El economista descree de la meta del 15% de inflación y cuestiona la simplificación errónea de un problema que no encuentra solución. Además, habló del dólar y el rol del Banco Central. Nahuel Amore
El economista descree de la meta del 15% de inflación y cuestiona la simplificación errónea de un problema que no encuentra solución. Además, habló del dólar y el rol del Banco Central.
Nahuel Amore | Dos Florines
El economista Carlos Seggiaro llegó a Paraná este miércoles, en el marco del ciclo de charlas “Saber para Decidir”, organizado por Yujnovsky & Asociados, en conjunto con la Facultad Teresa de Ávila de la UCA – Sede Paraná. Bajo el título “¿Hacia dónde va la economía?”, planteó cuáles son las perspectivas de la economía argentina a partir del análisis de las principales variables macroeconómicas.
En un mano a mano con DOS FLORINES, Seggiaro profundizó sobre la inflación, la problemática que más preocupa a los argentinos y a la Administración nacional. Respecto de este punto, sin perder de vista otras variables como el dólar y las tasas de interés, el economista dejó en claro que descree de las metas planteadas por el Banco Central. En esta línea, reflexionó sobre cómo cierra este modelo para los trabajadores.
—¿Cómo analiza el problema de la inflación que el Gobierno no encuentra solución?
—Si miramos la inflación, hay una manera distinta de mirar el problema en relación a lo que era el kirchnerismo y el gobierno actual. En la etapa de Cristina Fernández, había una inflación de demanda, es decir, un proceso de aumento del consumo que traccionaba en el mercado y una oferta que no respondía, por lo cual los precios subían. Lo que hoy tenemos es una inflación de oferta, mirada desde los costos de producción. Hay un reajuste de costos vinculado con las tarifas, los combustibles y el corrimiento del dólar entre enero y febrero. Cuando uno mira las proyecciones del Banco Central, que empezó diciendo que la inflación iba a ser del 10% y luego se corrió al 15%, se da cuenta que este último objetivo ya pasa a ser absolutamente incumplible.
—¿Hace mal a la economía plantear estas metas y no alcanzarlas?
—Creo que sí. En realidad, a uno le preocupa cómo a veces algunos funcionarios hacen cosas en función de cómo se ponen de moda en otros lugares del mundo. Las metas de inflación son propias de un país que está estabilizado, donde las variables funcionan más o menos bien. Entonces, te podés poner una meta de inflación porque no tenés desequilibrios importantes desde el punto de vista macroeconómico. Plantearse metas de inflación con el nivel de desequilibrio de la Argentina, es un disparate. Entonces, quedás mal porque perdés credibilidad diciendo cosas que después no se cumplen y luego las vas corriendo mal. El objetivo del 10% era absurdo y el 15% también queda absurdo frente a los hechos. ¿Qué vamos a ver ahora? A los funcionarios del Gobierno planteando que la inflación de este año será menor que la del año pasado, que terminó en 24,8%.
—Mientras tanto, las tarifas siguen aumentando y trasladándose en la cadena.
—Incluso, hay un tema muy controvertido con respecto a cuál es el punto de equilibrio del dólar. Lo que hemos visto en estos días en el mercado no es sólo un reflejo de la situación internacional, sino que también el mercado no le cree al Gobierno argentino con respecto al tipo de cambio. En un proceso inflacionario en el momento de cierre de paritarias, el Banco Central recibió la orden claramente de que no se mueva la cotización y esto le está costando ya 4.000 millones de dólares en dos meses.
—Vuelven a planchar el dólar, ¿pero hasta cuándo?
—Hasta que las cosas más o menos cierren, porque todo el mercado sabe, y hay mucha presión empresaria en este sentido, de que sigue habiendo un atraso cambiario y que si vamos a ver un problema de competitividad, está claro que este tipo de cambio no cierra. Si en junio o julio vuelve la suba del dólar, eso va a generar inflación. Pero es posible que cumplan esta nueva meta de que la inflación se sitúe debajo del 24% porque creo que va a haber un ancla en los próximos meses, aunque no es agradable porque es un escenario de mercado interno muy amesetado.
—¿Cómo ve el rol de Federico Sturzenegger que, estando limitado por la mesa chica del Gobierno, adelantó que no descarta volver a subir las tasas?
—Obviamente que hay una fecha clave que es la del 28 de diciembre, cuando se hizo una conferencia de prensa donde quedó claro que Sturzenegger estaba cediendo sus decisiones frente al Gobierno, que en ese momento se explicaba por una presión muy fuerte de grupos exportadores y de la propia Unión Industrial Argentina, que decía que necesitábamos otro tipo de cambio. Ahí quedó clara la interrelación. De igual modo, todos los bancos centrales tienen interrelación con el Gobierno, no puede ser que actúen a ciegas o a espaldas de la política económica nacional. Pero en este punto está claro que la posición de Sturzenegger es claramente subordinada. No obstante, acá hay un elemento clave donde hay una equivocación que se arrastra desde el inicio de la gestión de Macri: tanto Sturzenegger como los funcionarios más cercanos al Presidente, siempre mantuvieron un discurso diciendo que la inflación tenía que ver casi exclusivamente con el déficit fiscal y el exceso de la emisión de dinero. Ningún proceso es unicausal. Es una simplificación que te conduce a una política errónea. No digo que no sean factores inflacionarios, sino que hay otros como las estructuras oligopólicas, la conformación de los precios en la cadena de valor… El Gobierno argentino además subestimó la situación del déficit fiscal. Cuando asumieron la gestión, se dieron cuenta que era mucho más compleja y que reducirlo iba a ser una cosa más complicada de la que imaginaban.
—¿Cómo influyó en este proceso de ajuste el techo a las paritarias de los trabajadores para controlar la inflación?
—Cuando estás en una economía semicerrada, sos proteccionista y creés que la manera de impulsar la actividad económica es con el consumo interno y el gasto público, tal como sucedió en el kirchnerismo, los mejores salarios son los más altos, porque son parte del proceso para que haya consumo mientras los comercios están protegidos de la competencia externa. Cuando este nuevo modelo plantea un cambio y va a un proceso de apertura económica, de inserción en los mercados internacionales, de flexibilización de los mercados, los mejores salarios son los más bajos. Esto se transforma en una pieza clave del costo empresario vinculado al tema de la competitividad. En un modelo de apertura económica, la política del Gobierno tenía que ir a un modelo de salarios más bajos. Está claro que este modelo cierra con salarios más bajos que los que tenía el modelo anterior.