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La mágica carrera de Mario Lange: fue albañil, diseñador, empresario, constructor y hoy lidera la vanguardia artística

Nació en Strobel y en San Luis fundó su empresa constructora, la que dejó para ser uno de los pintores más respetados. Autodidacta para casi todo, aprendió los avatares de la construcción de su padre albañil, y con espíritu inquieto y rebelde corrió detrás de su naturaleza desbocada que le mostró a los 44 su verdadera vocación. Pero qué es el tiempo para un hombre que vive el día a día, que camina mirando sus pies, y que decidió formar su empresa y 20 años después la cerró con 70 empleados para dedicarse al lienzo y los murales. Diseñador por impulso, hoy pinta casas, escaleras, ventanas para todo el mundo, que reconoce su obra y que le permite facturar hasta 3 millones de pesos al mes. Lleva más de 1400 murales en escuelas y edificios y una obra innumerable. La vertiginosa e inasible vida de un hombre que vive en un hotel, diseña el packaging de muchas empresas, no escucha la crítica, tiene una hija a punto de recibirse en Bologna y que, a pesar de seguir atado a los recuerdos de libélulas y cigarras en los montecitos entrerrianos, maneja la tecnología como un mileniall y convierte su arte en una mercancía deseada. Un entrerriano fuera de serie al que aún se le debe su merecida ponderación. Gustavo Sánchez Romero / Especial para Análisis

La escena aún está en composición el lunes pasado al mediodía cuando el cronista llega a GAP 18, la galería de arte propiedad de un grupo de artistas locales ubicada en calle Alameda de la Federación, en la ciudad de Paraná.

Cristina Trápaga y una mujer conversan amenamente en una de las dependencias del salón y Sergio Fabri, el iluminador, subido a una escalera, reniega con una dicroica cenital que se resiste a encender. Un hombre vestido de jeans y cruzado de brazos lo mira de abajo, en silencio. Con la mano derecha jugando sobre una barba tan blanco como desprolija y despareja. Con un ademán de suficiencia ejecuta en silencio un aporte improbable a la tarea del técnico. Al abrirse la puerta, el ruido lo obliga a girar sobre su eje, sin desprenderse del ademán, y saluda amablemente. No hay duda que es él. Sonríe y ambos imaginamos que somos la persona que esperábamos encontrar. Fue un gesto de amabilidad mutuo, de respeto y de apertura. No es casual. Durante los 35 minutos que técnicamente duró la entrevista, antepondrá ante todo ese respeto por el otro, esa empatía que lo hace distinto, esa gestualidad de un hombre sencillo, de origen humilde que reconozco como propio.

El iluminador extiende la mano hacia abajo para saludar. Las mujeres dejan sus avatares y me presentan a la más joven como su esposa. La que hace más de tres décadas que está junto a él, cuando comenzó su travesía y decidió subirse al joint venture que le propuso ese muchacho que desafío al destino y que se rebeló a las barreras que le puso la vida.

Ella, contadora pública nacional, lo fue conteniendo, en todas las acepciones que el concepto conlleva. Porque si algo queda claro después de hablar con Mario Lange –de él se trata- es que no es fácil estar con alguien que decidió dejar un pie en su pasado para no perder sus raíces e identidad y con el otro formó una elíptica en el tiempo y el espacio que le permitió dejar de ser el albañil que fue, junto a su padre, casi, casi desde que nació. Y convertirse en un empresario que fundó su propia empresa constructora, desplegar el impulso de construir casas, erigirse en diseñador, y cuando cumplió los 46 años tirar todo por la borda y dedicarse a lo que más amaba: la pintura.

Persuadido que en su boca las experiencias quedan más vívidas y genuinas- Es interesante permitirse el ejercicio de imaginar a este muchacho de piel oscura, manos grandes y gastadas, y que con voz arremolinada obtura el silencio de tanto que tiene para contar y decir.

De ayudar a su padre con el balde, la cuchara y la plomada a ser un artista que lidera la vanguardia artística nacional -por el que factura entre dos y tres millones de pesos al mes- hay un segmento de 53 años en el que puso en juego sus sueños, su vocación, su enjundia por crecer y, especialmente, su pasión.

Porque en él todo es pasión, incluso la forma que atiende al periodismo o explica su técnica a cualquiera  que pregunte cómo lo hace. Alcanza con mirarlo a los ojos para que se abra incondicionalmente. Ese es el abracadabra que él necesita para volver a ser ese niño de piel aceitunada por el sol del andamio, y abrirse con la genuina disposición que aprendió en Strobel, el pequeño pueblo que juega a ser el umbral de una ciudad dormida en el tiempo, más de medio siglo atrás.

No hay secretos en su camino. Lange hace un culto de la simpleza, y allí también ancla la estrategia de su marketing que le permitió ser uno de los pintores más populares, con más de mil murales en todo el país y un número inabarcables de obras en distintos formatos y soportes que hoy circulan por el país y el mundo.

Ese es Mario Lange. El que quería demostrar “que nada tiene más fuerza que el arte, y que se puede vivir de lo que uno hace”. Sólo se requiere una condición: pasión.

Apertura.

No tiene las ataduras o preconceptos que dominaron el espíritu de los artistas plásticos durante décadas, y que lo convierten en rara avis modelados en solitarios e inabordables.

Para él es más sencillo.

“Yo creo que se enseña a los artistas de historia del arte, concepto, de cómo pintar, pero no se enseña a vender la obra. Y es donde fracasan todos los artistas. Vos fijate que en la Argentina los tipos que más vendemos arte no estudiamos arte”, dirá en forma irrebatible.

Y a esto agregará algo más: “Lo que veo es que en la universidad le enseñan a los chicos a artistas como Picasso o Dalí, todos artistas que se murieron millonarios. Pero no le enseñan cómo vender arte. El pibe sale a la calle y no sabe cómo vender y la reacción es enojarse con el sistema porque cree que la gente no entiende el arte, y empieza a dar clases de arte. Y entonces empieza a formar chicos enojados que salen a la calle enojados. Es un círculo vicioso y los chicos siguen sin vender arte. Todo evoluciona. Antes, había tres personas que decían este es artista, este no lo es. Este es abstracto, este es figurativo, y así… Hoy las redes sociales dicen este es artística y este no. Como pasa con la música”.

Claramente, una lección de pragmatismo y practicidad que bien podría hacer terminar esta entrevista aquí mismo.

Basta, cerremos todo y a otra cosa mariposa. Pero aún falta contar, para quien no lo conoce, lo más rico de su historia. Cómo capitalizó la pobreza, la dura épica de su trabajo como albañil, y el recorrido de un empresario, emprendedor, diseñador y constructor asintótico; ese que un día explotó y largó todo. Es la segunda vez que llega a Paraná en pocas semanas. Estuvo en la Fiesta de Disfraces, pintando, y su “Revolución del Arte” inspiró a decenas de jóvenes que pusieron su impronta de una obra colectiva en la noche fantástica. Lo Invitó Uxell, una marca de pinturas que es uno de sus principales auspiciantes, y que le permite desplegar su estrategia de un muralismo abierto y colectivo.

-Qué interesante la mirada. Las redes sociales como el espejo que devuelve roles y funciones.

-Y… hoy tenés 500 o 600 millones de personas que miran arte a través de redes. Entonces son las redes sociales quienes definen quién es artista y quién no lo es.

-¿El camino hacia las expectativas del arte se ha vuelto líquido?

-No lo sé, pero si sé que hoy la definición de arte puede estar en manos de una marca de ropa. Por ejemplo; un artista gráfico diseña un auto. Yo tengo una galería de arte muy grande en Carlos Paz. Me atrevería a decirte que de la galería de arte de un artista privado es la más grande de Argentina. Tenemos unas 200 visitas diarias en un día normal, y abrimos de lunes a lunes. Fin de semana 500 personas, y en temporada entran unas 1500 personas por día. Llevé el arte a un lugar donde la gente se acerca. El Entrerriano le tiene miedo al arte. Yo soy entrerriano y hablo en primera persona. No hay una cultura de comprar la obra de arte. Yo me hice conocido en San Luis, una ciudad que tiene 400 mil habitantes. Todo el mundo me decía que estaba loco, pero logré que seis empresas de turismo lleven visitantes a mi galería. Si no gano dinero con lo que hago, es muy difícil que pueda disfrutar de lo que hago. Tengo una hija viviendo en Europa, otro en Buenos Aires.

-¿Podemos concluir que las redes sociales lograron correr el eje de la mirada señorial y elitista sobre el arte y lo popularizó?

-Imagináte que The Beatles es la banda musical más escuchada de la humanidad, y no había redes sociales. Si existieran hoy sería algo impresionante. Hace 50 años que se escuchan. Mirá la diferencia entre Maradona y Messi. Entonces sería muy necio pensar que las redes sociales no intervienen. Yo monto mi galería en el medio de la montaña en una localidad de 150 habitantes. Y desde ahí me hago conocido. Parece imposible para una mirada que no involucra las redes sociales.

-¿Este escenario de las redes sociales irrumpiendo lo obliga a ser popular, masivo y pintar murales en las escuelas?

-Ese es otro proceso. La educación está muy pero muy por detrás. Si vos le das un celular a un nene de tres años, te lo maneja en cinco minutos. Si se lo das a la maestra jardinera no sabe ni cómo prenderlo. Estamos mal. Hoy, cuando el mundo se mueve detrás de la tecnología, no puede ser que el nene el enseñe a la maestra. Estamos muy atrasado, y lo veo cuando la maestra me busca en Google o Facebook y no maneja Instagram. Hoy mi mayor meta se materializa a través de las redes sociales. A través de Instagram se realiza la mayor venta de mis obras.

-¿Esto lo obliga a modificar estilos, formatos, precios?

-No. Mi trabajo se divide en cuatro partes. Una es el muralismo que es por lo que soy conocido. Hoy en la Argentina hay unas 12 mil escuelas que dan clases con mis obras.

Recorrido.

Pero empecemos a conocer a Mario Lange en función de su devenir espacio temporal. Quizá de ese modo su historia adquiera la relevancia que merece.

El mismo lo cuenta de un modo que parece simple, asequible para cualquier hijo de vecino. Pero se olvida que él es hoy uno de los pintores más populares y exitosos de la Argentina. Mario Lange dice esta boca es mía cuando relata su historia emotiva.

-Te voy a contar mi experiencia de cómo empecé a pintar. Porqué soy artista. Yo tenía una empresa constructora y como hobby hacía casas. Me empieza a gustar el arte y pongo obras mías a las casas que vendía y estas casas se vendían más rápido. Entonces vi que a través del arte podía vender la casa. Era un concepto distinto. Yo le ponía una casa, vos entrabas a verla y eso hacía que el tipo cambie la visión. El arte ayudara a vender la casa. Si vos entrás a mis redes sociales verás que  mis murales están enumerados. Pinto mi primer mural a los 45 años. No era artista, no me dedicaba al arte. No había estudiado nada. A los 44 años me dio por primera vez a pintar algo. Entonces el Gobierno de San Luis me impide pintar porque no era artista. Entonces decidí algo distinto. Pinté más de 200 escuelas con fondos míos en señal de protesta. Pero hice algo más. Sumaba a los niños a pintar. Yo hacía una obra y los niños me acompañaban. ¿Qué pasó? El Gobierno de San Luis me contrata y pinto toda San Luis; si vas a la provincia hoy la verás toda intervenida. El arte tiene una fuerza que no la tiene nada ni nadie. El arte iguala las pasiones-.

Antes contará que fue albañil hasta los 23 años, cuando decidió viajar a San Luis y formar su empresa constructora. La que encabezó hasta que decidió cerrarla. “Cerrar la empresa tuvo un costo altísimo. No tuve juicios laborales con 70 empleados. Me costó cuatro casas, camionetas, autos, motos, pero indemnicé a todo el mundo y me dediqué a hacer lo que quería. Y la construcción me gustaba, pero el arte me gustaba más. A los 46 me di cuenta. La vida quiso que fuera a esa edad, y no a los 30”. No tiene un dejo de nostalgia ni atisba al menor rezongo. 

– Anton Chéjov decía que el arte tiene sólo dos categorías: me gusta/no me gusta…

-Comparto totalmente. Si tenés que entenderlo ya no sirve. Te gusta o no.

-Vayamos a la segunda pata de las cuatro que lo definen…

-La escultura me encanta. Trabajo en chapa, madera, fibra de vidrio. El hecho de tener una empresa constructora me permitió trabajar mucho tiempo con muchos materiales. Y a la hora de planificar una obra no tengo muchos problemas de cómo la voy a hacer. Me enfoco en el diseño y después ya sé cómo se hace. La pintura de obra se divide en dos: una que es abstracta y otra que es más figurativa. Verás que todas mis obras son casas con caras. Eso es lo que la identifica. Me pasé la vida haciendo casas, y cuando logré tener dinero las diseñé. Después pasé al arte. A los 32 económicamente estaba bien y empiezo a diseñar casas y me hago conocido como diseñador, y a los 44 empiezo a pintar para darle valor a mis diseños de viviendas.

-¿Cómo construyó su marketing?

-Yo creo que la simpleza de mi obra es el mejor mensaje. Soy un tipo humilde. Vas a mi taller y yo estoy pintando, y lo que quieras preguntar lo podés hacer sin problemas. No tengo secretos de lo que hago. Eso hizo que sea el artista que soy hoy. Yo voy a una escuela y los chicos “pegan onda” conmigo en tres minutos. Yo no sé si son los colores o las formas o el diseño simple de la obra pero tengo esa energía con la gente. Esa empatía necesaria. Y después voy a un mural y la gente se prende. Todos se sienten parte de la obra.

-Siente una compulsión hacia lo colectivo…

-Sí. Si voy a una escuela y son 800 chicos, pintan los 800. Ahora estoy con 12 mil chicos, a la vez y todos juntos. Pasa algo hermoso. El chico toma el pincel y pinta un pedacito muy chiquito. Pero va a su casa, trae a la madre y a la abuela y le muestra la obra completa que pintó. Porque se apropia de toda la obra. Y está muy bien y es hermoso. Es genial.

– Una operación de sinécdoque…

-Tal cual y me parece brillante. Recorro muchas escuelas y hacemos un mural, ponéle, de 100 metros. Me siento, como algo y mientras junto las cosas veo que al rato cae el nene con la abuela para mostrarle lo que pintó. Es mágico.

-¿Esa aproximación del arte a lo popular es el detalle innovador que antes no existía?

– Cuando el Gobierno de San Luis me veta y me impide pintar, tiene una vuelta que es que al año me contrata porque ve que a través del arte podía mostrar la obra pública. Y eso hizo que hoy sea una política de Estado en San Luis y hoy no existe inaugurar una obra estatal sin que haya una obra de arte asociada. Un mural, una pintura… lo que sea.

Arte y mercado.

Mario entiende muy relación la importancia del mercado en el arte, y no reniega de ello. Vive en el Hotel Meridian, de Carlos Paz, que levantó su sala de convenciones y la convirtió en una galería de arte con su obra para “traccionar la presencia de visitantes”, según el mismo describe.

También tiene claro el rol de la crítica, de colegas y los otros, y la pondera de un modo positivo. “Es como todo. Una de las formas que más rápido me hizo crecer es a través de la crítica. Soy un tipo que entiendo muy bien la crítica. Llego a un lugar y durante 10 horas me pegan los artistas y lo agradezco. No soy corporativo, es cierto, porque no tengo el perfil de otros artistas. Soy un tipo que no fumo, no tomo, no me drogo y me levanto a las siete de la mañana a pintar. No digo que otros no lo hagan, pero yo tengo ese concepto del arte”.

-¿Ve al arte como una cadena de valor económico?

-A ver, yo llegó a Carlos Paz a través de una empresa de carnes que es uno de los principales exportadores al mundo. Logros S.A, que exportan a 12 o 13 países. El packaging de la empresa lo diseño yo, y vieron que a través del arte también venden. Vas al supermercado y ves que hay 10 cajas con productos similares, pero una de ellas tiene arte, te llevas esa marca. El arte ayuda a la venta, y eso lo hago con muchas empresas. Los argentinos no estamos acostumbrados como en Europa donde los mercados tienen al arte como un producto clave, porque se vende una obra y vale 200 millones de euros. Es lo que más mueve. Yo lo llevo a todos lados. A una bikini, a un vaso, a un libro, a una lona para la playa. Entonces algunos dicen que eso es prostituir el arte. Nada que ver. Eso es extender el arte. Y la señora que no puede llevar el original, se lleva una lámina que sale 1500 pesos. Pero se va con algo de arte. Es para todos. Porqué no puedo hacer una lámina que se la puede llevar a su casa.

¿Por qué el empresario entrerriano es tan reacio a comprar arte local?; ¿Ve algún cambio?

-No está cambiando y no va a cambiar por el momento. Es la ley natural de oferta y demanda. Generalmente, en todas las ciudades hay artistas talentosos… pero están enojados con la vida. En mi caso, viene un comprador y quiere mi obra y estoy feliz que se vaya. Me encanta. No tengo ese raye de quedármela por H o B. Si a Borges se le hubiese pasado no vender sus libros no lo conocería nadie.

-¿Cuántos murales lleva pintados?

– Tengo 1460 murales. A las obras no las cuento.

¿Cómo se lleva con la exportación de sus obras?

-Es muuuuuy difícil vender obras afuera. Una de las últimas obras que vendí no la pude sacar de la Argentina. Vendí cuatro obras a EE.UU. y no pudieron salir. A Europa es un poco más fácil pero las tiene que llevar el comprador personalmente, y eso lo complica todo. Tenés que tener la suerte que no te agarre un tipo jodido en la Aduana. Yo he tenido la suerte de vender a Héctor Cúper (DT de fútbol) cuando dirigía en Egipto y vivía en Mallorca. He vendido a España y han salido, he vendido a Francia y no hubo problemas. A Estados Unidos parece más difícil. Yo tengo muchas propuestas para ir afuera. Y siempre le pregunto a mi hija que vive en Europa: ¿Qué sale nivel de vida en Europa? Sale unos 200 mil euros. No los tengo, pero para que me voy a ir a matar allá si tengo una galería zarpada y vivo en un hotel 4 estrellas.

-¿Cómo son sus hijos?

-Tengo una hija viviendo en Europa que está estudiando Dirección de Negocios Globales y se recibe en enero, y tengo un hijo de 19 que vive en Recoleta, Buenos Aires. Mi hijo es una generación que no estudió, tiene una empresa con 19 años con clientes en tres países. Vos y yo, con 19 años, estábamos pescando en el río. Él vive de la tecnología, viajando. Fue a conocer a una persona en Formosa, de allí se fueron a Bariloche, y de ahí a México. Su laburo está en otro lugar, y ellos vinculan los negocios, la tecnología y las redes.

-¿Cómo define a su pasión?, porque me está respondiendo como si yo fuera el editor de la sección cultura del New York Times.

-Sí, sí. Yo no hago nada que no me guste. Nada. Yo no hago bosquejos de una obra. Vos me contratás para hacer un edificio de 50 metros de altura. No hay bosquejos. Se pierde la magia. Tampoco soy un tarado. Sé qué es lo que vos querés y dentro de mis ideas, perfiles y conceptos voy a acercarme lo más que pueda.

-Eso requiere una alta cuota de confianza en sí mismo.

-Bueno, sí. Es confianza. Soy un tipo de no quejarme de nada, me ayuda. Esta noche vendrá gente a ver como yo pinto. Y se acercará y me preguntará…y no me molesta. Puedo pintar, tomar un vaso de agua, comer un sándwich y hablar con la gente. Puedo dividir mi cabeza en tantas partes como lo necesito. Vos llegás a mi galería y viene la señora que estudió 77 cursos de arte y quiere ver cómo se hace una obra. Bien. No hay problema. Quito la obra que estoy haciendo y pongo una nueva hoja y empiezo de nuevo la obra sin problemas. Eso es parte de lo que hago y me apasiona hacerlo. Mi hijo siempre me regañaba porque yo contaba todo lo que me preguntaban y él se enojaba. Yo le decía: “Álvaro, el talento no se traslada y por qué le voy a negar la ayuda a alguien que me lo pida”. Yo me puedo sentar junto a Messi mil horas y él me contará cómo hace y aun así nunca voy a hacer nada de lo que él hace.

-¿Cómo ha sido la evolución conceptual de su obra?

-Conceptualmente puedo decir que evolucionó mucho el dibujo, porque yo no sabía dibujar. Entonces mi obra a los 45 es distinta. Mi estilo actual se acercó a mí a los 47, y lo hice con horas, horas y horas dibujando. Si mirás mi obra hay puertas, escaleras, ventana, porque yo me dedicaba a eso. Pero llegar a esa síntesis artística me costó mucho. Y dibujar, dibujar, dibujar. Hoy a un caballo lo dibujo con los ojos cerrados. Pero me llevó años de blocks. Y es mi caballo. Vos cuando lo ves sabés que es mi caballo y tiene mucho color y es super reconocible, pero es un proceso. En lo que no evolucioné y me encanta desde la primera obra es en lo abstracto, en lo que no tiene dibujo, y esa obra me encanta, en eso no evolucioné. Voy a un lugar y me encanta ver artistas. Aprendo mucho en la escuela, en el jardín de infantes. Un nene no tiene condicionamientos, y me encanta verlos. Tuve la suerte de ir a una escuelita muy chiquita en Strobel que nunca me jodió. Yo a los tres años dibujaba casitas, árboles y mis cielos eran amarillos. Mi maestra nunca me dijo que el cielo no era amarillo y que el árbol no era rosado.

-¿Cómo se lleva con el dinero? ¿Cuál es su relación con lo material?

-Soy un tipo muy desapegado a todo. Una de las cosas que aprendí es ser desapegado, no se proyectar. Vivo del presente siempre, y eso es un resabio de la pobreza. No proyecto. Me levanto y vivo el día a día. Tengo una cosa espiritual en eso. Porque naturalmente soy así. Y después tengo una esposa contadora desde hace 32 años. Ella es muy buena administradora. Yo tracciono mucho, hago cosas, y hago y hago. Y así genero mucho porque tracciono mucho.

-¿Sabe invertir?

-Invierto en propiedades. Pero especialmente invierto mucho en la educación de mis hijos. Ella no tiene becas. Gracias a dios termina este año y este año voy a tener un despeje financiero… nos reímos mucho con mi hija cuando hacemos esta broma.

-¿Cómo se ve cuando hoy mira hacia atrás y ve a su padre levantarse a la cinco de la mañana para hacer una loza?

-Mi hija se recibe este año en la universidad de Bologna y su padre fue albañil. Esa es la síntesis.

-A la flauta… la más antigua y prestigiosa de Europa…

-Vos lo decís. Es increíble que el recorrido termine en eso. Cuando ella me dice que se va a Europa a estudiar yo nunca le dije que no, la estimulé. Tendría que ver cómo financiaba su educación. Ojo. No me desenfocó nunca. Cuando mi esposa dijo que era imposible que fuera a estudiar le pedí que me enseñara a ganar ese dinero. Y salió.

-¿Porqué esta provincia no le da el reconocimiento que se merece?

-Dalí no lo tuvo hasta que se murió. Liotta (Domingo) me llamó para diseñar el monumento por sus 50 años. Estuvimos tres días juntos trabajando. Y terminó muriendo y aún no lo reconocieron. Y Liotta era más groso de lo que la gente cree. Era humilde y genial. Hace cuatro meses murió.

-¿Cómo ve la obra artística plástica en Entre Ríos en los últimos 40 años?

-Entre Ríos no evoluciona. Siempre lo hablo con los directores de Cultura y algunos funcionarios. No hay forma de que arranque. Es una cuestión política también. No hay una política como la tuvo San Luis que cuando vio la fuerza que tiene crearon el Ministerio del Arte. Un ministerio que se llama Pinta San Luis, y hay 30 tipos pintando en toda la provincia.  Vos le podés cuestionar muchas cosas y no comparto muchas cosas con Rodriguez Saá. He estado hablando con él y he cenado con él a solas y se lo he dicho. Sin embargo, en esos son unos cracks.

-¿Nunca lo llamaron de la provincia de Entre Ríos?

-No, nunca me llamaron. Pinté en la Villa Libertador y ahora en Crespo, pero gracias a la insistencia de las maestras. Yo creo que no tienen empatía para el arte. Vuelvo hace 40 años a Diamante y lo veo igual. No cambia, está exactamente igual. Ni siquiera se asfalta la calle que va del Hospital a la plaza desde hace 70 años. Y pasan los gobiernos de todos los colores y creo que es un problema cultural. Si va a Villa Libertador San Martín y entrás a la Municipalidad  parece una oficina de Google en Sillicon Valley.

¿Tiene esperanza en los niños?

-Si no haría lo que hago. Yo no pretendo que todos sean artistas, simplemente quiero mostrar que del arte se puede vivir. Generalmente los padres quieran que sean abogados, y son abogados que viven bien pero son tristes y están enojados. De todo se puede vivir, pero tenés que ponerle pasión, y esa es la principal condición.