal, tuvo efectos demoledores sobre franjas completas del segmento industrial, desaparecieron los ferrocarriles como alternativa al trasporte de personas bienes y mercancías, nuestros puertos concentraron su actividad convirtiéndose en locaciones para exportar nuestras materias primas e importar combustibles e insumos para una frágil industria liviana.

Se perdió el autoabastecimiento de gas y de petróleo. En términos de provisión de energía para los hogares y la industria el país retrocedió seis décadas: a la posición que se presentó en las postrimerías del plan Quinquenal de la 2da.

Presidencia del General Perón.

Al interrumpir el ahorro interno, el proceso de formación de capital y la inversión en los sectores básicos, el país se quedó sin infraestructura. Sobrevive, con dificultades, por las obras hechas después de los problemas, ante situaciones acuciantes.

Entre el 2003 – 2013 el sector rural experimento una expansión que incluso supero a los rendimientos y en términos de área cultivada alcanzado durante el período previo a la Primera Guerra Mundial, cuando el país proveía carnes y granos a Europa.

La clave de la multiplicación de la productividad del agro argentino fue la articulación de la tecnología.

Esto es, la implementación de semillas transgénicas y de modernos métodos de labranza como la siembra directa. A ese proceso se anexó la imagen satelital, el sistema de posicionamiento global y la expansión de la telefonía celular, Internet y conectividad.

Esta Victoria Pírrica, tropieza con nuestro subdesarrollo Porque bajo estas condiciones todo aumento de la productividad se exporta, en lugar de capitalizarse internamente, por efecto del deterioro del intercambio.

Este proceso gradual de tecnificación no fue parte de una política de planificación para el desarrollo que involucran por definición a todos los sectores. En su lugar, tuvo origen otro fenómeno, que prueba la vigencia de las leyes que rigen la concentración capitalista y la planificación monopólica a escala regional.

Su resultado directo es el surgimiento de los “pooles de siembra”. Esto no es otra cosa que consorcios que por su organización en red, eficiencia y complejidad, elevada productividad y disponibilidad de financiamiento externo, desprecio por la propiedad de la tierra, se constituyen, en empresas cuya obsesión es la innovación tecnológica y la producción a gran escala.

Este inobjetable avance tecnológico, no se llevó a cabo como una parte de una política planificada que integrara el mercado interno. Es decir, que a instancias de aportar know-how al sector rural, no hubo un desenvolvimiento simultáneo, acelerado y firme de la industria del acero, que es, el material con el que se fabrica la gama de maquinarias y herramientas agrícolas, no hubo obras de infraestructura, para un país donde el 90% de su red vial son caminos de tierra sin mantenimiento, no hubo inversiones en la exploración y explotación de petróleo crudo ni de gas, que son, la matriz de una petroquímica robusta que aporta fertilizantes, plaguicidas y agroquímicos, no hubo un programa de inversiones en el sistema de producción de energía ni en la red que lo distribuyera, tomando en consideración que el acceso a la energía eléctrica es un elocuente indicador de desarrollo.

Las consecuencias de la implementación del presente esquema, terminan moldeando la estructura productiva agroexportadora para articular el dispositivo monopólico. Esto es, modernizando y tecnificando su funcionamiento, optimizando su gestión, concentrado la producción o aumentando la productividad e incluso eliminando las ramas que le son competitivas.

Sin cambiar su esencia.

La insolvencia teórica del sistema populista-liberal, la economía es un ciencia histórica – la ley de la maximización de beneficios que regula la actividad empresarial capitalista– no regía el comportamiento de un artesano en el medioevo.

Es decir, la economía, está condicionada por la historia. La ciencia económica observa los hechos.

Cuando esos hechos y sus efectos tienen regularidad y se repiten surgen las leyes de la economía.

Estas leyes de la economía – no operan – como las leyes de la física porque interviene el factor social. La ley de la termodinámica rige todos los casos particulares. En economía las leyes no siempre operan en casos particulares pero si se puede descubrir sus tendencias.

Las leyes económicas son objetivas. Esto significa que trabajan independientemente de la voluntad humana. Si baja la oferta de los bienes y mercancías y aumenta la demanda de los mismos, no habrá ningún funcionario o ley jurídica que haga descender los precios.

El conocimiento de las leyes de la economía es indispensable para orientar conscientemente el proceso económico para trasformar la naturaleza y valerse de ella para satisfacer sus necesidades.

De modo que la economía política estudia los fenómenos de la producción, circulación y distribución de los bienes y servicios. Aparece aquí la necesidad de establecer una teoría del valor de cambio de los bienes o mercancías. Digámoslo así: el valor de los bienes está determinado por la cantidad de trabajo socialmente necesario para producirlo.

¿Por qué hay que saber esto?.

Los efectos del plan que desde 1967 aplicó Adalber Krieger Vasena, prosiguió en 1973 con el “Pacto Social” y la “inflación cero” de Bel Gelbard, con el denominado “Plan 2 de Abril” con Alfredo Martínez de Hoz y quienes lo continuaron durante el proceso militar, con la recuperación de la democracia, el Plan Austral y Plan Primavera Juan Vital Sourrouille, y con ellos el fin anticipado con una hiperinflación – sin antecedentes en la historia – se implanta la convertibilidad de Domingo Felipe Cavallo, el “Cepo al dólar” base del Plan Axel Kicillof y finalmente el “Plan Pobreza Cero” de Macri y Alfonso de Prat-Gay, Dujovne y sus seguidores monetaristas, hasta el deambular sin rumbo alguno, con férreos sesgos de continuidad decadente de Fernández, Guzmán y Batakis, simbolizan la incapacidad de la respuesta de las clases dirigentes a los problemas de fondo de la realidad nacional.

Liberales y populistas han dejado de designar los términos de un falso antagonismo.  Se han convertido en metáforas de nuestra decadencia irrefrenable.

Dedicado: a mi querido hermano que falleció en las inseguras rutas nacionales, a causa de la absoluta falta de seguridad producto de la nula inversión. (Mario Eduardo Domingo – 23/12/1961-11/02/2017).