ENFOQUE PORTADA

El FMI, la inflación y la dolarización de la economía

Por Ubaldo Roberto Domingo – CPN – Asesor económico, financiero y Pymes locales – Especialista en Sindicatura Concursal ///

Luego que Argentina lograra cerrar un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) -se trata de un Servicio de Facilidades extendidas (EFF)- el cual reemplaza el acuerdo original logrado durante la administración Macri que era de imposible cumplimiento ya que este año solamente se debía hacer frente a pagos por 18.912 millones de dólares los cuales no tenemos, la mayoría de los argentinos se preguntan ¿Y ahora que debemos esperar?

Refinanciar la pesada deuda resultaba indispensable, el problema ahora es lo que viene pegado a este nuevo acuerdo, es decir la letra chica.

Para enunciarlo muy sintéticamente, el Caballo de Troya tiene cinco puntos importantes para recordar:

1)        Tasas de interés positivas (es decir que el interés que pagan los bancos por depósitos superen la tasa de inflación) y esto trae como consecuencia el encarecimiento del crédito. 

2)        Devaluación: esto es la caída del valor de nuestra moneda con respecto a las demás en base a un calendario más o menos pactado (con la consecuencia inmediata del aumento de todos los precios internos por efecto de que lo importado es más caro o lo que es lo mismo debemos poner más pesos para comprar lo mismo).

3)        Menos subsidios energéticos: implica que el gobierno aporta menos recursos a las empresas generadoras y proveedoras de energía (electricidad y gas) lo cual redunda en el encarecimiento de las tarifas.

4)        Menor emisión monetaria y disminución del déficit: significa que el Banco Central (BCRA), se compromete a emitir menos dinero para financiar los gastos del tesoro. Si en 2021 esto significo el 3% del PBI, el compromiso en 2022: 2.5% del PBI, 2023: 1.9% del PBI y en 2024: 0.9% del PBI.

5)        Control y disminución de la inflación: los actuales índices inflacionarios son incompatibles con cualquier proyecto.

Déficit.

Deseo hacer énfasis en el punto tercero, que a mi manera de ver el problema, representa el punto medular, en 2021 los subsidios costaron 10.900 millones de dólares, o lo que es lo mismo 2.5% del PBI, y para tener una idea más terrenal del asunto, por cada peso destinado a salud se destinó 5.7$ a subsidiar la energía.

Estos son los fondos que pretende el FMI, apropiarse de estos 10.900 millones de dólares y asegurarse el cobro de su crédito. Por supuesto que si este caudal de dinero no lo aporta el Estado a las empresas, lo tienen que pagar los usuarios, entonces llamando a las cosas por su nombre representa un alevoso “tarifazo”.

Las mediciones indican que si los subsidios energéticos desaparecieran habría que cuadruplicar el precio de las tarifas.

Es por este motivo, que el gobierno viene cumpliendo lastimosamente los primeros tres puntos, pero no podrá cumplir con los dos últimos. Lo cual teniendo presente que el FMI hará trimestralmente severas y minuciosas auditorias, no le quedara al país otro camino que en el corto o mediano plazo replantear este acuerdo.

¿Cuál es la razón por la que afirmo que los punto 4 y 5 no podrán cumplirse?

Porque esta es un administración que ha recurrido permanentemente al déficit y la emisión monetaria para financiarse. Que permanentemente indexa la economía, y que por lo tanto nunca dejara de emitir ni vencerá a la inflación.

Y es en este tema donde, a raíz de un nuevo intento del monetarismo de vendernos a todos una nueva ilusión, como es la dolarización de la economía, como única herramienta válida para vencer un proceso inflacionario que parece invencible.

Concepto.

La inflación, es un fenómeno que desquicia toda la economía, perjudica con toda su fuerza a los sectores de ingresos fijos, alienta la especulación financiera y la desinversión.

Los sectores monetaristas no admiten los problemas de fondo que causan la inflación, y esto se debe a su incomprensión de la verdadera naturaleza de la moneda.

Nunca aceptaron que en la raíz de los fenómenos monetarios están los productivos, y Argentina lamentablemente tiene profundos vicios productivos. Es decir, el edificio productivo es el dañado y defectuoso, por lo que no podemos pretender tener una moneda confiable.

Nuestra moneda, hace décadas no es referencia de valor, medio de ahorro y hasta han cercenado su capacidad como medio de pago. Recordemos solamente que si deseo pagar algunos impuestos en efectivo no puedo hacerlo, por ejemplo: saldos de IVA.

El aumento, entonces de la producción exige una mayor cantidad de moneda en circulación, porque se necesitaran mayor cantidad de medios de crédito y pago. De esta realidad es bastante sencillo deducir entonces que los fenómenos monetarios se corresponden con fenómenos productivos y no al revés.

Sin embargo, existe por parte de nuestros académicos un verdadero fetichismo por la moneda, pretendiendo que tiene un comportamiento independiente de los fenómenos productivos, por eso la falsa afirmación de que la inflación es “siempre y en todo lugar un fenómeno monetario”.

La inflación en Argentina tiene entonces fuentes o causas principales y otras secundarias, la principal es su condición de subdesarrollo, como productor y exportador de materias primas e importador de productos industrializados con alto valor agregado.

La secundarias son el déficit y la succión de recursos por parte de un Estado hipertrofiado con gastos improductivos que permanentemente absorbe dinero vía presión impositiva y cuando no le alcanza recurre a la conocida vía del endeudamiento o la emisión monetaria, las tres vías-aumento de impuesto, endeudamiento o emisión monetaria son igualmente gravosas.

La dolarización.

Un camino propuesto para intentar detener el proceso inflacionario es el de la dolarización de nuestra economía. Esto significa, adoptar y reemplazar con la divisa norteamericana a la moneda nacional en todas sus funciones, como medio de pago, ahorro y valor.

Una medida propuesta por quienes creen que la inflación es un problema solamente monetario.

Menciono una primera contradicción, EEUU tuvo los últimos meses, una inflación cercana al 7%, anual, la más alta de los últimos 30 años, con lo cual no implica el proceso de adoptar el dólar como moneda nacional, una inflación igual a cero.

Los cálculos estimados cambiarios que implicaría hoy el proceso dolarizador llevaría al tipo de cambio en algo más de 200 pesos por dólar.

Además, adoptar ese camino implica renunciar para siempre a tener una política monetaria independiente, con lo que esto implica para la soberanía económica del país.

La dolarización de la economía implicaría además una violenta caída del salario real de los trabajadores por efecto de la devaluación del tipo de cambio, por valor del dólar oficial (106 contra el libre 200), efecto que sería desbastador para el mercado interno.

La razón de que todos los argentinos estemos permanentemente agobiados y castigados por el aumento en los precios no quiere decir que adoptemos como moneda de curso legal un billete foráneo.

 La dolarización representaría un nuevo industricidio como lo fue la convertibilidad, un túnel al desempleo, hacia la pobreza y la marginalidad.

La inflación es insisto, la fiebre que acompaña al cuerpo enfermo, el cual padece una enfermedad más grave, se llama subdesarrollo y es sistemáticamente ignorada o disimulada por nuestra clase dirigente, que se niega a debatir el problema como si de esa forma tendiera a desaparecer.