Gustave Bordet, le chat, pesca tranquilo en aguas políticas y empresarias
27/10/2018
A casi tres años de asumir y sin que se escuchen críticas, el gobernador ha impuesto su estilo y dinámica en el partido de gobierno, en la sociedad civil y en el empresariado. Gustavo Sánchez Romero.
¡Bordet = Macri! Esta es la principal crítica que está recibiendo por estas semanas el gobernador Gustavo Bordet acechando en el anonimato el devenir de su gestión que se encamina a finalizar el tercer año.
La tímida diatriba que se puede apreciar en algunos muros y cestos de basura de la provincia no es otra cosa que expresiones trasnochadas del residual urribarrismo en la provincia que se aferra a la materia prima del kirchnerismo, commoditie simbólico devaluado en la política nacional. Carente de espacios institucionales genuinos y sin la cobertura de los medios que coaccionó en otros tiempos; las redes sociales y el innominado mural son los canales a mano que encuentra para la expresión política en Entre Ríos.
Con el avance de las causas judiciales de Cristina en el país (especialmente desde la irrupción de las revelaciones de los cuadernos) y el triunfo desconcertante de Bolsonaro en Brasil -que envía al ostracismo político al PT y especialmente a Lula da Silva con quien alguna vez se comparó como líder popular perseguido- Sergio Urribarri debió retroceder en chancletas y retornar al redil del Justicialismo, al que amenazó con competir “por afuera” en las próximas elecciones.
Convencidos que “a mi izquierda, la pared”, el ala jacobina del Justicialismo y los “Pibes para la Revolución” exigen al gobernador una mayor beligerancia verbal y un posicionamiento político que lo diferencie abiertamente del gobierno nacional.
Él mismo reconoce estas demandas internas que lo asocian con el Presidente. Mal haría en desconocerlas. Lo justificó en la sínodo del Sindicato de Comercio, donde también se quitó el saco del pasado reciente y se puso el de afianzado candidato.
El cuestionamiento es variable y existe una especie de teoría Baglini de los pocos críticos internos que van variando en virtud de su responsabilidad institucional.
De este modo, mientras que están quienes tienen menos escrúpulos para las exigencias; existen los que adjudican todo a operaciones de los servicios de inteligencia y a los medios cipayos que buscan denostar lo sucedido en los 12 años del kirchnerismo. En tanto, aún puede verse en el safari fotográfico a quienes apelan a la estigmatización de los liberales, aunque se estén abrazando a quienes fueron funcionarios y defensores de Carlos Menem. Hasta aquí, poco para sorprenderse.
Muchas de estas críticas buscan asociar elípticamente a Bordet con el espantoso escenario nacional que construye el gobierno a diario, baldosa por baldosa.
Sin embargo, con cierto desdén muestra de forma casi descuidada un blindaje donde las palabras y las cosas parecen no dañarlo.
Hoy el gobernador no duda en hablar de transparencia, idoneidad y futuro, y nadie parece acreditado para contradecirlo.
Las críticas nacen de armas de fogueo de parte de esta cofradía beligerante que aspira a no caer del fondo de las encuestas y que se afanan en sumar fortalezas simbólicas en la dialéctica del juego electoral. De la autocrítica por las causas de un país devastado, ninguna.
De allí que ¡Bordet = Macri! en los muros emerge como estrategia comunicacional más efectiva que decirlo de viva voz y con la cara lavada.
Por asociación transitiva es como proferir un insulto pero en versión afrancesada -en honor al origen de su apellido- y debe leerse como: Gustave Bordet, le chat (Pronúnciese le shat).
Orígenes.
Quizá convenga recordar que la asociación de la palabra gato con la figura del presidente Macri no tiene relación alguna con el animal o las conductas sexuales de algunas mujeres y varones. Cuenta la bohemia lunfarda de la Buenos Aires de las años ´30, al calor del crack financiero internacional, que algunos hombres recorrían boites y bailongos porteños a la madrugada para encontrarse con vedetongas y actrices que fumaban acodadas de los viejos mostradores para pagarles tragos y “hacerse ver” rodeado de mujeres hermosas. Así era la naturaleza del encuentro: Nada más que pagar tragos, conversar y darse dique.
Ese personaje fue conocido en la noche porteña como “el gati”, el que gatillaba los pesos para pasar la noche acompañado a la vista de todos con una fémina deseada.
Convencidos de estar en el nudo justo de la construcción de un proceso revolucionario en el país –que la burguesa y obtusa clase media argentina no comprende- el kirchnerismo impuso el apodo de gato a un presidente que no puede escapar de su desventura. Con justeza, por cierto, terminó llegando al poder y debió “gatillar” al FMI y otros organismos internacionales de manera vil, y no de forma emancipadora como se hizo con este organismo o el Club de París en la década anterior.
Pero en estos meses, y ante el desconocimiento de este origen, el apodo de “gato” quedó vinculado a lo venal y pusilánime (pusi: pequeño / anime: alma; hombre de alma pequeña).
De modo que el kirchnerismo provincial comenzó a demandar de Bordet una actitud aguerrida frente a Macri, cosa que esta expresión nunca pudo tener con ninguno de los Kirchner, al que nunca hicieron pública la más mínima diferencia, tanto que la mitología del poder habla que para muchos estaba prohibido mirar a los ojos de la expresidenta.
El actual titular del Ejecutivo provincial no debe ser indiferente en su fuero íntimo a estos reclamos internos, pero todo indica que por ahora seguirá caminando por la inestable cuerda floja de lograr acuerdos necesarios para funcionar y diferenciarse desde el atrio del gato. Perdón; de Macri.
Impasible.
En todo caso, y aún cuando las críticas puedan tener asidero en cuanto a la eficiencia o ritmo de algunas áreas de su gobierno, es notable para los observadores externos a la rutina del poder cómo el gobernador ha logrado imponer su personalidad atemperada, morosa y un tanto desconfiada al pandemónium interno que encontró cuando asumió, tres años atrás.
Hoy día, el partido de gobierno camina a su ritmo prudente y cansino, lo que genera ansiedad y malestar en un puñado de dirigentes que le pide más acción detrás de la puerta entreabierta.
De viva voz nadie está dispuesto a decir, esta boca es mía.
La cumbre “y a mí por qué me miran” desarrollada en el Sindicato de Comercio sirvió al menos para reunir el redil, domesticar la tropa y establecer los ejes de acción.
Palo y a la bolsa, y los de afuera son de palo. Figuras como Augusto Alasino le reclaman directamente desembarazarse de Urribarri y su cohorte, lo que no hace más que precisar la alta capacidad física a la resiliencia que nuestra el Peronismo, y en la recta final hacia la reelección vuelve a abrirse la puerta del purgatorio y ya no hay almas en pena.
Para las definiciones electorales pendientes todavía parece haber margen, y él dará cuenta cuando lo disponga; al menos así quedó demostrado en su discurso.
En este aspecto, él mismo –Gustave Bordet- rindió examen del doble desafío con el que asumió; a) cómo morigerar la retirada del urribarrismo que dejó piezas propias en lugares clave; y b) Cómo convivir con el funcionariado macrista que poseen cánones que exceden su patrones de ética y estética de la política y no morir en el intento.
Y aunque quizá no haya logrado el posicionamiento nacional que hubiese deseado en la estructura que deberá convertirse en la alternativa de un peronismo nacional más refinado e institucional, tres años vista parece que logró estos dos objetivos de intramuros.
Si algo sabe Bordet es que debe encauzar la relación con Macri hacia el molino de sus propias cuentas fiscales. Desde allí, su propia naturaleza y la contextura administrativa lograda se encargarán de marcarle el alcance del camino hacia su propio futuro político.
“Ningún gobernador de Entre Ríos que se haya peleado con el gobierno nacional terminó bien. Mal podría yo seguir ese camino”, dicen que dice el concordiense cuando le preguntan por causas y motivos de su forma de moverse en la arena nacional.
Expectativas.
Bordet, el menos clásico de los gobernadores peronistas recientes, ha logrado encastrar en las expectativas de las distintas capas de la clase media entrerriana que ha votado por Macri -decepcionada o no de su gestión-. Ésta ve en Entre Ríos un proceso político austero y sin grandilocuencias, quizá acorde al espíritu de la contracción de gastos, luego de la resaca que dejó la orgía de excesos y aspiraciones infundadas de los años anteriores.
Con el radicalismo desdibujado (muchos dirigentes de la UCR no cavilan en asegurar que la reelección es un hecho consumado) y sin una imagen fuerte que aspire a cubrir la expansión territorial que el PRO no posee en Entre Ríos -bastante apichonados por los desaciertos en materia económica a nivel nacional- la figura de Rogelio Frigerio por ahora no parece ser más que una amenaza dirigida a que no se desborde la tropa entrerriana de la indolente alianza de Cambiemos.
El momento actual en la provincia no parece denotar las dificultades que tuvo Bordet en las dos elecciones anteriores -en una estuvo muy cerca de perder- ni se advierten las resistencias internas que los momentos iniciáticos le depararon.
Cumple la táctica de ir “atando” en los territorios, y algunas viejas espadas urribarristas están corriendo presurosos en auxilio del prematuro “éxito” del actual hombre fuerte del peronismo entrerriano.
Los detractores de su partido se suben al árbol para reclamar un esquema agresivo; pero el gobernador no se moverá del 4-4-2, que quizá no lo saque campeón, pero al menos lo mantendrá en primera y quizá arañe el ingreso a la Copa Sudamericana.
Empresarios.
En el mundo que congrega y concita a los hombres de negocios de la provincia, Bordet ha esperado pacientemente el devenir de los hechos y hoy ha decidido jugar. Resulta obvio que prefiera dejar las manos por debajo del retablo y lejos de la línea de flotación de la publicidad de sus propias cartas políticas.
Su relación con los empresarios ha sido formal y cortés, quizá sabiendo que no encontraría francotiradores. Atendiendo que más allá de algún eventual beneficio fiscal, entiende que las principales demandas están más vinculadas a la macroeconomía y a los oscilantes avatares de Balcarce 50.
Al comienzo de su gestión, el Consejo Empresario de Entre Ríos eligió como presidente a Juan Diego Etchevehere, abiertamente identificado con el PRO y la Sociedad Rural. Si bien se mantuvo expectante, y aunque no rehusó ningún convite de la entidad, el gobernador no mantuvo cercanías más allá de las necesarias y convenientes.
Sin embargo, las sospechas se convirtieron en distancias en el último Foro del CEER donde la preeminencia de hombre del macrismo fue contundente, tanto que tras las palabras de bienvenidas todos los funcionarios se fueron detrás del gobernador y desde el poder provincial se acusa a la entidad empresaria de pintar de amarillo la edición 2018 del encuentro anual.
Su estilo meridiano agrada a los privados que se sienten cómodos con su formalidad, y no aparecen voces disonantes a su gestión, tanto que en algunos miembros de la Unión Industrial de Entre Ríos -en cisma explícito-, sorprendió la referencia que hizo el presidente Leandro Garciandía a la cantidad de empresas comprendidas dentro de esquema provincial de Ingresos Brutos, una especie de mito fundante o Grito de Alcorta de los hombres de industrias. El titular de la UIER le tiró un centro que ni el propio Bordet esperaba.
Ambas entidades -las dos más fuertes de la provincia- tienen dificultades hoy para lograr consensos internos. La crisis que afecta al sector productivo no encuentra hoy un posicionamiento que lo ubique en una agenda crítica ante el escenario de recesión, inflación, desfinanciamiento y caída de mercados, especialmente de aquellos que quedaron en la cara anversa de la devaluación.
La figura de Gabriel Bourdin -titular de Petropack S.A. desde el Parque Industrial de Paraná- ha ganado terreno simbólico a partir de enfrentarse a la actitud anodina y dubitativa del intendente Sergio Varisco, especialmente a la exorbitante tasa que se cobra desde la Comuna y que se cuelga de la factura de la energía eléctrica.
El diálogo entre los empresarios de Asempi (Asociación de Empresas del Parque Industrial) y el gobernador ha tomado un perfil distinto en las últimas semanas, y Bordet aparecería cubriendo los baches de infraestructura y afecto fraternal que deja la debilidad política del intendente y de gran parte de la Municipalidad en el predio paranaense.
Mientras Varisco aún no decide el reemplazo de Francisco Mathieu por José Mouliá -el ex hombre fuerte de Producción de Jorge Busti y a la sazón asesor de la Comuna que acaba de regresar de un viaje en el exterior-, aunque el hecho fue anunciado a los empresarios hace dos meses.
Tampoco hubo novedades acerca de cambios en la política de tasas hacia el Parque, y el malestar privado crece.
Bordet no quiere aparecer resolviendo los problemas que Paraná no aborda, pero unos guiños privados y el nuevo escenario fueron lo que, básicamente, lo que llevó a un acercamiento que se ha profundizado en las últimas semanas.
Tanto es así que en cinco días Bordet visitó a Bourdin en su empresa por más de tres horas y le llevó un viejo pedido del empresario del plástico. Asimismo, Asempi estuvo en el Salón de los Gobernadores de Casa de Gobierno en una no menos extendida reunión. Quien sepa leer cómo se comportan los bloques de empresarios entrerrianos advertirá que el titular de Petropack conforma un grupo de empresarios que si bien miden los tiempos y no le temen a las fotos en los medios, tienen una reserva de flechas envenenadas que pueden caer sin avisar.
Los hombres del gobierno lo saben y ya lo han sufrido, por lo que todo indicada que Bordet decidió estos días apostar al abrazo del oso, para evitar sorpresas.
Aunque es difícil advertirlo como una estrategia, el gobernador ha eslabonado en las últimas semanas algunas acciones vinculadas a los nucleamientos privados que no parecen aleatorias.
El sector de comercios y servicios de la provincia reedita el viejo reclamo de discriminación fiscal en Entre Ríos, pero la atomización del sector le juega en contra y la demanda de la Feder no logra canalizarse convenientemente en una relación se mantiene por ahora marginal. Con el campo siempre las partidas son singulares, y de ambos lados suele haber cartas marcadas.
Barreras.
A pocos días de cumplir tres años al frente del Ejecutivo provincial, Gustave Bordet le ha impreso su propia dinámica a la vida institucional entrerriana, tanto política como empresaria.
Su agenda parece definida por temas comunes, no alardea grandilocuencias y no arriesga promesas. Su gestión también encuentra encorsetamientos definidos por el ajuste y el control, aunque no se note a primera vista.
Sin dudas que ha aprendido el arte de la articulación discursiva y en la prudencia también cosecha. A la sociedad le habla de transparencia de la acción de gobierno y apertura hacia todos los sectores; a los dirigentes políticos de la continuidad de las obras, la proyección de la infraestructura provincial y de las reformas institucionales necesarias; y a los empresarios del control del gasto, el congelamiento del empleo público y un paulatino ordenamiento fiscal.
Con eso parece alcanzarle para llevar las riendas del Peronismo, tener a tiro a la oposición y arriar los descontentos empresarios. El periodismo, nebuloso en su propia crisis y ante la ausencia de jugadores que refuercen apuestas, se ha vuelto (hemos) también en un croupier oficialista que siempre tira la misma bola.
Hoy el gobernador pesca tranquilo en todas las aguas, tanto que, por ahora, ni siquiera el escándalo de los contratos irregulares de la Legislatura parece salpicarlo.
Desde cierta altura mira con desdén a quienes no confiaron en ese estilo que parece aplanado y circunspecto, extemporáneo para la historia provincial.
Es cierto que, aunque con contexto diferenciados el gato y le chat tienen por delante agrios desafíos. Mientras el primero deberá salir del desconcierto y encontrar una salida al laberinto financiero que tramaron sus propios pasos –Borges dixit-; el segundo tendrá en algún momento que presentar a la sociedad una estrategia de desarrollo genuina para una provincia que lleva décadas de improvisaciones y chapucerías.
Para esto necesitará de los buenos oficios de todos, porque como decía el General, “Con los buenos solos no ganamos…”
En tanto, si Bordet tiene aspiraciones nacionales, este no parece ser su tiempo.
Pero su sobriedad le ha alcanzado para un posicionamiento inédito fronteras adentro. Tanto que sólo se pueden ver pintadas en algunos cestos de basura, en algunas ciudades, con algunas críticas que lo equiparan a Macri. Eso es como decirle le chat, aunque no tengan claro qué significa y no entiendan que la sociedad decidió dar un paso adelante.