Urribarri y los que fracasan al triunfar

02/01/2018

La posibilidad de proyectar El Sueño Entrerriano a la Jefatura de Gabinete le permitió a Urribarri recuperar 6 puntos desde las PASO a octubre, pero no le alcanzó para imponerse en lugar de Juan Manuel Abal Medina. Cristina necesitaba un candidato y no un funcionario, y eso fue determinante. Urribarri no contaba con el consenso necesario. Sin embargo es una buena noticia para el Gobernador en el marco de un gobierno que debe ir hacia un ajuste, medidas impopulares, buscar financiamiento externo y limitar subsidios en un contexto de inflación creciente y salarios en baja.

Gustavo Sánchez Romero | Dos Florines 

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Urribarri, aunque no lo esperaba y su círculo áulico aún no lo acepte, no será jefe de Gabinete. Más allá de si existió o no una campaña para estimular la propia tropa para levantar los 6 puntos entre las PASO y el 27 de octubre que muchos terminaron creyendo con idílica convicción, la manifestación del deseo no logró trascender el ala menos jacobina en la interna del Palacio de Gobierno en Balcarce 50. 
Para muchos, especialmente los cercanos funcionarios que se frotaban las manos, la noticia cayó como un baldazo y de allí el desconcierto del equipo de comunicación del oficialismo –impecable conjunto de profesionales que entendieron hace diez años el concepto y marcan una diferencia abismal con todo el arco político y hasta empresario, sin perjuicio de toda valoración ética o de asignación de recursos. 
En derredor de Urribarri no se supo cómo posicionarse ante el nuevo escenario y sólo atinaron a despacharse con un breve y extemporáneo comunicado en el Facebook del Gobernador saludando la decisión del nombramiento de Jorge Capitanich que más bien pareció la imagen de la cara del perdedor de los premios Martín Fierro disimulando su malestar.
Al menos por ahora el “sueño entrerriano” no aterrizará en Aeroparque. Los medios de comunicación afines al oficialismo en Entre Ríos, en casi su totalidad, no dijeron ni mu al respecto, quizá sumidos en el mismo desconcierto general. 
Evidentemente no le alcanzó a Urribarri ser uno de los grandes triunfadores de las elecciones de medio término, y, parodiando a Freud, integra hoy la larga lista de los que fracasan al triunfar. Algo de eso sabía cuando 20 días atrás, en la reunión de Gabinete,  informó a su equipo que no “había recibido ningún llamado de Cristina ni de Carlos Zannini, por lo que había que ponerse a trabajar más que antes y olvidarse por ahora de algún posible nombramiento”. Ese día se definió como un gobernador industrialista, y en rigor de verdad a los empresarios entrerrianos más que preocuparle el futuro nacional del gobernador le preocupaba lo que deja en tierras entrerrianas para continuar la agenda.
El titular del Ejecutivo entrerriano es un hombre pragmático, muy leal al reticulado que conformó la Presidenta y uno de sus más conspicuos defensores y con ambiciones definidas. Sin embargo, también se dijo aquí, que si alguno creyó que con esto alcanzaba para ocupar el espacio más importante que Cristina tiene en su estructura de poder y convertirse en su principal espada, estaba errando el vizcachazo por lejos.
Hay un gran y sólido motivo que sustenta esta tesis: al Kircherismo le interesa más el poder que el gobierno; y se siente mejor en una estructura de relacionamiento donde impera más la verticalidad que los afectos. Lo saben bien ahora Juan Manuel Abal Medina, Mercedes Marcó de Pont y Guillermo Moreno quienes volaron por las aires y volvieron a convertirse en zapallos cuando el reloj del poder llegó a la medianoche y se acabó la magia, aun cuando nadie mejor que ellos defendieron las banderas del “modelo”.

Virtudes. Urribarri tiene muchas virtudes políticas y hoy por hoy es el dueño de los votos de Entre Ríos, pero no alcanza, y Cristina entendió que el momento requería otra cosa. La Presidenta no estaba buscando un jefe de Gabinete. En ese caso, Florencio Randazzo o el mismo Abal Medina hubiesen mostrado mejor talla para el traje. El Kircherismo, en un escenario de derrota, con un espíritu de fin de ciclo revoloteando por la sociedad y con un Peronismo fragmentado y con cierto riesgo de diáspora -lo que sería dramático para los dos años que restan de su mandato- demanda por estos días un candidato a presidente que hiciera mella entre Daniel Scioli y Sergio Massa, dos moderados que entendieron bien la demanda social. 
Más allá de cualquier especulación sobre el resultado que le conviene a la Presidenta en 2015, sin reelección, lo cierto fue que hubo que salir a la cancha con lo mejor que tenía.
Según confirman fuentes y analistas, Urribarri, si bien es bien mirado en parte del Kirchnerismo, no goza de la mejor reputación en muchos estratos del partido de gobierno: muchos gobernadores del PJ aseguran que no tienen de él la mejor imagen, no juega en la interna entre Palomas y Halcones y no atesora las relaciones necesarias con sectores económicos, sindicales y sociales que el momento del Gobierno nacional demanda. Pero además, Daniel Scioli tiene una gran ascendencia hoy en el esquema del Gobierno desde el momento que decidió cargarse el Gobierno al hombro y no acordar con Sergio Massa. El Gobernador bonaerense mantiene un extraño encantamiento con el electorado, que no ha perdido, y lo hará jugar en su momento mientras perfila su candidatura presidencial. Sergio Urribarri denostó como un pusilánime al ex vicepresidente en la reunión de gobernadores de Paraná, donde no fue invitado y le dieron desde la Cámpora para que tenga, guarde y archive. En política hay gestos que no se olvidan. Si lo sabrá Jorge Busti a quién Cristina Kirchner nunca le perdonó haber votado contra su proyecto de sacrificar al cuestionado Luis Barrionuevo cuando fue senador por Catamarca.
En este contexto Jorge Capitanich juega con otras fichas. 
Un buen ejercicio para la comparación surgirá de la respuesta a una pregunta que sirve al sólo efecto ilustrativo: ¿Hubiese recibido Sergio Urribarri las mismas muestras de apoyo y confianza que recibió Capitanich de parte de la oposición, los sectores productivos y sociales de la Argentina?
A tientas, no parece.

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Perfiles. Jorge Capitanich es un animal político por naturaleza, tanto quizá como Urribarri. Es contador recibido en la Universidad Nacional de Rosario con un postgrado en Economía en el Eseade. Metódico, inquieto, trabajador, es considerado poco menos que un cuadro económico, y muchas aparece en la historia económica de los últimos 30 años como parte procesos clave o como asistiendo en los hombres que toman las decisiones. Esto lo marca muy bien el periodista y escritor Ezequiel Brugueño en el libro “Siete Ministros”, que permite entender el rol que jugó “El Coqui” en la historia reciente. Urribarri lejos está de esto, y en los primeros movimientos de Capitanich se advierte el perfil de lo que será su gestión. Mucho no ha cambiado, pero lo poco mostrado permite asomar un perfil más osado para los cánones del Kirchnerismo. Habla con la prensa, defiende el modelo, dice que no hay cepo al dólar y que esto es una forma de “denominar que tienen intereses determinados”, apuntalando siempre la teoría del enemigo permanente.
Capitanich y Kicillof han tomado las riendas del Gobierno y se vienen tiempos difíciles en un gobierno que perdió las elecciones y no comienza un proceso de desgaste. Se deberá acudir al financiamiento externo, algo que se disimulará a su mínima expresión porque el relato permite el desendeudamiento a costas de las reservas y el ahorro nacional, pero no el endeudamiento, como lo hacen países tan hermanos como Bolivia. El Gobierno no quiere papeles ni organismo multilaterales, aunque esto implique créditos leoninos con China, por ejemplo. 
Ya se anunciará un ajuste para la clase media y alta con el tema de la eliminación de subsidios y es inminente el anuncio de más restricción para los turistas que aprovechan el dólar tarjeta, ante la imposibilidad de atesorar. 
Será una gestión más limitada, con más problemas con reservas en caída, inflación más que preocupante y salarios que pierden terreno con –el día que se sinceren las mediciones- indicadores sociales en caída, y eso terminará a afectando a Capitanich, que tiene más entidad que Urribarri para el cargo. 
Pero, quizá, para el gobernador entrerriano no ha sido una mala noticia decisión de postergar el sueño entrerriano. Es cierto que sale –por ahora- la grilla de candidateables. Algo similar le pasó dos años atrás cuando se rumoreó que 15 hombres de Urribarri llegarían al poder central para ir preparando el aterrizaje del hombre de Arroyo Barú. Roberto Schunk era en ese momento número puesto, entre otros. Eso no pasó. Ahora tampoco. Algo sucede con las expectativas de los hombres entrerrianos, quizá confiando demasiado en la cercanía casi genuflexa con el Cristinismo. 
Es probable que en el silencio oficial sobre el tema se esconda cierto sentimiento de frustración o decepción. La vieja tesis sobre lo que sucede en política con los primeros que desembarcan puede aplicarse en este caso. Deberá siguer invirtiendo tiempo y paciencia; dos valores que en política cotizan en Bolsa.

Foto: Fabián Haiek

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