En busca del perfil de quién será el próximo presidente de la entidad fabril entrerriana, el lunes se produjo una reunión donde desempató Müller. Gustavo Sánchez Romero / Dos Florines
No se trata ya de la histórica compulsa entre aceros o caramelos que se dio en el ámbito empresario en la década del ‘80; o su sucedáneo de halcones y palomas. La Unión Industrial de Entre Ríos vio emerger por estos días una grieta donde las aguas dividieron dos bandos de cara a lo que se será la sucesión en la entidad fabril provincial: gerentes contra dueños de las industrias.
Aunque parezca surrealista y no se declame abiertamente, así están planteadas las cosas hoy luego de una reunión sucedida el lunes pasado en la sede de entidad donde no sólo quedaron palmarias las diferencias, sino que incluso muchos se lamen aún las heridas de un debate caliente que no saldó y que dejó huellas que aún se abrazan a la incertidumbre.
En rigor, desde que se conoció al seno de la UIER, algunos meses atrás, que el actual presidente Guillermo Müller –a la sazón responsable de Cartocor, en el parque industrial de Paraná- no podría continuar por compromisos con su nave nodriza (Arcor), su discontinuidad al frente de la entidad era un hecho.
De allí surgió entonces un incipiente y tibio debate interno acerca de cuál debería ser el perfil de su sucesor. En la mesa quedaron propuestos Leandro Garciandía, un ejecutivo de Saint Gobain, la empresa francesa con inversiones en yeso y sus agregados en la zona de Piedras Blancas; y algunos le pidieron mayor participación institucional a Gabriel Bourdin –el reconocido a industrial dueño de Petropack, que fuera presidente del Consejo Empresario de Entre Ríos- ya que su figura sería un gran impulso para la institución.
De este modo, la entidad dejó florecer una diferencia que siempre estuvo pero que permanecía en estado de latencia y de pronto adquirió una relevancia inédita dejando al desnudo dos grupos que, circunstancialmente apoyaron a uno y a otro. Aunque la filosofía que sostiene a cada grupo prescinde de los nombres eventuales de esta contienda, el lunes se dio un quiebre y al seno de la entidad que venía creciendo a pasos firmes hace una década ya nada será lo mismo.
Encuentro.
En horas del mediodía, la casa de calle Nogoyá fue testigo de una decisión institucional de convocar a una reunión –donde se prescribía la presencia física para votar, lo que dejó afuera del sufragio a algunos industriales que se encontraban de viaje- y donde se debatiría el perfil de quien llevará las riendas a futuro de la entidad.
Los industriales consultados por DOS FLORINES no supieron responder cuándo comenzó a rodar esta situación que llegó a un punto donde hubo “desencantados, desilusionados y con ganas de largar todo el trabajo que hicimos estos años”, según se sinceraron.
Las fuentes coincidieron en que en realidad fue una votación adelantada de lo que sería la asamblea, y aunque quizá no se haya planteado deliberadamente de ese modo, a la hora del pan y queso de un lado quedaron aquellos que son gerentes de empresas y del otro directamente reunidos los dueños de las industrias, que asisten a las reuniones y forman parte de la vida activa de la institución.
Así, exceptuando a Ricardo Guimarey (dueño de Lafedar) y Jaick Roitman (Molinos Centro), sosteniendo el perfil de Leandro Garciandía quedaron Antonio Caramagna (Jonshon Acero); Ricardo Sircovich (contador, ex gerente de Papelera Entre Ríos); Héctor Alonso, representante de la cooperativa de Villa Elisa y Mabel Haberkon, de MTH, todos gerentes de las empresas. En tanto, que Eduardo Tonutti (Lácteos Tonutti), Gonzalo Benvenutto (Benvenutto S.A.), Carlos Dellizzotti (Molinos San José), Raúl Marsó (Las Camelias), Alejandro Baggio (Baggio Hnos.), Sergio Corso (Maringa Maderas)y Raúl Vittor -todos industriales- mantuvieron su convicción porque Gabriel Bourdin sea el próximo presidente en virtud de su capacidad como dirigente, su reconocimiento a nivel nacional y su mapa de relaciones.
A la hora de los argumentos, se escucharon de todo tipo entre los empresarios, a favor y en contra de uno y otro, aunque todos valoran el perfil bajo y la capacidad que también posee Garciandía.
Pero lo que marcó la grieta fue abiertamente la necesidad planteada por los industriales para que definitivamente un hombre que posea empresas se haga cargo, ya que en las últimas gestiones fueron gerentes quienes dirigieron, aunque en general hay conformidad con la tarea y el compromiso que tomó Antonio Caramagna, especialmente, según destacó una fuente que pidió reserva de su nombre. Pero es precisamente el compromiso, en definitiva, o su ausencia general para asumir los cargos relevantes en la entidad, una directriz que también atraviesa visceralmente a la UIER.
Relaciones.
Siempre preocupados por la naturaleza que debe tener el vínculo con el gobernador Gustavo Bordet, están quienes aspiran y votaron por mantener una relación friendly con el gobierno provincial, y quienes esperan una cercanía más profesional con el poder ejecutivo. Estos argumentos también se escucharon para sostener una y otra posición. Pero resulta paradójico porque tanto Bourdin, por peso específico propio, y Garciandía por la importancia de su compañía, poseen una buena relación con el gobernador entrerriano.
Cualesquiera sean las opciones que se presenten para el futuro de la entidad, está claro que por primera desde que Héctor Motta le dio un impulso inicial a la entidad en 2003 -el empresario avícola no participó del debate por no se parte de la comisión directiva y no se conoce su posición- el futuro presidente no nacerá del consenso, y habrá que esperar cuáles son los pasos que darán los actores en cada una de las veredas.
Uno de los que se inclinó con su voto para la continuidad en Garciandía, que no quiso que su nombre se hiciera público, confirmó los hechos y minimizó lo ocurrido en la “áspera” discusión y consideró que se trata de diferencias naturales en las organizaciones que avanzan y que todas las distancias se saldarán con los días porque “va a primar el sentido común y el espíritu que llevó a nuestra entidad a crecer y mantenerse firme”, expresó, abundando en que es bueno que se den estos debates que se dan en todos lados pero no salen a la luz.
La fuente no quiso que esto trascienda, aunque debe reconocer que se trata, quizá, del principal nucleamiento empresario de la provincia y cualquier diferencia resonante se convierte en un acontecimiento noticiable.
La reunión tuvo, finalmente, un desempate dramático. Sobre el cierre, y con algunas ausencias por viaje, 14 eran los miembros de la comisión directiva de la UIER que votaron luego de brindar argumentos y sentar posiciones.
La elección quedó 7 a 6 a favor de los industriales. Allí apareció el voto del presidente Guillermo Müller que no sólo igualó los tantos sino que al hacer uso de su voto de oro como presidente para desempatar, inclinó la balanza.
El perfil de Garciandía le pareció el más conveniente. Con su voto no sólo estaba definiendo el futuro de la entidad, sino que profundizó una distancia que nació como un susurro y a fuerza de un sordo grito se convirtió en una grieta inédita donde los gerentes quedaron de un lado, y los dueños de las empresas del otro.
Una paradoja que a todos seguramente hubiesen querido evitar, y que les costará explicar cuando pase el tiempo.