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Urbanismo en pospandemia: sin piloto automático, habrá que “construir los mapas de lo que viene”

Para Marcelo Satulovsky, la pandemia quebró el modo de vivir en la ciudad. Ahora, la pregunta es cómo gestionar la “nueva normalidad”. Nahuel Amore

La pandemia por el coronavirus pegó de lleno en el corazón mismo de las prácticas cotidianas de todo el mundo, tan arraigadas como cristalizadas en los modos de vivir. La salud, la economía, las finanzas, el ambiente y la sociedad entraron en crisis en pocos meses, ante la necesidad dispuesta por los gobiernos de controlar los contagios y evitar así un colapso sanitario. De la misma manera, el urbanismo se puso en jaque y las condiciones de habitabilidad quedaron en evidencia, fundamentalmente en aquellos sectores que tienen déficits de viviendas no sólo en términos de carencia del espacio físico, sino también de todos los servicios que hacen al bienestar.

Ante este complejo contexto y los problemas que se comienzan a visualizar de cara a la llamada pospandemia, los distintos sectores avanzan poco a poco en repensar cómo seguir y reactivarse, algunos con más o menos cambios respecto de lo pasado. Del abanico de abordajes, el desarrollo urbano renace como condición necesaria de posibilidad si la intención es encarar la etapa que viene desde una perspectiva de mayor inclusión y condiciones de hábitat. De lo contrario, todo el devenir o búsqueda de rebote y crecimiento que no contemple este aspecto podría ser considerado una muestra más de que prácticamente nada ha cambiado.

Según Marcelo Satulovsky, consultor, docente e investigador en desarrollo urbano oriundo de Paraná, la pandemia provocó un quiebre del “piloto automático” en el que todos estábamos viviendo y provocó un doble juego, de aceleración de los procesos de transformación y, al mismo tiempo, de pausa respecto del modo de vida. Desde esta perspectiva, en diálogo con DOS FLORINES, propuso llenar de contenido la tan trillada “nueva normalidad”, no sólo para gestionar en la coyuntura las urgencias en la materia, sino también para planificar simultáneamente el mediano y largo plazo de las ciudades. “Tenemos que construir los mapas de lo que viene”, subrayó.

Planificación

Tras pasar más de cuatro meses de cuarentena con distintas modalidades, el gobierno de Alberto Fernández comenzó a plantear la agenda de la pospandemia a través de distintas medidas económicas que posibiliten un rebote inmediato de las actividades que generan valor y empleo. Por ello, una de las prioridades que trazó fue el impulso de construcción, por la dinámica propia de una industria que mueve a miles de personas y distintos sectores con incidencia directa e indirecta.

Independientemente del real alcance que puedan tener estas políticas de obra pública, en medio de una fuerte recesión que, por momentos, se sumergió en una depresión económica y financiera, las líneas de acción permitirán cierto nivel de reactivación y movimiento, ante todo cuando el contraste es un fuerte parate. Desde esta perspectiva, uno de los interrogantes que surgen es de qué modo se podrán encarar estos programas, como el Procrear, sin que ello implique un crecimiento desordenado y que postergue futuros conflictos.

En este sentido, DOS FLORINES consultó a Satulovsky sobre la planificación que exigen las ciudades, atendiendo no sólo a dar respuestas inmediatas a los problemas de ayer, sino también a prever determinadas condiciones de habitabilidad que sean sustentables en el tiempo. Para ello, se explayó sobre las luces y sombras que giran en torno al rol de los municipios en la gestión de las tierras, pero a su vez, interpeló a los distintos actores que pueden tener incidencia en la toma de decisiones, desde distintas miradas que enriquezcan el debate y permitan evitar nuevos dolores de cabeza.

—Procrear reabre el juego a los arquitectos y urbanistas para realizar sus aportes. ¿Qué análisis hace sobre este nuevo programa en términos de la necesaria planificación?
—Si no planificaste antes, ahora estás jugado a ver qué sale. La planificación es de mediano y largo plazo y depende de cada municipio qué es lo que hayan gestionado anteriormente en términos de desarrollo urbanístico para ver las áreas. Algunos de los programas incluidos en este Procrear hablan específicamente de que se otorgarán créditos para construcción de viviendas nuevas, para lote propio, para el que ya tenía comprado y así evitar como la vez anterior todo el movimiento de precios del suelo. ¿Dónde están esos lotes? Evidentemente, están donde se venían haciendo loteos y donde la ciudad venía creciendo, en algunos casos con mayor planificación y, en otros, no. Respecto de los complejos urbanísticos, los planes indican que van realizarse sobre tierras de Procrear, por lo cual habrá que ver dónde están. Pesa mucho qué es lo que viene haciendo cada ciudad en los últimos en términos de planificación, sea para bien o para mal. Si tenías planificado u ordenado, el resultado puede ser bueno o no. En este sentido, creo que va a ser uno de los puntos a mirar en el Procrear en términos de impacto, aunque el mayor volumen está en las viviendas propias. Es decir, en un balance general, me parece interesante el plan, puede llegar a tener un efecto valioso, aunque me deja dudas el hecho de que haya 30 mil viviendas desde lo público y sólo 4.000 desde los privados. Se podría direccionar el capital privado con fuerte acción por parte de los municipios, sobre todo qué, cuánto, dónde y cómo, para movilizar la acción conjunta público privada e instituciones intermedias, para no depender tanto de un Estado que está atendiendo también la emergencia sanitaria.

—En este contexto de emergencias y de mirada de corto plazo, ¿cómo se puede repensar la planificación y tener nuevamente una perspectiva de mediano y largo plazo?
—Depende mucho de la claridad conceptual de los que nos toca operar. No obstante, esa es una mirada individual, que está liberada a lo que cada uno considere las buenas prácticas o conceptos interesantes. Pero por otro lado hay otras líneas que sí podemos poner en juego. Por una parte, una clara conceptualización de qué, cómo y para qué vamos a estar operando como profesionales. En paralelo, hay que entender que cada vez más, hablando de urbanismo, somos en red, por lo cual debemos activar las redes. Por más que sea para la emergencia, debemos construir capital social con otros actores, con las instituciones intermedias e incluso entre nosotros para gestionar la coyuntura, en lo posible para trabajar con criterios de corto, mediano y largo plazo. Hoy está dado un juego que es inédito de alguna manera, porque hay mucho espacio para la transformación positiva de las ciudades.

—¿Desde qué sentido cree que se da esta transformación de las ciudades en pandemia?
—Veníamos viviendo como en piloto automático y esto nos llevó a un doble juego: hacia una aceleración tremenda de procesos que venían en marcha, pero simultáneamente a la pausa. Ese doble juego quebró el piloto automático que vivíamos y operando en la ciudad. Si la respuesta se la damos en red, el rol de las instituciones intermedias acá es central, sean colegios, asociaciones y la universidad. Me encantaría que fueran mesas público-privadas y sectoriales, es decir, las tres patas, para que no se caiga la mesa. Si conformás mesas de trabajo entre los tres sectores, se puede perfectamente gestionar la coyuntura, a la par de construir una mirada estratégica de mediano y largo plazo.

—¿Por qué las instituciones en su mayoría no tienen voz ni voto en la toma de decisiones de las ciudades?
—Me parece que hay un doble déficit. Por un lado, de no convocarlas, pero por otro lado, son las instituciones las que tienen la capacidad de ser las convocantes. Un rol más proactivo de las instituciones intermedias perfectamente permitiría conformar esas mesas con participación del sector público y privado. Somos en red, las respuestas son con todos y entre todos.

Profesionales

La pandemia puso en crisis a los profesionales, muchos de los cuales debieron readaptarse a la sombra de la cuarentena, fundamentalmente por las restricciones de acercamiento e incluso de actividades que en una primera etapa se cerraron de modo rígido. En el mismo sentido, el impacto en otros sectores productivos y de servicios limitó la capacidad de realización de estos actores, como puede ser el caso de los arquitectos y urbanistas, que debieron buscar alternativas para realizarse en tiempos de caída y paralización de las inversiones en la construcción y de desarrollos urbanísticos. Quizá el tiempo de volver al ruedo sea en esta nueva etapa, de rebote de muchos rubros de la economía real, más aún cuando permanece el desaliento a las inversiones financieras.

—¿Qué sostuvo el trabajo de los arquitectos y especialistas en desarrollo urbano durante esta etapa de confinamiento?
—Hay de todo. Están quienes están detenidos porque tenían obras en marcha y depende de cada localidad las autorizaciones para retomar los trabajos. Hay muchos haciendo trabajos muy chicos, como remodelaciones en viviendas, sin ser obras nuevas. Hay otros tantos trabajando en nuevos proyectos. La devaluación y el salto del dólar hizo que los costos de la construcción bajaran a niveles históricos, pero eso es mirar la foto y no la película, ya que no hacés la obra con los costos de hoy, sino la paridad dólar que tendrás dentro de tres años. De todos modos, eso movilizó bastante a inversiones pisando tierra y poniendo en marcha proyectos para impulsar una vez que se pueda retomar la actividad. Hay otros que están esperando porque los agarró en estado de obra a medio hacer. Y hay otros que estamos absolutamente activos, no en las localidades cerradas, pero sí respecto de otros puntos del país, proyectando y operando en territorio, con buenos resultados. Eso depende mucho del tipo de proyecto, de producto, de respuesta habitacional que estás construyendo. Está más parado en la parte de departamentos y está más activo en lotes. Desde lo operativo también todo el mundo está activo en redes, buscando repensar juntos, entre comillas, porque veo multitud de pequeños grupitos y eso cuesta tejer la red de redes para consolidar miradas compartidas con cierta masa crítica.

—¿Hacia dónde apunta la transformación de la profesión y cómo jugó esta pandemia?
—Hay mucho foco en la incorporación de tecnología, pero en las etapas de gestión, con la incorporación de programas que permiten desde el diseño hasta la obra, de una manera más ágil y ordenada. De todos modos, no veo suficiente en algunos otros aspectos críticos como los procesos constructivos, desarrollo de materiales o la incorporación de otras tecnologías que permitan avanzar en soluciones de calidad, masivas, accesibles económicamente y sustentables ambientalmente.

Pospandemia

Los interrogantes por lo que se viene, o en todo caso por los escenarios que ya empiezan a configurarse, se saldan mayormente en la necesidad de aceptar los procesos de reconversión en todas las áreas, sean empresariales, estatales o institucionales. De todos modos, depende de cada sector trazar, con mayor o menor consenso, cuáles serán los desafíos y prioridades que atenderán en el futuro inmediato. Estas mismas preguntas atraviesan a los arquitectos, a las que Satulovsky no esquiva reflexionar.

—En este contexto de readaptación, cambios acelerados y mutación de los conceptos de habitabilidad que condujo el coronavirus, ¿cuáles son los desafíos pendientes para la etapa de pospandemia?
—Todo esto está cambiando las formas del habitar la vivienda y la ciudad, individual y colectiva. Eso implica construir respuestas a las problemáticas que teníamos de antes; por un lado hacernos cargos de esos pendientes como la planificación estratégica para hacer mejor ciudad e inclusiva, de construir urbanidad y desarrollo; y en lo particular dar respuestas a 3.500.000 viviendas de déficit que seguimos teniendo, más todos los que vienen en los próximos años. Está claro que los modelos de gestión, como los modelos de producción, los económicos financieros o la articulación de las cadenas de valor como las veníamos haciendo, no bastan evidentemente. No tendríamos que cambiar las respuestas que estamos dando porque eso apenas mejoraría un poco la situación, sino cambiar las preguntas. Las preguntas orientan más hacia la construcción de una nueva urbanidad para el siglo XXI, que sea inclusiva, genuina y sostenible. Esto, bajado a la práctica, implica abordar la problemática no de manera fragmentada como se hizo históricamente, sino de manera sistémica, integral. Se busca dar respuesta en términos de suelo, en términos de algún plan de cuotas, con algún ensayo en nuevos materiales, pero cada uno está jugando por separado. Necesitamos construir respuestas sistémicas, para abordar el problema desde todos los ángulos, de manera simultánea y articulada.

—La fragmentación es, una vez más, otra limitante, en este caso del desarrollo urbano.
—Hemos hablado de fragmentaciones en términos de sectores, en términos de abordajes, en términos de concebir lo abierto y cerrado, de la alta densidad y la ruralidad, de lo local o lo global, y la clave está en operar las interfaces, en construir miradas sistémicas. Una clave para la nueva normalidad, cuyo término ya no me gusta porque se lo fue vaciando de contenido, es trabajar los espacios intermedios que nos permitan reconstruir redes, que permitan entender que la construcción de ciudad es colectiva. Hay que reconstruir capital social y desde ahí construir respuestas que no sabemos cuáles son. Del mismo modo que las startup, la dinámica debe ser probar y aprender rápido, ver, medir, corregir rápido y reinventar. ¿Quién es el actor que debería llevar adelante esto? Esas mesas de trabajo conjunto intersectoriales, no sólo en el plano de nuestras disciplinas. Hay que quebrar las burbujas, trabajar de manera conjunta con economistas urbanos, con sociólogos urbanos, con la parte legal, con los políticos, con las universidades.

—Suena bien, ahora, ¿qué tal posible cree de concretar esto en nuestro país?
—Depende de cada uno de nosotros. Por mi parte, yo juego en redes y soy tejedor de redes. Yo juego en coworking, en comunidades, integro un colectivo de profesionales de los más diversos puntos de la cadena de valor y donde a la vez el esfuerzo es pensar en términos de diseño de futuros y construir las redes para hacerlas reales. Integro la mesa productiva de la Federación de Comercio e Industria de la Ciudad de Buenos Aires. Estamos con Aduver (Asociación de Desarrolladores Urbanos de Viviendas de Entre Ríos) en Paraná con espacios colaborativos, en conjunto con otras áreas. En otros casos son las universidades, en otros casos son los municipios. Pero siendo realistas, veo demasiada dispersión. Es como que no tomamos total dimensión de que el desafío está ahí adelante. Hay demasiadas cosas demasiado importantes que ya no pueden esperar, para las cuales no hay una segunda oportunidad. La urbanización crece exponencialmente acelerada, sin una mirada estratégica; pero junto con ella el deterioro ambiental, la brecha social, la transformación digital que va cambiando las reglas de juego en todas las áreas. Ya estamos en una nueva normalidad, donde es claro lo real virtual ya no existe. Hay una realidad que es dual, pero es una. Eso nos puso en términos de la idea de normalidad digital, otros hablan de lo “figital” –por la mezcla de lo físico y digital-, otros hablan de lo “humanoffon” –humano off on, en simultáneo-. Como somos comunidad, yo me pregunto dónde están los espacios de lo “urbanoffon”. ¿Dónde está esa nueva ciudad que incorpora lo digital como parte de la vida cotidiana? Desde ahí, ¿cuáles son los espacios de la vivienda, pero también cuáles son los espacios de ciudad que responden a esa nueva realidad? Creo que es un tiempo dramático para muchísima gente que le pega de cerca, pero por otro lado hay una simultaneidad de pausa e hiperaceleración que es inédita y nos exige construir respuestas sin manuales. Tenemos que construir los mapas de lo que viene. Eso nos pone en exploradores de territorios desconocidos que hay que ir descubriendo y construyendo.

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