Reflexiones sobre los subsidios energéticos

23/09/2021

Los subsidios energéticos no sólo se achican subiendo el “piso”, sino que también se achican bajando el “techo”. Por Alejandro Di Palma, titular de Estaciones de Servicio Laurencena.

La sola suba de las tarifas de los servicios públicos de energía, aun a través de una buena segmentación, no es la única solución para la disminución efectiva de la brecha existente en las cuentas públicas originada en los subsidios. Y es que el sinceramiento tarifario necesita también transparentar ciertos “sobreprecios” (surcharges) detectados en las últimas RTI (Revisión Tarifaria Integral) para los segmentos de transporte y distribución. Además, en el medio de la crisis vigente, se torna imperioso salir transitoriamente del esquema marginalista de fijación de precios en la generación eléctrica, y de los precios estímulos exagerados en la remuneración del gas en boca de pozo.

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Si bien el diagnóstico de muchos consultores muestra la necesidad de bajar el enorme nivel de subsidios por su impacto en las cuentas públicas, y ello es entendible desde el punto de vista teórico y a largo plazo (transición), esos análisis no consideran como alternativa, la posibilidad (o necesidad) de revisar y no validar automáticamente, los costos que informan las empresas como necesarios de ser pagados; asimismo los diagnósticos de referencia subestiman la difícil situación económica de la sociedad, la cual impide hacer frente a una suba tarifaria de esas dimensiones.

Definir conceptualmente al subsidio como los montos que tiene que hacerse cargo el Estado respecto del costo energético “que dicen las empresas que tienen”, o del que define el sistema marginalista, obviamente implica un subsidio muy mayor al que se obtendría seguramente, respecto de un costo real y razonable surgido de un análisis serio de costos, especialmente en un momento de crisis.

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Caminos

Por ello, dos caminos son urgentes y necesarios en ese sentido:

a) Transparentar costos respecto del transporte y distribución. Luego de develarse los procesos irregulares y cuadros tarifarios apócrifos en las RTI 2016/2017, lo cual sucedió en las auditorías que llevaron a cabo los entes reguladores federales y en la auditoría de PBA, se desprende que de esas RTI resultaron sobreprecios en los cuadros tarifarios que afectaron directamente a los consumidores del servicio público económico eléctrico y de gas de redes, y al adecuado equilibrio entre tarifas justas, razonables, transparentes y asequibles con una prestación del servicio que sea de máxima calidad.

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b) Respecto del costo de la energía, tanto para el gas como para la generación eléctrica, se debe remunerar la energía durante la emergencia bajo el esquema “ad cost” o “cost plus”, más una razonable tasa de rentabilidad, suspendiendo el esquema marginalista durante la emergencia. Un síntoma del disfuncionamiento del sistema marginalista (remuneración de la mayoría de generación eléctrica con el precio más caro, generando una brecha enorme entre los costos reales y el precio trasladado al usuario) es la entrada masiva empresarios de diversos sectores al energético, evento que pudimos ver no solo durante el periodo de gobierno anterior, sino que siguió verificándose en este último (Edenor).

Un camino equivocado

La discusión sobre el congelamiento/descongelamiento tarifario para la distribución y transporte que vimos en las últimas audiencias parece inútil, ya que no sabemos cuál era el nivel correcto que debían tener las tarifas que se congelaron en abril de 2019. Y no vimos vocación de las empresas de debatir sobre estos niveles, que cargan con un “pecado original”.

Sí sabemos que a esa fecha venían arrastrando desde el 2017 un enorme sobreprecio, por lo cual, aun suponiendo que la erosión inflacionaria haya eliminado todo o parte de los sobreprecios, el ajuste tarifario no debe surgir de la recuperación inflacionaria desde abril de 2019, sino de la búsqueda de la genuidad y razonabilidad que daría un estudio integral de los costos y remuneración adecuada de los servicios: una nueva RTI.

Intentar disminuir el peso de los subsidios energéticos en las cuentas públicas solamente aumentando tarifas y afectando solo a los usuarios, sin revisar el verdadero costo de la energía que se debe remunerar a través de una renta razonable, y tampoco poniendo en el debate los voluminosos subsidios a la oferta que las empresas obtienen gracias a un efectivo lobby sobre nuestros funcionarios, nos llevará a un camino sin salida. Y a una situación de enorme inequidad.

Usuarios y Pymes verán incrementarse el costo de un servicio esencial mientras un pequeño grupo de grandes empresas concentradas en pocos grupos económicos, seguirán viendo tasas de retornos más que envidiables.

La meta – sensatez

¡Bienvenida una correcta segmentación para focalizar los subsidios en donde realmente se necesita! Pero si no atendemos los otros dos puntos mencionados más arriba, relacionados con los precios más justos y razonables de la energía, no llegaremos a un equilibrio virtuoso donde todos ganen, y que nos permita acelerar la salida de la crisis y aprovechar los recursos energéticos baratos y abundantes que disponemos, para el imprescindible desarrollo del sistema productivo argentino.