La lechería, Macri y Alberto
03/05/2020
Por Danilo Lima, editor de Dos Florines
La producción de leche en la Argentina se mantiene prácticamente inalterable desde hace dos décadas en torno a los 10.000/11.000 millones de litros al año, con un piso de 7.951 millones en 2003 y un techo de 12.061 millones en 2015. Lo que sí se alteró en ese lapso es la cantidad de productores: cada vez son menos y cada vez es mayor la concentración. La producción va quedando en pocas manos y eso es grave.

Lo cierto es que la crisis de la lechería, o, para decirlo mejor, del productor de leche, se ha profundizado de manera dramática en los últimos años en un país cuya economía se hunde en un pantano.
Los tamberos –sobre todo los pequeños y medianos–, en este contexto, han enfrentado una aciaga encrucijada: seguir en la actividad –a costa de endeudamiento o descapitalización– o bajar definitivamente la persiana –vender sus vacas o, directamente, cerrar el tambo–. Muchos, lamentablemente, no tuvieron otra opción que abandonar la actividad.

Tras 12 años y medio de gobiernos kirchneristas, en donde los productores se sintieron enormemente maltratados por las políticas y los modos de los dos presidentes K, la llegada al poder en 2015 de Mauricio Macri generó en el sector agropecuario –incluidos, claro, los tamberos– una expectativa favorable: la gran mayoría de los productores votó a Cambiemos, al punto que la ruralidad se transformó en uno de sus sostenes.
Ese respaldo hizo que en la sociedad argentina se generalizara el concepto de que el campo es macrista. No pocos productores –de manera especial los de las economías regionales–, sin embargo, quedaron decepcionados con la administración de Cambiemos.

Hace un tiempo, cuando Macri todavía era el inquilino de la Casa Rosada, un encumbrado ruralista entrerriano –votante de Cambiemos– admitió, en diálogo con quien esto escribe, que entre los tamberos había “mucha desilusión” porque “se habían generado demasiadas expectativas” al inicio de la gestión, pero con el correr del tiempo “el desencanto se fue profundizando”.
Hace unos días, en declaraciones a DOS FLORINES, el tambero gualeyo Alesio Quattrochi no dudó en afirmar que, a pesar de las numerosas dificultades, desde el punto de vista económico, “ahora estamos mucho mejor”.
“No hago política, para nada, y no quiero que se me malinterprete, pero la pasamos tan mal con el gobierno anterior que ahora estamos en una situación mucho mejor”, enfatizó. Y lo argumentó: “No quiero decir que la situación sea buena, pero por lo menos con los ingresos que hoy tenemos por la leche podemos afrontar nuestras obligaciones”.
Quattrochi, quien es secretario de la Sociedad Rural de Gualeguay, aclaró que hablaba a título personal y no en representación de la institución, pero, igualmente, acaso sin proponérselo, generó un debate al interior de las entidades del sector: ¿Los tamberos con el gobierno de Alberto Fernández están mejor que con Macri?
Algunos ruralistas, ante estos dichos, señalaron off the record que Quattrochi “no es representativo” del sector y que hablar sólo de los precios y no tener una mirada más amplia de la situación del tambero es “una mala lectura” de la realidad.
Otros, en cambio, aceptaron que los precios que hoy paga la industria, efectivamente, les permiten “un alivio” a los productores después de mucho tiempo en el que estuvieron parados en puntas de pie para no ahogarse. “Ahora estamos con el agua en el cuello”, graficaron.
Aquel encumbrado ruralista entrerriano, por su parte, reconoció que “los precios son un poco mejores, es cierto, pero nada más”.
Algunos experimentados especialistas de la cadena láctea, ubicados al margen de la estúpida grieta –que retroalimenta a macristas y kirchneristas–, por su lado, admiten que la sensación es que los tamberos están un poco aliviados –o no tan mal como hace unos meses–, producto de que se abrieron nuevos mercados, hubo muy buenas posibilidades de exportación el año pasado y las industrias necesitaron leche para cubrir esa demanda.
Pero, advirtieron, se vienen tiempos difíciles para mantener los precios de la leche en el tambo por parte de la industria, porque “sobra leche” en el mundo, no se abren mercados externos –al contrario, se están cerrando– y no mejora la capacidad de compra interna, cuestiones difíciles de revertir a corto y mediano plazo.
En fin… una golondrina no hace verano. Habrá que esperar a ver qué sucede con la lechería, en otras tantas actividades productivas, una vez superado este complicado tiempo de pandemia y quede al descubierto, sin maquillaje, una economía absolutamente devastada.