ENFOQUE PORTADA

Geopolítica y economía a propósito de la hidrovía

En actitud colonialista, y con tal de asegurarse la obtención de recursos, es probable que China resigne utilidades económicas en aras de un objetivo geoestratégico. Por Juan José Paberolis*

Históricamente, las naciones europeas lideraron la carrera por colonizar. Como efecto secundario de esta sed de recursos, los colonizados lograron crear organizaciones y formas de producción novedosas que les permitieron a algunas ex-colonias superar ampliamente a sus colonizadores, disputándoles la hegemonía global.

De manera similar, en la década de 1960, Occidente decidió trasladar su producción industrial a Oriente. Si bien esta estrategia le permitió reducir costos, Oriente logró cimentar su desarrollo y, al cabo de cinco décadas, la mayor parte de la actividad industrial se concentra en Asia, bajo su propio control. Pero es justamente este proceso el que hoy se encuentra con un cuello de botella.

Asia no es lo suficientemente rica en recursos para satisfacer la demanda de su constante crecimiento. Necesita agua, alimentos, minerales y energía. De este modo, parecería emerger una nueva ola de colonización en busca de recursos, liderada por China. Las características típicas de una potencia colonial se pueden puntualizar como la constante estrategia de asegurarse la provisión de materias primas y el control de sus medios de transporte. En la última década, África y sus recursos son un claro ejemplo del éxito obtenido por China en esta estrategia.

En nuestro país, en la última década, también hubo un transcendental cambio con relación a los recursos agroindustriales. Una empresa estatal China irrumpió y rápidamente pasó a ser su principal jugador, relegando a las multinacionales que, tradicionalmente, competían por ellos. Sin embargo, faltaría aún asegurar el control total de la logística para que la estrategia neocolonial esté completa.

Pues bien, dentro de la iniciativa “One Belt, One Road” China planea invertir más de mil billones de dólares, incluidas inversiones en puertos y vías navegables en Sudamérica. Por lo tanto, resultaría fácil advertir que, al igual que con el Canal Magdalena, la estrategia marítimo-portuaria nacional debería de pensarse fundamentalmente en un plano geopolítico y no meramente económico.

Es bastante probable que, con tal de asegurar el éxito de su estrategia en la obtención de recursos, una potencia emergente sea capaz de resignar utilidades económicas en aras de un objetivo geoestratégico superior: la apropiación y el aseguramiento del flujo de recursos necesarios para su constante crecimiento. Por esta razón, quizás hasta pueda convertirse en un atractivo oferente económico en los proyectos marítimo-portuarios sudamericanos, incluyendo entre ellos a la próxima licitación de nuestra hidrovía.

Está en nuestra clase dirigente ver un poco más allá de los pliegos y lo simples números. Bastaría poner los ojos en el alto precio pagado al cimentar la estrategia productiva occidental en lo que parecía haber sido nada más que mano de obra barata, dócil y disciplinada.

* Consultor Marítimo. Capitán de Ultramar. MBA, PhD. in Management. E.P. Harvard L.S.

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