ENFOQUE PORTADA

Los trabajadores quieren (queremos) trabajar

Por Danilo Lima, editor de Dos Florines

La decisión de la administración del presidente Alberto Fernández de suspender las exportaciones de carne por 30 días, en principio, desató, como era de prever, la ira de todos los eslabones de la cadena de ganados y carnes, desde el productor hasta el consumidor que, por experiencia, sabe que cuando los precios suben en el mostrador nunca retroceden.

Desde el anuncio de la medida por parte del propio Fernández, los principales actores de la cadena salieron a explicar en detalle por qué la suspensión de las exportaciones no es la herramienta adecuada para hacer bajar los precios del alimento más amado por los argentinos, y, además, recordaron las consecuencias negativas que en materia económica y social trajo la misma determinación adoptada en la década pasada.

El cierre de 120 frigoríficos, los alrededor de 10.000 despidos de trabajadores, la fuerte reducción del stock bovino –unos 12 millones de cabezas–, la desinversión generalizada en la ganadería y en la industria, la caída de mercados internacionales y la consecuente pérdida de confianza del mundo en la Argentina serían razones más que suficientes para no repetir una medida que destruyó la actividad económica más federal del país, y una de las que más divisas le reporta al fisco.

La suspensión de las exportaciones de carne, ciertamente, no tiene explicación racional alguna. Sólo puede entenderse desde la irracionalidad que domina a buena parte de la coalición política gobernante, irracionalidad que la lleva, no pocas veces, a escupir para arriba.

Acaso haya, también, algún resentimiento de un sector político que siempre vio y enfrentó a los productores ganaderos como enemigos, pero esto es más un tema de análisis psicológico que los periodistas estamos incapacitados de realizar.

Un eslabón clave perjudicado.

En la larga y compleja cadena de ganados y carnes hay un eslabón clave que, ante esta medida del oficialismo, tal vez, sea el más perjudicado entre todos los perjudicados: los trabajadores, sobre todo aquellos de la industria frigorífica que tienen bien presente los aciagos momentos vividos desde 2006 en adelante.

Quizá con cierta tibieza –la actitud, en rigor, debiera ser más marcada ante la amenaza que representa para las fuentes laborales el cierre de las exportaciones–, desde el sindicalismo salieron a advertir que la medida es “un error” que tendrá consecuencias para los trabajadores. Y alertaron: “Una medida que restringe las exportaciones de carne no evitará que haya inflación ni que bajen los precios en el mediano plazo. Ya sucedió en 2006: se cerraron las exportaciones temporalmente, pero el mercado fue intervenido nueve años. Los resultados: el precio del kilo de carne subió, las exportaciones cayeron, se cerraron frigoríficos y se perdieron miles de puestos de trabajo”.

Los gremialistas, además, dieron en el clavo al asegurar que el país no tiene un problema de abastecimiento de carne, sino de acceso a la carne. “Los argentinos venimos perdiendo poder adquisitivo y cada vez nos cuesta más comprar”, subrayaron. Clarito.

Estas definiciones, expresadas por trabajadores –a los que el Gobierno dice defender–, debieran hacer reflexionar a quienes impulsan y sostienen este tipo de políticas. Porque, por “pegarle” a los productores ganaderos y a algunos frigoríficos –no a todos dado que los más grandes son convocados a negociar–, se termina castigando a los más débiles de la cadena.

Si a partir de 2006, con una economía todavía en crecimiento, el cierre de las exportaciones generó el despido de 10.000 empleados, fácil es imaginar lo que puede suceder ahora con una economía devastada y una situación sanitaria en emergencia debido a la pandemia.

“Queremos trabajar”, claman los trabajadores de la carne, como clamamos todos los trabajadores –incluidos los de prensa–.

¿Qué hará el Gobierno? ¿Mirará para otro lado cuando los trabajadores empiecen a recibir los telegramas de suspensiones y despidos? ¿Qué alternativa laboral les ofrecerá? ¿Les dará un subsidio? ¿Los conformará con un IFE?

Todas estas preguntas, por ahora al menos, no tienen respuestas.

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