El presidente de la Federación Industriales de Santa Fe (Fisfe) cargó contra el modelo económico y la UIA pidió paliativos.
“¿No les parece que estamos viviendo un deja vu?”. El presidente de la Federación Industrial de Santa Fe (Fisfe) moldeó con crudeza el tono del acto que realizó ayer la entidad para celebrar el Día de la Industrial. En el parque fabril de Armstrong, la ciudad con más marcas de maquinaria agrícola del país, la celebración se realizó en un ambiente de incertidumbre por el impacto de la crisis macroeconómica nacional. Desde allí, el titular de la Unión Industrial Argentina (UIA), Miguel Acevedo, reclamó al gobierno de Mauricio Macri medidas urgentes para atender la delicadísima situación de la cadena de pagos y el gobernador Miguel Lifschitz reclamó el congelamiento “por un tiempo” de tarifas de energía y combustibles.
La ministra de Producción de Santa Fe, Alicia Ciciliani, recordó ayer que en la provincia hay 170 empresas incluidas en procedimiento de crisis, que involucran a 15 mil trabajadores. El presidente de Fisfe acotó que más de 240 fábricas santafesinas cayeron en el último año.
Capacidad.
El jefe de la UIA advirtió que el sector trabaja al 60% promedio de su capacidad instalada y que en todo el país se suceden situaciones de crisis de empresas. Todos piensan que las cosas están para empeorar y relativizan el impacto que tendrá la megadevaluación en la competitividad de las empresas, toda vez que la tasa de interés se ubica en el 60% anual y el mercado interno se derrumbó.
Moretti, en el discurso que ofreció frente a casi un millar de industriales, responsabilizó al modelo económico, que, dijo parafraseando al presidente, adoptó medidas “malas, malísimas”. Señaló que ningún país de más de 40 millones de habitantes con aspiración de un relativo equilibrio social puede desarrollarse sin industria. Y recordó que en 2001, cuando se integraron en Fisfe las dos centrales fabriles que existían en la provincia, venían de una década en la que los industriales se fundían mientras “las mentes brillantes del neoliberalismo nos decían que no éramos eficientes ni competitivos”.
Se quejó porque es el mismo discurso que se escuchó en estos dos últimos años. “Si había empresas ineficientes ya se fundieron hace años, los que sobrevivimos hicimos ajustes y nos reconvertimos, y hoy nuevamente tenemos que adaptarnos para sobrevivir con la sensación de que hay que empezar siempre de cero”, subrayó.
El dirigente se quejó porque “la situación del mercado interno, que representa más del 70% de la demanda de productos industriales, está empeorando”, mientras que el sector fabril afronta “tarifas dolarizadas, tasas de interés del 60%, aumento de impuestos y las importaciones de un mundo que hoy es proteccionista y está lleno de saldos exportables”.
El presidente de la UIA, Miguel Acevedo, admitió que estabilizar la macroeconomía es hoy una prioridad, pero reclamó que, simultáneamente, el gobierno nacional disponga de “medidas específicas” para atender a las empresas afectadas por el corte de la cadena de pagos y la falta de referencia de precios.
Dólar de miedo.
El dirigente industrial aclaró que la escalada devaluatoria llevó a “un dólar de miedo”, por encima de $40, que expresa crisis y no competitividad. Reclamó una política de defensa de la industria porque, enfatizó, cuando al sector le fue bien “al país le fue mejor”.
Duro, castigó la apertura importadora. “Competimos en un mundo complejo, no es inteligente abrirse sólo por un tema aspiracional o reputacional”.
El secretario de Industria de la Nación, Fernando Grasso, tuvo una dura parada en ese clima. Mostró su coincidencia con la necesidad de defender a la industria, recordó algunas de las medidas dispuestas para la emergencia, pero al mismo tiempo subrayó que la prioridad de la política económica es terminar con el déficit fiscal para evitar “la decadencia de hace 70 ó 40 años, o las décadas en que cada uno quiera pararse”.
También devolvió gentilezas. “Coincido en que la apertura comercial no debe ser un fin en sí mismo, pero si en todos los productos que fabricamos son más caros, estamos ante un problema macro”. Intentó dejar esperanza: “Si logramos atravesar esta crisis vamos a salir fortalecidos, porque el tipo de cambio será más competitivo”.
En materia cambiaria, el gobernador Miguel Lifschitz rechazó cualquier proyecto de dolarizar la economía o volver a la convertibilidad. También rescató “la capacidad de supervivencia” de la industria, que “supo desarrollarse pese a que pocas veces fue alentada por políticas públicas”. Y reivindicó, en ese sentido, el entramado productivo de la provincia, que cuenta con plantas industriales en más de 200 localidades de su territorio. “Si el país se pareciera a Armstrong sería un paraíso”, dijo.
Lifschitz reclamó al gobierno nacional “el congelamiento por un tiempo de tarifas y combustibles” y pidió que “no pare la obra pública” por su papel dinamizador en este tiempo de crisis. Puso el caso de Santa Fe. Dijo que al final de su mandato habrá invertido 80 mil millones de pesos en infraestructura, que dan trabajo a 40 mil familias santafesinas.
El acto almuerzo de ayer contó con una participación masiva de industriales, muchos de los cuales recibieron el tradicional mérito al premio, así como de numerosos legisladores nacionales y provinciales. El anfitrión, Gustavo Crucianelli, presidente del centro industrial de Armstrong, destacó la potencialidad de esa región, donde la mitad de las 200 empresas asociadas son de maquinaria agrícola. Admitió que “se viven tiempos difíciles” pero confió en que la tormenta amainará. El intendente de la ciudad, Pablo Verdecchia, pidió el trabajo conjunto de los tres niveles del Estado.
Fuente: La Capital / Rosario