El juego del “Martín Pescador” de un importador entrerriano atrapado en la frontera con Uruguay

23/08/2021

El despachante de aduanas Aquiles Arús viajó a Montevideo para buscar tres camiones hormigoneros europeos para dos empresas de la provincia. “Pasará, pasará…. Pero el último quedará”, una odisea surreralista. Gustavo Sánchez Romero

Esta crónica comienza a escribirse 21 minutos después de la hora 13 del día lunes 23 de agosto de 2021.

Imagen 1

Si los planetas finalmente se alinearon y las fuerzas del universo decidieron jugar a su favor, el despachante de aduanas que opera el 70 % del comercio exterior de Entre Ríos estará en este preciso momento surcando el Río de la Plata, sentado en un cómodo asiento del ferry que brinda el servicio Montevideo – Buenos Aires, con su camioneta descansando en la bodega de la embarcación.

El día es radiante y el sol ilumina la estela que el pesado buque blanco dibuja sobre las aguas que alguna vez deslumbraron a Juan de Garay y Hernando de Magallanes.

Imagen 2

Seguramente al mirar a la izquierda y escrutar el viejo faro de Colonia del Sacramento caerá en la cuenta que está dejando el “paísito” y en no muchos minutos el pesado bote amarrará en la dársena que Buquebús tiene en el puerto de Buenos Aires. Cuando esto ocurra, es probable que la suerte comience a cambiar para Aquiles Arús.

Este empresario, que salió la semana pasada junto a tres camioneros para regresar algunas pocas horas después con tres camiones hormigoneros para nacionalizarlos en Paraná y que casi 100 horas después, todavía garetea para salir de los laberintos de la burocracia, la desidia y los protocolos que impuso la pandemia.

Imagen 3

Sin embargo, todo indica que cuando enfile por calle Córdoba, tome el Bajo y avance con el norte puesto en la Panamericana, sus avatares continuarán una semana más, y lo que debió ser un simple proceso de su trabajo cotidiano de importar maquinaria de alta tecnología y costo para dos empresas entrerrianas deje ya de ser un suplicio que lo retuvo en Montevideo más de tres días; triste, solitario y final.

La historia.

Según él mismo relata con sorna e ironía a este cronista, los intrincados hechos comenzaron el viernes mismo de la semana pasada.

Luego de una serie de trasnochados y larguiruchos trámites que su profesión demanda para efectuar la materialización de las importaciones, la semana anterior estaba todo listo.

Como el propio “Grillo” –así lo apodan- lo cuenta sin prejuicios, él prefiere operar por el puerto de Montevideo para evitar riesgos, sorpresas y costos. Así lo hace desde muchos años y con las incorporaciones que hizo en su empresa recientemente puede traerlos y nacionalizarlos directamente en Paraná, en su flamante complejo donde tiene oficinas, galpones y se ha instalado una oficina de Aduana Argentina para hacerlo directamente desde la ciudad.

De este modo comenzó con todos los prolegómenos técnicos que implica un permiso de ingreso, para lo cual tuvo que presentar una carta a la Dirección de Migraciones uruguaya, realizar los trámites como empresa de comercio exterior, y solicitar el ingreso provisorio suyo y de los tres camioneros, que reingresarían con los tres camiones adquiridos en Europa para las empresas de Ludi y Bolzán, de la provincia.

Arús, viejo conocedor de este tipo de logística, presentó la documentación de trazabilidad del envío europeo y obtuvo el permiso uruguayo. A lo que debió agregar hisopados negativos de Covid 19 de los cuatro ciudadanos argentinos y subirlos al sitio web oficial de Migraciones del Uruguay.

“Yo pedí el permiso como un operador logístico de la operación, ya que no volvería manejando un camión. Mis partners uruguayos me ayudaron con los trámites, logramos la autorización y partimos llegando el viernes a la frontera. Cuando hicimos los trámites en Migraciones de Fray Bentos me dijeron que no estaban seguros que me dejen volver del lado argentino, pero no había nadie para consultar fehacientemente, así que cruzamos porque nos corría el tiempo para realizar la operación en Montevideo”, describe sin perder el buen humor. A pesar del evidente malestar que le genera toda la saga de infortunios, describió los hechos mientras caminaba este domingo, con la brisa fresca que llega desde mar en la Rambla más linda pegándole en la cara, junto a la playa de Pocitos.

Regreso frustrado.

Una vez retirados los camiones, con las verificaciones técnicas exigidas, el trámite de la autorización del Ministerio de Transporte, de Tránsito de Aduana y todo lo demás que su oficina ha realizado decenas de veces, tiempo atrás, los cuatro vehículos estaban listos para emprender el regreso.

Con la operatoria aceitada y el apoyo de los socios, los camioneros salieron temprano en la mañana del sábado de regreso a Paraná, cada uno en su flamante unidad, en tanto que el despachante de aduanas encabezaba la delegación en su propia camioneta.

Al llegar a la frontera de regreso, en Gualeguaychú, las autoridades obligaron a realizarse un hisopado nuevo, por lo que debieron regresar a Fray Bentos y asistir al laboratorio Línea –uno de los más prestigiosos del país, según relata- con un oneroso costo de 100 dólares cada uno. Es decir que debió desembolsar la friolera de 72 mil pesos por los cuatro hisopados para poder tomar el Puente Libertador General San Martín.

“Al regresar a la frontera los camiones pudieron cruzar pero a mí no me dejaron. Me bloquearon. Los tres cruces están internacionales de Entre Ríos están cerrados y me explicaron recién ahí que mi camioneta debía tener un permiso oficial de Transporte internacional y que se trata de una reglamentación impuesta por el Estado argentino para cualquier vehículo nacional de tráfico de público. Me dijeron que mi camioneta no está homologada y que no hay tu tía”, narró el empresario con un desánimo más que evidente.

Allí comprendió que un ciudadano argentino atrapado en la frontera con un vehículo sólo puede regresar por el Buquebús, que sale de Montevideo y cuyo primer viaje está previsto para el lunes (es decir ahora) a las 12.

Por lo que sobre el mediodía del sábado decidió regresar a Montevideo y alojarse en un hotel dos noches, con sus días, y asumir el costo que ello implica.

Cuando este cronista le pregunta acerca de su humor en general toma la precaución de no permitirse improperios, y haciendo equilibrio con las palabras para no caer en la tentación, describió su estado con la mayor elegancia posible.

“No me jode tanto la plata porque 500 mil pesos más o menos no hacen a un negocio importante y está previsto un imponderable. Tampoco me molesta quedarme en Montevideo porque es una ciudad linda, aunque estar solo es un poco aburrido. Sabés lo que me molesta, lo que me pone muy mal es cómo hacemos las cosas en nuestro país. ¿A qué no sabés dónde le pidieron los tres hisopados a los tres camioneros que cruzaron la frontera y ya están en la Argentina?: en ningún lado: ni Gendarmería, ni Migraciones, ni Aduana. Perdés tiempo y dinero y nadie te pide el análisis que te obligan a hacer.  Realmente una joda. 100 dólares cada uno y nadie se los pidió”, puntualiza ofuscado.

En destino.

Ya en su hotel, y armado de paciencia, llamó a la empresa fluvial, brindó los datos de su tarjeta de crédito y abonó los 60 mil pesos que implica el viaje de regreso. Pero no es sólo eso.

El Estado argentino obliga a quienes viajen por Buquebús a realizarse un nuevo hisopado –el realizado en Fray Bentos no le sirve- que debe hacerse en las oficinas de la empresa en el puerto uruguayo y para lo cual tendrá que, muy amablemente, desembolsar otros 100 dólares –cabeza grande- constantes y sonantes.

-Ojalá hubiese tenido la precisión y seguridad en la información que tuve de la burocracia para poder volver con la cantidad de barreras y restricciones que tuve. En la frontera sólo había funcionarios uruguayos y los argentinos brillaban por su ausencia- recuerda este hombre, en este momento, moviendo sus manos sobre los costados de su cuerpo en un claro ademán de sacarse la mufa.

Han pasado casi 40 minutos que esta crónica comenzó a desovillarse y ya no hay mucho más en el carretel. Sólo la piedad por este profesional de las importaciones y exportaciones –nada menos- que debió vivir una odisea que lo retuvo más de 72 horas en un país limítrofe.

Ahora, cuando llegue, su esposa le dará la noticia que quizá no ponderó y elevará su nivel de ira a niveles escandalosos, sin saber bien uno cómo puede materializarse su reacción. Por tanto recomendamos a su equipo que lo inmovilice cuando llegue a Paraná, en un puñado de horas.

Es que se enterará, meridiana y crudamente, que el protocolo lo obliga a una semana de cuarentena sin poder salir de su casa, por haber regresado en un barco y no tener la homologación oficial, cosa que sus camioneros no debieron anteponer para seguir sus vidas normalmente.

Así es la vida. El Martín Pescador capturó al pobre grillo.

Es probable que ahora usted, estimado lector, esté sonriendo con un leve movimiento en la comisura de los labios. Pero es triste.