Exit
03/10/2020

Por Sergio Dellepiane – Docente
En el origen de las comunidades humanas, las relaciones, responsabilidades y tareas se definían en virtud de las capacidades y habilidades de sus componentes.

Al incrementarse el número de integrantes y aparecer los lógicos y naturales problemas de convivencia, se recurría a los más experimentados y más antiguos componentes del grupo para dirimir las desavenencias.
Con el paso del tiempo las sociedades se tornaron más voluminosas y complejas por lo que debieron optar por un ordenamiento común y así se fueron delineando las diferentes formas de gobierno conocidas. En todas, sólo algunos entre pares, elegidos o impuestos, dirigen los destinos de los demás, de forma consensuada o imperativa (autoritaria).

La administración de la cosa pública (Res- Pública) o bien común, aparece originada por situaciones de cambio (crisis) que precisan ser resueltas contemplando diferentes puntos de vista y valorando distintas opciones alternativas. Todos con algo de razón
Armonizar las diversas posiciones y determinar el camino a seguir para superar el conflicto presente, pasó a convertirse en una de las tareas fundamentales, indelegables y más relevantes para los gobernantes de turno.

¿De qué salir?, ¿De dónde salir?, ¿Cuándo salir?, ¿Cómo salir?
Todos cuestionamientos válidos para situaciones de crisis.
Recesión.
Lo primero entonces, será reconocer que nos encontramos dentro de una. Lidiando con ella.
Económicamente hablando tenemos que salir de una etapa de Recesión profunda, caracterizada por: 10 años ininterrumpidos de caída de productividad, inflación continua y persistente, sostenida disminución de los niveles de empleo registrado, incremento permanente del empleo público en todos los niveles administrativos permitidos, presión tributaria incompatible con la realidad productiva nacional, incontrolable emisión de moneda nacional, reducción a mínimos históricos de la oferta exportable y voluminosa deuda pública, externa e interna, postergada exitosamente una vez más, pero decididamente impagable.
Los números, que avalan el qué y el desde dónde intentamos salir, se pueden encontrar disponibles en cualquier fuente informativa seria y responsable. Realidad supera relato.
Toda salida se produce en el momento exacto posterior de haber tomado la decisión de intentarlo. Sabiendo hacia dónde dirigirse o sin haberlo delineado aún.
La primera alternativa facilita la selección de herramientas e instrumentos más apropiados para alcanzar la meta propuesta. La segunda opción impone el criterio de ir resolviendo sobre la marcha. “Vamos viendo”. Se hace lo que se puede. Costumbre argentina bien arraigada.
Alternativas siempre existirán. Habrá que optar. Especialmente en una sociedad como la nuestra; de extensa geografía, multicultural y con diversidad de intereses y oportunidades.
Prioridades.
La recuperación (única alternativa posible a toda recesión) no podrá ser igual para cada uno de nosotros.
En el comienzo de la marcha, lo esencial será evitar el colapso social y la quiebra de empresas, generadoras de empleo genuino.
Habrá que reducir desapasionadamente hasta su eliminación todo gasto improductivo que aparezca en cada uno de los niveles administrativos del estado.
Flexibilizar el mercado laboral para que la iniciativa y el interés propio de los afectados, resuelva múltiples problemas microeconómicos y evite la destrucción irreversible de capital y del poco empleo formal que aún subsiste.
Simplificar la maraña impositiva a la vez que consolidar las cuentas fiscales equilibrando gastos esenciales con ingresos tributarios.
Eliminar progresivamente el control de precios sobre bienes y servicios cotidianos para que se adecúen según las fuerzas del mercado, que hasta la actualidad han sido las únicas capaces de compensar consumos con esfuerzos individuales cuanto colectivos.
A mitad de camino habrá que apalancar la reactivación económica apoyando al entramado productivo mediante la expansión del gasto privado, promoviendo la actividad de los sectores más dinámicos con programas de capacitación y actualización laboral, alentando nuevas incorporaciones de personal y congelando definitivamente el ingreso de nuevos empleados al sector público, excepción hecha con la finalidad de cubrir vacantes en actividades esenciales.
Determinar técnicamente un tipo de cambio realista, competitivo, consiste y perdurable dinámicamente.
Para el largo plazo, si se pretende revertir el deterioro secular de la economía nacional, se hará imperiosamente necesario encarar numerosas reformas estructurales, postergadas por demasiado tiempo, con consecuencias a la vista.
Para reducir la pobreza estructural a la mitad, desde los niveles actuales, se necesita duplicar la tasa de crecimiento económico en al menos, 20 años.
Confianza.
Esta expectativa sólo se transformará en concreción palpable si se fortalece la confianza en las instituciones de la república, predomina una razonablemente estable seguridad jurídica, atrae inversión productiva y elimina trabas insustanciales al desarrollo de cualquier iniciativa privada.
El desafío político será evitar a toda costa el aumento del gasto improductivo, adecuar las tarifas de servicios esenciales que eviten el desabastecimiento, desterrar las moratorias impositivas y/o medidas confiscatorias que agraven la situación fiscal en modo permanente. Erradicar el sesgo antiexportador, antiempleo y antiinversión, presente en nuestra idiosincrasia nacional y popular.
No podemos ser demasiado pretensiosos. En economía política lo urgente tiene prevalencia sobre lo importante. La clave estará en abandonar los arrestos espasmódicos y mostrar congruencia entre decisiones y realidad.
La crisis que atravesamos es muy grande y grave, pero la desconfianza generalizada que desmoraliza, es peor aún.
Nuestras penurias económicas no son un problema de nombres sino de decisión, voluntad de ejecución, responsabilidad y compromiso.
Lo demás, absolutamente todo lo demás, es sarasa.