¿Las criptomonedas pueden considerarse como dinero?
06/09/2019
Por Martín Schneider*
A lo largo de los años se ha tenido por concepto que el dinero lo constituyen las monedas o billetes que se utilizan para el intercambio de bienes y/o servicios. Sin embargo, el ser humano a lo largo de su historia se ha dedicado a éste intercambio adoptando diversas modalidades, como por ejemplo el “trueque” de mercancía por mercancía.

En nuestros días, la economía se moviliza entorno al papel moneda permitiendo que las personas puedan “entenderse”, codificando sus intercambios por medio de un estándar; pero eso ha estado modificándose con la incipiente llegada de las criptomonedas al mercado.
Así surge un interrogante inevitable: ¿qué son las criptomonedas?

Una criptomoneda podría definirse, a grandes rasgos y sin caer en tecnicismos que confundan al lector, como una moneda digital diseñada –con criptografía– para ser segura y en muchos casos anónima. En tal sentido, una criptomoneda tendría su correlato funcional al dinero emitido por la autoridad monetaria de cada país, ya que permitiría intercambiar bienes y servicios por medio de un sistema de transacciones electrónicas sin la necesidad de la intervención –ergo control– de un intermediario (ej.: Bancos) de confianza.
En este marco conceptual y abordando una definición más que elemental para las criptomonedas, debería clarificarse ¿por qué algo intangible puede ser considerado como dinero?

Antes que existiera el papel moneda el ser humano utilizó muchos elementos (piedras, especias, ganado, oro, etc) como instrumento representativo de valor que permitiese un intercambio. Este aspecto, requiere la consideración de al menos cinco propiedades fundamentales que deberían cumplirse para que “algo sea dinero”, a saber: 1) Mantener su valor durante el tiempo. 2) Aceptable como medio de pago. 3) Existir en una cantidad limitada. 4) Ser fácilmente divisible. 5) Ser portable.
La comparación propuesta inexorablemente puede remitir al dólar estadounidense (USD), sin embargo en este caso puede adoptarse una perspectiva más local y considerar el peso argentino (ARS).
Claramente, en su concepción original tanto el dólar como el peso cumplían estas cinco propiedades referidas, pero con el correr del tiempo se han modificado notablemente las circunstancias, por cuanto se puede afirmar sin temor a equivocarse, que ambas alternativas monetarias no mantienen ni su valor ni existe una cantidad limitada, recurriendo a una impresión constante de más y más billetes.
Por otra parte, esta clase de dinero deviene en un curso forzoso, al tratarse de papel moneda o monedas que se utilizan en un momento determinado, cuya potestad de emisión le corresponde por ley a la autoridad monetaria (Banco Central), y su aceptación por parte del público es derivada por la confianza o fe que se tiene en el emisor de esas monedas y billetes.
En otra perspectiva, ya considerando particular y específicamente una criptomoneda como el Bitcoin -la más conocida entre más de 3.000 en existencia-, si bien la misma constantemente ha variado -en muchos casos de forma abrupta- su precio, resulta innegable que desde su nacimiento se puede observar que reviste una cotización con tendencia alcista, pasando su valor de 0,10 USD (en 2010) a 10.500 USD al momento de este artículo (según informa el sitio https://coinmarketcap.com/es/). Asimismo, esta moneda digital fue pensada para que sólo se produjeran la cantidad limitada de 21 millones, lo cual evitaría su devaluación. Además, el Bitcoin también resulta fácilmente divisible por cuanto puede transferirse en hasta su mínima unidad de ocho decimales (0,00000001 satoshi –nombre adquirido en honor a su creador: Satoshi Nakamoto) y finalmente cumpliría con el requisito de portabilidad en virtud de su sencilla transferencia a través de la red de internet.
Las ventajas o desventajas sobre la analogía aludida, decantarán con el trascurso del tiempo a partir de la adopción o no de las criptomonedas por parte de la población, de modo tal que el desafío radicará en que las mismas logren establecerse como un sistema monetario y de pago –tal como fueron concebidas muchas de ellas– sin intermediarios ó bien como una reserva de valor e inversión, más allá de la función otorgada por aquellos usuarios que las impulsan –por su escasez y suponiendo una demanda global– como un instrumento más de especulación financiera con alto rendimiento a largo plazo.
(*) Contador Público Nacional (M.P. 4138 CPCEER). Diplomado en Criptoeconomía (Dip. N° 3267 ITBA)