Homo Falsus
02/06/2023
Por Sergio Dellepiane – Docente
Existe un mandamiento ancestral que advierte expresamente “No mentirás”. Quizás no sea el peor pecado de la economía, pero desarrolla un rol para nada trivial en la vida de los hombres.
En la práctica real y concreta de todos los días el “Homo Economicus” miente, falsea y disimula. Todos conocemos alguna actividad fraudulenta, aunque nunca la hayamos puesto en práctica. Argumentos para justificarlas tenemos de sobra, pero también, ante una realidad impiadosa, nos permite mantener activos los engranajes del sistema económico del que formamos parte. Los gobernantes no escapan a esta caracterización sobre todo cuando los datos estadísticos confiables no colaboran para justificar decisiones inconsultas acerca de lo que nos pertenece a todos.
A 40 años del regreso a la vida democrática resulta imposible negar la realidad del empleo en Argentina. La economía no crece desde 2011 pero la Tasa de Desempleo no sólo baja, sino que alcanza mínimos que no se registran desde 1980 (INDEC – 1T.2023). El desempleo relevado cayó en el cuarto trimestre del 2022 al 6,3% de la población económicamente activa. Dato que no se registraba en el país desde 1985. ¿Cómo se explica que, sin crecimiento económico en más de 10 años el desempleo baje a niveles mínimos históricos? Un indicio de lo acontecido puede buscarse en la información recabada oficialmente en la ciudad de Concordia donde se registra, a la vez, el mayor índice de pobreza del país con el 55% de la población, pero con el desempleo en sólo el 3,6% de las personas que la conforman y que representa poco más de la mitad del índice nacional. Estos números, tan abiertamente contradictorios, ponen de manifiesto la existencia del “Homo Falsus”.
En la última década y media, la conducción gobernante se dedicó a esconder la falta de políticas públicas proactivas para generar empleo genuino. Lo hizo mediante el ardid de incrementar, sin vergüenza ni pudor, el empleo público y la asistencia social indiscriminada. La empleabilidad en el Estado pasó a reemplazar la falta de creación de empleo en el sector privado y a convertirse en una manera habitual pero inconveniente y hasta perjudicial, para resolver los acuciantes problemas sociales que acarrea el desempleo real. Esta estrategia no altera significativamente la tasa de pobreza, pero afecta notablemente el índice de desempleo que el “Homo Falsus” se encarga de difundir y destacar como algo bueno de su accionar.
Desenmascarar al “Homo Falsus” exige un pequeño esfuerzo. Debemos intentar aproximar un valor de “Tasa del clientelismo político”. Durante los últimos 10 años el empleo público se expandió en 839.000 nuevos puestos. La mayoría están incorporados en los gobiernos provinciales. El incremento en la década analizada es del 30%, mientras que la población creció apenas el 10%. Hay que recordar que el INDEC considera que una persona está ocupada si trabaja al menos una hora por semana (¿En serio?). El Plan potenciar Trabajo alcanza a 1,3 millones de personas y con esto, la estadística no las considera desempleadas. Si sumamos las cantidades, la Tasa de Desempleo salta del 6/7% oficial al 16%. Todavía falta agregar a quienes no trabajan ni salen a buscar trabajo. El “agarrá la pala” está desarraigado aún, en muchos compatriotas. Estos suman oficialmente un 2,1% del total de personas en condiciones de trabajar que no lo hacen. De este modo, la Tasa de Desempleo real asciende a poco más de un 18% de la Población Económicamente Activa actual.
Es posible afirmar que la Tasa de Clientelismo político se aproxima al 12% del total de personas que pudiendo ejercer un trabajo digno, reciben dinero por contraprestaciones inútiles o decididamente inexistentes.
El desempleo baja estadísticamente porque la política, pese a la falta de crecimiento económico, se dedicó a esconder el raquitismo de los nuevos puestos de trabajo genuinos, aumentando los planes sociales e incorporando gente a mansalva en el Estado. Ambas, estrellas del clientelismo político vernáculo en el S.XXI.
Otro desatino del “Homo Falsus” político es hacernos creer que distribuye (¿a su antojo?) “recursos públicos”. Dinero que el Estado destina a su funcionamiento, ha sido extraído previamente de los contribuyentes. Incluso la deuda que asume para hacer frente a su déficit también surge del sector privado. Lo que en realidad existe es un “destino público” de recursos ajenos, los que ya no son asignados conforme a las necesidades, deseos y valores de cada sujeto aportante sino según decisiones tomadas en un ámbito que le es estrictamente ajeno, aunque no pueda ser eximido de toda la responsabilidad pues participó (o debió haberlo hecho) del proceso que eligió a los gobernantes (aún, cuando su elección no hubiera sido la triunfadora). Estos recursos que el Estado destina a lo que cree más apropiado, incluso al empleo público y la asistencia social, implican necesariamente la destrucción de otros empleos y otras asistencias que los privados hubieran podido ejecutar, de un modo más eficiente.
La intervención casi excluyente del Estado (“presente”) no ya como promotor de una sociedad abocada al trabajo para el engrandecimiento colectivo, sino como proveedor de dádivas que suplen los ingresos del propio esfuerzo independiente, ha distorsionado no sólo los incentivos adecuados sino además los paradigmas sociales. Tras años de aprovechamiento político de la cuestión, un país quebrado intenta infructuosa y equivocadamente sostener a millones de personas a partir de planes y subsidios, sumando empleo estatal sólo para ahondar la debacle.
Sociedades más desiguales tienen, siempre, peores resultados económicos que sociedades más igualitarias. Sociedades más homogéneas económicamente son sociedades más diversas y por ello, más tractivas cultural, política y socialmente.
La ausencia de propuestas concretas, al menos la intención de afrontar un debate digno sobre este tema, que involucre tanto a sujetos alcanzados como a expertos, académicos, políticos y personas interesadas, constituye un claro indicador que el desempleo es un problema sin agenda real en nuestro país y, por tanto, de ser solucionado en el corto plazo.
Mientras tanto, el “Homo Falsus” continuará desparramando información contradictoria que sólo verifican el fracaso concreto de su aviesa intencionalidad estadística.
De este modo no hay salida viable.
“La falsedad está tan cercana a la verdad que el hombre prudente no debe situarse en terreno resbaladizo”. Cicerón (106 A.C – 43 D.C.)