ENFOQUE

Javier Milei y los “hijos de la pavota”

Por Carlos Marcelo Pintos, consultor de negocios, periodista.

Observando el panorama político actual, su devenir en los meses precedentes y los resultados de las PASO de este domingo 13, ya no es difícil colegir que:

  • Los políticos tradicionales están alejados de la realidad.
  • Los consultores de opinión (encuestadores) mostraron una vez más su impericia para medir en tiempos de crisis.
  • Los analistas políticos hicieron agua con sus sesudas observaciones respecto de quiénes tenían una mejor performance.
  • Gran parte del periodismo especializado jugó el papel de “operadores” de los aparatos políticos mayoritarios, subiendo o bajando a los candidatos según el humor o preferencia de sus mandantes.
  • La ciudadanía hizo caso omiso a todos los antes mencionados y actuó con independencia y según su propio criterio.

Tras la apabullante victoria del libertario Milei, toda la comparsa mediática salió a justificar sus análisis con el simplismo de “el voto bronca” o el “voto castigo” como si toda la ciudadanía se moviese por impulsos emocionales y no haya puesto ni una pisca de racionalidad.

Los políticos tradicionales, los consultores, los analistas y gran parte del periodismo cree que quienes votaron a Javier Milei son los “hijos de la pavota”, los tontos, los irracionales, los que no saben que se están autoflagelando; los que, enceguecidos por un líder “mesiánico” (como sus detractores lo han catalogado) no les importe las consecuencias de su decisión.

Subestiman, una vez más, al ciudadano. Al educado y al analfabeto, al adinerado y al pobre, al viejo y al joven. Descalifican su preferencia electoral y vaticinan un arrepentimiento prematuro.

Qué equivocados que están (todos). El electorado de Milei -que para octubre van a ser muchos más por aquello de que el argentino es exitista por naturaleza-, está dándole una lección a los profesionales de la política, a los estudiosos de esta ciencia, a los comentaristas del devenir democrático.

Son tan miopes que analizan el fenómeno Milei con los parámetros del siglo XX, o con los fenómenos de ultraderecha europeos o norteamericano. Nada más lejos. Milei es único, no tiene anclaje con la historia ni de Trump (multimillonario mediático), ni la prosapia política de Abascal (Vox-España), ni de Bolsonaro (Brasil), ni de Kast (Chile) ni Le Pen (Francia) ni Meloni (Italia), ni Viktor Orbán (Hungría).

Puede simpatizar con ellos, pero es solo eso: simpatía; alguna que otra coincidencia, pero no más. Milei se hizo a sí mismo, no necesitó de un partido o un “padrino político”. No transitó los caminos comunes que llevan al poder.

Saltó de un set de televisión, en donde daba encendidas y controvertidas cátedras de economía y liberalismo y cautivó a la arena política rompiendo el “teorema” de Baglini redoblando a cada paso su discurso copernicano, desafiando a políticos y a ciudadanos a volver a la Argentina del Progreso, enfrentando los privilegios de la casta política, de los “empresaurios” prebendarios y desarticulando el Estado colectivista empobrecedor.

No promete soluciones mágicas. Habla de transformaciones que llevarán años, lustros, décadas. Y la gente lo vota (aún los más urgidos por soluciones existenciales). Quieren un verdadero cambio. Cueste lo que cueste.

Los “hijos de la pavota” hoy comandan, con sus votos, el fin de la decadencia argentina y el principio de una nueva Nación.