AL DÍA PORTADA

Laura Lewin, el desafío de la educación transformadora y la metáfora de la “colita de cuadril” que define al país

Unas 800 personas, la mayoría docentes, se agolparon en la semana para compartir una experiencia renovadora con una de las consultoras en educación e instituciones educativas más importantes del país. Convocada por la Fundación Banco Entre Ríos, desplegó en Paraná, literalmente a borbotones, su plataforma de conocimientos y miradas sobre la crisis que atraviesa la educación en la Argentina, los desafíos que se vienen y se planta en una definición que quiere como título para la presente nota, pedido al que no accedimos pero consideramos: “Para transformar la educación lo primero que tenemos que hacer es pensar que se puede”. Gustavo Sánchez Romero / Dos Florines

Llegar al salón principal del Centro de Convenciones de Paraná y ver más de 800 jóvenes docentes, educadores y directivos del sistema educativo entrerriano –llegaron de muchos departamentos de la provincia- y sentarse un segundo a ver el panorama podría hacer pensar a algunos que se trata de un show de stand-up.

Una mujer que habla rápido, que ametralla con conocimientos y argumentos muy inteligentes y no puede evitar un histrionismo que se figura intrínseco y que empuja una plataforma de cuestionamientos –del que todos sospechamos, por cierto- pero que en su boca se convierten en una interpelación preocupante acerca del lugar en que está la educación en Argentina. Tan mal está, es evidente, que cualquier abordaje sobre ella puede sonar como oximorón. Pero Laura Lewin no se rinde y utiliza todos los medios a su alcance, la seductora persuasión de sus fundamentos es la principal, y la cohorte de seguidores le profesa un respeto pocas veces visto para una educadora.

Mediática, efusiva, vehemente, moderna y que tiene el buen tino de predicar con el ejemplo en sus charlas que parecen más bien una gran arenga a un equipo que debe salir todos los días, ataviados con un guardapolvo blanco, a enfrentar unos de los partidos más difíciles.

Estuvo en Paraná el miércoles pasado y concitó una especial atención y éxito estuvo dado por la convocatoria de la Fundación Banco Entre Ríos, pero también por el aporte del Consejo General de Educación y la presencia de facultades e institutos de profesorados de la provincia, que declararon al evento como de interés educativo.

Laura Lewin es una de las consultoras más importantes en instituciones educativas de Argentina y despliega por el país y el mundo un rol de capacitadora, autora y asesora en temas de gestión educativa, neuroeducación y manejo del aula en un entorno afectivo y efectivo. Su curriculum se va completando con el dictado de talleres en Latinoamérica, Estados Unidos y Europa. Preside el Congreso Internacional de Desarrollo Profesional para Profesores y Coordinadores de inglés, y el Congreso Internacional para Directivos Innovadores de Instituciones Educativas. También dirige ABS International, una empresa de capacitación educativa, desde el año 1992, y es autora de varios libros sobre educación.

Antecedentes y recorrido no le faltan, pero no es eso lo que atrae de Laura. Habrá que detenerse a escucharla unos minutos para comprender que conceptos como disrupción, revolución tecnológica y romper con la inercia lo hace carne en su larga disertación.

En un pequeño break del encuentro accedió a este diálogo con Dos Florines donde habla de la crisis educativa, la contemporánea toma de las escuelas porteñas, los pasos necesarios que hay que dar para no perder el tren de las transformaciones mundiales y nos regala una metáfora multifunción y que puede explicar desde una nimiedad hasta los problemas estructurales del país: la Argentina de la “colita de cuadril”.

Transformaciones.

-Hay un dejo de escepticismo en sus palabras con respecto a que la educación ha dejado de ser un hecho disruptivo, el hecho maldito del país burgués, parafraseando a John Williams Cook.

-No tanto. Lo que si yo creo es que necesitamos transformar la educación. Esta educación tan enciclopedista no ayuda a que los chicos realmente desarrollen habilidades realmente esenciales para este siglo. Nosotros tenemos que salir de la escuela donde el alumno tiene que repetir para empezar a pedirle que empiece a resolver. Me parece que todo lo que se pueda automatizar, se va a automatizar, y los empleos que puedan estar vigentes son aquellos donde se necesite gente que pueda pensar e interactuar con la gente.

– Pensar de manera crítica en la escuela hoy postpandemia parece más bien un exabrupto y no una normalidad…

-Sí, es así y por eso creo que no es tan disruptivo pensar de manera crítica, y más bien es algo que debería ser natural. Nosotros nos creamos repitiendo. Me parece por eso que si miramos lo que pasó en el tiempo no es tan disruptivo pensar de manera crítica. Tenemos que empezar a trabajar con los alumnos de una forma diferente a cómo se viene trabajando. La comunicación cambió, el mundo cambió, pero la educación no cambió. Simplemente por eso.

– ¿Y qué significa eso en sentido práctico, porque no parece haber un gran consenso para que estas ideas suyas florezcan?

-No se crea, están floreciendo en un montón de colegios y lugares. Me parece cuando hablamos de la educación transformada o transformar la educación hablamos de cambiar la matriz de la escuela, y esto significa trabajar la matriz curricular, es decir qué enseñamos y para qué enseñamos; la matriz didáctica, es decir cómo estamos enseñando, porque muchos docentes están demasiado pendientes de ellos y de qué tienen que enseñar y no del alumno y cómo tienen que aprender. Tenemos que trabajar con aprendizajes activos y esto significa que, además, entonces, debemos rediseñar las aulas para que el alumno pueda utilizar un aula, ahí sí más disruptiva, y pueda trabajar en grupo, moverse en diferentes niveles de espacio, sentarse en el suelo, en las sillas, con mesas más altas. Porque nadie aprende sentado derecho y mirando hacia adelante. Por eso tenemos que trabajar con un aula que acompañe este mensaje activo. Tenemos que involucrar a las familias para que acompañen a sus hijos, que sostengan el estímulo, las ganas de aprender. Yo creo que ese es el gran desafío que tiene la escuela hoy. Lograr que los alumnos puedan pensar de manera diferente. Lograr que pueda desafiar diferentes exigencias y lograr que vaya a la escuela y vuelva la aventura del saber. Basta de ir a la escuela a aprobar. Los chicos quieren aprobar, los padres y los docentes quieren que apruebe.

Despliegue.

Ver a Laura en acción es un gran show creativo y pedagógico. Se ruboriza cuando el fotógrafo la toma en vivo a pocos centímetros y hace cómplice al público de su malestar; tiene un lenguaje coloquial que los y las docentes, que promedian los 30 años, sienten muy cercano. Habla de sus libros, de la necesaria motivación y maneja la tecnología como un adolescente, hasta que falla y se queja como una anciana. Juega con imágenes, ejemplos, y propone una didáctica distinta para que los profes lo trasladen a las aulas para generar alumnos activos y proactivos, dinámicos e inquietos, que elaboren estrategias usando las nuevas tecnologías. Por si hace falta decirlo, sus talleres se denominan “Que enseñes no significa que aprendan” y “Las sillas no son para sentarse, son para pensar”, que se enfocan en cómo generar una revolución cognitiva en el aula, cómo hacer para que los alumnos empiecen a pensar, para generar estudiantes involucrados cognitiva y emocionalmente.

Por momentos parece naif, pero es inevitable encontrar en su discurrir huellas materiales de Paulo Freire, Jean Piagget o Baruch de Spinoza. Pero en lo asequible de sus palabras reside el secreto del éxito de una intelectual que le habla al futuro, o más bien a aquellos que lo tienen como estandarte, ante tanta vaguedad.

-Nadie quiere frustrarse, pero sin embargo la escuela se resiste al uso de la tecnología y para los chicos el desafío está en el celular, la Tablet, y no en el saber intrínseco o el pizzarón…

-El celular o la tecnología no es la solución, pero es una gran oportunidad. Una oportunidad para acercarnos mucho más a los alumnos. Vos hoy no entendés algo, te ponés un tutorial y en dos minutos lo entendiste. El docente no tiene manera de competir con un tutorial. Claramente el tutorial es mejor. Pero esto no se trata de tutorial versus docente. Se trata de docente con tutorial, docente con tecnología. La tecnología más humana, y un docente más tecnológico. La tecnología nunca va a sacar al docente del aula, porque necesitás esto de la interacción con el alumno, de la empatía, de estar ahí, la importancia del vínculo. Pero el docente que utilice la tecnología va a ser mucho más eficiente que el docente que no lo haga.

-Las instituciones son muy conservadoras y les cuesta mucho dar los pasos hacia el futuro y adaptarse. ¿Considera que hay desfasajes entre las partes del sistema educativos con contenidos e instrumentos que avanzan y las instituciones quedan en el tiempo?

-Creo que hay una inercia y esa inercia es lo que no nos deja avanzar. Eso de que las cosas siempre se hicieron así es la gran traba para que podamos soltar amarras…

-Al respecto me pareció brillante su metáfora de la “colita de cuadril”.

-¿Querés que la cuente?, claro. Resulta que estaba Mariana en la cocina de su casa preparando una colita de cuadril para llevarla al horno. Y como cada vez que Mariana cocina la colita de cuadril le corta los extremos. En eso llega su esposo y le pregunta: ¿Ché Marian, para qué le cortás las puntas a la colita de cuadril? Y Mariana le dice: “No sé, se hace así. Mi mamá la hace así. No molestes”. Entonces un día la invitan a comer a la mamá de Mariana a su casa y pregunta: ¿Ché Ma, por qué hay que cortar los extremos de la colita de cuadril cuando la cocinamos? A esto la madre le responde: “No sé Mariana, en casa siempre se hizo así. Tu abuela lo hacía así. Mariana, no molestes, se hace así”. Entonces un día la llaman a la abuela y le preguntan. ¿Che abuela, por qué hay que cortar las puntas de la colita de cuadril cuando la queremos cocinar al horno? Entonces la abuela piensa un segundo y responde alegremente: “Yo lo corto porque no me entra en la asadera”.

-Maravilloso; explica gran parte del problema argentino…

-Claramente. Muchas de las cosas que hacemos se repiten porque siempre la hicimos así. Es la inercia que no te permite soltar amarras.

-¿Cree que en gran parte de los temas los argentinos le cortamos la punta a la colita de cuadril?

-Casi todos y no sólo en la Argentina, sino también en Latinoamérica. Sin duda alguna. Y por eso necesitamos docentes más empoderados, docentes que puedan salir de su zona de confort, que no es salir de su zona de fortaleza. El docente tiene que permanecer en su zona de fortaleza, y la manera más rápida de desmotivar a un docente es dándole un curso que no le guste. El docente tiene que hacer eso que nació para hacer, tomar el curso que lo haga brillar, y es así donde empezás a tener docentes mucho más apasionados. Sacás al docente de su zona de fortaleza y lo ponés en un lugar, aun más jeraquizado, pero que no le gusta. Es como cuando a un globo le sacás el aire despacito. Y nunca tenemos que sacar al docente de su zona de fortaleza, si de su zona de confort. Es decir, desafiarlo a hacer cosas de manera diferente.

Vivencias.

Asistir a los talleres de Laura parece una experiencia renovadora para las decenas de docentes que ríen, interactúan y se desperezan de la abulia a la que están sometidos habitualmente.

Ella los empuja a la observación permanente, y los interpela. Les propone el desenfado sobre lo acartonado y tiene tanto farol que las callecitas tabuladas por la monotonía y la parsimonia parecen desafiarla aún más.

“Debemos salir del pensamiento convergente donde hay una sola respuesta. Si usamos el pensamiento lateral avanzaremos hacia el pensamiento divergente, que nos sirve como paraguas y nos permite hacer una apuesta al futuro”, les dirá sin inmutarse. Y los invita a correrse del pizarrón y pensar un diferente, “porque ayudar a aprender es distinto que enseñar”, sentencia. En un momento se equivoca, tan rápido que va, y “se le lengua la traba” y se ríe a borbotones y hace cómplice al público. Laura Lewin, una fresca innovación para el sistema educativo argentino, que quiere alumnos atrevidos, pero que estos terminan tomando escuelas. De eso terminamos hablando.

-¿Qué impacto tuvo la pandemia en estas cosas que usted describe?

-La pandemia lo que hizo fue visibilizar, poner arriba de la mesa algo que ya sabíamos que estaba pasando: la educación argentina está mal. Realmente está mal. Entonces, lo que nosotros tenemos que lograr entender que está pasando la exposición de una situación que ya venía complicada desde antes. Y encima lo que hizo fue generar más trastornos cognitivos. La sobreestimulación tecnológica generó estos trastornos. Alumnos que no se sorprenden con nada, que se aburren, que no se pueden concentrar. El cerebro cambia. Veo videos, videos, videos y el cerebro cambia. Está más apático, el alumno está más indiferente y no se puede concentrar.

– ¿Una especie de síndrome del display?

-Más o menos, porque te cambió el cerebro. Antes tenías problemas y ahora tenés más problemas. Y entonces vas a tener que preocuparte por activar tu clase. Vas a tener que dejar de tener alumnos adormecidos y potenciar esos aprendizajes, potenciar los sentidos en el aula y más que respuestas para memorizar le vas a tener que dar situaciones para resolver, vas a tener que activarlos. No puede estar sentado mirando para adelante. Hay que activarlos. El aprendizaje no es un deporte para espectadores. Hay que activar a esos chicos.

– ¿Cómo corre el mundo del trabajo, el mundo productivo con respecto a esta inercia?

-Las normas que gobiernan el mundo laboral también están cambiando. Antes se nos medía, se nos evaluaba en función de cuánto sabíamos y la experiencia que teníamos, pero ahora se nos mide por cómo nos llevamos con nosotros y con los demás. Entonces vos tenés que trabajar sí o sí con inteligencia emocional en las escuelas. Alumnos que aprendan a autoconocerse, a automotivarse, que puedan relacionarse con la gente y es algo que no está pasando. Vos tenés hoy alumnos frustrados, alumnos que se enojan de la nada, hay mucha violencia en la familia y la violencia es un aprendizaje aprendido, y por eso necesitamos contrarrestar un poco todo eso a través de la enseñanza de aprendizajes socioemocionales en la escuela.

-¿Cuál es su lectura acerca de la decisión oficial de suspender la educación durante toda la cuarentena?

-Lo dije durante todo el tiempo. Me la pasé hablando de esto. Había que abrir la escuela, porque había estudios científicos que mostraban el contagio no estaba en la escuela, donde los protocolos estaban requetecontra super activados. El problema era el transporte, los cumpleaños, las salidas sociales y entonces me parece que a la escuela se le pidió muchísimo. Las familias no se cuidaban tanto entre ellos y se le exigía a la escuela que estuviera cerrada. Obviamente que es más fácil verlo con el diario del lunes, pero lo que generó fue alumnos con muchos problemas sociales, alumnos con mucho retroceso, alumnos que hoy en tercer grado no saben leer ni escribir.

-Usted vive en Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y en su propuesta se advierte un reclamo por un alumno más proactivo, más dinámico, y de pronto ese alumno se organiza para tomar escuelas. ¿No hay una colisión en esto?

-No. No. Una cosa es enseñar a pensar y otra cosa es enseñar qué pensar. Yo estoy convencida que lo que está pasando con las escuelas de Buenos Aires está altamente politizado. Yo quiero que haya conversaciones, no confrontaciones. Yo quiero alumnos proactivos y no alumnos reactivos. Hay una cosa que me parece terrible y es esto de cierro la escuela para tener una mejor educación. Querer mejorar la educación cerrando escuelas es como defender el medio ambiente quemando neumáticos. Entonces no me parece y creo que los alumnos tienen razón en lo que están pidiendo. No se puede aprender con hambre, necesitás infraestructura, necesitás buenos sueldos, necesitás capacitación de calidad. Estoy absolutamente de acuerdo, en lo que no estoy de acuerdo es en el modo. Porque además son una minoría porque en esos colegios tenés un montón de alumnos que quieren aprender y que ahora no pueden; tenés un montón de docentes que quieren dar clases y ahora no pueden. Entonces tus derechos terminan donde empiezan los de los demás. Lo que tenemos que preguntarnos como sociedad es por qué no podemos generar encuentros, diálogos, consensos. Porque tenemos que hacer cosas grandilocuentes.

-Usted plantea un esquema donde quienes la escuchan y siguen por miles están de acuerdo. Sin embargo, sobreviene la pregunta acerca de si hay alguien que está pensando un paradigma integral para un nuevo modelo educativo.

-Yo no lo sé. Yo sé lo que hago yo. Yo no trabajo para el gobierno, soy apenas una capacitadora apasionada que trata de activar, de movilizar a los docentes para que puedan volver al aula renovados. Los acompaño desde las redes sociales y mis libros para que puedan sostener todo esto. Yo hoy vengo a prender el fuego, y necesito que ellos tengan prendida la brasa.

-Pero los vientos vienen fuertes.

-Sí, es cierto. Pero bueno, estamos acompañando. No son intentos voluntariosos y desarticulados. En las redes se ve todo el tiempo. Decenas de personas que dicen que probaron cosas que les fue muy bien. Me convocó el intendente de la ciudad de Bandera, Santiago del Estero, para transformar la educación. Estoy trabajando con ocho colegios que son de hiper vulnerabilidad. Mirá esto (me muestra una foto de su celular). Son chicos que están haciendo los Ocho Escalones (programa televisivo) para trabajar en Historia. Nos propusimos trabajar de manera más lúdica, para hacer los mismos programas de la televisión con un fin pedagógico. No sabés lo que aprendieron los chicos. Estamos cambiando las aulas, estamos trabajando en inteligencia emocional. Pero esto es importante. Para transformar la educación lo primero que tenemos que hacer es pensar que se puede.