ENFOQUE PORTADA

Un país sin industrialización no solo no crece, sino que retrocede

Por Ubaldo Roberto Domingo Contador Público Nacional

Rogelio Julio Frigerio fue un duro crítico del modelo de Domingo Felipe Cavallo. Explicaba entonces que el incremento de las actividades de servicios tenía efecto positivo solamente si había alta industrialización y no de retroceso y retracción, como en los 90 durante la convertibilidad. Hoy, se pretende reeditar ese modelo, pero aun con mayor crudeza y brutalidad, dejando al mercado decisiones que son a todas luces contrarias a los más altos fines de nuestra Nación. Coherentemente son el modelo liberal, se derriban las barreras proteccionistas, arancelarias y para-arancelarias primero, y se retrasa visiblemente el tipo de cambio, es decir, dólar barato para importar que significa el peor subsidio conocido y el daño sin posibilidad de reparar para nuestra industria.

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El crecimiento espasmódico de algunos sectores industriales oculta parcialmente las dificultades severas por las que atraviesan las ramas fabriles directamente afectadas por la actual orientación de la política económica.

Ello se debe a que está en curso de aplicación una profunda metamorfosis del perfil industrial argentino, el que cada vez más se unilateraliza en la dirección de su ensamble con el exterior debido a que no sólo importa crecientemente bienes de consumo sino también intermedios y de capital, trayendo estos últimos gravísimos problemas de competencia a sus similares locales por contar con el subsidio relevante del dólar barato como afirmamos antes. La deseable ampliación de nuestro intercambio con el resto del mundo sería más, y más importante conforme se ensanchara la plataforma económica nacional y no al revés, con una profunda contracción en todo sentido.

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Ni la extraordinaria expansión de los enclaves exportadores del sudeste asiático y China modifica el hecho de que quienes intercambian entre sí son precisamente los países más integrados e industrializados. La espectacularidad con que aquellos enclaves han multiplicado sus ventas hacia afuera —aplicando nítidas medidas intervencionistas para favorecerlo-. Asimismo, el sector industrial subsidia sin problemas al sector primario, con flujos de fondos cada vez mas significativos.

Nuestro caso es aún más preocupante, puesto que tampoco se expande una fuerte industria exportadora, que crezca agresivamente. Conspira contra ello, desde luego, el retraso cambiario. La imposibilidad de corregirlo ahora, puesto que provocaría una estampida inflacionaria, obliga a pensar en un plan alternativo que vuelva a generar condiciones de expansión para el conjunto de la economía argentina.

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Cuando está ya definitivamente en claro que un país que no se industrializa es un país que retrocede, nos encontramos con la realidad de un inocultable repliegue de nuestra producción. Los sectores que más sufren son los que fabrican bienes de capital y productos intermedios —celulosa y papel, petroquímica y otros derivados del petróleo, insumos químicos de origen mineral, industria metalúrgica— y finales, entre los cuales la caída de la venta merece un capítulo especial porque ilustra tanto al crisis del campo como de la industria.

Las ramas que han registrado cifras positivas tienen explicación, como es el caso de la industria automotriz, donde la incorporación de autopartes de origen extranjero ha alcanzado porcentajes mayoritarios. Desde luego es bueno que se vendan autos, lavarropas y heladeras, pero su elaboración no es movilizando al conjunto de las industrias proveedoras como sería deseable. Esa es justamente la importancia de las industrias básicas, multiplican su impacto sobre toda la esfera productiva.

Vemos en cambio que los servicios crecen de una manera análoga a la que se registra en los países industrializados, lo que induce a pensar que nuestra economía se modernizó y asemeja crecientemente a las que son características del primer mundo. Tal conclusión constituiría un error y sería consecuencia de una grave simplificación puesto que el incremento del rubro de los servicios se da genuinamente en condiciones de alta industrialización, no de retroceso como se registran en nuestro país.

En el mundo desarrollado, se multiplican y despliegan asombrosamente los “servicios a la industria”. Es decir, que inciden directamente en los incrementos de productividad, fenómeno interesantísimo que no tiene correlato en nuestro caso, más allá de que efectivamente una franja de esas novedosas actividades también tiene presencia entre nosotros, aunque más no sea por reflejo y gravitación de las empresas trasnacionales. Pero el grueso de los servicios que computa nuestro PBI conllevan componentes fuertemente improductivos y burocráticos cuando no superposiciones innecesarias. Ello no es privativo del sector público sino también de actividades tradicionalmente en manos privadas, como las muchas veces mencionadas distorsiones de los sistemas de comercialización que no se modificarán por el voluntarismo de algunos funcionarios sino por una verdadera modernización del conjunto de la estructura productiva, lo cual es inseparable de una mayor industrialización. país sin industrialización país sin industrialización

Habiendo tantas desigualdades entre los segmentos industriales que han logrado cierto crecimiento y los que atraviesan por difícil situación pareciera incorrecta hablar de promedios en la utilización de la capacidad instalada, sin embargo, debe asumirse que estos desniveles impactan negativamente de un modo más general en las pequeñas y medianas empresas en las que se registra un 40% de capacidad ociosa.

Finalmente, porque no puede obviarse, debemos señalar que el sector agropecuario está atravesado por una generalizada rentabilidad negativa, descapitalización y perdida de su capital de trabajo.