ENFOQUE PORTADA

Nosotros y ellos

Por Sergio Dellepiane – Docente ///

Una de las características más preponderantes que distinguen a Argentina del resto de los países que integran la América Latina tiene como componentes ineludibles a la inestabilidad cambiaria, las recurrentes crisis económicas y el vertiginoso ascenso inflacionario. Esta combinación nos afecta negativamente y resulta determinante para marcar el retroceso relativo respecto a las demás naciones del sur del continente.
Mientras muchas de ellas han logrado capitalizar positivamente los períodos de bonanza externa (“vientos de cola”), nuestro país ha quedado entrampado en sus propias contradicciones ideológicas y en los desequilibrios macroeconómicos, que nos han arrastrado a más de una década de estancamiento y nos ha ido alejando, poco a poco, del mundo desarrollado.
Crecimiento del PBI, volumen de exportaciones y de la productividad en general, han evolucionado más lentamente entre nosotros que con relación a nuestros pares de la región. Esta tendencia se evidencia al analizar el largo plazo y, más precisamente, al comparar registros históricos de cualquiera de los indicadores sociales que se prefiera.

Decadencia.
Este proceso de decadencia persistente puede visualizarse en una Argentina que, aun pagando impuestos exorbitantes, deja atrás la etapa de los cepos económicos para adentrarse en la zona húmeda, oscura y putrefacta de los grilletes, cuevas y catacumbas. Casi todo informal, negro y por fuera de la legalidad.
El país está trabado, restringido y atiborrado de regulaciones. El sector formal de la economía invierte enorme cantidad de tiempo, energía y dinero para enfrentarse a una carga impositiva que se presenta como despareja, desmedida e intrincada, casi como un laberinto sin minotauro, pero, además, con ausencia de salida.
La confianza de los consumidores apenas se muestra por encima de los valores de los años 2001/02. La inflación hace mella en los ingresos de los ciudadanos y el malestar se percibe creciente. No hay financiamiento casi para nada porque el costo del dinero en el tiempo corre a la velocidad de la luz. Los servicios se deterioran progresivamente y amenazan con elevar sus costos, urgidos por la veracidad de su escasez. No hay créditos hipotecarios y el Estado protector hace como que construye, pero demora, retrasa y abandona ilusiones y esperanzas. Por medio de sus regulaciones ha desatado, con su ineficiencia, una disputa de vale todo entre propietarios e inquilinos.
El problema, hoy por hoy, no pasa por acertar el camino sino por reconocer e internalizar que, para salir del lugar a donde hemos llegado, se precisa esfuerzo compartido y, sobre todo, tiempo, para conseguir resultados escasos pero sólidos y progresivos, en base a acuerdos de largo aliento sin desvíos del rumbo hacia mejores condiciones de vida. Algo a lo que nos hemos desacostumbrado en un mundo que hace culto de la instantaneidad.

Indicadores.
El PBI de Argentina es bajo y su potencial real también lo es. Tenemos demasiadas dificultadas para conseguir los recursos que demanda la recuperación que ansiamos. La Tasa de Inversión y el stock de capital físico resultan insuficientes, lo mismo que la capacidad de las personas que se necesitan para participar en los diferentes procesos productivos en marcha. La razón hay que buscarla en el hecho por el que la formación del capital humano también se hundió.
Nuestro país se come su propio capital. Somos cada vez más pobres y menos productivos. El único agente económico que no se redujo en todo este tiempo fue el Estado, con lo cual hay un sector privado cada vez más chico y limitado, al que le toca sostener un monstruo amorfo e ineficiente, cada vez más grande.
La Inversión Extranjera Directa (IED), que a nivel global se duplicó entre 2010 y 2020; en nuestro país muestra una disminución significativa en su aporte. El flujo que recibimos en el año 2000 representaba el 0,9% del total; en 2010 fue del 0,4% y en 2020 apenas se recibió el 0,2%. De lo que llegó a América Latina, la participación cayó del 5,5% en 2010 al 3,8% en 2020.
Mientras puertas adentro se prolonga el empeoramiento de todos los indicadores socio-económicos conocidos y evaluados responsablemente; Colombia se ha asegurado desde 2020 su ingreso a la OCDE y Paraguay está a un paso de recibir el “Grado de Inversión”, algo que nosotros perdimos hace un tiempo.

Retroceso.
El paso atrás en lo económico no viene solo. Está acompañado por un peor desempeño en materia educativa que visibiliza la profunda gravedad de los males sociales. En el segmento etario comprendido entre los 25 y 34 años, Argentina posee el menor porcentaje de graduados terciarios y universitarios de la región. (CEPAL – 6/2022)
Sin embargo, entre los grupos de mayor edad, cualquiera sea su estratificación, nos encontramos como líderes o segundos, en cuanto a títulos de grado alcanzados. (Id.)
Nos guste o no, la realidad muestra que en nuestro inconsciente colectivo seguimos viviendo del éxito de nuestro pasado, que el mero transcurso del tiempo aleja aún más del devaluado presente.
Hoy sólo alcanza la categoría de reminiscencias inasibles, debido exclusivamente a la naturaleza de nuestra propia decadencia.
“La descomposición de toda sociedad comienza por la decadencia de los principios sobre los cuales fue fundada”. Charles Louis de Secondat – Montesquieu – (1689 – 1755)