ENFOQUE PORTADA

Parecido, no es lo mismo

Por Sergio Dellepiane – Docente ///

Aunque por razones diferentes, numerosos bancos centrales de distintos países han incrementado, durante el último tiempo, la Tasa de Interés de referencia. En algunos casos sorprendiendo al mercado con tal determinación (ex – ante) y en otros, reaccionando tardíamente (ex – post) como casi siempre, los nuestros, corriendo de atrás. Sin embargo, el objetivo perseguido es el mismo. Sofrenar el ímpetu inflacionario que deteriora todo poder de compra, de ahorro y de beneficios asociados al desarrollo de cualquier actividad remunerada, independientemente de la geografía dónde se manifieste.

Por causas extraordinarias, la mayoría de las naciones emitieron dinero para paliar los efectos provocados por tales circunstancias. Como reconoce la ciencia económica, al haber más dinero circulante, sin contrapartida de mayor producción, los precios forzosamente se incrementan. El mecanismo detonante se completa con una guerra injustificable, al otro lado del mundo, que afecta la actividad de algunos sectores (turismo y transporte marítimo); encarece servicios esenciales (energía y combustibles) y hace escalar los precios de algunos alimentos. Ninguna solución que se proponga, a fin de reordenar el desarreglo ocasionado, resultará inocua para los ciudadanos afectados; por el contrario, tendrá efectos contractivos en cuanto actividad y consumo; y por lo mismo, dolorosos en cuanto al sacrificio que exigen para poder contrarrestarlos.

Inflación.

Las medidas de política económica que se decidan implementar deberán resultar apropiadas para hacer frente a un doble problema. El primero cronológicamente desatado, es el de la inflación. Reducir la emisión monetaria y aumentar las tasas de interés pueden lograr un freno necesario a la escalada de los precios de una economía en particular. Aun así, el salto discreto, irregular pero continuo, en los valores unitarios de los productos y la dispersión entre los precios relativos, nunca podrá solucionarse adecuadamente con estas medidas, si se las implementa aisladas de la realidad en la que intervienen.

El reacomodamiento “natural” se dará, en la mayoría de los sectores, por medio de una merma significativa en las ventas. La restricción del consumo interno, por caída del poder adquisitivo sumado a la reducción de los volúmenes transados, orientan las perspectivas más optimistas hacia una recesión de magnitud desconocida.

La emisión monetaria de los bancos centrales contra deuda de sus gobiernos, es tolerable en la medida en la que éstos puedan, algún día, honrar los compromisos con sus acreedores. En nuestro país el BCRA posee en su balance un fenomenal endeudamiento que, asociado al prontuario histórico de no cumplimiento, torna improbable la reducción del déficit, cualquiera sea su magnitud y, por lo mismo, de contener la escalada inflacionaria.

Cada país es diferente, pero en todos se cumple que la alta inflación licúa la deuda en dólares que tiene una tasa de interés fija, aunque hay que pagarla en la moneda extranjera en la que fue tomada, lo cual es todo un dilema; a la vez que la deuda en moneda local se vuelve cada día más onerosa por estar indexada por inflación.

Condiciones.

En nuestro caso, tenemos más problemas y menos grados de libertad (no podemos sustituir totalmente las importaciones) pues, entre las asimetrías más relevantes destacamos que, siete de cada 10 autopartes que se utilizan en la producción local de automóviles vienen del exterior; el 55% de las drogas que emplean como insumo las farmacéuticas para la producción de remedios, no hablan castellano; el 90% de los teléfonos celulares y TV LCD que se ensamblan en Tierra del Fuego cuentan con tecnología que no poseemos; seis de cada 10 insumos que se importan, no tienen un proveedor local que pueda abastecerlos; 67% de la pymes del país, requieren de, al menos, un proveedor externo para mantenerse activas.(UIA – 1T 2022)

Una de las determinaciones más complejas que debe tomar la autoridad gobernante, a la vez contradictoria e influyente, para el devenir económico de un país, sigue siendo la variación de la tasa de interés (Costo del dinero en el tiempo) de referencia, pues sirve para anclar expectativas, marcar rumbo y generar confianza.

Toda autoridad monetaria independiente, camina con notable cuidado al seleccionar las decisiones casi quirúrgicas, de impresión y emisión de dinero y de tasas de interés. Por un lado, si elevan mucho las últimas corren el riesgo de conducir la economía nacional hacia una recesión, porque si bien incentivan el ahorro interno, casi con certeza, acarrean desempleo, golpeando a los mercados financieros de países pobres como el nuestro que, además, atraviesan una crisis de deuda. Sus efectos cuestan demasiado revertirlos puesto que no se consiguen resultados satisfactorios en el corto plazo.

Por el otro, cuando la disminuyen, generan un efecto opuesto que implica necesariamente la retracción de la inversión productiva y, probablemente, una recesión. Si no se actúa a tiempo, en uno u otro sentido según las circunstancias, la inflación destruye el poder adquisitivo de quienes emplean a diario la moneda nacional y la actividad económica se ralentiza paralizando la dinámica productiva.

Disyuntiva desalentadora: recesión o inflación. La tercera opción no es más atractiva: estanflación (estancamiento con inflación).

Distorsiones.

Entre nosotros lo incierto es peor que lo malo. La distorsión es la característica principal del sistema de precios de nuestra economía. Los desacoples, pretendidos e intentados, nunca dieron resultado, en ninguna parte, a lo largo de la historia humana conocida. Lo mismo que los controles internos de precios. Hemos modificado el modo de fijar el precio de las cosas pues ya no se determinan por costos más impuestos más margen, sino por el valor de su reposición. Si es que quien lo intenta, consigue reponer lo que pretende.

A su vez, mantener una política de tipo de cambio controlada, con cepos y restricciones para las importaciones, produce una brecha insalvable que afecta a toda la dinámica productiva.

Llegó el momento de hacer elecciones. Los dólares no alcanzan y, por lo mismo, no se puede complacer a todos, ni siquiera equitativamente.

La cautela debe ser triple. Mover la Tasa de Interés para contener el valor del dólar; cuidar las reservas (si fuera posible, incrementarlas) y moderar la presión inflacionaria en poco tiempo. No existen caminos alternativos.

En economía; parecido, no es lo mismo.

“Cuando pasas mucho tiempo gastando más de la cuenta y emitiendo sin freno, tu cosecha no será de dólares sino de problemas” – H. Lacunza