Por Julio Panceri: Contador Público Nacional – Docente Universitario – Analista Económico.
A esta altura del siglo XXI, viendo cómo se mueve el mundo, de qué manera evoluciona el comercio internacional (podemos decir que desde los años 60 en adelante ha tenido un desarrollo vertiginoso), las mutaciones que está sufriendo el multilateralismo en función de nuevos acuerdos comerciales y geopolíticos, sería de necios no reconocer que nuestro país debe poner énfasis en salir al mundo con sus productos (más allá de los famosos caballitos de batalla como son la soja, maíz, etc) y ampliar su visión de mediano y largo plazo.
Si damos una mirada rápida a lo que está pasando por fuera de nuestra frontera, nos encontramos con China que comenzó un proceso de apertura en su planificación económica, en 2015 cerró su XII plan quinquenal que se basó en consolidarse como potencia mundial. En el año 2016 puso en marcha el XIII plan quinquenal que tiene como objetivos fortalecer el consumo interno, la inversión y el posicionamiento del país en el exterior, financiando sectores estratégicos de la economía mundial (como el sector energético).
En materia financiera el avance chino ha sido notable y más aún desde la conformación del Banco Asiático de Inversión e Infraestructura (AIIB), una especie de Banco Mundial de oriente, con estos avances la región Asia –Pacífico ha comenzado a ocupar la atención en el nuevo esquema financiero mundial y es el eje hacia donde tiende (por lo menos es lo que aparenta) a girar el multilateralismo en el siglo XXI. Esto ha hecho que China ingrese, a este nuevo contexto, como uno de los líderes del nuevo multilateralismo internacional, en lo que han denominado “Globalización Incluyente”. Para llevar adelante este proceso, el gobierno chino ha propuesto uno de los programas de inversión global más ambicioso de la historia (superior al plan Marshall) al que han denominado “Ruta de la Seda” conocido también como programa OBOR (One belt, one road – Un cinturón una ruta), que consiste en una red internacional (comercial y financiera) que conecte Asia, Europa y África, con la idea de unir más de 60 países (que representan el 70% de la población mundial y más del 50% del PBI global) a través de obras e infraestructura (rutas, puertos y ferrocarriles) y acceso a fuentes de financiamiento.
Por otro lado la Comunidad Europea, con sus vaivenes políticos, el jueves pasado al finalizar la 12° Cumbre Euro Asiática, bajo el lema “Socios mundiales para hacer frente a desafíos mundiales” dio fuertes vestigios de apostar a una conectividad sostenible con los gigantes asiáticos, reforzando las relaciones bilaterales. Esto sin descuidar su relación con Estados Unidos, que más allá de su “América first” sigue siendo un gigante y líder mundial que está renegociando el Tratado de Libre comercio de América del Norte (siglas en inglés NAFTA) con sus socios de México y Canadá, sin olvidarse de sus relaciones con Asia.
Por otro lado, nosotros seguimos transitando dentro de un esquema cortoplacista con un devaluado Mercosur y a la espera de lo que acontezca con la definición de las elecciones presidenciales en Brasil. Nuestro gran desafío, sigue siendo diversificar nuestra producción exportable (complementar y revertir el esquema de exportación de commodities), aumentar los volúmenes de ventas al exterior. Lo cierto es que tenemos que comenzar a exportar servicios y bienes que generen valor agregado en el país y poder importar ahorro (en forma de inversión).
Entonces… ya conocemos el diagnóstico y de una vez por todas debemos tomar la decisión de que algo tenemos que hacer, este letargo nos hace mucho daño. En una economía nacional sedienta de divisas genuinas y con una macroeconomía desacoplada, el gobierno ha decidido considerar a las exportaciones como “política de estado”, apostando a que la exportación sea el eje de la política productiva (sin descuidar el mercado interno) y para ello presentó el pasado 11 de Octubre el plan “Argentina Exporta”
El plan presentado, en resumen se basa en estas premisas:
- Triplicar las exportaciones hacia el año 2030
- Pasar de 9.600 a 40.000 pymes exportadoras
- Llegar al 50% del mercado global con productos argentinos
Aunque más allá de los deseos, sabemos que el tema no es sencillo de implementar y por ello el Secretario de Producción de la Nación Dante Sica en la presentación del plan “Argentina Exporta” fue realista y dijo: “ para lograr el escenario de incremento de las exportaciones, aunque nos cueste y nos duela ahora tenemos que estabilizar la macroeconomía”.. Pero Argentina en las últimas décadas se ha convertido en un país que no es ni productivo ni competitivo, él mismo Dante Sica (este fin de semana) en el coloquio de Ideas advirtió que “Argentina tiene el mismo nivel de productividad que en los años 50”. Pero esto no se soluciona solo con slogans, sino con un cambio cultural en la cual los argentinos podamos desarrollar una nueva ecuación Producción – Consumo – Innovación Tecnológica y donde la relación público – privado comience a transitar otro tipo de contexto.
La realidad nos muestra que en 2015 tuvimos un déficit comercial de U$S 2.969 millones, en 2016 un superávit de U$S 1.969, 2017 un déficit de U$S 8.471 millones y en los 8 primeros meses de 2018 arrastramos un déficit de U$S 6.993 millones. La consecuencia de esta realidad, nos ha obligado a incurrir en una receta histórica de financiamiento de nuestra economía basada en endeudamiento y emisión.
El plan “Argentina Exporta” fue presentado (todavía falta la implementación), lo positivo es que sabemos cuál es la meta a cumplir, lo negativo (siempre lo hay) es la incertidumbre de saber si podemos cumplir con lo que planificamos. Es así, que en materia de producción y conexión con el mundo, vamos recorriendo un sendero entre la realidad, los deseos y nuestras necesidades.