Teoría, demagogia y realidad
01/03/2022

Por Sergio Dellepiane – Docente //
La Teoría elemental de los Ciclos Económicos reconoce cuatro fases que se suceden unas a otras sin interrupciones, aunque con avances y retrocesos entre las posteriores y las anteriores según sea el devenir macroeconómico del país que se analice. Partiendo de la cima o mayor desarrollo alcanzado para un determinado momento de su historia, de la cual sólo se puede caer; se las denomina: I) Contracción (“Contraction”), II) Recesión (“Recession”), III) Recuperación (“Recovery”) y IV) Expansión (“Expansion”).

Esta última etapa, que no debe confundirse con crecimiento (“Growth”), sólo ocurre cuando la economía nacional logra superar, en términos reales, la cima anterior desde la cual comenzó la caída que origina la fase I). Para el Banco Mundial la última cima expansiva real alcanzada por la economía argentina, medida en PBI per cápita (corregida por “poder adquisitivo”), se encuentra a fines de la década de 1940. Allá lejos y hace tiempo.
En la vida diaria, los avatares de la economía de cualquier comunidad organizada hacen que transite dinámicamente por diferentes situaciones, altas y bajas, avances y retrocesos, que han llevado a la Ciencia Económica a definir múltiples combinaciones posibles para intentar explicar lo que sucede realmente en cada una de ellas.

Desde hace más de 15 años nuestro país está, con vaivenes espasmódicos, en una etapa de estanflación (“stagflation”) que incluye la rara, pero no imposible, convivencia de estancamiento económico con inflación. El término estanflación fue acuñado en 1965 por el entonces ministro de finanzas británico Ian Mc Leod cuando dirigiéndose al parlamento de su país manifestó que “ahora tenemos lo peor de ambos mundos, no sólo inflación por un lado o estancamiento por el otro, sino ambos juntos. Una especie de estanflación”.
El deterioro económico de nuestro país resulta evidente. Debemos agregarle la pérdida de empleo registrado y el traspaso de la mano de obra del “blanco” a las condiciones de precariedad, marginalidad y de oportunidad o de ocasión (“negro”), hasta el emprendedorismo entusiasta, pero de consistencia frágil y decididamente eventual.

Fases.
Sin embargo, debe reconocerse la aparición de una nueva fase dentro de la economía vernácula que se ha dado en llamar Reactinflación (“Reactiveflation”- vocablo compuesto con apócope); término más moderno dentro del léxico económico que hace su aparición en 1998 (BM – “Notes”) y designa la reactivación de la actividad económica nacional, pero conviviendo con elevados niveles de inflación anual. Después de Venezuela, Sudán, Zimbabwe y Surinam ocupamos el siguiente lugar entre las naciones con mayor inflación en 2021 (WEF – FMI). La recuperación económica detectada desde hace 10 meses incluye mayor empleabilidad de mano de obra, aunque en su mayoría, no registrada. Por algo será.
La experiencia argentina vuelve a ser caso de estudio, cual fenómeno escaso y fuera de toda lógica econométrica tradicional, pero evidente; desafiando pronósticos, probabilidades y proyecciones para un amplio sector del espectro académico internacional.
Este proceso de reactinflación presenta dos aspectos contrapuestos. Por una parte, la actividad económica nacional, absorbiendo mano de obra temporaria que no aspira a perder los subsidios estatales obtenidos, muestra señales de recuperación; y por la otra, le hacen de contrapeso, sofrenando su ímpetu; la persistente marea inflacionaria, los impuestos exuberantes, el gasto público descontrolado e improductivo y el déficit fiscal exclusivamente financiado con emisión monetaria espuria, pues hasta el momento sólo podemos refinanciar deuda en moneda local, con tasas de interés negativas para el ahorro interno, pero de magnitudes extravagantes, cuando el mundo se financia con tasas de interés inferiores a un dígito.
País esquizofrénico cuya capacidad de gobierno está, no sólo disociado dentro de sí mismo sino también entre los diferentes poderes constitucionales, ofreciendo a propios y extraños una dicotomía intrínseca, que se presenta a la vista de todos, como irreconciliable.
Avatares.
Cada actividad económica que intenta prosperar, en medio de la incertidumbre de lo cotidiano, lucha contra sus propias limitaciones y la impericia, imprudencia y/o malicia del gobernante de turno, pero motivada por la exigente e irrefrenable fuerza de la supervivencia y el anhelo de un mañana distinto. Algo mejor que el ayer.
Dejar atrás la estanflación y pasar a la reactinflación, empleando mano de obra, ocupando capacidad productiva ociosa y alentando, casi como única alternativa el emprendedorismo; aportan el efecto positivo de generar, al menos por ahora, una sensación de recuperación de esperanzas, cuyo valor radica en despertar ilusiones adormecidas y desalojar angustias, que oprimieron durante demasiado tiempo, el inconsciente colectivo nacional.
Sin embargo, todo este esfuerzo puede resultar estéril y regresarnos sin escalas a etapas de estrecheces y limitaciones que ya padecimos, si no afrontamos decididamente reformas estructurales que nos permitan adecuar nuestra macroeconomía a las condiciones que imperan en el mundo globalizado, en el que nos movemos y existimos. Aunque hayamos decidido transitar en el margen y, a veces, hacerlo por fuera de él.
Despertar confianza y credibilidad en la comunidad internacional; potenciar un mercado laboral registrado flexible; aplicar condiciones y marcos jurídicos estables y previsibles; comprometernos y exigir una administración de la cosa pública eficaz y eficiente, brindando bienes y servicios acordes a la carga tributaria percibida; Justicia independiente, sin hijos ni entenados; y Legisladores, honestos, sabios y prudentes, con mandatos acotados, sin fueros, privilegios ni asesores permanentes. Todos ciudadanos de una misma tierra amparados bajo la misma Constitución Nacional.
En definitiva, nada nuevo, sólo debemos replicar, con los matices propios de nuestra idiosincrasia, lo que otros han internalizado con éxito… en el siglo pasado.
Si se quiere, se puede.
“Un demagogo es aquél que predica doctrinas que sabe que son falsas, a personas que sabe que son idiotas” – H.L. Mencken (1890 – 1956)