ENFOQUE PORTADA

Laissez faire, el capitalismo en estado puro

Por Alejandro Di Palma, productor porcino.

La frase laissez faire, laissez passer es una expresión francesa que significa “dejen hacer, dejen pasar”, una práctica caracterizada por una abstención de dirección o interferencia especialmente con la libertad individual de elección y acción, una doctrina que se opone a la injerencia gubernamental en asuntos económicos, permitiendo así la asignación más eficiente de recursos en una economía ya que estarán guiados por las demandas de los consumidores y las únicas regulaciones gubernamentales que existan serán para proteger los derechos individuales de la persona y derechos de propiedad, lográndose así una absoluta libertad en la economía: un libre mercado.

La expresión laissez faire también se usa para referirse al capitalismo en estado puro, o “capitalismo laissez-faire”. El capitalismo en estado puro llega a existir cuando el Estado está separado por medios constitucionales de la economía y el mercado, de la misma manera en la que en la actualidad se da la separación entre el Estado y la Iglesia (Wikipedia).

De la mano del mercado, el país celebró la explosión de los precios de los commodities, particularmente de la soja y del maíz; después de todo, éstos son los responsables de buena parte de los ingresos de divisas que tanta falta estarían haciendo, aunque realmente resulta cuestionable la administración de estos saldos ya que hay casos concretos donde se han utilizado para importar productos que el país produce, por ejemplo, cerdo.

Esta evolución importantísima de los precios de referencia internacional se dio en un escenario con la presencia del Covid-19 que nos terminó enseñando que países como Argentina están en una situación mucho más desventajosa que el primer mundo a fin de hacer frente a una pandemia. La economía terminó con una caída del 10% y la emisión monetaria impulsó al dólar en el mercado informal un 110%, junto con un rápido derrumbe de reservas, se redujeron las retenciones a fin de tentar a los exportadores a liquidar ventas, etc.

Con este combo descripto, terminaron absolutamente disparados los principales elementos que componen la matriz de costos de determinadas producciones primarias, como el cerdo, el pollo, la vaca (feedlot), los huevos, la lechería en general, etc.

En la mayoría de los casos anteriores, de la mano de un proceso de formación de precios absolutamente cuestionable y cartelizado, los valores que sostienen a la producción primaria no siguieron esa evolución, encontrándonos desde hace bastante tiempo en el peor de los infiernos.

Otra vez tenemos que reclamar, a un gobierno, algún miramiento para con ese primer eslabón de estas cadenas de valor, ese eslabón que explica la existencia misma del interior y muchas veces es referido como “economías regionales”.

Podemos observar que ese “capitalismo en estado puro” (laissez-faire) sólo nos ha propuesto la multiplicación de nuestros costos de producción, mientras nos niega la evolución de los ingresos por ventas, es decir los valores iniciales, esos que sostienen a la “producción primaria”, el eslabón más débil, el menos atendido.

En Argentina, con una recesión que ya lleva tres años, un tremendo salto del desempleo y de la pobreza a niveles de calamidad, sumados a la constante y sostenida pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores, el Gobierno puso el foco en la negociación con las alimenticias desentendiéndose de la cadena productiva y permitiendo que la pugna distributiva la resuelva el mercado (en este caso, a través de la tan conocida “ley de la selva”). Es un ejemplo donde el Estado se limitó a poner en práctica la elegante frase “laissez faire, laissez passer” (“dejen hacer, dejen pasar”), se trata como nos explica Wikipedia, de “una práctica caracterizada por una abstención de dirección o interferencia especialmente con la libertad individual de elección y acción, una doctrina que se opone a la injerencia gubernamental en asuntos económicos, permitiendo así la asignación más eficiente de recursos en una economía ya que estarán guiados por las demandas de los consumidores”. Sólo que en este caso… parecería que no funcionó.

Somos muchos los que aceptan el desafío de proponerse independientes intelectualmente y considerar al “Estado como un medio y no un fin en sí mismo” y al mismo tiempo sintiéndose parte de una ruralidad que no acepta como única problemática, la de la agricultura intensiva, tanto así como la ridícula propuesta de promover falsos mitos nacionalistas que llevan a adoptar posturas poco realistas y ciertamente disfuncionales.

Es que nadie se atrevió en el sector porcino a cuestionar la hermenéutica de las normas (nunca escritas) que definen la única problemática que se propone siempre en nombre de “el campo”, esa que sólo responde a la agricultura extensiva, dejándonos a un montón de productores fuera del foco de atención, tanto de los gobiernos como del público en general y, por ende, sin posibilidades de participar en un futuro, de la definición de las necesarias políticas productivas que nos incluyan.

En los debates intestinos de la agroindustria podemos observar un ámbito intelectual tan empobrecido como el actual, en donde muchas veces prima el miedo a pensar distinto, seguir adhiriendo como única dirección a las teorías de económicas del laissez-faire, como si de la mano de ese “capitalismo en estado puro” se resolvieran nuestros problemas.

Ese pensamiento monocorde ha permitido esa transferencia de toda renta hacia la agricultura de un puñado de cereales, es que, excluyendo a la agricultura extensiva, casi no quedan sectores o actividades rentables en el agro, viejos dogmas y prejuicios han condenado esas rentabilidades, quebrar esa lógica depende de un debate que debemos dar, basados en la experiencia acumulada por décadas.

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