ENFOQUE

Estancamiento y frustración social; una interpretación

Fin de año es época de balances y una manera de abordarlo es mediante un análisis comparativo y estilizado entre ciertos aspectos de la política económica aplicada por Cristina Fernández de Kirchner y la de Néstor Kirchner entre 2003 y 2007. En este sentido, la pregunta que se intenta responder es en qué se parecen y en qué se diferencian ambas políticas económicas y, a la vez, qué implicancias tiene para los sucesos futuros del país. Por Juan Miguel Massot

Ambos gobiernos aplicaron políticas expansivas de demanda agregada y proporcionaron una creciente participación del Estado en las decisiones económicas, desde la regulación de los mercados hasta la estatización de empresas y de algunas actividades económicas (por ejemplo, concesiones de servicios públicos, fondos previsionales y energía, entre otros). También se asemejan en haber logrado una tasa de crecimiento muy elevada en términos históricos (superior al 7% anual promedio si se excluyen los meses afectados por la crisis mundial), y entre las más elevadas a nivel mundial en la última década. Finalmente, en ambos períodos se aplicaron instrumentos de inclusión social para grupos vulnerables (niños y ancianos, por ejemplo) y excluidos del mercado laboral.
Los dos períodos se diferencian, a su vez, en el rol que tuvieron los componentes de la demanda agregada. Mientras en la primera etapa el motor de la economía fue la inversión y las exportaciones, en la segunda fue el consumo público y el privado. También se distinguen en un conjunto de resultados: el nivel promedio de la tasa de inflación, el nivel y tendencia del tipo de cambio real, y los resultados del sector público y de las cuentas externas, incluyendo la acumulación de reservas en el Banco Central. Asimismo, mientras entre 2003 y 2007 los indicadores sociales, como el desempleo, la pobreza y la desigualdad, mejoraron de manera notable, las políticas aplicadas parecen haber perdido efectividad en los últimos años a pesar de los programas sociales y de algunos avances concretos (AUH, por ejemplo).
Para comprender estas distinciones se pueden explorar tres dimensiones. Primero, el contexto internacional como condicionante de la política interna y de sus resultados. Segundo, la política económica aplicada y su adecuación al momento histórico en que se desenvuelve. Finalmente, el enfoque de economía política que alimenta la política económica, lo cual constituye su sustrato y el elemento eficiente para su interpretación.

Contexto internacional
El contexto internacional se caracterizó en la última década por una demanda de commodities muy tonificada, buenos precios y abundancia creciente de financiamiento externo a tasas muy bajas en términos históricos (aunque la Argentina no pudiese acceder a ello, salvo con organismos multilaterales de crédito). Por esta razón, la economía mundial fue un factor que contribuyó positivamente al crecimiento del país y debería descartarse como un factor relevante para explicar las diferencias entre ambos períodos, con excepción de los trimestres que duró el impacto de la crisis mundial desatada a fines de 2008.

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La política macroeconómica
En segundo término, se tiene la política macroeconómica. La insistencia en políticas expansivas de demanda ha sido una de las características de esta última década. Debe tenerse en cuenta que éstas sólo favorecen el alcance simultáneo del equilibrio interno y externo cuando existe capacidad ociosa, no se enfrentan cuellos de botella o restricciones en sectores estratégicos (energía, por ejemplo) o en la disponibilidad de divisas (restricción externa), y la credibilidad en el gobierno y en su política es suficiente como para generar expectativas de crecimiento con estabilidad monetaria, tales que favorezcan el proceso de ahorro interno y la inversión. En estos aspectos, se puede notar una diferencia creciente entre el período 2003-2007 y el siguiente. Las señales más significativas de los cambios se resumen en algunas variables, como las mayores tasas de inflación, la erosión del superávit fiscal consolidado y del superávit externo, y la formación de activos externos por los residentes. Por lo tanto, puede deducirse que mientras en el primer período la política macroeconómica aplicada habría sido eficiente en alcanzar los equilibrios interno y externo; en la segunda, sólo permitió sostener el nivel de empleo pero a costa de una mayor tasa de inflación y del deterioro fiscal y externo. Por lo tanto, puede concluirse que uno de los factores que habrían permitido diferentes resultados en ambos períodos es la política macroeconómica.

La economía política
Esta situación se vio sobrealimentada por la tercera dimensión mencionada, la de la economía política, que se puede sintetizar en el rol del Estado y en su relación con el sector privado. Si bien puede interpretarse que ciertas reformas en la manera que el sector privado y el Estado se relacionan eran necesarias, lo cierto es que “más Estado” no es sinónimo de mayor bienestar actual y futuro. La lectura de los ahorristas e inversores privados sobre el intervencionismo estatal en la economía nacional ha sido crecientemente negativa, tal como surge de la declinante preferencia por mantener los ahorros en pesos y del estancamiento de la tasa promedio de inversión en equipos durables. En resumidas cuentas, la manera en que el Estado siguió amplificando su intervención en la economía sería otro de los factores que contribuyeron a diferentes resultados de la política económica entre ambas presidencias.
Desde otra perspectiva, la aplicación de una política expansiva de demanda y de un intervencionismo estatal creciente durante casi una década ha comenzado a mostrar rendimientos sociales decrecientes. Es más, la inflación y la persistente apreciación real del peso han comenzado a compensar el efecto del crecimiento sobre el empleo, la pobreza y la equidad al erosionar el poder de compra de los ingresos y al reducir la capacidad del sector privado de generar empleo. Además, los errores en la política energética, la caída de la rentabilidad de los sectores exportadores y de los que sustituyen importaciones disminuye también la capacidad de generar las divisas que el país necesita, aún en un contexto de boom de commodities y de la aplicación de instrumentos de política comercial externa compensatorios del atraso cambiario.

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¿Crecientes desequilibrios?
Dicho lo anterior, el balance no es absolutamente negativo si no fuera porque en economía, como en toda disciplina social, importa más la película que la foto de cierta fecha. En otros términos, interesa saber si la dinámica de los fenómenos económicos subyacentes permitirá posicionar al país en un sendero de crecimiento, baja inflación, equilibrio externo y mejora de los indicadores sociales. De la evaluación que se puede hacer en estos momentos, la dinámica de las principales variables conduce a escenarios de crecientes desequilibrios macroeconómicos. Como históricamente la resolución de este tipo de desequilibrios fue siempre traumática, la corrección de algunas políticas en tiempo y forma es de una importancia superlativa porque, entre otras cosas, posibilitaría corregir los desvíos sin perder algunos logros de la última década. No hacerlo significaría, más que una derrota ideológica, una en el plano social, que siempre conlleva dramáticas consecuencias.
Juan Miguel Massot  – director del Instituto de Investigaciones Económicas de la USAL
Fuente: El Economista

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