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Guzmán vs. Basualdo: una crisis predecible y costosa, con final abierto aún

Las tensiones fiscales al interior de los gobiernos son usuales en todo el mundo. No son patrimonio de Argentina.

Las tensiones internas se agravan cuando se dan ciertas circunstancias: no hay financiamiento; la demanda de gasto público es alta y el Gobierno tiene impronta heterodoxa. Cartón lleno: Argentina reúne esas características y de modo agravado. No hay financiamiento (casi todo recae en la emisión monetaria); la demanda de gastar más, ya de por sí elevada, se eleva exponencialmente (adentro y fuero del Gobierno) y, por último, es un Gobierno de impronta heterodoxa, lo que agrava el contraste entre el área “fiscalista” y las demás. En los gobiernos más liberales, hay más homogeneidad.

El ministro trata de explicar, a sus colegas y otros miembros de la coalición, de que gastar de más tiene riesgos macroeconómicos que, si se activan, ponen a la economía en el peor de los mundos. Puede ser más inflación, más devaluación o ambas. En Argentina, eso es más crisis y menos votos. La prédica no es fácil si los interlocutores descreen de la restricción presupuestaria o el vínculo entre emisión e inflación.

Los ministros de Economía y Finanzas siempre se guardan un colchón o un canuto cuando las presiones (internas y/o externas) son altas y debe hacer algunas concesiones. Pero no siempre. En algunos temas plantan su línea de Maginot y no negocian porque, creen, es lo mejor para la economía. Cuando la situación interna no se puede resolver, entra en juego el Presidente. Puede hacer dos cosas: agradecerle a su ministro por los servicios prestados y diseñar su salida del Gobierno o bien, bancarlo, darle la razón y saldar la disputa intestina.

Crisis.

Un poco de todo eso se vio en las últimas semanas y, con mayor intensidad, en los últimos días. Con algunos ribetes bastante singulares: el ministro sigue en el cargo, pero también la disputa interna.

Hubo una disputa puntual entre el ministro de Economía, Martín Guzmán y el área de Energía que, vale recordar, forma parte del organigrama del Mecon. Guzmán planteó un límite no negociable, el otro actor de la disputa no acató y el ministro lo despidió. El primer ribete es que el actor no alineado no es un par de Guzmán sino un subalterno. Ni siquiera viene justo detrás suyo en el organigrama (ese sería el secretario Darío Martínez) sino detrás de este. Incluso el Presidente bancó a Guzmán (ya lo venía haciendo) y presionó para la salida de Federico Basualdo, subsecretario de Energía Eléctrica y el subalterno en cuestión.

Hasta anoche, Basualdo seguía en su cargo. Sí, más allá de que Guzmán, Martínez y el Presidente (todos supeiores) habían pedido su renuncia: esa sería la otra singularidad. Basualdo tiene la banca y el respaldo de Cristina Kirchner, quien ya había pedido, hace varios meses, tener cuidado con la suba de tarifas. En buena medida, todo lo que ocurrió (lo que ocurre, más bien) era predecible. Se sabía que el tándem “subsidios y tarifas” era un pelea importante para Guzmán porque era, y es, necesario para su plan económico (cuanto menos se suban las tarifas más aumentará la emisión monetaria) y porque iba a tener resistencias internas.

Secuelas.

La disputa sigue y no se sabe cómo terminará, pero Guzmán quedó herido. Con una pata fuera del Gobierno, dicen algunos. Algo que niegan en Casa Rosada. El Presidente quiere que Guzmán se quede. El mercado dejó en claro lo mismo: consideran a Guzmán como una barrera ante políticas más intervencionistas y discrecionales. “Los activos están bajos, pero la salida de Guzmán salida no está priceada”, advertía un inversor el viernes. Pero, aun si se queda, no queda claro si tendrá poder para definir la política de subsidios. La suba de 9% en las tarifas, efectiva desde mayo, se queda muy corta tras un congelamiento de dos años y con el gas, principal insumo de la generación, subiendo 50% (en dólares) contra 2020. En su Excel, hace falta subirlas más.

La salida de Basualdo, que se concretaría pronto (eso dicen desde Balcarce 50), es indispensable para despejar dudas sobre ese tema, y los otros que vengan, con un nuevo programa con el FMI a la cabeza. ¿Si eso no ocurre y el que se va es Guzmán?

Fuente: Alejandro Radonjic – www.eleconomista.com.ar

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