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En Paraná, el liberalismo defendió los vouchers educativos: “Las escuelas tendrán que competir”

Agustín Etchebarne, director de Fundación Libertad y Progreso, definió las tres libertades que sustentan la “revolución educativa” que proponen y que recogen Milei y Bullrich. Aseguró que en el sistema actual “hay un fenomenal adoctrinamiento”. Nahuel Amore

En medio de un tenso escenario electoral, la idea de implementar un sistema de vouchers educativos en la Argentina viene resonando con fuerza y encendiendo la polémica en diferentes ámbitos. Así como sucede con otros temas que dividen aguas, la iniciativa de cambiar el paradigma de la educación también recalentó la grieta y desnudó en el debate público la existencia de modelos diferentes para concebir uno de los derechos más elementales de los argentinos.

Agustín Etchebarne, director General de la Fundación Libertad y Progreso –entidad que asesora a Javier Milei y a Patricia Bullrich–, llegó a Paraná y presentó esta propuesta el pasado miércoles, en el marco de una charla organizada por la Asociación Civil Río Paraná y la Bolsa de Cereales de Entre Ríos. “Inteligencia artificial y revolución educativa”, fue el título de su exposición, que nace desde la concepción más genuina del liberalismo en la Argentina, sin pelos en la lengua.

En un mano a mano con DOS FLORINES, el economista planteó primeramente que las propuestas de la Fundación parten de dos objetivos bien definidos: por un lado, un cambio cultural, para “pasar de la cultura de la victimización a la del emprendimiento, donde cada uno es responsable de mejorarse a sí mismo y salir adelante”; y, por otro lado, impulsar políticas públicas para ayudar a los equipos técnicos de cada partido. De allí que los vouchers educativos encuentran sustento teórico y tienen como principal exponente a Martín Krause, de La Libertad Avanza.

En simples palabras, sugieren a las provincias que, para mejorar la educación, “las escuelas tendrán que competir”, lo que ampliaría el abanico de opciones para muchas familias que no cuentan con los recursos. Además, propone que toda la comunidad educativa incida en la selección de los contenidos, en contraposición con los planes de estudio actuales en los que, según enfatiza, “hay un fenomenal adoctrinamiento”. Sobre este punto, defendió la necesidad de cambiar la “pedagogía del oprimido” que genera bronca en los chicos, por uno basado en la libertad para crear “mentes brillantes y niños felices”.

“Tres libertades”

Etchebarne recordó que la propuesta no es actual, sino que la vienen planteando desde hace 17 años, a partir de las transformaciones que trajo el siglo XXI. “Dijimos que se iba a venir una revolución muy importante en la tecnología y hoy la estamos viviendo con la inteligencia artificial, la robótica, la biogenética. Es un cambio muy grande en la forma de trabajar en la humanidad entera, con la cual va a desaparecer una gran parte de los trabajos que conocemos hoy en día y, al mismo tiempo, se está multiplicando una enorme cantidad de nuevos tipos de trabajo”, consideró.

Frente a estas transformaciones, manifestó, es necesario dar lugar a un conjunto de habilidades completamente diferentes a las anteriores y que todavía hoy se enseñan en los colegios. “A eso le sumamos que el sistema educativo argentino está fracasando notablemente en términos de que los chicos en su gran mayoría no pueden resolver problemas de matemáticas y casi la mitad no comprende textos. Estamos en una situación dramática”, afirmó, a modo de diagnóstico.

Dadas así las cosas, indicó que el “cambio de paradigma en la educación” se está dando en otras partes del mundo y puede aplicarse también en la Argentina. “No hay que volver hacia atrás para recuperar un sistema educativo que funcionó muy bien hace 100 años, porque eso ya no es útil para el siglo XXI”, sostuvo, y subrayó que ese cambio lo llaman “la revolución educativa” y se basa en tres niveles de libertades.

En primer lugar, propuso “recuperar la libertad de los padres para elegir a dónde mandar a sus hijos”, sea escuela estatal o privada en las grandes ciudades, pero no así en zonas rurales donde hay una única escuela. Para ello “se puede incorporar la competencia a través del sistema de vouchers”, una idea nacida de Milton Friedman. El segundo punto, agregó, “se complementa con un nivel de libertad académica, donde los maestros, directores y comunidades educativas, tienen la libertad de fijar la currícula en cada escuela”. Y el tercero, completó, es la “libertad para los propios niños, donde haya una mayor injerencia en su propia educación, en buscar su propio camino educativo”. “Se pueden hacer currículas personalizadas y hoy existe esa capacidad técnica que no existía hace 100 años atrás”, explicó.

Cuestionamientos

—Los vouchers son muy criticados por ir a contramano de la educación pública que tanto defendió la Argentina. ¿Qué responde frente a esos cuestionamientos?

—Creo que hay críticas que son inválidas directamente por ignorancia, por desconocimiento. Primero, la educación es un tema federal y lo aplican las provincias. Por eso, se hace una invitación a que algunas provincias empiecen a mirar este sistema de vouchers, que se aplica únicamente en grandes ciudades, no es para todos los lugares. Es introducir la competencia en la educación, lo cual mejora el sistema.

—¿Dónde funcionó y mejoró el sistema?

—Uno puede mirar un país federal como Estados Unidos, que empezó con el sistema de vouchers, que es uno de los componentes de una reforma educativa. No desaparece la escuela estatal. Eso tampoco es cierto. En Estados Unidos se aplica hace 20 años y hay tres Estados que los adoptaron, que son Wisconsin, Arizona y Florida. Son los tres Estados que más han mejorado la educación y no desapareció la escuela estatal de ningún modo, sino que el 5% de las familias adoptaron este sistema, cambiaron y se fueron a la escuela privada. Este tema puso en tensión sana de competencia a todo el sistema educativo, porque obliga a todos a mejorar.

—Como si fuera competencia de mercado…

—Lo que generó es que haya distintas ofertas educativas. Si no mejorás y perdés alumnos, perdés presupuesto. Tenés que competir para retener a los alumnos o aumentar la cantidad. Y además, lo importante es que se multiplica la diversidad de oferta educativa porque no hay un único modo de educar y no todos los niños requieren del mismo tipo de sistema educativo. Lo que hacés con este sistema es igualar para que la gente que no tiene recursos tenga la posibilidad de tener mayor diversidad de oferta educativa. Es absolutamente a favor de la gente que tiene menos recursos, de forma tal que no tiene sentido estar en contra de este sistema.

Recursos

—¿Cree que este sistema no amplía las brechas y desigualdades?

—Es todo lo contrario. Es exactamente al revés. Quien dice eso es porque no se ha detenido a pensar. Hacen frases hechas. Les vas a dar a las personas que tienen menos recursos la posibilidad de mandar a sus hijos a una mayor diversidad de escuelas. Pueden seguir mandando a la escuela estatal, eso no cambia. Simplemente que le das una decisión adicional a esos padres para que puedan mandar a sus hijos a otra escuela. Además, esto viene ocurriendo.

—¿Y ese costo lo asumirían las provincias, no las familias?

—Por supuesto. De hecho, las decisiones las toman las provincias. El Estado federal lo que puede hacer es proponer e incentivar sistemas con los recursos que llegan desde la Nación. Pero siempre son recursos estatales aplicados a mejorar la oferta educativa.

—¿Qué cree que va a pasar con la infraestructura de escuelas con menos alumnos frente a esa competencia?

—En las escuelas rurales no cambia porque no hay competencia. Y en las ciudades donde hay competencia, las escuelas tendrán que competir. Si alguien es capaz de ofrecer un servicio mejor que la escuela estatal al mismo precio, la gente va a ir a ese servicio. Y si no, la escuela estatal va a tener que mejorar. Pero la persona, el ciudadano con pocos recursos, va a tener mayores opciones y va a poder decidir para mejorar. Es un sistema gradual y se pone en competencia durante los años. No es que la gente se va a ir de la escuela estatal en dos minutos, primero porque no hay alternativa porque son más. Pero habrá algunas escuelas privadas que van a ofrecer servicios muy lindos como en Perú donde funcionan las Innova Schools, que ya tienen 60.000 alumnos que reciben una educación de bajo costo y alto nivel, que hoy lo permite la inteligencia artificial. Porque allí, si no lo hace el Estado, tal vez lo hace una empresa privada que les va a ofrecer a las personas un servicio mejor y con mayor diversidad. Esto es igualar, todo lo contrario de aumentar la brecha, sino cerrarla. Se dicen cosas que son absolutamente falsas. Es permitir que una persona de bajos recursos esté en el mismo lugar que la de mayores recursos.

—¿Y considera que esto mismo puede ser aplicado a las universidades nacionales, que levantaron la voz en contra de estas ideas? —En mi opinión, sí. La idea conceptual es financiar a la demanda y no a la oferta. A nivel de universidades tenés una competencia absolutamente desleal. Querés poner una universidad, tenés que competir contra la estatal que ofrece el servicio entre comillas gratuita. Es decir, la pagamos todos. Si vos querés poner una universidad, es totalmente desleal. En cambio, si vos financiás a la persona que quiere estudiar, elige donde quiere. ¿Por qué te van a obligar lo que ellos quieren, te inducen y ponen en las currículas? El Ministerio adoctrina como ellos quieren y financian el adoctrinamiento. Eso está mal. Karl Marx decía que el Estado tiene que poner la plata para los edificios y pagar a los maestros, pero no tiene que decidir cómo educar. En esa época los que educaban era la burguesía y él quería cambiar el sistema. Nosotros tenemos que cambiar el sistema y el que nosotros proponemos es el de la Constitución Argentina, que es la libertad, el derecho a enseñar y aprender no lo que quiere el ministro, sino lo que los chicos y los padres quieren y les sirve, para que cuando ingresen al mundo de los adultos tengan las suficientes habilidades intelectuales e incluso emocional, de autoestima, que les permita tener éxito. Al gobierno lo que le conviene es adoctrinarlos para que los voten.

Pensamiento liberal

—¿Usted cree realmente que en el sistema educativo actual hay adoctrinamiento?

—Hay un fenomenal adoctrinamiento. No lo creo, lo sé. Lo sé porque he leído los libros de texto y he visto el sesgo que tienen. Es muy fácil detectarlo, buscando la palabra neoliberal. Un texto que tiene la palabra neoliberal tiene un sesgo antiliberal impresionante.

—En ese sentido debo reconocer que la Fundación no tiene problemas de hacer una defensa acérrima del liberalismo.

—Sí, por supuesto. Me sucede que cada vez que encuentro en un texto la palabra neoliberal encuentro una cantidad de falacias. Te dicen que en neoliberalismo es el Consenso de Washington. Pocos renglones más abajo te dicen que los neoliberales aumentan la deuda y crean el Fondo Monetario para dominar a los países. Eso es totalmente ridículo porque el primer punto del Consejo de Washington es tener superávit fiscal. Si tenés superávit fiscal, la deuda es cero. Si tenés deuda cero, jamás acudís al Fondo Monetario. Ahí te das cuenta que es una mentira. Sin embargo, esa mentira está en casi todos los libros de texto, de Editorial Santillana, Editorial Estrada, Editorial Aique. Esa línea de argumentación es un sesgo ideológico de izquierda con la que están adoctrinando a los chicos con la pedagogía del oprimido de (Paulo) Freire, un marxista brasileño que lo que busca es que los chicos se sientan oprimidos por el sistema capitalista. Los deprimen para que se les generen broncas. Es textual. Eso es adoctrinamiento en el peor sistema posible porque además genera una generación de chicos fracasados, deprimidos, enojados, que generan bronca para que después hagan lío y quieran romper el sistema. Eso es todo lo contrario a lo que tiene que hacer el sistema educativo.

—Ahora bien, detrás de cada contenido hay un punto de vista que lo construye y lo define para enseñar y aprender. ¿Cuál proponen ustedes para educar?

—La libertad, para que cada comunidad educativa decida cuáles son los contenidos. Y que haya también una participación de los alumnos en la decisión de los contenidos. Hay modelos en Estados Unidos donde los alumnos deciden si echan a los profesores. A fin de año votan qué profesores se quedan y cuáles se van; cuáles le son útiles y cuáles no. Por supuesto que a medida que crecen, tienen mayor injerencia. Y tienen injerencia incluso en decidir en qué gastar, es decir, un presupuesto participativo. Esas son las escuelas más democráticas que conozco. Hay muchos sistemas que son interesantes, como las Montessori, las Waldorf. Hay una cantidad de posibilidades interesantes para desplegar las distintas habilidades mentales. Me parece que hay que abrir la mente, mirar los diferentes sistemas, dar libertad y confiar en los padres. Confío mucho más en los padres que en los políticos.

Reforma integral

—¿Considera que estas propuestas son realmente posibles de aplicar en una Argentina que, antes de desigualdades educativas, tiene desigualdades sociales y alimentarias tan marcadas?

—En la Argentina, precisamente por todas esas desigualdades hay que tener una concepción completamente diferente del sistema educativo, que es integral y empieza con eliminar la desnutrición infantil. Todos estos gobiernos populistas han aumentado la desnutrición infantil. Lo que hay que hacer es copiar a Chile, donde el doctor (Fernando) Monckeberg eliminó la desnutrición infantil y se dio cuenta que si estás en la ventana desde el embarazo hasta los primeros dos años, tenés mil días en que se desarrolla el cerebro y es esencial, al igual que la estimulación temprana. Eso tiene que ser una política de Estado que deben adoptar todas las provincias. Es básico. Es tener chicos con cerebros con muchos cables, con muchas luces. Eso no se hace en la Argentina.

—En definitiva, vuelve al punto de que una reforma educativa exige un cambio integral más complejo, incluso cultural.

—Es que esto es parte de un esquema. Lo que está proponiendo Javier Milei es un Ministerio del Capital Humano, que es concentrarse en eso. De hecho, la mayor parte de la inversión es en los primeros cinco años de edad, porque a partir de ahí podés tener posibilidad de llegar bien a cualquier lado. Simplemente con llegar bien a los cinco años y tener acceso a Internet, podés tener acceso a los mejores maestros del mundo en cualquier tema, con un clic y a costo marginal cero. Tenés la posibilidad de tener acceso al conocimiento. Los maestros cambian en su rol. Ya no tienen que ser los dueños únicos del conocimiento. El conocimiento está en la red y el acceso es por Internet. Ahí, el rol de los maestros es el original, que viene de duccere, que es el de acompañar a la persona que se esté educando y cuidar sobre todo su inteligencia emocional, su autoestima. Es todo lo contrario a lo que hacen ahora. En vez de enseñarles a que se sientan mal, oprimidos y generarles bronca, hay que enseñarles a tener autocontrol, autoestima, desplegar sus habilidades y que lleguen al mundo de los adultos teniendo mentes brillantes y siendo niños felices.