ENFOQUE PORTADA

Revisar y recalcular

Por Sergio Dellepiane – Docente ///

No tengo la certeza absoluta, pero sin temor a equivocarme, creo que todos los seres humanos mayores de edad hemos revisado alguna vez en la vida, de un modo más o menos detallado, los gastos ejecutados durante un período de tiempo cualquiera.

Para estos menesteres en los países más desarrollados se emplea un mecanismo de revisión de gastos del estado denominado “Spending Review”, como un instrumento de diagnóstico, clave para evaluar la eficacia en el uso de las finanzas públicas y para reorientar las partidas hacia el futuro.

El objetivo primordial es el de ampliar el espacio fiscal disponible para afrontar gastos de alta prioridad. Mejorar la efectividad del gasto estatal en cada uno de sus niveles jurisdiccionales (nación, provincias, municipios) es uno de sus principales objetivos.

Originalmente, las revisiones de gastos eran utilizadas, por la mayoría de los países, con el fin de recortar erogaciones públicas de corto plazo y para mejorar la eficiencia en el mediano plazo. En la actualidad, este ejercicio anual, es visto como una actividad imprescindible para el largo plazo.

Las razones fundamentales para una revisión concienzuda del gasto público ejecutado permiten a los gobernantes administrar los recursos disponibles de forma alineada con las prioridades establecidas como políticas de gobierno y así, mejorar el rendimiento de los programas impulsados por el propio estado.

Momentos.

En este tipo de revisiones, la ciencia económica, distingue cuatro momentos: 1) La etapa Marco en la que se diseña el sistema de revisión de gastos a aplicar. 2) La etapa de Parámetros en la que se determinan los objetivos de ahorros, los ítems a revisar, el calendario de procedimientos, etc. 3) La etapa de Alternativas de Ahorros en la cual se desarrollan y se presentan las opciones ante imprevistos, emergencias o catástrofes, a los tomadores de decisiones. 4) La etapa de la Decisión de Ahorros propiamente dicha en la que se definen las medidas concretas a implementar para alcanzar los objetivos propuestos.

En la actualidad puede inferirse que el mundo se encuentra en un punto de inflexión. Los acontecimientos recientes, que afectaron a la humanidad entera y obligaron a los gobiernos a responder efectivamente, generaron una condición de “hiperliquidez” (exceso de dinero no demandado) que ya presentaba problemas de fluidez desde la crisis financiera global del 2008/2009 y que había planchado el costo del dinero en el tiempo a casi el 0%. Para contrarrestar sus efectos, los países más desarrollados han comenzado a incrementar sus tasas de interés de referencia, encareciendo el costo del dinero, lo que obligará a las demás naciones a tomar decisiones que impactarán en todos aquellos proyectos que traccionaban la economía, obligando a encauzar el gasto público y reordenar sus prioridades.

Conflictos.

La realidad nuestra de cada día nos muestra que Argentina se quedó sin capacidad de financiamiento lo que la obliga a fijar prioridades para el gasto público corriente con sintonía fina, teniendo en cuenta que convivimos con una situación económica compleja en la que coexisten, al menos, tres precios básicos desarticulados. Uno es el precio del dólar, otro es el precio de las tarifas de servicios esenciales y el tercero es el precio de los salarios.

En cuanto al tema dólar, el problema no está tanto en el nivel del tipo de cambio oficial sino en la brecha existente con los dólares alternativos (la multiplicidad también atenta contra la referencialidad de su valor real). Con este esquema, variado y volátil, no es posible normalizar el balance del banco central.

El nivel del gasto público alcanzado, con relación al PBI, no es financiable con los recursos tributarios que se obtienen por medio de una presión impositiva insostenible por lo excesiva que resulta, para los niveles de productividad actuales. La recaudación efectiva está en la zona del 32/33 % del PBI, mientras que el gasto del estado se sitúa unos escalones por encima, en la zona del 37/38 % del PBI. Hay un bache fiscal que, ante la ausencia de financiamiento internacional, se cubre con emisión monetaria abultando los pasivos remunerados que se vuelven más onerosos con el paso del tiempo, a falta de alternativas para solucionar el problema; cuyos principales componentes son las transferencias al sector privado representando el gasto previsional (jubilaciones y planes) un 15% del PBI y los subsidios a las empresas un 3% del mismo indicador. La protección infinita a determinados sectores de la economía nacional no conduce a ninguna parte.

Herramientas.

Para afrontar períodos recesivos hemos sido monotemáticos. La única herramienta, empleada a destajo, ha sido el uso y abuso de la maquinita de imprimir papel moneda para intentar reactivar la economía, conociendo de antemano todos y cada uno de los desajustes que este dislate trae en materia de tipo de cambio e inflación.

Para poseer moneda fuerte y estabilidad macroeconómica se requiere, como supuesto fundamental, disciplina fiscal por un lado y responsabilidad en la administración del bien común, por otro, lo que exige una revisión permanente de los gastos incurridos (Spending Review) y la evaluación de su eficacia, para continuar haciendo lo que hacemos bien y modificar aquello que no ha tenido los resultados esperados. Es decir, recalcular hacia el mañana.

Es tiempo de dar cabida a dos discusiones esenciales. Una, del lado de los precios a fin de dar certezas, referencias (anclas) a las que atenerse para desarrollar cualquier actividad económica; y otra, del lado de la eficiencia del estado para volverlo útil y valioso a los ojos de los contribuyentes.

Ya es tiempo que la comunidad reciba los bienes públicos de modo equivalente a la contribución que realiza.

“Soy contrario a los subsidios permanentes para los desocupados, porque desacostumbran al esfuerzo del trabajo cotidiano” – T.Roosvelt (1858 – 1919)