La dinámica de lo impensado

02/08/2020

Por Gustavo Sánchez Romero – Editor de Dos Florines

“Este libro no sirve para jugar al fútbol, sirve para saber que, para jugar al fútbol, no sirven los libros. Sirven solamente los jugadores… y a veces ni ellos, si las circunstancias no los ayudan.”… Dante Panzeri

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Para el filósofo y ensayista Nassim Taleb la pandemia del Coronavirus no puede considerarse un “cisne negro”. Esta teoría, desplegada por el investigador libanés en su libro de 2007, entiende que se trata de una metáfora que sintetiza un hecho disruptivo de gran impacto socioeconómico que, cuando se lo analiza retrospectivamente, genera la ilusoria sensación de haber podido ser predecible o explicable, e incluso que se lo podría haber anticipado.

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Para muchos, la pandemia del Covid 19 bien podría ser referida como un “rinoceronte  gris”, porque pudo tratarse de un “evento predecible”.

Como sea, y con el diario del lunes, poco importa a esta altura este tipo de disquisiciones analíticas. 

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Irrumpiendo el mes de agosto, todo sigue tan errático y confuso que la incertidumbre se impone como una de las pocas certezas que genera el futuro inmediato en el país y en Entre Ríos.

La pandemia le plantó, como un mascarón de proa, una dinámica impensada al año. Tanto es así que existe una especie de somnolencia barbitúrica como sensación general en la población, quizá a la espera que las velas denuncien que han comenzado a soplar los vientos que nos llevarán indefectiblemente hacia alguna costa.

Es irrefutable que -como escribió el maestro en 1967- ningún libro sirve para jugar al fútbol, y la profundidad de esta crisis sanitaria le ha quemado los papeles a toda la dirigencia -pública y privada-, y hoy la política se define por un crudo eje: no encuentra una agenda propia que la permita abordarla generando autoridad en el Estado y sosiego en la población.

La política es la única herramienta capaz de resolver los problemas de una sociedad democrática, pero requiere legitimar sus propios sentidos e ir llenado sus propios renglones.

Si la política, como actividad central de la vida en una sociedad moderna, no realiza sobre sí misma el proceso dialéctico de creación de sentido -en términos hegelianos- y no asume sus propias contradicciones regurgitando algo que le genere un input a la sociedad civil y a los propios militantes, termina expresando una versión tibia que deja abiertos los postigos para que otros ingresen a definir la marcha.

Porque si algo está claro a la altura de los hechos, es que los pasillos y la tapa de los diarios nunca se editan en blanco.

Con estilo propio.

Luego de una cuarentena anodina y titubeante, muchos actores del propio Gobierno provincial aseguran que el consabido “estilo Bordet” termina jugándole en contra al propio gobernador.

Mientras, el kirchnerismo no duda un tranco de pollo en imponer su propia agenda a cómo de lugar, sin el más mínimo miramiento por las instituciones republicanas o los dolores de la coyuntura. Sin haber hecho una sola mención sobre las consecuencias humanas, sociales o económicas de la pandemia; sin expresar o alentar en su sector un mínimo gesto de capacidad política para salir del impensado momento, avanza con la reforma judicial haciendo uso de un poder del que sólo lo piensa en sus términos y condiciones.

Sin lugar para ningún debate sobre lo extemporáneo, oneroso o innecesario de la iniciativa, todo el oficialismo se congrega sin pestañar, reforzando hasta el paroxismo la enorme capacidad política de Cristina para convertir con trazo grueso su aspiración personal en hito nacional.

En Entre Ríos es más que evidente que la cuarentena se ha ido destejiendo al ritmo del hastío, y el impulso popular por el cuidado social se fue reconvirtiendo en marcado desinterés. La calurosa tarde de este sábado en Paraná fue una cabal muestra de eso.

Sin embargo, la estadística viene en auxilio el ala dura sanitarista del Gobierno y la apertura social convive hoy con el crecimiento de casos de contagio y -en apariencias- el agobio social y su desinterés colisionan con el pico de la pandemia sin que nadie pueda hoy evitarlo.

Hay una marcada diferencia.

Mientras Cristina no deja de crispar todos los ánimos sociales e institucionales, el “estilo Bordet” tranquiliza a una sociedad que no demanda conflictos y prefiere un gobierno que silba bajito con una oposición que por ahora deshoja las horas.

El mundo en general y el gobierno en particular -vale decirlo- siempre corrieron al virus desde atrás y nunca pudieron decodificar su naturaleza. Ciertamente nadie sabe cómo se comporta hoy o cómo lo hará mañana; de dónde viene y hacia dónde va; y hasta dónde puede llegar en su vertiginoso recorrido multiplicador.

En la provincia, con la cuarentena y el aislamiento social obligatorio, y sin la tensión política que se vive a nivel nacional, la agenda pública se mueve al ritmo de un gobierno que parece siempre estar esperando que primero juegue la mano.

Cuando esto sucede, la ausencia de una agenda propia y potente puede asimilarse a una debilidad en la gestión, o en todo caso a un repliegue en la forma que la crujiente realidad demanda ser guiada.

El paquete de acciones sobre las políticas de género que propone la vicegobernadora Stratta y los esquivos escarceos que generó el fuego en las islas del Delta Entrerriano fueron los ejes que eslabonaron los días de Julio, que parece haberse ido dejándonos un gran vacío. (Buena idea para hacer un meme combinando la cara de Julio Iglesias con un pedazo de carne).

El primer tema, si bien importante, no alcanza para poner en marcha una idea de Gobierno activo, aunque mantenga vigente una demanda general a todas luces muy sensible.

En el segundo se engarza esta sensación que prefigura que siempre estamos llegando tarde donde nunca pasa nada. Llovieron las críticas de los ambientalistas, los santafesinos, los rosarinos -en su mayoría dueños de las islas- los funcionarios porteños y hasta la tropa propia por la falta de reacción inicial. Los proyectos de ley reclamando un parque nacional protegiendo los humedales y la intervención federal para contener el fuego fueron una anécdota que reafirma esta sensación generalizada.

La foto de Gustavo Bordet -a lo Berni- llegando a la zona de islas con pastos quemados pareció extemporánea. Pero no toda la culpa es adjudicable a este  Gobierno, por cierto, y nadie, ni siquiera los productores, en su condición de usuarios de las islas, dijeron esta boca es mía.

Pero sabido es que en estos casos cuando se enciende la luz, lo único que se llega a ver es al gobierno sorprendido con el palo en la mano y el jarrón hecho trizas en el suelo.

Luces y sombras.

La figura de la ministra de Salud, Sonia Velázquez, se irá eclipsando a medida que la nueva normalidad se apodere de la cotidianeidad -aunque no su trabajo, paradójicamente- y la sociedad advierte que deberá convivir con el virus de manera prudente y organizada, aunque no tenga idea por dónde empezar a hacerlo. Pero no parece con ganas de aceptar nuevos mensajes rayanos con el miedo.

Se viene un nuevo tiempo político encorsetado por una crisis inédita, donde la figura del ministro Hugo Ballay, clave en la mesa de decisiones del gobernador, deberá administrar la pobreza con la fiereza de un Bull Dog y no tendrá margen para lirismo.

La sanción de la reciente ley de Emergencia revivió una postal entrerriana que hacía más de una década no se exhibía: los sindicatos unificados volvieron a ganar, con sus quejas, los intersticios políticos que permite este aislamiento social.

La Cartera de Gobierno deberá enfrentar un escenario mucho más inestable desde lo social, y si, como todo indica, avanza el deterioro del tejido social postpandemia y la contención oficial no alcanza, sin duda habrá más tensión en el aire, con crecientes picos de demandas de intendentes y legisladores.

Juan José Bahillo, por su parte, deberá aceitar el pistón de la maquinaria que preparó para una provincia potencia y reconvertirla en una eficiente plataforma de insistentes ejecutivos que conozca y tenga acceso a todas las ventanillas  de dios, que opera en Buenos Aires, para bajar a la provincia y ejecutar planes y programas que Nación pondrá en movimiento.

Aunque parezca una verdad de Perogrullo, esta última no ha sido una virtud que abundara en Entre Ríos en las últimas décadas.

Quizá Bordet deba pensar, ante un nuevo orden, en un nuevo esquema de gestión.

Muchos legisladores y funcionarios se quejan de la falta de información que baja desde las alturas y que se enteran por carambola de las cosas.

El partido hoy es una entelequia  que mira la política con la ñata contra el vidrio; una estructura que también necesitará ser movilizada ante la cercanía de las elecciones de medio término de 2021.

La pregunta clave es si seguirá con la continuidad de “su estilo”, que le ha sido relativamente auspicioso todo este tiempo; o si ajustará las clavijas.

Quizá tome la decisión de recuperar con más firmeza la iniciativa política, revisar sus mecanismos de comunicación, y, esencialmente, reasignar otro lugar en un marco de mayor consenso a las organizaciones de la sociedad civil en la etapa postpandemia.

Hasta hoy, en este punto, ha elegido algunos referentes como interlocutores y mantuvo una relación subrepticia, esperando que meridianamente no le aparezcan conflictos innecesarios.

Está claro que Bordet necesita imponer una nueva agenda integral en Entre Ríos, que movilice, contenga y proyecte a la mayoría. Especialmente a su gobierno.

Se encontrará con una dificultad más que preocupante: dependerá más de lo que pueda conseguir de Alberto Fernández que de sus recursos genuinos. Aunque no podrá evitar la mirada auditora de los hombres de Cristina, que siempre resulta una contrariedad.

Esta semana, al tiempo que se conocía que la Nación entraba en un nuevo lapso de aplazamiento para cerrar la negociación de la deuda los acreedores externos, el periodista Juan Bracco informó que el ministro Hugo Ballay busca la forma de evitar el pago de 1.600 millones que la provincia debería abonar el próximo 8 de agosto, y que generaría un agujero financiero muy grande en las exangües arcas provinciales.

Se trata de parte de los 500 millones de dólares que tomó la provincia en 2017 a una tasa de 8,75 % anual.

La provincia empieza a sentir la escasez de fondos, pero lo preocupante es que esto se agudizará en el futuro y deberá asumir parte de su Presupuesto 2021 para pagar deuda e invertir en infraestructura para estimular la deteriorada economía provincial. Todo esto sin contar las tensiones distributivas con el sector público que buscará recomponer la capacidad adquisitiva del salario.

Según un documento de trabajo, al que accedió este cronista sobre la estructura de la deuda provincial y sobre la que están trabajando economistas de la provincia, se deja percibir una perspectiva más bien agorera sobre cómo serán los próximos años y cuán comprometida queda la capacidad de actuación del Estado entrerriano.

De acuerdo a una tabla sintética, la deuda en títulos públicos alcanza los 35.230 millones de pesos, la que se posee con el Gobierno nacional se ubica en torno a los 25.454 millones; la que se tiene con las entidades bancarias oscila los 3.336 millones y la deuda consolidada es apenas de 78 mil. Todo esto lleva a un total consolidado a junio de 2020 de 64.097 millones de pesos.

Con una tipo de cambio oficial que asimila devaluaciones cotidianas, y que algunos especialistas colocan cerca de 88 pesos para la Navidad, la deuda provincial se ubicará en torno a los 1.000 millones de dólares.

Los vencimientos parciales, la expectativa de alguna recuperación de la economía en la provincia y una reversión de la estrepitosa caída que tendrá el Producto en 2020 a nivel nacional, sería la mejor noticia que podría recibir el gobierno de Gustavo Bordet.

Sin embargo, no es desdeñable la opción que se inicie un proceso de negociaciones para que parte de esta deuda se licue dentro de la nacional y descomprima la ajustadísima situación fiscal entrerriana. No será la primera vez; y quizá tampoco la última.

Nada puede predecirse hoy día.

Pero, ciertamente, que la dinámica de lo impensado es demasiado vertiginosa para afrontarla con pasividad. La postpandemia se parece un avatar de la realidad deseada, y para dar cuenta de la batalla será necesario tener -como decía Felipe González- una ética de los principios, y una ética de las responsabilidades.

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