ENFOQUE

Apostando al cero (déficit y emisión)

Por Julio Panceri: Contador Público Nacional – Docente Universitario – Analista Económico.

Alguna vez le escuche decir al escritor y periodista Martín Caparrós que la Argentina es un “país calesita”. Y esta idea me volvió a la cabeza cuando veo que seguimos hablando de los mismos problemas que hace 50 años; parece que caemos en la misma trampa una y otra vez. Aunque con distintos matices seguimos repitiendo el esquema de alto déficit fiscal, emisión monetaria, atraso cambiario, inflación, devaluación, recesión y restricción externa. 

Pero esta vez puede ser distinto, el camino es largo y no hay que perder las esperanzas. El Ejecutivo nacional (ante los efectos de la crisis cambiaria) salió a aplicar un esquema de contención monetaria para, de esa manera, lograr estabilizar la macroeconomía nacional. Por un lado el Ministerio de Hacienda, con el objetivo de controlar los gastos del Estado, impuso la idea de déficit fiscal (primario) cero y por otra parte el Banco Central, con las fuerzas concentradas en bajar la inflación, avanza con la consigna de emisión monetaria cero.

El Ejecutivo nacional avanzó en un adelantamiento de la eliminación del déficit fiscal primario para el año próximo, que originalmente estaba previsto en 2020. Las metas a alcanzar son la de llegar a un déficit primario del 2,7% del PBI en 2018, déficit primario cero en 2019 y un superávit fiscal primario del 1% del PBI para 2020. Un gran avance en el logro de esta metas ha sido la aprobación del presupuesto 2019 en el Congreso, que se pudo alcanzar después de largas negociaciones en la que los gobernadores fueron las estrellas de ese proceso y dónde debemos ser sinceros y reconocer que la mayor parte del ajuste recayó en el sector privado (la historia se sigue repitiendo) vía retenciones a exportaciones y replanteos a lo establecido en el Consenso Fiscal firmado a finales del 2017.

Pero más allá de la necesidad de tener un Estado con cuentas equilibradas para evitar los ya conocidos e históricos desajustes fiscales, que luego desembocan en emisión y endeudamiento, alcanzar este objetivo también es condición para cumplir el nuevo acuerdo con el FMI que le permite al Estado Nacional conseguir los fondos para cubrir sus necesidades de financiamiento en 2018 y gran parte del 2019.

Por otro lado, la lucha contra la inflación, madre de todas las batallas, también continúa desde el Banco Central que ha abandonado su política de “metas de inflación” y, con una nueva conducción a partir del 1° de octubre, ha establecido un sistema de control de los agregados económicos (base monetaria). Para ello se ha comprometido a no aumentar el nivel de la base monetaria respecto del promedio mensual de septiembre de 2018 hasta junio del 2019. Esto implica frenar la emisión utilizando como principal herramienta la tasa de interés por medio de las Leliq (Letras de liquidez – son pasivos del Banco Central), que se implementan a través de operaciones diarias con los bancos.

El informe del Banco Central dice “El Banco Central implementa un nuevo esquema de política monetaria que le permita bajar la inflación y recuperar un ancla nominal para la economía…”. Con respecto al tipo de cambio y luego de una dura devaluación, el Banco Central estableció un sistema de bandas de flotación bastante amplia para controlar las fluctuaciones desmedidas que pueda tener el dólar en el mercado financiero local.

Pero…(siempre los hay), las apuestas generan riesgos y por lo menos en el corto plazo este plan de reducción del déficit fiscal y de baja de la inflación genera algún tipo de incertidumbre. Del lado de los gastos del gobierno, las preguntas apuntan a conocer si frente a un año electoral y ante el reclamo de distintos sectores se podrá mantener “mano dura” con las erogaciones (esto incluye también a provincias y municipios). Por el lado de los ingresos, la incógnita está en saber si la recaudación tributaria mantendrá los niveles actuales o si los efectos de la baja del nivel de actividad será un inconveniente, que también alcanza a las exportaciones.

Desde el frente monetario y con el objetivo puesto en bajar la inflación, después de dos meses de indicadores altos (septiembre y octubre), las expectativas se centran en conocer si las tasas de interés (por encima del 60% anual) comienzan a disminuir, ya que se estima que la inflación de noviembre y diciembre tiende a la baja. Por ahora, el “torniquete monetario” aplicado por el Banco Central ha contenido las fluctuaciones del tipo de cambio a costa de altas tasas de interés que complican el financiamiento de los sectores productivos, contraen el consumo y retraen las ideas de generar nuevas inversiones.

Obviamente que poner a andar una economía que no crece desde el 2011 (2012 en adelante crecimiento tipo serrucho – altas y bajas), donde el PBI per cápita disminuye y el déficit fiscal crece constantemente, es muy difícil. Se necesita volver a generar “confianza” y estas no son cosas que se logran en el corto plazo, pero convengamos que en algún momento debemos comenzar a dar señales de que somos un país en serio. Por ahora la apuesta al déficit fiscal primario y la emisión monetaria cero es un gran desafío. Del grado de madurez que tengamos dependerá el éxito que obtendremos, de otra manera continuaremos siendo el “país calesita” al que aludía Caparrós.

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