Urribarri vaticinó “un cambio en la relación de Cristina” con los empresarios

02/01/2018

El gobernador entrerriano describió varias veces ante empresarios que se perfilaba una nueva forma de vinculación del Ejecutivo nacional con el sector privado, y que incluso no tardaría mucho en manifestarse. La imagen que la Presidenta exhibió ayer en el cierre de la Convención de la UIA refuerza el concepto que desovilló previo a las elecciones. Gustavo Sánchez Romero / Dos Florines

 

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En todos lados se cuecen habas, y en escala, esto los supo Sergio Urribarri en los meses recientes. El Gobernador debió escuchar los días previos a las elecciones primarias del 14 de agosto un larguirucho y consistente rosario de reclamos de parte de empresarios e industriales entrerrianos que eslabonan dudas en torno al futuro con cuestiones no menores como inflación, barreras no automáticas, discurso confrontativo que bajaba desde el Ejecutivo nacional y, cuando no, sobre las particulares formas del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno.

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En reuniones privadas, y a pesar del estrecho vínculo que logró conformar con la primera línea de las más importantes entidades empresarias y de saber que los privados tributan respeto a su forma de gestionar sus demandas y que la gran mayoría de los sectores “nunca hizo tanto dinero” -como reconoce uno de ellos-, Urribarri se encargaba todo el tiempo de vaticinar como una máxima lo que ayer pareció quedar demostrado, al menos como insinuación: “Acuérdense lo que les digo; Cristina va a cambiar y empezará a buscar una nueva forma de relación con los empresarios”.

Este cronista pudo recoger la versión al menos dos veces, en el interregno que se dio entre el abultado triunfo en las primarias y la ratificación de votos de la elección general, tiempo en que nadie dudaba de la reelección de Cristina.

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Dijo esto pocos días antes que los diarios nacionales publicaran que los proyectos vinculados con reformas en el ámbito laboral pasaran al freezer en el Parlamento, lo que fue leído por los hombres de negocios locales como una confirmación de sus palabras.

Pero en aquellas reuniones, Urribarri dijo más: “en cualquier momento la Presidenta saldrá a dar una lucha directa contra la inflación porque es una cosa que le preocupa mucho”, dicen que dicen que expresó el Gobernador en uno de los tantos encuentros que mantiene con la dirigencia empresaria vernácula.

Hasta ayer, no sólo el Gobierno no había dicho ni mu sobre el tema, sino que directamente se había propuesto ignorarla y desacreditar públicamente a los exegetas de Clarín.

 

EXPRESIONES.

Si algo dejó en claro el profuso y detallado discurso de Cristina Fernández ayer en el cierre de la convención de la Unión Industrial fue que se perfila una nueva relación con el sector privado y habló de “sintonía fina”, lo que fue leído como en dos sentidos: a) una definición de políticas públicas orientadas a calmar los ánimos del empresariados –máxime en tiempos de tensión cambiaria con decisiones erráticas y políticas fiscales restrictivas- pero especialmente en momentos donde “el modelo” necesita estimular la inversión privada para superar el techo del 22 % del PBI donde parece estancado; y por otro lado, b) una cercanía manifiesta con las necesidades del sector.

En cualquiera de los dos casos, luego de los trazos gruesos vendría el arte de la coronación.

Tanto es así que, sin temblarle un tranco de pollo el pulso de su particular forma de expresarse en el púlpito, empujó hacia atrás las aspiraciones legislativas de Hugo Moyano y la CGT que estuvo entado en la primera fila, aunque durante el discurso no estuvo, y no estaba dispuesto a recibir un uppercut tan sorpresivo sobre su aspiración a repartir ganancias privadas.

Los mensajes fueron tan claros como contundentes, y, como viene sucediendo en los últimos años, los industriales aplaudieron sus definiciones y, a los postres, fueron tan contundentes y meridianos a la hora de elogiarla.

Una decena de entrerrianos estuvo en Buenos Aires, en una comitiva que había llevado desde la UIER importantes expectativas de que algo así sucediera.

Urribarri está por estas horas en Chile, acompañando una misión comercial de empresarios entrerrianos, pero habrá seguido al detalle los acontecimientos que sucedían en la principal central fabril de la Argentina.

Él forma parte del cerrado círculo áulico de la Casa Rosada, fiel escudero en los tiempos aciagos, y el nivel de diálogo con Cristina le habrá permitido ir discutiendo estos temas y conocer que había una decisión política en este sentido luego del respaldo del empresariado y el campo a su gestión presidencial.

De alguna manera, en tiempos preelectorales, militó el intangible de una nueva Cristina para el futuro, y si bien no fue eso, seguramente, lo inclinó el voto hacia el Kirchnerismo, se ocupó de ir articulando nuevas expectativas para un tiempo asolado por la crisis internacional y los problemas que las dificultades domésticas van desnudando.

Con la intuición como principal atributo, Urribarri sabe que la mayoría de los problemas de los empresarios entrerrianos se resuelven en Balcarce 50, y que los puentes que ha tendido hacia el Río de la Plata son el principal salvoconducto para mantener una relación que siempre le será difícil, sobre todo porque la economía se comporta por ciclos y la necesidad suele tener cara de hereje.

La versión que Cristina esbozó ayer de si misma se parece a la que Urribarri fue describiendo como un vendedor de pólizas de seguros semanas atrás, donde es inevitable decir que llegarán los momentos duros para poder vender el respaldo prometido.

La política y la economía en definitiva, comparten el mismo insumo básico: las expectativas. Sólo que en la liturgia del Gobierno la fe es clave.

El resto se construye, y Urribarri algo aprendió de eso en su relación con los empresarios.

 

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