ENFOQUE PORTADA

Un nuevo espejismo para los negadores del subdesarrollo

CPN – Asesor económico, financiero y Pymes locales – Especialista en Sindicatura Concursal //

A los que apuestan a la “economía del conocimiento”, antes de integrar y desarrollar nuestras industrias.

Solo con googlear el concepto “economía del conocimiento” aparece que es la economía basada en conocimiento (EBC) o industria del conocimiento (en inglés: Knowledge Economy).

Es el sector de la economía que utiliza la información como elemento fundamental para generar valor y riqueza por medio de su transformación a conocimiento.

Abarca títulos como la educación, investigación y desarrollo, alta tecnología, informática, telecomunicaciones, robótica, nanotecnología e industria aeroespacial.

Desde finales del siglo XX, la inversión en capital intangible ha crecido considerablemente incluso en mayor medida que el capital tangible (maquinaria, materias primas, etc.).

En realidad, la Economía del Conocimiento no genera valor y riqueza por medio de su transformación en información; sino que crea valor añadido en los productos y servicios en cuyo proceso de creación o transformación participa.

Conocimiento.

El conocimiento es mucho más que mera información. La información son datos procesados con una utilidad general, mientras que el conocimiento significa formas, métodos y maneras de abordar y resolver problemas; significa entre otras muchas cosas, “Know-how”, “Know Who” o herramientas o medios de producción para producir a su vez, o más conocimiento o productos y servicios con un valor añadido, útil y cuantificable para la sociedad.

La Economía del Conocimiento está estructurada bajo una base material que ha permitido grandes cambios sobre las actividades económicas, sociales y políticas. La nueva base material aplicada a la producción está constituida por la computadora electrónico-digital que ha reconfigurado las relaciones sociales de producción, distribución e intercambio en el mundo.

Ahora bien; qué ocurre en nuestro país.

La Argentina es una economía que ha retrocedido en muchos aspectos desde hace 15 años. En realidad, desde la instauración del modelo populista que coincide con la salida de Roberto Lavagna del ministerio de economía en Noviembre de 2005, luego de haber denunciado sobreprecios en la obra pública.

Desde aquel momento, donde Néstor Kirchner era presidente, pasando por los dos períodos de su esposa, y el ensayo liberal-monetarista de Macri, hasta este presente donde la realidad de la Pandemia del Covid domina los acontecimientos, Argentina presenta indicadores negativos.  

Nuestra Nación padece una profunda desintegración de su estructura productiva, y a la vez una hipertrofia escandalosa de su sector público, ambos fenómenos son parte de la misma realidad: el subdesarrollo.

Esa falta de integración de su estructura productiva hace, que la mayor parte de la riqueza y el trabajo de los argentinos sea transferida a otras economías por la vía de un comercio desigual, continuando la cruda realidad de vender materias primas o con escaso valor agregado, y comprando productos industriales pagando los salarios de los obreros extranjeros incorporados en esos productos terminados.

Efectos.

Esta realidad, tiene un efecto inmediato y catastrófico en nuestra economía puertas adentro, se manifiesta a través de una profunda desocupación y falta de oportunidades de trabajo, salarios bajos o de subsistencia y toda una red de contención vía subsidios y planes sociales cada vez más numerosos.

Con desocupación y falta de oferta de trabajo productivo en aumento, el empleo público surge como una oportunidad, otro subsidio, y provoca un aparato burocrático cada vez más enorme y pesado de mantener, inmediatamente se aumentan los impuestos y como tampoco alcanza se imprime dinero espurio para poder cumplir con tantas personas que encuentran su salida laboral en un estado enorme.

Este esquema debe ser desbaratado, cortado definitivamente, y la única manera de lograrlo es integrando nuestra estructura productiva, en términos bien sencillos industrializar nuestras materias primas.

El modelo agroexportador se encuentra totalmente agotado, nuestro sector agropecuario bate, campaña a campaña todos los records de superficies sembradas y rendimientos, produce divisas y genera riqueza, sin embargo nuestra economía retrocede, cada vez somos más pobres.

Intercambiar cereales, soja y carnes por productos industrializados, representa nuestra decadencia. Y esta realidad es prolijamente barrida bajo la alfombra por nuestra clase dirigente.

Surgen entonces propuestas (nuevas y modernosas), sea descaradamente con total desparpajo, o disfrazada con los más diversos barnices, que la solución pasa por exportar más nuestra producción tradicional, y a la vez bajar el gasto público.

Que ocurre frente a esta cruda realidad, con la aparición de esta “economía del conocimiento”?

Lo primero que encuentro en una publicación sobre el tema, es que la relación entre riqueza, trabajo y conocimiento se ve tan influenciada por este último, que es el que determina el desarrollo de los otros.

Necesidades.

Este concepto desde mi punto de vista es equivocado, significa pretender colocar el pesado carro delante de los caballos. Primero se debe producir, crear salario, crear riqueza, para luego entrar en la faz de mejorar los procesos, la tecnología y el conocimiento.

Poco se puede avanzar si primero no se satisfacen las necesidades más básicas. Y estas necesidades se atienden solamente con salario. 

Los avances de la tecnología, la informática y la velocidad de las comunicaciones se transfieren directamente a nuestra realidad de país subdesarrollado.

Por lo tanto contribuyen directamente sobre los sectores existentes, los sectores que siempre han funcionado y han sido rentables, me refiero a los sectores ligados a la importación, al sector exportador, al sector financiero y a aquellos que ostentan concesiones con servicios y clientela cautiva.

Pero el sector industrial seriamente dañado por las políticas contractivas y por la falta de inversión, con una macroeconomía absolutamente impredecible y hostil, si bien la incorporación de este tipo de adelantos conlleva importantes incrementos en la productividad, siendo altamente positivo, es un paso posterior, en el común y gran mayoría de las empresas, no es posible, saltar pasos en el objetivo de la integración de la economía y el desarrollo. 

Entonces para incorporar la “economía del conocimiento”, primero debe convenir invertir y producir, cosa que no está ocurriendo en Argentina. Tampoco contamos con el financiamiento adecuado, porque las tasas de interés son incompatibles con la actividad económica.

Integración.

Pensar en una sociedad “postindustrial” cuando Argentina no ha logrado integrar su economía, o intentar proyectar al conocimiento como “principal motor de desarrollo”, sin un sector industrial que financie primero, y usufructúe  después los beneficios de ese conocimiento es un salto al vacío.

La historia económica nacional demuestra que, solo cuando hubo una bonanza generalizada desde el quiebre del modelo agroexportador en 1930, fue cuando hubo un significativo proceso de transformación estructural. Lo cual se traduce inmediatamente en aumento de la productividad, el empleo y la producción. Entonces solo así resulta también en una convocatoria a los sectores del conocimiento, los cuales lideran los procesos de innovación, impulsan nuevos aumentos en la productividad tanto en el propio sector que influyen como también en forma transversal.

La estadísticas industriales muestran, que en el último período de crecimiento, (2003-2011), las empresas de baja intensidad tecnológica (baja tecnología: B.T.) fueron las que más crecieron con respecto a las demás de media o alta tecnología, 8.36% contra 4.52%.

Esto demuestra que Argentina se encuentra en un estadio en donde la relevancia de “la economía del conocimiento”, es relativa.

Esto significa un ataque a la tendencia? NO,  todo lo contrario, es una referencia a la realidad.

Argentina necesita primero, como prioridad, ante la escases de capital e inversión destinar recursos a lo inmediato. 

Solo una profunda modificación de nuestra estructura productiva la cual procese y transforme nuestras materias primas, con agresiva inversión primero en nuestra industria de base, pude dar los resultados esperados, y solo así podemos encarar un proceso de innovación y ciencia aplicada, que genere un círculo virtuoso que involucre a todos los argentinos.