ENFOQUE PORTADA

¿Socialismo o capitalismo?

Por Sergio Dellepiane – Docente ///

Unos 9000 años atrás aparece registrada en la historia de la humanidad la denominada Revolución del Neolítico. Fue la primera transformación sustancial de la vida humana. El homínido paso de vivir de forma nómade al modo sedentario, reemplazando progresivamente para su subsistencia, la caza y la pesca por la ganadería y la agricultura.

Sin embargo, hubo que esperar hasta el S.XVIII para que la Revolución Industrial produjese una transformación aún más profunda en la vida de los seres humanos. Nuevas invenciones entre las que se destacaron las máquinas a vapor y la electricidad; la sistematización de procesos industriales y la consiguiente concentración de mareas humanas en las fábricas; multiplicaron los medios de transporte y las comunicaciones, incentivaron el comercio internacional y, empujados por la “destrucción creativa”, generaron demanda de trabajo y mejoraron la calidad de vida a innumerable cantidad de personas que, poco a poco, conformaron los conglomerados urbanos.

El elemento aglutinante del progreso no ha sido otro que el giro copernicano dado en materia institucional: el estado de derecho; que surge en Inglaterra como opuesto a la monarquía absoluta, limitándola por medio de un régimen parlamentario a partir de la Declaración de Derechos de 1689.

Recién cuando la propiedad privada, los contratos, la protección de las nuevas creaciones (inventos) y los frutos, tanto del esfuerzo individual cuanto colectivo, dejaron de estar sujetos a la discrecionalidad del soberano; las iniciativas emprendedoras, a la vez transformadoras de la realidad, se multiplicaron hasta límites insospechados para cada época histórica posterior.

Fueron, son y serán las instituciones capitalistas las que impulsen el andamiaje productivo hacia el progreso y desarrollo de las naciones, y no los planes quinquenales a punta de fusil, ni los planes de asistencia devenidos en estadística mentirosa de disminución del desempleo. (INDEC 2022)

Sistemas.

Por más que se indague en lo profundo de las miserias urbanas y/o rurales, no se encontrará a ningún dirigente social que haya, hasta ahora, creado empleo genuino por fuera de la órbita estatal. Lo que puede hallarse serán organismos cooperativos y emprendimientos recuperados que abrevan su frágil sostenibilidad en subsidios oficiales que pagamos los contribuyentes.

Para la historia económica global, el capitalismo antecedió al socialismo, aunque este último goce actualmente de mejor prestigio en algunas naciones de la tierra. Entre ambos existen diferencias irreconciliables. El capitalismo es el único sistema económico conocido que permite satisfacer las necesidades básicas de la humanidad. Sus limitaciones se originan en la corrupción que invade la codicia de los encargados de administrarlo y en la soberbia dirigista que los obnubila. También en su afanosa búsqueda por perpetuarse en el poder, entronizados en el Olympo vernáculo como salvadores de su pueblo…, pero con el producido por el esfuerzo ajeno. En criollo “con la nuestra”.

La desigualdad que genera el capitalismo queda minimizada cuando se observa cómo se dinamiza la movilidad social, a través de la educación y la igualdad de oportunidades. Es lo que permite conciliar su irremplazable dinámica productiva con una justicia distributiva basada en el mérito y el esfuerzo individual.

No es menos cierto que la solución que propone es lenta, esforzada y no exenta de sacrificios. No coincide ni con los plazos electorales ni con la voracidad de la casta política empoderada por el voto que cautivan a fuerza de ignorancia, dependencia y marginalidad. Tampoco se apoya en la corrupción sindical, manifestada sin pudor, en el manejo extorsivo de pretensiones abusivas; ni en los empresarios prebendarios que absorben hasta la sequedad los beneficios estatales que reclaman sin vergüenza, pero que no pueden competir ni siquiera dignamente en el mercado del libre comercio.

Sin embargo, al capitalismo se le exige igualdad inmediata y “derrames”, continuos y desproporcionados, de lo que el esfuerzo privado, y por lo mismo ajeno, obtiene por su propia cuenta y riesgo.

Desigualdades.

La propia naturaleza se encarga de demostrarnos la imposibilidad de cumplir con estas prerrogativas socialistas, injustas por donde se las mire pues todo proceso humano exige y necesita su tiempo. En el mundo conocido las grandes desigualdades detectadas no son el resultado del accionar indiscriminado de los mercados sino de los administradores temporarios de la cosa pública y de sus grupos de interés.

A pesar de sus propias limitaciones, es posible darle un rostro humano a la maquinaria capitalista pero no debe olvidarse que, para llegar con el agua potable, las cloacas y el alumbrado público a cada lugar habitado; alcanzar la vivienda digna, ofrecer educación de calidad, proveer medicamentos y asistencia sanitaria adecuada, contener a las personas en situación de calle, atender a semejantes con capacidades diferentes y/o limitadas, recuperar a los adictos, resocializar a quienes se encuentran privados de libertad y demás exigencias razonables de cualquier comunidad organizada; sus integrantes, cada uno a su modo, debe crear riqueza efectiva con vigor creciente y de modo sostenido. Sin este prerrequisito no habrá nada para distribuir. A nadie.

He aquí la diferencia sustancial con el socialismo que pretende “derramar”, a su manera, los frutos del capitalismo y llevarse todos los honores como si los hubiera producido por medio de su “sistema”. Consecuencias palpables a la vista. Papeles de colores que ni siquiera ilusionan a su poseedor, caos en el ordenamiento ciudadano, ¿justicia?, conflictos que empantanan lo poco que queda del dinamismo emprendedor y agenda legislativa decididamente alejada de la realidad cotidiana, cada día más acuciante. (Siéntase libre de agregar o quitar a su gusto lo que prefiera)

Toda crisis como la que atravesamos, y que aún no manifiesta señales de finalizar en breve, sino que muestra síntomas de agravarse aún más, provoca debates existenciales inevitables. Uno de los más trascendentes y relevantes para el momento que vivimos versa sobre cómo diseñar lo que viene después. Nuestro mañana cercano.

Ante la disyuntiva de elegir capitalismo o socialismo para nuestro futuro próximo, mi respuesta la entrego a través de las palabras de Henry-Louis Bergson, (1859 – 1941), premio Nobel de Literatura en 1927: “El futuro no es lo que nos pasará, sino lo que haremos”.

De nosotros depende.

“La sociedad que antepone la igualdad a la libertad no obtendrá ninguna de ellas” – Milton Friedman (1912 – 2006)