Molineros pujan por conseguir trigo y se despegan de las subas: “El problema no es la harina”

13/03/2022

Diego Cifarelli, presidente de la Federación Argentina de la Industria Molinera, analizó el impacto del conflicto entre Rusia y Ucrania en el aumento de los commodities. Advirtió por las tensiones por el abastecimiento y los costos. Nahuel Amore

El comercio internacional entró en ebullición ante el conflicto entre Rusia y Ucrania. Las materias primas dispararon su precio y comenzaron a registrarse problemas de abastecimiento, ante los cambios repentinos entre compradores y vendedores. En este contexto, el trigo es uno de los productos que registró un importante salto, cercano al 40% de su valor, hecho que provocó, al mismo tiempo, tensiones al interior de la Argentina.

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Diego Cifarelli, presidente de la Federación Argentina de la Industria Molinera (FAIM), planteó que este escenario es observado “con mucha preocupación” entre las empresas procesadoras, tanto por las fuertes subas de precios como por las pujas con los exportadores para conseguir trigo y sostener la producción. De todas maneras, se despegó respecto de los incrementos del pan y otros derivados, cuya incidencia de la harina representa un cuarto de su costo. 

“El problema del precio en los productos farináceos no está en el trigo ni en la harina. Habrá que buscarlo en los costos fijos, en los costos de los alquileres, la mano de obra, la presión impositiva. Pero dejemos de buscar el problema en el trigo y la harina porque no lo es”, enfatizó, en diálogo con DOS FLORINES.  

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Para Cifarelli, se trata de una “discusión eterna” que vuelve a ponerse en el tapete, más aún cuando lo envuelve un manto cultural y social. “Ya hemos mostrado la incidencia de la harina en la formación de precios del pan y un montón de productos farináceos. En el pan, el trigo y la harina inciden bajo condiciones normales en un 18%. En este caso, como aumentó más de lo previsto, incide en un 23%”, explicó.

En esa línea, señaló que hoy la harina explica en el precio del pan alrededor de 60 a 62 pesos el kilo, sobre un precio de venta promedio de 240 a 250 pesos. “El trigo aumentó en el mundo alrededor de 70% y en Argentina un 50%, al pasar la tonelada de 26.000 a 39.000 pesos. La harina aumentó entre un 35 y 50%. Y el pan, que es un cuarto de eso, debería haber aumentado entre un 10 y 15%. Sin embargo, nosotros formamos el precio de la harina solamente”, analizó.

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A modo de ejemplo para afianzar su postura, planteó que con un kilo de harina se hacen seis docenas de churros, es decir, la incidencia de la materia prima en una docena es de 10 pesos. Incluso, dijo que con un kilo de harina se hacen tres docenas y media de facturas, con lo cual la incidencia aproximada es de 20 pesos. El resto de componentes, insisten, les excede.

“Es una discusión eterna, pero evidentemente a alguien le sirve esta discusión porque no la hemos ganado. Se sigue insistiendo en el impacto de la harina en la formación del precio del pan”, se quejó el representante de la institución que reúne a unos 120 molinos de trigo que concentran el 96% de la oferta de harina del país.

Abastecimiento

“Hubo un antes y un después desde el inicio del conflicto bélico y ya nada fue igual en las cotizaciones del trigo en el mundo. Los dos países en conflicto son de los más importantes en el abastecimiento del cereal. Los clientes de otros países, viendo esto y sin saber cómo termina, empiezan a pujar y comprarlo de otras latitudes. Así, empiezan a pujar y elevar el precio. Esa incertidumbre, de no saber cuánto dura esto, volatiliza el mundo de los commodities”, sintetizó sobre los abruptos cambios en el mercado internacional.

Sin dudas, este escenario repercute de lleno en la Argentina, que absorbe las tensiones por conseguir la materia prima por excelencia que alimenta al mundo. “En un mercado globalizado, si yo no igualo el precio internacional a quien tiene el trigo, directamente lo vende afuera. Entonces, directamente tengo que competir con el mundo para que ese trigo quede en un molino argentino”, planteó Cifarelli.

El precio internacional de los commodities es claramente seductor para los exportadores. De todas maneras, el presidente de FAIM recordó que el Estado estableció saldos exportables que permitan establecer un volumen de equilibrio para resguardar el abastecimiento interno. Precisamente, en el trigo se dispuso un cupo de 14,5 millones de toneladas, a contrapelo de las críticas de productores.

Sin embargo, hizo un paréntesis. “Que el resto de la producción quede en el país no significa que sea para la molinería, sino que pujarán con la exportación para ver quién lo compra y, en todo caso, los exportadores se lo venderán a la molinería. Es decir, no significa que no compitas con el precio internacional y que la molinería lo tenga”, advirtió.

Ante esta situación, opinó que la intervención del gobierno “es una solución a medidas”, ya que obliga a las industrias procesadoras de trigo a “tratar de seducir al productor con precios y con condiciones de pago para que nos lo venda a nosotros y no a otro actor”.

—¿Tienen condiciones las empresas procesadoras de molienda para quedarse con el trigo? ¿Cómo juega la especulación?

—Estamos tratando de hacer lo posible para que nos vendan el trigo. En este momento, con un mercado volátil, continuamente aumentando su cotización, es patrimonio de cada uno de los productores. Uno resguarda el patrimonio y espera el mejor momento para venderlo, y está en su ley, a pesar de que les dicen que especulan. En este país la palabra especulación tiene una connotación negativa, pero si significa resguardar el patrimonio, yo estoy de acuerdo. Cada uno con su patrimonio determina cómo, cuándo, dónde y a quién le vende. Está claro que el productor lo va a defender porque es su sacrificio. Nosotros también tendremos que intensificar las herramientas para poder comprar ese trigo y seguir abasteciendo de manera casi normal a toda la sociedad.

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Fideicomiso

En este escenario convulsionado, el Ministerio de Agricultura que conduce Julián Domínguez reflotó la idea de implementar un fideicomiso que, mediante subsidios, se equilibren los precios y se evite un traslado inmediato a la mesa de los argentinos. No obstante, tanto productores como industriales ponen el grito en el cielo. “Como sector desestimamos siempre cualquier mecanismo que no sea el libre mercado para poder fijar los precios de lo que nosotros fabricamos”, ratificó Cifarelli.

Sobre este punto, cuestionó: “Se ha armado un revuelo con un fideicomiso que es muy chiquito, donde no entra la harina para pan y otros productos; solamente entra el trigo para hacer la harina, que son 350.000 toneladas en el año sobre un mercado de 22,5 millones. Y los fideeros también participan con otras 350.000 toneladas. Pero preferimos la libertad de poder poner los precios porque no sería tan gravitante en el bolsillo de los consumidores”.

Desde esa perspectiva, insistió en que la incidencia de la harina en los farináceos es muy baja e, incluso, el precio de un paquete de un kilo no tiene comparación con otros productos de la canasta básica. El problema, apuntó, no está en las materias primas y su procesamiento, sino en otros factores que los exceden, sobre todo el proceso inflacionario y la pérdida de poder adquisitivo de las familias.

—¿Qué proponen para evitar un impacto directo mayor hacia los sectores más desfavorecidos?

—El contexto es complicado. Argentina va a tener que aceptar que ante tanta volatilidad, aun los países que han tenido índices negativos o muy bajos de inflación van a tener un índice inflacionario inesperado producto de la volatilidad de los commodities. En Argentina creo que hay otras herramientas que pueden ser más efectivas si lo que se propone es llegar al consumidor final. Siempre hemos dicho en las distintas mesas que participamos que lo mejor de una política pública es trabajar sobre la demanda y no sobre la oferta. Cuando se trabaja sobre la oferta, al tener cadenas largas hasta llegar al consumidor, se pueden perder y haber vivos intermediarios que reciben esos beneficios de una compensación. Cuando se trabaja sobre la demanda, como por ejemplo poniendo más pesos en la Tarjeta Alimentar, sin duda alguna se estará con la certeza de que se ha llegado al consumidor de la política. Pero mientras sigamos trabajando sobre la oferta, es muy difícil tener la certeza de que esa política llegue a quien lo consume.

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Empresas, marginalidad y evasión

La cadena del trigo emplea unos 380.000 puestos de trabajo directo, desde la producción primaria hasta el último eslabón de panaderos, según datos de la Bolsa de Cereales de Rosario. En lo que refiere a la industrialización y comercialización, son alrededor de 270.000 trabajadores, entre todas las empresas y comercios registrados.

Consultado por el presente de las empresas del sector, Cifarelli señaló que la producción y la demanda se vienen manteniendo, a pesar de las complejidades de la macroeconomía nacional. Sin embargo, considera que la realidad podría leerse de otra manera si en el sector se termina con un histórico problema: la marginalidad y la evasión fiscal.

“El crecimiento de nuestro sector es por crecimiento vegetativo. Lamentablemente si no tuviéramos el grado de evasión y marginalidad que tenemos en el sector, los números serían otros. Estamos convencidos de que hay un 20% de molienda que no muestra los números porque es toda una evasión en el sector, de una cadena que evade en todos eslabones”, cuestionó de viva voz.

Al respecto, alertó que “para que un molino evada, hay un productor que vendió en negro y un panadero que aceptó comprar en negro”. “Estamos muy preocupados con eso. Los números nuestros serían totalmente distintos si tuviéramos un mercado de competencia leal como debiera ser cualquier país que quiere generar desarrollo productivo”, propuso.

Ante esta situación, insistió en hacer un llamado de atención para el Estado y, fundamentalmente, la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP). “Hemos pedido por todos los medios un auxilio para que nuestro sector deje de tener tanta marginalidad. Estamos convencidos y estamos haciendo un trabajo de mediano y largo plazo para terminar con la marginalidad en la molinería y toda la cadena”, expresó a DOS FLORINES.

En relación al ánimo de los hombres y las mujeres que conducen los destinos de las empresas dedicadas a la molienda y sus derivados, aseguró que es muy variado. Están los virtuosos que “siguen invirtiendo y creyendo en el país”. Pero también están los que tratan de “sortear el momento”, al igual que aquellos que atraviesan una “situación compleja”.

Finalmente, planteó que los empresarios molineros tienen un enorme desafío por delante a partir del impulso de nuevas inversiones. “Tenemos un 50% de ociosidad en el sector que las empresas quieren ocupar. Para que sea ocupable, no hay otro camino que la exportación. Es donde ponemos más énfasis, una vez superada esta situación de coyuntura internacional que pone un freno y nos hace atender la demanda local para que no falte harina en ningún punto del país”, remató.