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“No estamos en la agenda de ningún gobierno”, grita la salud privada de Entre Ríos

Víctor Lozze, presidente de Acler, advirtió que “el sector privado se hace cargo del 60%” de las atenciones de la salud pública, a pesar de que trabajan a pérdida. “Hay un grito desesperado para que se nos escuche”, enfatizó. Nahuel Amore

La pandemia puso patas arriba a todo el sistema sanitario argentino y entrerriano, sin dudas. Las vulnerabilidades saltaron a la vista y el Covid-19 obligó a reconducir los presupuestos para atender una demanda inédita. En este contexto crítico, el sector privado se convirtió, más que nunca, en un aliado estratégico para la salud pública y debió ponerse de pie como dé lugar, con todas sus complejidades y a pesar de haber empresas al borde del quebranto.

Víctor Lozze, presidente de la Asociación de Clínicas y Sanatorios de Entre Ríos (Acler), no escondió la gravedad del escenario y puso énfasis en las dificultades económicas y financieras que atraviesan, que por ahora se sostienen con parches. Incluso, consideró que si no fuera por los paliativos temporarios del Estado durante la pandemia, la mitad de los establecimientos de salud hubiera cerrado.

“No estamos en la agenda de ningún gobierno”, reclamó el empresario, en un mano a mano con DOS FLORINES, en el que repasó los principales puntos débiles del sistema de salud privado de la provincia. “Hay un grito de desesperación para que alguien escuche al sector. Nadie nos escucha, salvo cuando les toca estar en la terapia intensiva”, lamentó Lozze, del Sanatorio del Niño de Paraná.

Crisis

—¿Cierran los números?

—Es muy difícil la respuesta, pero los números hace mucho tiempo que no cierran. Este año y medio de pandemia se agudizó enormemente este tema. Es menos trabajo y mayor costo porque todos los insumos que utilizamos se multiplicaron por dos y hasta por tres.

—¿Cuáles fueron los costos que más aumentaron?

—Los medicamentos, principalmente. Pero además, el oxígeno y todos los otros elementos que se necesitan para que una institución sanatorial tenga las puertas abiertas. Sin embargo, esto se debió afrontar con la única fuente de ingresos que es el pago que realizan por nuestras prestaciones, con actualizaciones de entre el 25 y 28% pero con una inflación del 50%. Siempre estamos atrás.

Si los números no cierran y se trabaja a pérdida, ¿cómo se financian? ¿Qué sacrifican?

—Que los números no cierren significa que no podés comprar un respirador nuevo, no podés hacer una habitación nueva, no podés cambiar los elementos de trabajo, tenés que pagar en cuotas y como se puede la tremenda maraña de impuestos que es exageradamente grande. Es un combo difícil que debemos afrontar.

Pareciera que hacen malabares para sostener una clínica o sanatorio funcionando…

—Esa es la palabra, hacemos malabares. Y digo más: en este año y medio hemos logrado no terminar cerrando la mitad de los sanatorios porque apareció el ATP.

¿Fue un aliciente?

—No sé si un aliciente, pero sí una ayuda, nada más. Hay un montón de situaciones que desde hace bastante tiempo no podrían seguir funcionando porque no se podían pagar.

Si el ATP y otros paliativos evitaron el cierre de empresas, ¿cómo piensan ser sustentables hacia adelante sin el Estado?

—A nivel nacional, a través de las distintas instituciones, hay un grito de desesperación para que alguien escuche al sector. ¡Nadie nos escucha! Parece que no les interesa. Al único que le interesa es cuando le toca estar en la terapia intensiva, boca abajo, muriéndose. Pero después no estamos en la agenda de ninguno de los políticos.

Pandemia

Ante la irrupción de la pandemia, el sistema sanitario de Entre Ríos debió fortalecer su capacidad de atención en unidades de terapia intensiva, tanto para Covid-19 como para el resto de las patologías. Por ello, este año cuenta con un total de 270 camas, de las cuales 144 corresponden a instituciones privadas y 126 a públicas.

En Entre Ríos, ¿cuánto ha soportado el sistema privado las demandas de atención que el sector público no pudo contener?

—Como siempre, como toda la vida, el sector privado de la salud pública se hace cargo del 60%. La salud pública es una sola: sector público y privado. Mientras el público maneja el 40% generosamente, el resto lo manejamos nosotros. Toda la vida ha sido así, más allá de que pudo haber una variante ahora con la pandemia. Pero en síntesis, estamos jodidos porque no nos escuchan.

El Gobierno provincial respondería que para aliviar la situación otorgó, además de beneficios impositivos, una importante bonificación en el costo energético.

—Fue una ayuda importante sí, porque si tenés una factura de luz de 100.000 pesos, pagás 50.000. Sirve, sí, no podemos decir que no. Pero no es suficiente en este contexto crítico.

¿Cómo está la relación con las obras sociales? ¿Cumplen?

—A diferencia de Capital Federal que se maneja más con prepagas, la salud privada del interior del país es diferente. Tratar con las obras sociales sindicales, la provincial y el PAMI, es una lucha. De todos modos, no estoy tan seguro de que estén en problemas, porque el Gobierno las apoyó muchísimo. De un listado de 80 obras sociales que tenemos en Acler, salvo excepciones, todas más o menos cumplen. Es decir, problemas realmente serios con alguna obra social sindical prácticamente no tenemos.

¿Qué tan conflictiva es la relación con Iosper?

—Iosper no está tan fuera de contexto, teniendo en cuenta de que es la obra social principal que financia el 50% de lo que trabaja un sanatorio. Además, permanentemente tenemos diálogo, con disentimiento y discusiones, pero seguimos trabajando. Nosotros los necesitamos a ellos y ellos nos necesitan a nosotros. Ahí la vamos llevando. Pero en realidad el problema es que no hay relación entre la estructura de costos con los incrementos de las paritas que definen las actualizaciones de las prestaciones.

El personal de salud advierte por un nivel de agotamiento, ¿cómo lo entiende usted?

—El sector de enfermería a nivel local en cada institución trabaja de acuerdo a convenio, como corresponde, sin hacer más de lo que se define allí. Si tenés que tener diez enfermeras, tenés diez, no veinte, porque no da la educación. ¿Están agotados? La gente está acostumbrada a trabajar porque trabajó toda su vida de la misma forma, cumpliendo sus horarios, con sus francos y sus vacaciones. Lo que sí, la pandemia trajo una preocupación extra, lo cual también pesa sobre la cabeza de un ser humano. Hubo miedo, temor a lo desconocido, pero debimos seguir para adelante.

Pospandemia

¿Cuánto cree que falta para que el sector vuelva a tener rentabilidad?

—Deben producirse cambios tan radicales y entender cómo es la situación para que eso suceda. Pero lo veo no tan fácil, porque te dan un aumento de los aranceles en función de la paritaria, que siempre es insuficiente, pero todo lo otro, como los medicamentos, no aumentan 40% como los salarios, sino que van con el 150%. Si tuviéramos que contemplar la proporción de los aumentos de costos, los incrementos que nos debieran pagar por las prestaciones serían mayores. Es una alquimia y no estamos en la agenda de ningún gobierno.

Con este panorama, pensar en inversiones es prácticamente un imposible.

—Los sanatorios con alta complejidad, tanto los más grandes como los más chicos, están casi incapacitados de hacer inversiones dentro de las instituciones. No hay fondos suficientes, no hay crédito. Es un sector que se las ve mal en este sentido. A los empresarios que crían pollos les anunciaron programas de crédito, pero a la salud, cero.

La falta de financiamiento es un eje transversal que reclama el empresariado.

—¿Qué empresa no necesita de créditos? Con recursos estrictamente genuinos casi ninguna funciona. Para seguir funcionando, todas necesitan apoyo económico y financiero. Y este sector no lo tiene desde hace años. Se vive con lo que se produce y cada vez se achica mucho la torta.

¿Qué otro tema considera clave en la agenda pospandemia?

—Los componentes de los costos de funcionamiento son el tema que hay que seguir hablando, así como conseguimos la ayuda transitoria de la energía. Pero además, hay que corregir todo lo impositivo. A nivel nacional, hace 15 años que peleamos por el IVA y no logramos que entiendan que debemos recuperarlo y no perderlo. A nivel provincial se suman los altos Ingresos Brutos y los costos energéticos, mientras que a nivel municipal están las tasas. Todo es un combo que afecta al sector.

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